Aunque estaba rodeada de nieve, Emily no sentía frío; en cambio, sentía calidez en la presencia de Raylen. Sus pasos eran silenciosos a medida que se acercaba a donde él estaba parado, mientras su corazón latía con fuerza en su pecho.
—No tengas miedo. Estoy aquí para cuidar de todo y asegurarme de que estés segura —comentó Raylen, tomando suavemente su mano en la suya para guiarla hacia la cama improvisada en el suelo del bosque.
Mientras Emily escuchaba sonidos de crujidos en su entorno, su mirada se desvió hacia un lado. Notó una barrera delgada y opaca construida de hielo formándose alrededor de ellos para darles privacidad, a pesar de que no había ninguna otra alma a la vista aparte de los dos.
—¿Mejor? —la escuchó preguntarle, y sus ojos volvieron a encontrarse con sus cautivadores ojos azules, en los que se encontraba hundiéndose.
—Gracias... —murmuró Emily, preguntándose si él estaba atento al rítmico golpeteo de su corazón—. Gracias por .
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