Alvin casi puso los ojos en blanco ante la escena que tenía delante. De todos los invitados, ¿por qué tenían que asignarle la familia de la Reina? La madre y la hija no paraban de prodigarse atenciones mutuamente, y no ayudaba que la mencionada hija fuera precisamente alguien de quien quería alejarse. No sabía qué estaría pensando ella, pero lo último que quería era estar asociado con ella de alguna manera. Aún no lograba comprender cómo ella podía pensar que él estaba interesado en ella. Esa era la cosa más extraña que había escuchado en toda su vida.
—¿Dónde está tu hermano? —preguntó el padre de Susan.
—Probablemente esté en la sala de pinturas y no se ha dado cuenta de la hora que es. Espero que me hayas comprado algo en tu camino —respondió Susan, mirando a sus padres con esperanza.
—¡Por supuesto! —dijo la madre, sonriendo—. Los sirvientes están con ellos. Los verás cuando lleguemos a nuestra cámara.
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