—¿Q-quién eres? —preguntó Evie—. ¿Eres la presencia que he estado sintiendo en los últimos días?
—Sí... —En el momento en que su voz llegó a los oídos de Evie, casi se sintió hipnotizada por lo mística que sonaba.
—¿Eres... un hada de luz? —Evie arriesgó una suposición.
—Sí... —llegó otra respuesta susurrante y ligera.
—¿Qué quieres de mí? No eres un enemigo, ¿verdad? —Evie siguió preguntando—. He notado que me sigues pero nunca te acercas.
El hada de luz se acercó a ella y Evie, por reflejo, agarró su daga y la sostuvo en una postura defensiva frente a ella. Aunque no sentía peligro ni amenaza por parte del hada de luz, Evie sabía que aún tenía que tener cuidado. Se acercó al dragón que ahora estaba tan dócil como una mascota, como si su tacto lo hubiera adormecido.
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