—¿Dioses qué he hecho? —Protector pensó mientras miraba los agujeros en las paredes, los desgarrones en su ropa, y a las dos bestias mágicas que lo miraban, exigiendo su comida de la tarde.
A sus ojos, cada uno de ellos se transformaba en un pequeño montón de dinero equivalente a sus respectivos gastos diarios.
—Nalrond quiere irse, ya trabajo mucho, y una vez que Fenrir crezca, querrá su propia bestia mágica. Si Selia no me mata primero, el estrés lo hará.
—Gracias a los dioses que estás aquí, Lith. —Nalrond salió apresurado de su habitación y Fenrir lo recibió mordiendo juguetonamente su pie. —¡Mala chica! ¡Mala! ¡Arruinaste otro par de buenos zapatos!
En ese momento, Ryman comenzó a llorar. También tendría que pagar por eso.
—¿Qué puedo hacer por ti? —Lith subió el volumen del dibujo animado para cubrir los sollozos.
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