El corazón de Rosalind latía contra su pecho con tanta fuerza, que apenas podía oír los gritos y vítores de la gente de alrededor. Miró a Lucas, que parecía inconsciente de lo que yacía bajo el escenario.
—Déjalo ir —la voz dentro de su cabeza resonó una vez más. Era tan fuerte como su acelerado corazón. Tomó una respiración profunda.
—Hay otro en el escenario —susurró a Magda, quien estaba parada a su lado. Magda estaba claramente preparada para atraparla si se desmayaba y había estado observando sus acciones y movimientos desde que salieron de aquella casa.
—Teníamos que irnos —dijo Magda.
—No sin él.
—Él puede manejarse solo.
—No —Rosalind negó con la cabeza—. No con tanta oscuridad. Recordó al Duque diciéndole que podía manejar la maldición oscura que venía del arma. Sin embargo, esta situación era completamente diferente. Si esa esfera explotaba, todos aquí estarían en contacto con la oscuridad pura.
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