Dentro de la habitación, Zeke se detuvo justo detrás de la mujer. Su cabeza girada sobre su hombro y sus ojos se centraron en la puerta cerrada.
Parecía como si intentara percibir algo en el silencio. Luego volvió a mirar a la mujer que le rogaba de nuevo, moviendo impacientemente su trasero.
Ezequiel pasó los dedos que estaban cubiertos con un par de guantes negros sobre la columna vertebral de la mujer. Ella gimió como si solo ese simple contacto le proporcionara un placer inmenso y de otro mundo hasta que la mano de Ezequiel alcanzó su cuello.
Su mano se movió como una serpiente negra y rodeó su cuello en un movimiento rápido y preciso. Con un fuerte tirón, la levantó de estar arrodillada sobre sus rodillas, su espalda ahora pegada contra su poderoso cuerpo. Cerró los ojos, los párpados temblaban en anticipación mientras su aliento salía en respiraciones entrecortadas, esperando que él besara su nuca mientras su mano enguantada sostenía su cuello.
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