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11: SER AYUDADO

Después de horas, Kaia se levantó en el asiento de copiloto de un carro. No recordaba levantarse, caminar, robar ese carro o comer. El ambiente era tan ligero como su asiento a lado de Nathaniel y Daniel, escuchando la radio desde atrás.

Durante su trayecto, se sintió cómoda como copiloto, con sus cascos puestos y la bufanda cuidando su cuello del frío mañanero de la isla. No sabia como, pero esos gruñidos daban aviso por dónde no ir. 

" ¡GRRRR! " 

— A la derecha

— ¿Segura? — preguntó enseguida Nathaniel 

— Si.

— ¿Y tú? ¿Te sientes segura? — escucho de parte de su sobrino sentado en los asientos de atrás.

Al fin volteo, hacia una tensa y tétrica sonrisa de Nathaniel. Su rostro era pálido, tan blanco que sus venas sobresalen. Y tan delgado que parecía un muerto. Ni siquiera tuvo tiempo para procesar, cuando, sus ojos viajaron a Daniel, su rostro era gris y sus ojos oscuros fueron reemplazados por dos bolas negras.

Ella balbuceó, iba a gritar pero el carro aceleró tan rápido que volvió a su asiento. Vio como las calles, los edificios y el cielo se tornaba en un oscuro bosque lleno de mugre oscuro, árboles entrelazados mostraban un camino y en el fondo de todo, donde sus ojos no alcanzaban se veía un vacío morado. 

Quiso gritar, quiso abrir la puerta del carro pero su cuerpo no se movía, solo sus ojos obligados a ver lo qué pasaba y a ver desde su periferia a Nathaniel con una gran sonrisa sádica.

— ¿Te sientes segura? solo acepta, todos te cuidaremos. Cómo lo hacemos ahora — escucho como si fuera un eco proveniente de la radio. Venía de la emisora de radio, la pequeña rueda se movía de un lado, como si estuviera buscando una buena señal.

Justo después de eso, sintió un gran impulso por ver el suelo. Una línea amarilla que indicaba la doble vía se movía.

Se movía, por qué no era una calle, era el lomo de una serpiente gigante.

— Sé mía.

— ¡NO!

Grito kaia, despertando en la parte de atrás de un carro. Golpeando su cabeza contra un techo de peluche y alarmando a Nathaniel como piloto. Ambos intercambiaron miradas, con un miedo y sorpresa pegados en sus rostros, mientras que la radio sonaba una estática que se convirtió en la voz de un hombre.

« Buenos días, soy el doctor Williams — soltó el hombre, totalmente serio y con largos suspiros ahogados — Veamos. Perdón, por lo que pasó ayer. Encontré un vino de mi esposa y no pude evitarlo. Como sea, son las 9 horas, treinta y cuatro minutos y seis segundos. A decir verdad, a estas alturas creo que hubiera preferido vivir en la época inca, pero bueno. Estamos aquí.» 

Se escuchaba mal, como si estuviera shockeado por un trauma.

« La última cifra de muertos de isleños fue de más de 4200, según la capital. He escuchado algunos helicópteros, pero no he salido — volvió a suspirar. »

« No salí. Porque seguí con mi investigación. Y desde que me inyecté la sangre de mi difunta esposa, puedo escuchar una voz muy rara, no soy cosas lindas. Creo que voy a morir, así que quiero dejar una conclusión — inhalo con fuerza y exhalo creando un poco de estática en la radio.

« Una persona no puede infectar a otra del virus, está en el aire, puede estar en cualquier lado. ¡Mierda! ja ja — soltó de repente junto a un golpe sobre una madera y una baja risa que se convirtió en alarido »

Los dos jóvenes empezaron a asustarse, Nathaniel quiso bajar el volumen de la radio cuando aquel científico volvió a hablar

« Esto va muy lejos de mi ética, pero ¿cuanta seria la posibilidad de que fuera algo mágico? AJAJAJA, callate… no hablo contigo. ¡que te calles!¡Mi esposa está muerta!»

Después de eso, la estación cayó y la estática regresó en el auto. Nathaniel no solo bajó el volumen, volteo preocupado a la joven que con sus manos sobre sus orejas volteo a él.

Se mantuvieron quietos, como si estuvieran recapacitando su vida hasta el momento, ambos vieron a alguien de su familia convertidos en monstruos, vieron a una leyenda convertida en realidad y a una persona volverse loca. En poco tiempo, se dio cuenta de algo.

Estaba en el interior de un carro desconocido, sin su sobrino y en algún lugar del pequeño desierto de la isla. Sin embargo, sabía que estaban a salvo, si es que Nathaniel conducía seguro Daniel se encontraba cerca, haciendo algo que solo él entendería.

Fue entonces que sus ojos volvieron a deslumbrarse con sorpresa, agradeció internamente que el rostro de su compañero siguiera siendo el mismo de antes, sus ojos marrones oscuros, no tanto como en su pesadilla, una piel dorada, labios rosas delgados y una mandíbula fuerte que encajaba perfectamente con el estereotipo de un extranjero.

« ¿Era tan masculino? » Pensó para sí misma. 

— Oye — empezó Kaia, volviendo a llamar la atención del joven — Bueno y ¿Dónde está Daniel?

— En el baño, ¿Quieres ir?

— ¿Por qué no lo acompañaste? — interrumpió ella ante la respuesta, empezando a enojarse.

— Daniel lo decidió así — respondió enseguida con una pequeña sonrisa que desapareció en un largo suspiro — estabas dormida, eras la más vulnerable y pues, él está orinando atrás del carro. 

— Oh … Y ¿Dónde estamos? — preguntó ella llena de cólera por pensar que estaba siendo cuidado por su "sobrinito", al ver un montículo de arena a un lado de la avenida en medio de la nada. Al mismo tiempo que se quitaba los cascos de sus orejas, dejándolos caer sobre sus hombros.

— A dos millas de la escuela — respondió enseguida el chico — estábamos esperando a que te despiertes para hablar de nuevo del plan.

— Ok … ¿entonces? — siseo ella, esperando escucharlo.

Nathaniel pensó por unos segundos, formulando las palabras correctas.

— según la otra vez, el puerto San Marco no parecía buena idea — empezó con un suspiro — Así que, como nos quedan dos días más para que lleguen los barcos, pensamos en el puerto del ejército. Es más grande.

— Entiendo — susurró ella, empezando a analizar el nuevo plan y alzando sus comisuras con una suave sonrisa — que buena idea. El puerto del ejército está mas cerca. Podemos llegar rápido.

Nathaniel asintió con una gran sonrisa, pero luego bajó la cabeza.

— Escucha, hace un rato te quejabas — habló él — si es que lo que tienes te molesta mucho, podemos buscar otros cascos.

— Hiperacusia— susurro ella — Creo que escucho a los monstruos, lo hice en el departamento de la ciudad y ahora también

— ¿Qué? — soltó enseguida, con miedo por lo que antes había escuchado — ¿En serio?

— ¡Termine! — grito Daniel al entrar al asiento del copiloto y viendo con sorpresa a Kaia — Buenos días.

Era una hermosa sonrisa, una que Kaia se esforzó en copiar, y mantener en el viaje.

Solo escuchaban la música y la estática pelear por un sitio en la radio. Y aunque, era suficiente para calmar la tensión del ambiente. Kaia estaba concentrada en sus propios pensamientos, mientras veía aquel paisaje.

« ¿Y si la bruja trajo a los monstruos? la bruja busca tener mi cuerpo … ¿Entonces es mi culpa que los monstruos sigan aquí? ¿Si voy con ella, los monstruos podrían desaparecer y mi mamá y abuela podrán volver? » Fue un horrible pensamiento para ella, no estaba segura si tendría un "sí" .

Por un momento, ella pensó en ir con Katu y pedirle un acuerdo. Sin embargo, un grito la despertó.

— ¡AYUDA! ¡AYUDA!

Eran de una mujer, lo que obligó a Nathaniel detener el carro con fuerza. Su expresión era terrible, sus ojos eran desesperados, su ropa desastrosa y en su espalda, un bebe amarrado por telas.

— Por favor, ayudenme. 

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Mientras tanto, en lo alto de los cerros. Un brillo morado de varias grietas en el suelo, se cerraban poco a poco. Uniendo una vez más la tierra, frente a una hermosa adulta, Katu.

La bruja apuntaba con sus manos hacia las grietas, con una respiración forzada logrando cerrar cada una. Hasta que un temblor la interrumpió y un tubo fosforescente abrió el cielo a kilómetros de ella.

— Nuevamente en la capital — Bufo enfurecida. Hasta que su mejilla se agrieto como arruga y un pedazo se desprendio.

— Ya estás vieja — dijo una voz infantil detrás de ella. 

— Illapa, mi hijo mayor — empezó la mujer, mientras otro pedazo de su rostro cayó al suelo — no le deberias hablar asi a tu madre.

— Si. Mi madre merece respeto, perdón. 

— Estás siguiendo a mi nuevo cuerpo, ¿no? — preguntó la mujer, convirtiéndose en una anciana — mamá necesita de su cuerpo para salvar nuestras tierras.

Sin nada que decir, la serpiente se arrastró por la tierra, desprendiendo un poco de arena a su paso.

"La tierra necesita de la energía de mi mamá. Una nueva energía, no una que ya no puede curar su propio cuerpo"

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