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El consejo de los ancianos

Narra Kemal.

Mamá me convenció de quedarme en la mansión.

Por más que le dije que no, era tan persistente, que al final le dije que sí. No podía decirle que no a ella. Además a nadie le hacía mal que yo me quedara en la mansión, ¿O si?

—Está muy linda, Kemal. ¿Esta era tu habitación cuando vivías aquí?— preguntó Samira mientras su cabeza se movía de un lado hacia, otro observando las pinturas de Leonardo da Vinci colgadas en las paredes.

La miré.

— Sí, está era mi habitación. Es más bonita cuando amanece y tiene una buena vista al mar.

—Las pinturas son muy bonitas, parece que estoy en otro lugar.

—Siempre me gustó el arte y la fotografía y más que eso la medicina… pero mi padre siempre quiso que me enfoque en las leyes.

Mis dedos acariciaron la pintura, la textura rústica del cuadro y el olor a antigüedad. Mi habitación tenía mucho tiempo de no ser habitada por mí y aún así permanecía pulcra y las pinturas intactas; ya que, se encontraban en grandes cabinas de cristal.

—Me gustan las pinturas de Leonardo de Vinci porque siempre veo en ellas realismo. No sólo se trata de ser artista, se trata de dejar una enseñanza positiva en lo que creas.

Samira observó la pintura.

— Utilizó el arte para la investigación científica.

— Leí que lo creyeron brujo por ser zurdo— informó. — No crees que sea algo absurdo.

—La ignorancia es atrevida.

Ambos reímos.

—A mí no me gustan las pinturas del renacimiento — negó. —más bien el arte moderno es el que llama mi atención.

— Sí, lo sé, supongo que te parece aburrido.

—No, es que me dan miedo las imágenes. Tal vez forme parte de alguna fobia desconocida. Siento que las personas saldrán y me comerán.

Explotamos en carcajadas y cubrí mi boca, mi estómago dolía y ella se contagió de esa alegría. Tanto así que lloramos de risa. Cuando nuestras carcajadas se hicieron débiles ella me miró.

—¿Por qué durante tanto sin regresar a Estambul?— se aproximó hasta mí y posó sus manos en mi pecho y mis brazos se enredaron en su cintura.

Reí con nerviosismo.

Cada vez que alguien quería indagar se me revolvía la cabeza y mi corazón comenzaba a palpitar, sofocado por mis emociones reprimidas.

—Es que no lo sé— mentí—. Tal vez quería conocer otros ambientes.

—¿Otros ambientes? Es entendiblel amor, pero fueron tantos años sin visitarlos.

—No digas eso, sabes que he venido aquí anteriormente. Vine para el sepelio de papá y también vine en navidad.

Se aproximó hacia mí, sus labios se unificaron con los míos y cerré los ojos. La apreté un poco más contra mi pecho, nuestras lenguas se encontraron, con necesidad de unirse y acariciarse.

Mis manos viajaron a sus nalgas y cuando acaricié esa zona, un leve gemido se escapó, el cual ahogué, cuando mis labios volvieron a invadir los suyos.

—Te amo Kemal— murmuró.

Te amo, Kemal.

Bahar rió.

—Yo te amo más amor—respondí.

Me alejé un poco y ella se quedó observando desconcertada.

—Kemal, ¿estás bien amor?— acarició mi mejilla sacándome de ese trance.

—Solo estoy cansado— pronuncié, sacudí mi cabeza queriendo dejar de pensar en todos esos momentos que se revivieron con momentos del presente. Yo debí estar pensando en mi prometida, cuando la besé, no en ella, pero era inevitable. El verla a ella, y saber que estábamos frente a frente me hacía sentir tenso e inquieto.

Respiró profundamente.

—Yo también lo estoy, ni siquiera nos dio tiempo de descansar— observó el reloj en su muñeca—. Debemos hacerlo, ya son las doce de la noche.

(...)

Desperté temprano en la mañana y salí al jardín a sentarme, aproveché que estábamos en otoño para disfrutar de los sonidos de la naturaleza y la brisa agradable. Samira se quedó durmiendo en la habitación, me dijo que estaba cansada y que iba a dormir un par de horas más. Le dije que podía quedarse ahí, tendida, el tiempo que quisiera, o que podía acompañar a Bahar y sacarle alguna conversación para distraer su mente.

No dejé de pensar en ella, después de que se escapó a su habitación no había salido ni siquiera a desayunar; aunque era demasiado temprano para eso.

Murad me explicó que tenía que asistir a una reunión para hablar sobre la mujer que asesinó a mi padre; suponía que la policía se haría cargo de ella, pero tenía mucha curiosidad de saber que íbamos hablar con el tío Burak y los hermanos de mi difunto padre.

Tomé un sorbo de mi café caliente.

Sentí unos pasos, la grama se movía con cada paso. Escuché la voz de Murad, acercándose levemente, al parecer estaba hablando con alguien más por el celular.

Cuando llegó a mi lado se sentó.

—Hola— saludó—, espero que hayas amanecido bien.

Le sonreí con amabilidad.

Era raro que Murad me hablara con tanta amabilidad ya que siempre fue como un témpano de hielo, supongo que tal vez cambió cuando tuvo sus dos hijos.

— Sí, estoy muy bien— respondí volviendo a tomar un sorbo de café. Dejé la taza en la mesa y le dí toda mi atención —. Cuéntame, ¿de qué se trata esta reunión? Supongo que la policía se hará cargo. ¿No es así?

Negó con la cabeza mirándome con seriedad, sus ojos dejaron de tener carisma y tomaron una expresión fría.

—La policía no tiene nada que ver con esto — replicó —. Esto es nuestra venganza. Nos haremos cargo de Anastasia nosotros mismos y vamos a derramar su sangre por haber matado a nuestro padre.

¿Qué? No podía ser posible.

Me quedé atónito con esa revelación. ¿Ellos serían capaces de matar a alguien?

Pensé que esas historias que contaban sobre los ancianos eran puros cuentos de terror y crecí con la creencia de que solo eran personas normales, nunca imaginé que eran capaces de acabar con la vida de las personas.

Estaba arrepentido de estar en esta posición, yo no iba de acuerdo con ellos y por más que esa mujer mereciera todo lo que estaban planeando hacerle, me rehusaba a ser parte de ello, teniendo la certeza de que la justicia terrenal se encargaría.

—Esa mujer escapó tras asesinar a nuestro padre y ni siquiera nos dimos cuenta. Ni siquiera hemos podido entender cómo fue que duró tanto tiempo para dar con ella, si no tenía los recursos para esconderse tanto tiempo. Nosotros somos poderosos. Sospecho que debe estar siendo protegida por alguien más fuerte que nosotros.

—Escucha, yo no soy partidario del ojo por ojo, tiene que haber otra manera de que pague por lo que ha hecho.

Chasqueé la lengua.

—Eres parte de la familia, Kemal. Tienes que apoyar a tu familia y más si se trata de la mujer que ultimó a nuestro padre.

Estaba muy ansioso, pensé que esa reunión era algo relacionado con la empresa y para charlar acerca de aquel suceso o celebrar que por fin ella estaría tras las rejas, nunca imaginé que ellos estuvieran planeado deshacerse de esa mujer.

Me daba miedo mi familia.

No me tomaba en serio sus tradiciones y nunca entendí porqué Bahar se terminó casando con Emir, pero en ese momento lo supe. Ellos la obligaron, todo fue en contra de su voluntad. Yo siempre le decía a ella: tienes el poder para decidir lo que realmente quieres para tu vida, desde que naciste se te dio ese derecho; sin embargo, ella me decía que no era dueña de su propia vida.

Me parecía tan absurdo todo esto... Pero ella lo podía perder todo y se podía quedar sin protección y eso era lo que ella no quería. Por eso se casó con Emir porque se vio tan acorralada que no logró escapar de esas tradiciones.

Ser mujer en esta familia era doloroso.

(...)

El tío Burak se acercó a nosotros lentamente, apoyándose de su bastón y cuando llegó en mi dirección se detuvo y me sonrió.

—Kemal, muchacho. ¿Cómo has estado? Ya eres todo un hombre. Tu padre tiene que estar orgulloso, sentado al lado de nuestro Alá.

Le dediqué una sonrisa amable

—Estoy muy bien. — respondí —. Y sí, ya tenía alrededor de cinco años ausente, pero siempre estuvieron presentes.

—Que bueno, no sabes cuánto me alegro. Hay tantas cosas que quiero decir hoy—suspiró —, pero debo esperar que vengan mis dos hermanos para iniciar la conversación.

Los hermanos de Burak, Orhan y Omer entraron al gran despacho, me saludaron y se sentaron. Mi madre fue la última en llegar.

—Buenos días —saludó y se sentó en frente de mí, en el mueble.

—Buenos días, Melek — saludó Burak, seguido de sus hermanos—. Si estás aquí es por Bahar. Quiero hablar contigo sobre tu hija, pero esa charla la dejaré para el final.

Mi madre se puso cabizbaja, de seguro pensando en qué se metió la traviesa Bahar.

Luego subió la cabeza y se encontró con mi mirada curiosa, me dedicó una sonrisa tierna, seguido de un beso, yo le sonreí en respuesta y Burak hizo un leve puchero, estaba celoso.

—No te pongas celoso mi amor— susurró en un murmullo que ambos pudimos escuchar—. Tú también eres mi príncipe.

—Ay mamá, aquí no, sabes que estos hombres odian que las personas sean melosos— se quejó Murad.

—Nadie le puede prohibir a una madre que demuestre su amor, y menos cuando tiene tres hijos; el cariño y los mimos que tengo para darles es infinito.

Le dediqué una sonrisa divertida y tierna a mamá. Amaba esa mujer, era una de las mujeres más importantes en mi vida. Siempre fue cariñosa conmigo y me acogió en su casa como su hijo desde el primer día, a pesar de que ella no me llevó en su vientre durante nueve meses. Nunca hizo diferencias, ni siquiera con su única hija. Todo era amor y ternura.

—Bien—, dijo mi tío Burak. — empecemos orando a Alá, el más grande y misericordioso.

Nos pusimos de pie y mi madre acomodó su velo en la cabeza.

(...)

—Nos hemos reunido aquí porque queremos darles una noticia muy importante que cambiara el curso de nuestra historia... Por fin vengaremos la muerte de nuestro hermano.

Mi mamá se llevó la mano a la boca.

Eso a mí ya no me sorprendía.

Lo único que quería era saber realmente quién era esa mujer, pero al parecer los rodeos ganaban.

—No lo puedo creer Burak. Después de tantos años... Después de tanto tiempo... Finalmente voy a saber la verdad de porqué mi esposo fue asesinado.

—Háblame de ella— le pedí.

Mi tío Orhan se levantó de la silla y manipuló el aparato que se encontraba encendido en una de las pantallas planas.

—La mujer se cambió el nombre a Anastasia Lisowska. Es una maestra de Ballet y tiene dos hijos. Vive en Moscú y tiene una vida bajo perfil— detalló él.

—¿Estás seguro que es ella? Sabes que pueden haber personas que son como gotas de agua.

—Por supuesto que sí, Kemal— afirmó él. — sabes que esto no es un juego y que nosotros no le hacemos daño a personas que son inocentes. Por eso somos muy cuidadosos con nuestras investigaciones. Hemos esperado tanto para cobrar las cuentas pendientes.

Sí, tenía mucha razón, el tiempo había pasado en un santiamén para aquellos que vivían su vida con normalidad, pero para otros el tiempo era lento como si fuera una eternidad.

—¿Y qué proponen?— habló Murad. —¿Cuándo iremos a por ella?

—Murad, tú te vas a encargar de enviar información de esa mujer. De todos esos movimientos que hace, dónde va, personas que conoce. Te irás a Rusia en esta semana, así que prepárate.

Asintió con la cabeza.

Melek estaba pensativa.

—Esa maldita mujer va a pagar cada lágrima que he derramado durante los últimos diez años.

—Que así sea— dijeron todos al unísono.

— Alá es el más grande y está de nuestro lado. Nadie se va a ir de este mundo sin pagar lo que es deudor— puntualizó Omer.

Me quedé en silencio analizando a estas personas y me di cuenta que yo no tenía nada que hacer en este consejo, desde ese momento me iba a deslindar de todo ésto porque yo era una persona civilizada y pacífica. No quería ensuciarme las manos con sangre de una persona, aunque fuese culpable me hubiera quitado la presencia de mi padre. No podía convertirme en esa persona.

—Melek, te cité aquí porque Kerim Evliyaouglu me comentó algo sobre tu hija.

Esas palabras me sacaron de mis pensamientos así que presté atención a lo que estaba diciendo.

—¿Qué fue lo que hizo ahora?— rodó los ojos fastidiada.

—Tuvo la osadía de pedir un puesto en la empresa— reveló —. Te lo advertí, Melek. Te advertí que no la dejarán estudiar en la universidad. Pero tú le cumpliste ese capricho, ahora mira las consecuencias. Aprendió a ser una mujer rebelde.

—Pues en su momento no medi las consecuencias— replicó ella—, pero no puedo devolver el tiempo atrás cuñado. Hablaré con ella, todo se va a solucionar.

—Debe tener hijos cuanto antes. ¿De verdad este matrimonio es real? Ni siquiera han podido tener hijos y ya tienen diez años juntos. ¿Acaso tu hija es infértil?

—¿Cómo se te ocurre preguntar eso Burak?— mi mamá se movió y acomodó su velo, con nerviosismo. —no te sobrepases, recuerda que yo era la esposa de tu hermano y Bahar su hija. Te exijo respeto.

—Tengo que hacer las respectivas preguntas, ya que no hacen lo que deberían. Necesitamos a un heredero, porque si tu nuero muere. ¿Quién se quedará a cargo de la empresa?

Narra Bahar.

Me quedé en mi habitación, ni siquiera me dieron ganas de salir en la mañana. Me preguntaba ¿Para qué? Si ni siquiera podía hacerlo sola. Escuché que alguien tocó la puerta y rodé los ojos, fastidiada.

—Señora. ¿Está bien?— cuestionó Aylín una de las mujeres del servicio. Su voz era insegura.

—Lárgate—ordené. — no quiero hablar con nadie.

Era increíble, ni siquiera podía tener tranquilidad en ningún lugar, ni siquiera podía quedarme todo el día en mi habitación.

Alguien abrió la puerta y me sobresalté, creyendo que era la mujer de servicio, en su lugar me encontré con la mirada acusadora de mi madre.

—Quiero que me expliques que es esa manera de tratar a las personas que nos sirven? ¿Te volviste loca?

—Mamá. ¿Por qué entras a mi habitación sin tocar? Estoy cansada de que hagas eso.

Rió por lo bajo, pero sin gracia.

—Debes levantarte de esa cama hija. Yo no te eduqué para que tuvieras malas costumbres—. se encaminó y quiso quitarme las sábanas. —Emir llega hoy, y tienes que estar preparada para darle la bienvenida.

—Estoy cansada de que solo te interese el bienestar de mi esposo— torcí los ojos con fastidio, nuevamente. — te dije que estoy cansada y no quiero salir, ¡maldita sea!— expresé con los dientes apretados.

Melek soltó la sábana y su ceño se frunció ligeramente, de repente levantó la mano y me dio una bofetada que me dejó la cara volteada.

—Ya te lo he dicho y está es la última advertencia Bahar—dijo, con esa voz baja, pero autoritaria. Zarandeo de mi brazo nuevamente para que le prestara atención ya que estaba en shock y mi cabeza estaba en esa misma dirección; mi cabello se alborotado quedó esparcido en mi mejilla—. Llegó la hora de que seas una buena esposa para tu marido. Tu tío Burak está comenzando a dudar que tu matrimonio con Emir sea un matrimonio de verdad. Tienen diez años de casados y ni siquiera han tenido un hijo.

Como si eso hubiera sido suficiente.

Lo único que yo quería era que no me prohibieran nada, que me dejaran a esa persona por la que tanto luché y me preparé.

Aún recuerdo cuando el padre de Emir habló del nuevo presidente en la empresa, ni siquiera me molestó que él lo sucediera. Sin embargo, quería aunque sea un cargo ejecutivo. Para eso estudié administración de empresas, me preparaba para ser presidente comercial de ella, pero no, no fue así. Mis sueños y aspiraciones quedaron dentro de un profundo pozo sin esperanzas de alcanzar la luz. Me cerraron todas las puertas.

Muchas veces lloraba de rabia y mordía mi lengua para no despotricar en contra de mi asqueroso suegro, en sus narices .

Respiré profundamente y la miré con impotencia.

—No voy a tener hijos con un hombre que no me ama— le informé, de una manera seca y frívola. Era un hecho, eso sería ponerme una soga al cuello a mi y a esos inocentes niños que no tenían la culpa. Emir no era una buena persona, había algo que no lo dejaba ser feliz y nadie sabía qué. Él nunca sería un gran padre.

—Lo harás— agarró mi brazo y sus uñas largas se clavaron en él por lo brusca que estaba siendo. — no voy a permitir que rompas las tradiciones familiares. Los hijos son una bendición... Ya estudiaste en la Universidad aún cuando tú tío no estaba de acuerdo. Hemos sido condescendientes contigo, ¿y así nos pagas? No todas las mujeres han alcanzado lo que tú has logrado. Eres la niña mimada de la familia. No hagas que las personas se arrepientan, debes valorar lo que hacemos por ti.

—¿Ahora resulta que tengo que agradecerte por mis derechos?— Una lágrima gruesa bajó por mi mejilla. — maldito sea el tío Burak y maldita sea la tradición.

—Cállate— ordenó con voz airada y cerró los ojos con impaciencia, incrédula por lo que estaba escuchando. —Nunca debí separarme de ti, Bahar.... Ya tomé la decisión; me voy mudar aquí nuevamente, ya que dejarte a cargo de una sirvienta no fue suficiente para poder controlar lo descuidada que eres.

—Dime algo. ¿Por qué de repente irrumpes en mi habitación con esta charla sin sentido y con esa ira desconocida? Anoche estabas muy bien conmigo, inclusive pensaba que no estábamos en discordia.

Me soltó del brazo y elevó su eje, trató de relajar su respiración y luego, tragó saliva. Comprendió que perdió los estribos, así que intentó tranquilizarse.

—Hoy estuve en una reunión del consejo de tus tíos — notificó. — Tu tío Burak me informó que tu suegro le habló de una proposición que para nosotros es indecente.

Arqueé las cejas y reí sin gracia.

—¿Y qué tiene de malo querer ejercer mi carrera? Supongo que les fue con el chisme. Ese imbécil— hice énfasis en esa palabra y rodé los ojos.

Ella se quedó en silencio analizando lo que le dije, me dio la espalda, se encaminó al mueble de butaca y se sentó con las piernas cruzadas.

—Hija, solo quiero que no me des problemas con esos hombres. Quiero estar tranquila y para eso debo protegerte de la ira de ellos.

¿A qué costo? A un costo que era demasiado caro pagar. Desde ese día me denominó como la persona que más odiaba a mi suegro del mundo.

—Y yo solo quiero trabajar en la empresa de mi padre, cuyo esfuerzo hizo posible ser lo que es hoy.

—Creo que estás aspirando demasiado. ¿No te das cuenta que las mujeres no manejamos finanzas? no estamos diseñadas para eso, al menos en nuestras familias. Escúchame, debes entenderlo.

—Está bien mamá, voy a resignarme — mentí para que me dejara en paz — voy a dejar de querer aspirar a ser una empresaria. De igual manera mis sueños nunca serán realizados.

—Deja de soñar— me advirtió —los sueños tuyos deberían ser formar una familia. No pierdas la oportunidad que te regaló la vida por ser mujer. Cuando tu esposo llegue del viaje de negocios recíbelo como manda.

— Mamá, no vuelvas a pegarme— desvié mirada al vacío. — ya no soy una niña, soy una mujer adulta y no voy a tolerar ese tipo de humillación.

—No eres una niña, tienes razón, pero si según tú, no eres una niña, deberías empezar a comportarte como una verdadera mujer.

Se levantó y acomodó su falda.

—Levantate de esa cama y ponte bonita. Cuando vuelva no quiero verte aquí. Bajaras al comedor y te sentaras en la mesa con tus hermanos y comerás con ellos. Debes ser una buena anfitriona, que esa novia de Kemal hablé bien de ti, cuando vaya a cualquier lugar.

Esa estúpida, si supiera el resentimiento que sentí cuando se colgó de su brazo y cuando la presentó como su novia. Me ardía la sangre y tal vez era una maldita, pero la vida me hizo así, y no me avergüenza decir que la detesto.

Bajé las escaleras, Kemal, Murad y Samira se encontraban en la mesa.

Ya era mediodía y me esperaban para comer. Mis pasos hicieron que la mirada de Samira se posará en mi dirección y sonrió con amabilidad; luego, Kemal la imitó. Antes de que él supiera que yo lo estaba mirando bajé la cabeza.

—Buenos días— hice acto de presencia. Todos desviaron la mirada en mi dirección.

—Buenos días— dijeron todos al mismo tiempo, me senté cerca de mi hermano Murad y este, me miró.

—¿Cómo te sientes del dolor de cabeza?

Mi corazón se sacudió dentro de mi pecho al escuchar su voz ronca y suave. Lo miré, embelesada, y con la mirada apagada. Samira también estaba observando, pero está vez era raro, no podía descifrar que tipo de mirada era.

—Ya... Desapareció. Discúlpenme, los dejé solos ayer, pero creo que algo me cayó muy mal.

Le mostré una sonrisa débil.

—Me alegro de que hayas mejorado, Bahar—comentó ella. Ese tono yo lo conocía. Utilizó el tono de toda típica persona hipócrita. ¿Qué diablos pasaba?

—Gracias— me obligué a responder, ignorando su tono con intenciones maliciosas.

—No me dijeron nada— habló Murad—. Tú te mueres y yo soy el último en saber hermanita.

—Sabes que siempre estás ocupado. Creo que sí, si muero primero, tú serás el último en saberlo.

—¿O Kemal?— informó—. Recuerda que duró cinco años ausente.

Mi corazón se iba a salir de mi pecho.

Lo miré nuevamente, ni siquiera podía quitarme la mirada de encima.

Kemal sonrió.

—Tienes razón Murad—, pronunció—. Pero yo siempre estaba pendiente de mi familia.

Claro, nunca estuvo pendiente de mí. Incluso nuestras charlas solo se basaban en saludos. Aún si mi madre nos obliga a vernos las caras tan solo por cortesía, nos quedamos en silencio incómodo.

Mamá se cansó de preguntar qué pasaba y yo le mentí, le dije que Kemal cambió mucho conmigo y que no podía entender por qué había pasado eso.

— Sí, tiene razón. — fue Samira quien habló—, ustedes siempre estaban en nuestras conversaciones. En especial tú, Bahar.

Esas palabras las dijo con seriedad, y con una frialdad que me hizo pensar que ella sospechaba. O Kemal se lo había dicho. No no podía ser posible, este secreto era de nosotros dos y prometimos no hablarlo con nadie más.

Me quedé estática y Kemal se tensó y bajó la cabeza avergonzado.

—¿Ah... Sí?— reí nerviosa y tragué saliva.

—Por supuesto— respondió.

Las personas del servicio vinieron con la respectiva comida y rompieron esa atmósfera tan tensa.

Samira bajó la mirada a su celular y Kemal desvió su mirada hacia ella.

—¿Qué estás leyendo?

Levantó la cabeza y mostró una liviana sonrisa.

—Estaba leyendo una nota en una revistas: Sobre el incesto.

Kemal se tensó y yo bajé la mirada.

Diablos ella lo sabía.

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