—Detén el coche —dijo Elliana a Ambrose, quien miró el café y luego a la princesa a través del espejo retrovisor.
—¿Estás segura de eso, princesa? —preguntó Ambrose y Elliana asintió confirmándolo.
—Gracias por dejarme aquí —agarró su bolso de mano y teléfono y salió del coche antes de asentir a Ambrose, quien se inclinó mientras miraba el nombre del café una vez más.
No había duda de que informaría el nombre del café al príncipe.
Elliana se burló mentalmente.
—¿No vas a entrar? —preguntó Ambrose y Elliana se limitó a murmurar de nuevo.
—¿No vas a irte? ¿O acaso quieres seguir observándome? —preguntó Elliana, mirando su teléfono.
—Yo... Me iré una vez vea una figura familiar de la Universidad y asegurarme de que estarás en buenas manos —dijo Ambrose, apartando la mirada, una clara indicación de que mentía.
Tenía la intención de observarla todo el tiempo que pudiera.
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