—¿Qué? —Daphne parpadeó sorprendida—. Maisie, ¿de qué estás hablando? ¿Qué pasa con Eugene Attonson?
Maisie asintió débilmente, las lágrimas gordas rodaban por sus mejillas mientras trataba de recomponerse lo suficiente para hablar a través de sus sollozos. —Él...él...me convenció...¡para ayudarlo a escapar! Porque él dijo... él dijo...
—¿Él dijo qué? —preguntó Daphne frenéticamente—. Tal como temía, Eugene Attonson había hundido con éxito sus garras en Maisie. Tal vez era su buena fortuna que Maisie no estuviera muerta como los otros prisioneros o guardias.
—Dijo que tú y el rey discutían por su culpa —tartamudeó Maisie—. Así que la mejor manera de evitar que ambos siguieran peleando era que él se fuera. Mientras él esté aquí, siempre discutirán. Así que fue por tu propio bien. Por el tuyo y el del rey.
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