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Cap.1.1

En los preciosos ojos verdes de Lucrecia se reflejó la frustración de ser interrumpida, Leroy tenía una personalidad cortés cuando se dirigía hacia ella, pero había algo en el rostro sínico de Raguel que la provocaba, incluso si no estaba diciendo nada y solo la miraba como si estuviese a punto de reírse, además, la acababa de llamar entrometida. 

Leroy acomodó sus cabellos rubios antes de tomar los zapatos de Delilah acercándolos a ella para que pudiera ponérselos fácilmente, ese fue un gesto propio de un joven con el rostro de un verdadero caballero real. Delilah se reprochó así misma por permitir que alguien con tan distinguida figura se hubiese inclinado por su causa. El hijo de los archiduques de Carpentier estaba al nivel de la alta nobleza de Kevland, si Lucrecia la miraba con deseos de triturarla con sus propias manos lo encontraba razonable. 

Raguel avanzó hacia el comedor principal donde la cena estaba siendo servida y la primera que camino tras él fue Lucrecia. Esa noche había un asunto importante sobre lo que debía hablarles, se le veía inquieta desde la mañana; el castaño Raguel hizo tempranas suposiciones al verla tan interesada en ganar la atención de todos. Ella siempre tenía esa expresión peligrosa, la de alguien que podría arrodillarlos a todos si le placía, un poco dura, pero siempre sobre una personalidad interesante. 

—Tengo algo que decirles. 

Caín, Leroy y Delilah, apenas habían entrado al lugar cuando la belleza castaña se impuso tomando el lugar principal de la mesa. Hacia tan solo un momento lucía irritada, pero ahora estaba sonriendo presuntuosamente. Levantó su delicada mano derecha invitando a los candidatos a sentarse también, el resto de los lugares eran iguales, así que cada uno tomó el más cercano a su posición. 

—He conseguido una invitación para la fiesta de cumpleaños de Neil Bathory. 

Su anunció directo creó un silencio instantáneo, aunque en los rostros de los candidatos no se leía nada claro, todos estaban sorprendidos, incluso Delilah que apenas entendía el significado de su declaración. 

Lucrecia había destacado desde el primer día en que piso la mansión, así qué algo inimaginable como conseguir una invitación a la fiesta de un Bathory podría suceder tratándose de ella. 

Neil era el joven heredero de la familia Bathory, un hombre que se creía financiaba en las sombras a políticos y burócratas importantes, su riqueza iba más allá de los límites de Kevland. Si Lucrecia había sido invitada a una fiesta privada, definitivamente demostraba que era mucho más capaz que los demás. Ella era la clase de persona que deseaba ganarse la preferencia de la marquesa; estaba hablando de la familia Bathory, las personas que no eran accesibles para cualquier rico de la alta nobleza, aquellos quienes tenía los favores reales a disposición. 

—Caín quiero que seas mi acompañante. 

El silencio se prolongó y las miradas inseguras de Leroy y Delilah se perdieron sobre el rostro del hijo del conde, tan solo Raguel sonrió descaradamente mientras bebía de una copa larga de cristal. 

—Si es solo Caín ¿para qué nos lo estas contando a nosotros? 

Las cosas eran simples: Tan solo tenía permitido asistir con un acompañante. Lucrecia conocía las rutinas de Leroy y Raguel durante los fines de semana, no era su intención entrometerse en sus asuntos o eso es lo que pretendió hacerles creer. 

—Necesito un auto y, también algunos atuendos. 

Los ojos castaños de Raguel atacaron a la muñeca atrevida que ni siquiera se sintió apenada por sus palabras. 

Él sabía que esa chica pretenciosa no tenía una buena relación con su familia, así que sus recursos eran pocos. Estaba siendo atrevida, pero era característico de ella y los 3 chicos accederían a sus demandas sin prestar mucha atención. Si bien Raguel estaba inicialmente sorprendido por su hazaña, el poderío de Bathory era bastante reconocido, podría decirse que ni siquiera estaba garantizado que, quienes fueran invitados a tal celebración, tuvieran la suerte de encontrarse con el hijo heredero. 

—Me ha quedado claro lo que necesitas de mí, pero ahora tengo curiosidad por saber, lo que necesitas de Delilah. 

El aristocrático castaño le preguntó haciendo evidente sus deseos de reír y asegurándose de que ni uno solo de sus largos cabellos lacios interfirieran al mostrar la expresión en su rostro. 

—Es bien sabido que Caín le permite a Yara dejar la mansión durante los fines de semana. 

Yara era la dama personal del hijo del conde y fue fácil para Leroy suponer por donde iban las insinuaciones de Lucrecia. Inmediatamente sintió la necesidad de interponerse, estaba preocupado, lucia incluso angustiado. Su apariencia angelical e inocente fue conmovedora y cuando quiso intervenir, Delilah tocó con suavidad su hombro mientras sonreía con la intención de hacerle saber que todo estaría bien. 

En primer lugar: La belleza Reines estaba lejos de ser una tirana y con una respuesta afirmativa pretendía desaparecer la tensión entre las dos. El joven rubio de ojos azules no quiso complicar un asunto zanjado y suspiró respondiendo con una expresión comprehensiva cuando Delilah aceptó servir a Lucrecia. 

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