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Refugio (II)

Ha pasado otro día más. Con mucho sexo. Muchas risas. Algunas preocupaciones. Sigue la cabaña vigilada. Liu ha vuelto a salir. A dar una vuelta. Siguen buscándome. Casi han acabado con las cabañas de los estudiantes.

Me preocupa que puedan usar métodos superiores. Con el permiso y ayuda de algún maestre, podían buscar en toda la zona. Incluso atravesando las barreras. Solo espero que los miembros del control de esclavos no se decidan a pedir ayuda. O que tarden en hacerlo. Normalmente, los maestres no se preocupan por los problemas cotidianos. Por un simple esclavo.

Todas las facciones son reacias a pedir ayuda a otras. A reconocer que no pueden llevar a cabo su trabajo. Pero ya es el segundo esclavo que desaparece en poco tiempo. Sin rastro. En medio de la secta. Shi fue la primera. Eso les debe de poner presión.

Me gustaría preguntarles al resto de esclavos. Seguramente sabrán algo. Pero no puedo hacerlo. Y sería sospechoso que mi pareja de pervertidas lo hicieran.

Creo que podría lograrlo esta noche. Solo me queda un poco más. Pero no podría salir hasta mañana.

Por ahora, estoy tumbado en la cama. Después de follarme a Liu y Lang. Se están durmiendo otra vez. Ya sé que el sexo cansa, pero es excesivo. Son realmente perezosas. ¿Quizás debería pintarles la cara? Mejor no. Sé que se volvería en mi contra.

Noto vibraciones de qi. Alguien llama. Hay una silueta en la puerta. Liu abre los ojos, molesta por la interrupción. Debía de estar cerca de conciliar el sueño. Lang también abre los ojos. Suspira.

–Escóndete– me dice Liu, señalándome debajo de la cama.

Puedo ver que se pone una bata fina. Sobre su cuerpo desnudo. Un cinturón la cierra por abajo. Por arriba, sus pechos están bastante expuestos. Muy sexy. Muy provocativa.

Lang se pone una similar. A desgana. Mira hacia la entrada. Me mira a mí. Mueve los labios como gritándome que me esconda. Sonrío y me meto bajo la cama.

–Hola, ¿sucede algo?– pregunta Liu, con una voz muy sugerente.

–Ho… hola. Queríamos saber si han visto… algo. Del esclavo. ¿Hay alguien más?– pregunta nervioso la voz de un hombre.

Me puedo imaginar su cara. Intentando no mirar el tremendo escote de Liu. Su cuerpo a través de la bata que se transparenta. O hacerlo sin que se note mucho. Quizás ha aprovechado para usar alguna técnica para detectar otras presencias. Por suerte, bajo la cama estoy a salvo.

Al parecer, se hicieron con algo para bloquearlas. Después de un incidente en el que descubrieron al novio de alguien con ellas. Me han asegurado que no lo han necesitado nunca. Me lo creeré. No creo que me mientan. Tampoco tienen necesidad.

–Sí, yo– responde Lang.

Oigo sus pasos acercándose a la entrada. Me la imagino moviéndose sensualmente. Me siento algo molesto. ¿Celoso? Puede ser.

–Liu, ¿es amigo tuyo? ¿Va a pasar… un rato?– pregunta Lang provocativamente.

La invitación en su voz es evidente. Y puedo imaginarla apoyada en su amiga. Exponiendo su cuerpo.

–No, no. Estoy de servicio– niega el visitante, nervioso.

Seguro que se arrepiente luego.

–Oh. Lástima– se lamenta Lang.

Vuelvo a oír pasos. Supongo que de Lang. De vuelta a la cama. Acostándose. Emitiendo un gemido de placer al hacerlo. Muy sensual.

–No sabemos nada. ¿Hay algo más en lo que pueda ayudar?– pregunta Liu, también muy sensual.

–No, no… Es todo…

Poco después se cierra la barrera. Y estallan en carcajadas.

–Ja, ja. Te has pasado. Lo has asustado. Seguro que es virgen– se burla Liu.

–Ji, Ji. ¿Has visto su cara? No sabía dónde mirar.

Me asomo por la cama. Están las dos sobre el colchón. Riendo. Son un tanto malvadas. Más traviesas de lo que pensaba.

–Así que flirteáis con cualquiera– las acuso. Me da la sensación de que mi voz suena más bronca de lo que quería.

–¡Oh! ¿Estás celoso?– sonríe pícaramente Liu.

–¿Acaso nos quieres solo para ti?– se insinúa Lang

Si tengo que pensarlo, la respuesta es sí. Las quiero solo para mí. Sé que es egoísta. Y más siendo aún un esclavo. Y más teniendo a muchas otras. Pero no puedo evitar quererlas acaparar. Me pregunto si podré lograrlo.

–Sí– les respondo.

–¿Y cómo piensas conseguirlo?– me reta Liu.

¿Me lo parece o están ligeramente rojas?

–No es tan fácil. Otros han fallado antes– Lang también me desafía.

Me acerco. Acaricio sus piernas. Las miro.

–Os daré sexo hasta que os rindáis– las amenazo.

–Mmm. Suena prometedor– se insinúa Liu.

–¿Después de la siesta?– sugiere Lang.

–Ni hablar. No hay descanso hasta que seáis mías. Además, sois mis prisioneras.

Me estoy dejando llevar. Sin duda estoy celoso. Y posesivo. No les doy tregua. Me las follo hasta que no pueden más. Hasta que casi pierden el conocimiento.

Las miro. Acostadas. Jadeando. Acaricio sus cabellos verde y morado. Sus pechos más bien modestos. Sus frentes sudadas. Por ahora, no se han rendido. Me reafirmo. Las quiero para mí. Solo para mí. Las beso en la frente.

—————

Llamo a las chicas y les explico el incidente. Parece ser que quien vigilaba se ha ido. Ya han pasado varios días. Supongo que creen que no tiene sentido. Mejor para mí.

–Son buenas– las alaba Song.

Las gemelas, Ma Lang y Bai Wan las miran con admiración. Y algo rojas. Supongo que no se ven haciendo algo así. Aunque estén desnudas frente a mí, ante otros son mucho menos atrevidas. Las gemelas, cuando salen, a veces se quejan de que les han estado mirando el culo.

Shi, Song y Liang lo ven algo diferente. Nunca hubieran hecho algo así. Las esclavas intentan pasar desapercibidas. Pero tampoco les debe de parecer algo imposible. No sé si se verían haciéndolo.

Están preocupadas pero esperanzadas. Si lo consigo hoy, no debería haber muchas más problemas. Si todo sale bien. No tenemos la seguridad de que me acepten tal cual. Sobre todo, ahora que me están persiguiendo.

Fen Huan aparece por la tarde. Preguntando. Parece preocupada. Parece sentirse culpable. Está muy enfada con su novio. Se han peleado. Incluso ella lo ha abofeteado. Debe haber dolido. Ella es mucho más fuerte.

Liu y Lang hacen lo posible para consolarla. Y que se vaya. Pero no es fácil. No pueden echarla sin más. Yo sigo escondido debajo de la cama. Durante tres horas. Hasta que dos cabezas aparecen.

–Lo siento. No henos podido echarla antes– se disculpa Liu.

–Un "lo siento" no es suficiente. Vais a tener que pagar por tenerme ahí debajo tres horas– las amenazo.

–Es lo justo– acepta Lang, desabrochándose la ropa.

Las ayudo a desvestirse. Las beso. Juego con sus labios. Sus cabellos. Sus piernas. Sus entrepiernas. Sus pechos. Sus ombligos. Sus caderas. Sus culos. Las acaricio. Estrujo. Beso. Lamo. Chupo. Pellizco. Las llevo a las dos al orgasmo antes de penetrarlas.

–Os voy a hacer mías– las amenazo.

–¿De verdad lo dices en serio?– pregunta Liu. Su voz tiembla un poco.

–Sabes que lo hemos hecho con muchos– añade Lang.

Se ven algo tímidas. Resulta extraño.

–Me da igual. Os quiero para mí. Para siempre– les aseguro.

Entro en pánico. Están llorando.

–¿Qué pasa? ¿Estáis bien?

–Nadie me había dicho eso de verdad. Todos nos usan para sexo. Y nosotras a ello. Pero nos desprecian. Muchas veces hemos sabido que nos llaman putas a nuestras espaldas. Que se ríen de nosotras. No queremos saber nada más de ellos, pero nos gusta el sexo. Y lo hacemos con otros. Algunos son sinceros. Solo es sexo. Otros mienten y se burlan de nosotros– explica Liu, entre lloros.

–Hay más. No las puedo abandonar. Tendríais que compartirme– confieso. Quiero ser sincero.

–Lo sabemos. Ken nos ha contado mucho– ríe Lang, entre lágrimas.

–¡Maldita chivata!– exclamo.

–Ja, ja. ¡Tendrás que "castigarla"!– sugiere Liu.

–Seré tuya. ¿Pero… al menos una vez a la semana?– pide Lang.

Es raro verla tan tímida. Tan dulce. Tan vulnerable. No puedo controlarme. Tengo que besarla. Me devuelve el beso apasionadamente. Sin ninguna reserva.

–Al menos una vez a la semana. Si no puede ser, me aseguraré de compensarte– le aseguro.

Ella asiente. Me sonríe. Está preciosa.

–¿¡Eh!? ¿¡Tan fácil!? ¿Dos veces a la semana?– intenta negociar Liu.

Me acerco a ella. La miro. Mis labios muy cerca de los suyos. Casi tocándose.

–Una. Al menos– me reafirmo, antes de besarla.

Acepta mi beso. Nuestros labios se separan y juntan varias veces. Nuestras lenguas también se juntan y separan. Aprovecho para manosear su pecho.

–¡Ah! Va… vale. ¡Ah! Una. O más– se rinde a mí –. Pero dime otra vez que me quieres para ti.

La miro. Sonrió.

–Te quiero.

Ahora sí que está roja. Totalmente. Caen lágrimas. Es una combinación extraña. Tan pervertidas. Sexualmente abiertas. Y tan inocentes. Vulnerables. Anhelantes de amor. Supongo que como todos. Es realmente adorable. Solo pensar que alguien podía haberles mentido diciendo lo mismo…

Nunca la había visto tan sumisa al ser besada. Tan entregada. No deja de mirarme. Sus manos me acarician lentamente. Llegando a mis caderas.

De repente, noto una mano que me coge del brazo. Temerosa. Me giro. Lang me está mirando. Tímida. Indecisa. Mordiéndose el labio. Nerviosa. Liu me empuja hacia ella. Me acerco. La beso con suavidad.

–Te quiero– le digo también.

Le caen lagrimas. Me besa. Es largo. Delicado. Pero no lo es tanto los brazos que me agarran y me tiran sobre la cama. Pronto otros dos me cogen también.

–Más te vale cumplir tu promesa– amenaza Liu.

–Empezando por ahora– añade Lang.

No tardan en violarme. En cubrir mi cuerpo de besos. Chupetones. Saliva. Algún mordisco. Sus cuerpos restregándose. Haciéndome lamer sus partes. Turnándose sobre mi miembro. A veces suaves y delicadas. Otras salvajes y apasionadas.

Yo les dejo hacer. Me dejo usar. Me dejo amar. Hasta que se acuestan junto a mí. Sobre mis brazos. De lado. Mirándome. Sonriendo. Poco a poco, sus párpados se cierran. Cumpliré mi promesa.

—————

Hago a Bronceada follarme. Luego a Rong. A Ning. A Rui. Les absorbo más qi de lo normal. Mientras abro poco a poco los más de quinientos meridianos. Cuesta más que otras veces. Hay una barrera. Algo que ejerce presión. Que hay que vencer. Como una prueba a superar.

Las chicas me follan con cuidado. Sigo forzando sus contenedores. No me cuesta mucho. Luego les absorbo una gran cantidad de qi. Siento no poder satisfacerlas. Les compensaré. Tampoco me lo piden.

Se aseguran de estar mojadas. De sentarse sobre mí. De moverse despacio. Les he absorbido la mitad a todas. Aún no es suficiente. Shi vuelve a ponerse sobre mí. Me da un beso en la mejilla. Yo tengo los ojos cerrados. Concentrado. Pero agradezco sus ánimos.

No falta mucho. Podríamos haberlo hecho más despacio. Pero hubiéramos tardado quizás un par de días más. No podemos esperar tanto.

Noto como algo se rompe. Como una barrera invisible se resquebraja. Aún no es suficiente. Noto los pechos de Song apretándose a mí. Ya falta poco. La siguiente es Yi. O quizás Yu. Algo estalla. Tengo que concentrarme para controlar el qi. Para evitar que se desboque una vez rota la barrera. Que me cause daño.

Redirijo la explosión a cada meridiano. Abriéndolos. Mientras cambia la hermana. Debo tener suficiente qi. Pero no puedo perder la concentración y decírselo. Deben estar preocupadas. Lang es la última en la etapa ocho. Liang y Wan ayudan lo que pueden, pero no tienen mucho qi. Y a las esclavas las he vaciado antes.

Finalmente, lo noto. Al abrirse el último, todo cambia. El circuito se ha completado. El qi fluye más ágil. Más rápido. Por todo mi cuerpo. De alguna forma, resulta más fácil manipularlo. Ahora veo que estaba incompleto. Que todos los meridianos se complementan y fluyen como uno.

Abro los ojos. Varios pares me miran. Preocupados. Sonrío. Grave error. No tardo en ser aplastado bajo sus abrazos.

–¿Cómo estás?– me pregunta Shi, nerviosa.

–Bien.

–¿No estás cansado?– pregunta Liang.

–No. Me siento bien. Mejor que nunca.

–Entonces empieza a compensarnos. Pero se suave. Hemos perdido mucho qi– me exige Song.

Me las quedo mirando. Confuso un instante. Pero un beso hasta la garganta disipa cualquier duda.

No es necesario para su cultivación ni la mía. Pero no por ello dejamos de tener sexo. Suave. Lento. Cuidadoso. Las follo delicadamente. Todas rendidas a mí. Pero soy yo el que cumple sus órdenes. El que las sirve. El que las mima. El que las acaricia con suavidad. Las penetra con delicadeza. Las besa con devoción. Con amor.

Hoy se acuestan todas conmigo. Al menos hasta que las devuelvo. Todas juntas en una cama. Y me quedo durmiendo con mis nuevas "adquisiciones". Aunque ellas no lo saben todo. Algún día se lo diré. Las llevaré conmigo. Pero no estoy seguro de si pueden guardar el secreto ahora mismo. De si puedo arriesgarme a un desliz. O a que les saquen la verdad de otra forma. Así que, por ahora, seguirán siendo estudiantes. Y mis amantes.

Me cuesta dormirme. Estoy nervioso. Así que me quedo leyendo la nueva información que ha aparecido en la residencia. Revisando los nuevos "juguetes". No dejo de sorprenderme. De sonreír. De tener esperanza.

Pero nada de eso sirve por ahora. Mañana será el momento de la verdad. No sé qué puede pasar.

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