—No importa lo que pase, solo corre... No mires atrás nunca. Sus palabras fueron duras e intensas, no era un ruego sino una orden.
Sus muñecas atadas con fuerza buscaban mis manos, también fuertemente atadas con una cuerda delante de mí, sus dedos se movían con fuerza contra la cuerda, cortándola con un trozo de vidrio roto que logró recoger en el suelo.
Era peligrosamente oscuro, la tenue luz de la luna se cernía sobre el horizonte contemplando la aterradora escena mientras nos arrodillamos en el suelo, aprovechamos la oportunidad para escapar mientras los villanos están ausentes. Los árboles que rodean el área no parecían árboles sino monstruos gigantes contra la tenue luz lunar.
Él luchaba impacientemente para frotar el fragmento contra la cuerda, murmurando maldiciones ininteligibles bajo su aliento, sin darse cuenta de que sus dedos ya estaban sangrando por el esfuerzo.
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