—Lo hago. —La persona al otro extremo del teléfono asintió y repitió:
— Por cierto...
—Mónica frunció el ceño—. ¿Qué?
—Ayer volví a hablarle a mis padres. —El tono de Michael sonaba un poco serio.
Mónica apretó más el teléfono.
Los ojos de Finn se movieron. Podía ver lo nerviosa que estaba.
Con eso, apretó los labios y condujo más rápido.
—Mis padres... aceptaron —dijo Michael sin rodeos.
El corazón de Mónica dio un vuelco como si algo la hubiera golpeado.
Sin embargo, no sabía qué significaba ese salto de latido. Parecía que no les agradaba la idea, pero al mismo tiempo sí.
—Mis padres me dijeron que te inviten a mi casa alguna vez. Quieren saber sobre tu situación actual —dijo Michael con tacto.
Mónica entendió lo que él quería decir.
Después de todo, estaba casada ahora, y era imposible que ellos no se preocuparan por eso. Pueden decir que entienden su situación actual, pero quizás solo querían avergonzarla.
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