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YAENG

- Bien - Soltó el príncipe zorro- No perdamos más tiempo entonces.

Y al cabo de sus palabras inclinando sus dos patas delanteras se ladeó para que montaran sobre él, obviamente. No obstante, para ese entonces Ondín y Rin se hallaban enfrascadas en una discusión. 

- Que no puedes venir Rin, no puedo arrastrarte conmigo. Te quedas aquí.

- Ni hablar, voy hasta donde haya que ir… no puedes dejarme.

- ¡Rin!

- Ondín. 

Entonces el zorro las interrumpió:

- En unos segundos estarán aquí. ¿Muchacha te puedes ir a las afueras? Haciendo… lo tuyo…

Ondín casi se ríe a causa de aquellas palabras, pero se las arregló para asentir seriamente. Este príncipe era algo extraordinario.

- Entonces hazlo ahora.- Apremió el príncipe con forma de zorro.

- ¿Y Rin? - Ondín insistió.

- Estará a salvo conmigo. Lo juro por mi honor.

Ondín resopló con frustración, pero tras un asentimiento se dispuso a dar su vuelta. Sin embargo, ella pareció percatarse de algo importante de repente. De modo que se volvió con expresión interrogante hacia el príncipe de primavera. En respuesta a esto el zorro hizo un gesto exasperado con los ojos.

- ¿Señor... no estará en problemas usted entonces? Digo que es posible que quede como sospechoso de complicidad.

- En primer lugar: estoy dispuesto a que sospechen de mí. Por otra parte, no tengo motivos para robar el libro. Verás: tengo uno igual en primavera. En cualquier caso, sería muy obvio como para llevarlo a cabo. Te aseguro que Arat sabe que no soy tan tonto como para hacerlo ni tan loco como para hacerlo y esperar que piensen lo primero. Lo concluyente es que ninguno de los míos tiene la marca. Las sospechas de los guardianes están más bien sobre un posible conciudadano espía...

Ondín ladeó la cabeza tratando de descifrar un poco al príncipe de primavera. Lo cierto era que sonaba como si todo el asunto le causara diversión.

- Oh… así que ahora soy una traidora… ¿quién lo iba a decir? - Soltó con tristeza mientras giraba y desaparecía. 

Ondín no tuvo que esperar mucho en la foresta oscura, sin embargo, fue el tiempo suficiente para hacerla sentir intimidada. Pese a que, muchas veces se había considerado una solitaria, no fue hasta que se vio sin compañía en el bosque que sintió lo que era la verdadera soledad. Cada pequeño ruido era como un martillazo en su cabeza y su cuerpo reaccionaba como si la hubiesen pinchado con una aguja. Pensar nuevamente que aquello le estuviese ocurriendo a la tímida y cobarde Ondín no era sólo increíble sino disparatado. Si ella hubiese tenido que continuar aquel camino sola... No quería pensar en ello. Era bastante egoísta de su parte sentir algo de alivio por la certeza de que Rin la acompañaría, pero lo cierto era que aquel hecho le daba cierto sosiego. 

En cualquier caso, los ruidos estaban a punto de acabar con su cordura, así que Ondín decidió reforzar su visión con magia. El resultado fue excelente porque ella fue capaz de ver perfectamente en la oscuridad al menos a un radio de unos veinte metros. Podría ser una endeble pero la magia se le daba perfectamente, se dijo consolándose un poco a sí misma. Ella se encontraba repasando la lista de encantamientos que conocía, cuando divisó al grupo que se acercaba.

Dirigiendo la partida venía el príncipe aún en su forma animal con Rin a horcajadas. A ambos lados del gigantesco zorro, Ondín reconoció dos guerreros de la partida del príncipe de primavera. Estos eran inolvidables. Uno porque era realmente fornido y su piel muy oscura. Y el otro porque siempre llevaba una prenda escarlata que le cubría su ojo izquierdo. El individuo del parche había causado revuelo en la corte de verano por su altivez, el tono plata de sus cabellos y el raro color del ojo visible en su rostro de un llamativo tono amatista. Sin embargo, Ondín distinguió una quinta figura que marchaba junto al grupo y que iba un poco más rezagada. Descollaba porque era muy alta y fuese quien fuese llevaba una capucha. Este individuo no le resultaba familiar, así que inmediatamente Ondín se puso en alerta. El personaje llevaba en su mano un pequeño farol de su propio reino, ella lo supo ya que reconoció la hermosa luz de las luciérnagas mágicas de la corte de Verano.

¿Podría tratarse de algún soldado de verano? Con este pensamiento Ondín reaccionó fenomenalmente. En su cabeza ella se culpaba por su falta de previsión y el valioso tiempo que había perdido hasta el momento; sin embargo al segundo había mudado sus ropas, asegurándose de usar unos calzones que permitían fácil acceso a los proyectiles en sus piernas, así como una camisa corta y una casaca similar a las que había visto usar a algunas hadas de la compañía de Jadem. Hallándose en tal aprieto ella lanzó un encantamiento glamour que tiñó su cabello hasta que este quedó muy verde. Sus rasgos faciales también cambiaron bajo el encantamiento y su largo cabello lució corto ahora, hasta la altura de su mentón.

¿Cómo deshacerse del tatuaje? Ni siquiera había pensado en eso. El glamour no conseguía ocultarlo, el desdichado príncipe la había marcado bien. Entonces ella trató con algo que nunca había hecho antes. Ondín se concentró mucho, pero al cabo de unos instantes su piel se había coloreado en un suave tono verdoso. Haciendo vagar su imaginación dibujó zarcillos y pequeñas hojas en sus manos y mejillas del mismo tono verde oscuro de sus cabellos. Por si acaso ocultó parte de sus brazos con unos guantes alargados. Finalmente, con esto estaba preparada para esconder su identidad y también camuflarse en el bosque.

Aunque por unos minutos Ondín se halló temiendo que el cambio fuese irreversible, pronto su atención se desvió hacia la compañía que ya se acercaba y su mente abandonó cualquier otro pensamiento. Ella volvió a colocarse la banda de Rin en su siniestra comprobando que el nombre del príncipe seguía allí. Por último, creó un oscuro gorro frigio al que le colocó una pluma de pavo real para hacer más pintoresca su figura; pensando que a una persona que no tenía nada que ocultar no le importaría destacar. El gorro tenía pequeñas esmeraldas incrustadas en sus bordes para acentuar el gusto de las hadas de primavera por las piedras preciosas. Hubo una vez, cuando ella y sus hermanas eran pequeñas, que su padre les habló acerca de un exótico ser que había encontrado en una de sus expediciones durante sus días en la guardia de verano. Ahora la nueva imagen de Ondín coincidía con lo que ella había imaginado en aquella ocasión mientras escuchaba el relato de su padre. Por otro lado, sus alas habían quedado pegadas a la piel de su espalda y le incomodaban bastante; pero le pasaba lo mismo cada vez que usaba ropas varoniles. Las alas de un hada de verano eran consideradas una parte muy íntima de las hembras y eran muy sensibles al tacto.

Finalmente, a la vista del grupo Ondín hizo una profunda reverencia ante el príncipe dejándole a este la iniciativa, ya que no sabía qué tanto debía decir o cómo actuar. Pese a todos sus temores, cuando se enderezó tuvo que morderse el labio cuando vio los ojos de Rin a punto de salirse de sus órbitas.

Jadem por su parte, la miró con ojos inteligentes llenos de perspicacia. Él se adelantó con solemnidad y dirigiéndose a los otros se dispuso a presentar a Ondín. El lugar donde se encontraban había sido perfectamente iluminado por la luz blanca que brotaba del farol de verano en manos de la alta hada desconocida.

- Ella es Yaeng, un espíritu de los bosques de primavera que me es leal. Es quien trajo la noticia de la desaparición de Alia. Ikk, Cain ustedes ya se conocen. Yaeng, esta pequeña es Rin. Se nos ha unido desde verano y este, – Dijo apuntando con su hocico al encapuchado que vestía ropas típicas de verano; pero que traía una prenda que le cubría el rostro hasta la altura de la nariz, dejando fuera sólo unos lacerantes ojos dorados. - Es Najum, un representante de su majestad Arat. El príncipe personalmente lo asignó antes de marcharnos.

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