webnovel

Diecisiete. El partido.

Cuando Edward dio vuelta en la esquina para entrar a mi calle, me di cuenta de que empezaba a lloviznar.

Entonces vi un coche negro, un Ford desvencijado, estacionado en la entrada de mi casa, y oí a Edward murmurar algo que no entendí pero se notaba que estaba molesto.

Jacob estaba al pie detrás de la silla de ruedas de su padre, debajo del porche de la entraba para cubrirse de la lluvia. El rostro de Billy se mostraba serio mientras Edward se estacionaba en auto. Jacob miraba el suelo.

—Esto… Esto ya es pasarse de la raya. —dijo furioso.

—Cálmate, no resolverás nada enojándote. Acaso… ¿Han venido a avisarles a mis padres? —

Edward asintió con sequedad, respondiendo mi pregunta, mientras miraba a los ojos de Billy atreves de la lluvia.

—Déjame hablar con él. —dije.

—Quizás se a lo mejor pero de todos modos ten cuidado, su hijo no sabe nada. Haz que entren a la casa para que me pueda ir. Volveré al atardecer. —

—Te estaré esperando. —

—Volveré pronto. —

Sus ojos volvieron a mirar hacia el porche y entonces se inclinó para besarme debajo de la mandíbula. Entonces yo también mire hacia el porche. Billy ya no se miraba tan relajado ni serio, y se aferraba a los brazos de la silla.

—Que malo. —le murmure divertida y dándole un beso rápido en los labios.

Soltó una risita.

Abrí la puerta para adentrarme en la lluvia. Podía sentir su mirada mientras me iba acercando al porche.

—Hola, Billy. Hola, Jacob. —los salude. —Mis padres estarán fuera todo el día. ¿No llevan mucho tiempo esperando? —

—No mucho. —contestó Billy con tono apagado, sus ojos negros me atravesaron. —Solo queríamos traer esto. —señaló la bolsa de papel que tenía en su regazo.

—Gracias. —dije aunque no sabía que era. —¿Quieren entrar para secarse un poco? —

Abrí la puerta, mientras les hacia unas señas para que me siguieran y entraran.

—¿Me lo puede dar? —dije señalando la bolsa, mientras cerraba la puerta.

—Deberías ponerlo en el refrigerador. —comentó Billy mientras me daba la bolsa. —Es pescado frito casero de Harry Clearwater, creí que le gustaría probar un poco a tu padre. En el refrigerador estará más seco. —se encogió de hombros.

—Gracias. —dije sinceramente. —A mi madre le encanta cocinar con pescado, creo que van a traer más esta noche. —

—¿Se fue a pescar otra vez? ¿Se llevo a tu madre? —preguntó Billy con un sutil destello en la mirada. —¿Alla abajo, donde siempre? Quizá pase a saludarlos. —

—No creo que estén ahí. —dije mintiendo. —Según lo que se fueron a un sitio nuevo… y no tengo idea de donde estan. —dije con expresión seria.

Se dio cuenta del cambio de mi expresión y quedo pensativo.

—Jacob. —dijo sin dejar de mirarme. —¿Por qué no vas al coche y traes el nuevo cuadro de Rebecca? Se lo dejare a Sun. —

—¿Dónde está? —preguntó Jacob malhumorado.

Lo mire, seguía mirando el suelo.

—Creo haberlo visto en la cajuela, a lo mejor tienes que buscar un poco. —

Jacob se encamino hacia la lluvia arrastrando los pies.

Billy y yo nos encaramos en silencio. Después de unos segundo de silencio, me dirigí a la cocina. Oí el chirrido de las ruedas mojadas de su silla mientras me seguía.

Metí la bolsa al refrigerador, y me di vuelta para encararlo. Su rostro era serio.

—Mis padres van a tardar mucho en venir. —le aclare.

—Elina…—hizo una pausa. —Elina, Graham es uno de mis mejores amigos. —

—Si, lo sé. —

—Me he dado cuenta de que estas con uno de los Cullen. —dijo cada palabra cuidadosamente, con voz dura.

—Si, lo sé. —repetí.

Entrecerró los ojos.

—Quisa no sea asunto mío, pero no creo que sea buena idea. —

—Tiene razón, pero le agradezco la preocupación. —

Arqueo las cejas.

—Talvez lo ignores, pero la familia Cullen tiene mala reputación en la reserva. —

—La verdad es que ya lo sabía. —eso pareció sorprenderlo. —Y creo que esa reputación no la merece, después de todo no han cruzado a la reserva. —

—Parece que estas muy bien informada sobre los Cullen. —

—Se podría decir que sí. —

—¿Están tus padres tan bien informados? —

—Bueno, al señor Swan le gustan los Cullen y les ha hablado muy bien a mis padres sobre ellos, aparte ya les presenté a Edward como mi novio, y les agrado. —

Parecía entre sorprendido e insatisfecho por mi respuesta.

—No será asunto mío, pero sí de tus padres. —

—Eh…—no sabía cómo contestarle. —Con todo respeto, el asunto está totalmente bajo control no necesita meterse ni nada por el estilo. —

—Si. —se rindió finalmente. —Imagino que es asunto tuyo, pero por favor ten cuidado. —

—Gracias Billy. Tendré cuidado. —dije aliviada.

—Piensa bien lo que haces, o en otras palabras deja de hacer lo que está haciendo, Elina. —pidió.

Lo mire a los ojos, reflejaban genuina preocupación por mí. En este preciso momento se abrió la puerta, con un fuerte golpe que hizo que me sobresaltara.

—No hay ninguna pintura en el coche. —dijo Jacob con voz quejumbrosa.

Apareció en la cocina todo mojado.

—Humm. —gruño Billy, separándose de mi súbitamente y girando la silla hacia su hijo. —Supongo que lo deje en casa. —

Jacob miro al cielo de manera exasperada.

—Bueno, Elina, dile a Graham… que pasaremos por aquí, ¿Sí? —

—Claro. —murmure.

—¿Ya nos vamos? —dijo Jacob sorprendido.

—Graham y Sun llegaran tarde. —explicó Billy.

—Vaya. —Jacob parecía molesto. —Supongo que te veré otro día, Elina. —

—Por supuesto. —dije.

—Ten cuidado. —advirtió Billy.

Jacob ayudo a su padre a salir por la puerta, los despedí con un movimiento de mano. Cerré la puerta antes de que desaparecieran de mi vista.

Subí las escaleras para cambiarme por algo más cómodo, y que fuera acorde a la ocasión.

Busqué en mi armario hasta que me decidí por un conjunto deportivo morado, y unos tenis cafés. Deje mi cabello como estaba.

Sonó el teléfono y eche a correr escaleras abajo para contestar.

—¿Bueno? —pregunté un poco agitada.

—¿Elina? Soy yo. —dijo Jessica.

—Hola, Jess. ¿Cómo estás? —

—¡Genial! —gritó. —Se me olvido llamarte ayer para contarte que el día del baile… ¡Mike me beso y me invitó a otra cita! —dijo totalmente emocionada.

—Enserio, y ¿Cuándo va a hacer la cita? —pregunté.

—Fue ayer, te quería contar el mismo día de la cita pero estaba en la nubes. —

—Me alegro por ti Jess, él y tu hacen bonita pareja. —

—Si ya se. —dijo totalmente emocionada. —¿Y tú que hiciste ayer? —

—Nada emocionante. —mentí. —Solo caminar para disfrutar del sol. —

Oí el coche de mis padres llegar.

—Oye, ¿Y has sabido algo de Edward Cullen? —

La puerta principal se cerró y escuche a mi padre ir a guardar sus cosas de pesca y a mi madre encaminándose la cocina.

—¿Qué? —me hice la desentendida.

—¡Hola, cariño!, ¿Estás ahí? —saludo mi madre mientras entraba a la cocina.

Le devolví el saludo.

Jess oyó su voz.

—Ah, ya llego tu madre. No importa, hablamos mañana. Nos vemos en trigonometría. —

—Hasta mañana Jess. —le respondí para después colgar.

—<Hola, Omma. ¿Qué tal la pesca?> —pregunté.

—<La pesca no es para mí es demasiado aburrido.> —dijo mientras metía el pescado al refrigerador.

—¡Hey! Te escuche. —dijo mi padre entrando con una sonrisa divertida. —La pesca no es aburrida. —

—Sigue diciendo eso hasta que alguien más te crea. —dijo mi madre.

—Antes de que se me olvide, hoy vino Billy, trajo pescado frito de Harry Clearwater. —le dije a mi madre.

—Oh… que bien Charlie lleva desde hace unas semanas diciendo que esta delicioso y que es su favorito. Vamos a ver si es cierto. —dijo mi padre mientras sacaba la bolsa con el pescado frito del refrigerador.

—Deja lo caliento yo cariño, tu naciste sin el don de la cocina, hasta el agua se te quema. —dijo mi madre burlona.

En ese momento se escuchó otro auto llegar, era Eric. A los pocos minutos se escuchó la puerta ser cerrada y Eric entro a la cocina donde todos estábamos.

—Oh, que huele tan bien. —dijo con una sonrisa.

—Pescado frito que trajo Billy hoy, ¿Quieres? —le pregunto mi madre.

—Si por favor tengo mucha hambre. —

—¿Qué hicieron hoy chicos? —pregunto mi padre.

—Fui a Port Angeles con unos amigos, hoy se estrenaba una película que queríamos ver, y luego fuimos a comer hamburguesas, y de ahí nos fuimos un rato a la playa La Push. —dijo Eric.

Mi madre sirvió la comida.

—¿Y tú, Elina? —dijo

—Eh… Edward me invito a conocer a sus padres así que estuvimos un rato en su casa. —

—¿Fue una cita? —preguntó mi madre emocionada.

—Si, fue una cita. —dije igual de emocionada.

Voltee a ver a mi padre, estaba serio.

—Appa, ¿Estas bien? —

—Entonces…—dijo con un suspiro dramático. —¿Es seria la relación? —

—Por supuesto, si no, no te lo hubiera presentado, aparte ya te había dicho que me pidió ser su novia. —dije.

—Hay… que rápido creces. —dijo melancólico. —Parece que fue ayer cuando les cambiaba los pañales. —

Eric y yo nos volteamos a ver, nos queríamos reír tan desesperadamente.

—Graham —dijo mi madre, fingiendo estar irritada, pero por dentro yo sabía que se quería reír tanto como yo y mi hermano. —Nunca has cambiado un pañal en tu vida, decías que te daba asco, y después de ver aquella película donde el bebé se hace pipi encima del papá te negaste rotundamente. Así que no seas dramático y no digas cosas que no son. —

—No cambie pañales, pero te di el apoyo moral cuando lo estabas haciendo. —

—Si como no. —dijo mi madre entre dientes.

Seguimos hablando un rato hasta que me acorde que tenía que avisar que saldría otra vez con él.

—Se me olvido decirles que Edward me invito a salir, otra vez. —les dije.

—¿Cuándo vendrá a recogerte? —preguntó mi madre.

—Llegara en unos minutos. —

—¿Adónde te llevara? —preguntó esta vez mi padre.

—Vamos a jugar beisbol. —

—¿Tú vas a jugar beisbol? —preguntó divertido Eric.

—Si, aunque no creas yo sé de beisbol. Pero de todos modos creo que solo voy a mirar como juegan. —dije.

—Pues sí que te debe de gustar Edward. —dijo Eric.

—Obvio, por algo es mi novio. —

Después de un rato terminamos de comer y subí rápido a mi cuarto para lavarme los dientes. Cuando baje pude escuchar el rugido de un motor, y luego detenerse enfrente de la casa.

Sonó el timbre y mi padre fue a abrir la puerta, lo seguí.

No me había dado cuanta que afuera llovía con intensidad, Edward está de pie, iluminado por la luz del porche.

—Entra, Edward. —

Suspire alegre de que mi padre lo tratara bien.

—Gracias, señor Yorkie. —dijo el de manera respetuosa.

—Entra y llámame Graham. Vamos deja tu chamarra en el perchero. —

—Siéntate aquí, Edward. —

—{Oh no, lo va a interrogar, que vergonzoso.} —pensé.

—Tengo entendido que vas a llevar a mi bebé a ver un partido de beisbol. —

Me sonroje cuando mi padre dijo la palabra bebé.

—Si, señor, esa es la idea. —dijo Edward.

—Tienes suerte que sea uno de los deportes que le gusta. —hizo una pausa. —Bueno, espero que la cuides muy bien, no quiero que tenga ni un solo rasguño. —

—Lo prometo estará a salvo conmigo. —dijo Edward.

Fuimos al recibidor a tomar nuestras chamarras, para poder salir. Me pare en seco en el porche. Allí, detrás del auto de Eric, había un Jeep gigantesco. Las llantas me llegaban encima de la cintura, protectores metálicos cubrían las luces traseras y delanteras y tenía cuatro enormes faros antiniebla. El techo era de color rojo brillante.

Mi padre dejo salir un silbido.

—Pónganse los cinturones. —dijo.

Edward me siguió hasta la puerta del copiloto y la abrió.

Calcule la distancia hasta el asiento y vi que necesitaría un poco de ayuda.

—Me ayudas por favor, no creo alcanzar. —le dije a Edward.

—Con gusto señorita. —dijo con una sonrisa.

Me alzo con una sola mano y me sentó en el asiento.

Mientras regresaba al lado del conductor a paso humano, me puse el cinturón, era de esos arneses para conducir a campo traviesa.

Edward giro la llave encendiendo el motor y condujo hasta la calle, alejándonos de la casa.

—¡Este Jeep es genial! —dije admirando el interior.

—Es de Emmett. Supuse que no tendrías ganas de correr todo el camino. —

—¿Entonces si vamos a hacer una parte del camino corriendo? —

Sonrió ampliamente.

—¿Quieres correr? —preguntó divertido.

—Obvio no, serás tú el que me llevé, ¿No? —le dije guiñándole el ojo.

—Claro. —

—Pero.. me voy a marear. —dije asiendo un puchero.

—Si cierras los ojos estarás bien. —

Se inclino a darme un beso en la coronilla y entonces gimo al olerme.

—Hueles delicioso a lluvia. —comentó.

—En buen sentido, ¿No? —

—Siempre es en el buen sentido. —dijo mientras tomaba mi mano y entrelazaba nuestros dedos.

La conversación fue imposible, ya que el camino no era precisamente liso y eso hizo que fuera rebotando todo el camino. Por otro lado Edward iba disfrutando como si nada el camino, lo sabía por la sonrisa que no dejaba su rostro.

Llegamos al final de la carretera, el diluvio había disminuido a una llovizna ligera y en el cielo ya se podía ver unas partes de azul que se asomaba entre las nubes que todavía quedaban.

—Lo siento, Elina, pero tenemos que ir a pie desde aquí. —

—Vamos. —dije decidida.

Salió del auto y rápidamente dio la vuelta para poder abrir mi puerta, yo ya me había quitado el arnés y me había cerrado la chamarra y puesto el gorro para no mojarme con la pequeñas gotas que caían. me abrió la puerta y antes de hacer el ademan de salirme, él ya me había sacado del Jeep y me había puesto de pie en el suelo. Apenas había un poco de niebla, parecía que Alice iba a tener razón después de todo.

Cerró la puerta y se me quedo viendo, apoyo sus manos en el Jeep, una a cada lado de mi cabeza, y se inclinó dándome un beso más rudo de lo que estábamos acostumbrados, nos separamos por mi falta de aire. Dio un último beso esta vez en mi nariz, esa acción hizo que soltara una risita.

Me puso rápidamente en su espalda como la última vez y me dijo:

—No olvides cerrar los ojos. —

Me abracé a él con un poco más de fuerza y escondí la cara en la curvatura de su cuello cerrando los ojos.

De repente sentí una sensación de vuelo en todo mi cuerpo, pero se sentía como si apenas se moviera.

No estuve segura de que ya habíamos parado hasta que acaricio mi pelo.

—Ya paramos, Elina. —

Abrí los ojos y era cierto. Con cuidado me baje, no quería caerme. Estire un poco los brazos y las piernas que se habían entumecido.

Caminamos con las manos entrelazadas, atreves del bosque, y de pronto nos encontramos al borde un inmenso campo abierto. Tenía dos veces el tamaño de un estadio de beisbol.

Ya todos estaban ahí: Esme, Emmett y Rosalie. Sentados en una roca lisa, eran los más cercanos a nosotros. Aún más lejos se veía a Jasper y a Alice, que parecían lanzarse algo, pero lo hacían tan rápido que no podía ver la pelota. Carlisle que estaba igual de lejos parecía que estaba marcando las bases, pero las ponía más separadas de lo normal.

Los tres que se encontraban sentados en la roca se acercaron a nosotros, la primera en saludar fue Esme.

—Me alegra tanto que vinieras. —dijo con una sonrisa mientras me daba un abrazo

—A mí también. Espero no estar incomodando. —dije.

—No para nada. —dijo Emmett con una sonrisa.

Voltee a ver a Rosalie, para mi sorpresa me dio una sonrisa, se dio la vuelta y camino hacia el campo.

Alice abandono la posición y corría o ¿danzaba? Hacia nosotros. Avanzo a toda velocidad para detenerse a un lado de nosotros.

—Es hora. —dijo.

Se escucho un gran trueno que sacudió el bosque de enfrente apenas termino de hablar. A continuación se retumbo en dirección a la ciudad.

—Raro, ¿Verdad? —dijo Emmett con un guiño.

—Vamos…—

Alice tomo a Emmett de la mano y desaparecieron en dirección al gigantesco campo.

—¿Quieres ir con ellos? —le pregunté a Edward, el me miro con ojos brillantes y deseoso de participar.

Asintió.

—Entonces no sé qué estas esperando. Ve, yo te animo desde aquí. —

Se rio por lo bajo y después de darme un beso en la frente dio un gran salto para reunirse con los demás.

—¿Bajamos? —dijo Esme con voz suave.

Asentí.

Caminamos al mismo ritmo.

—¿No va a jugar? —le pregunté.

—No, prefiero ser arbitro, a algunos les gusta hacer trampa y además me gusta. —explicó.

—¿Les gusta las trampas? —

—¡Oh, tendrías que oír sus excusas! Bueno espero que no sea así, de lo contrario pensarías que se han criado con una manada de lobos. Me gusta pensar en ellos como si fueran mis hijos, me cuesta controlar mis instintos maternales. ¿No te conto Edward que perdí un bebé? —

—No, nunca me lo dijo. —murmure.

—Si, mi primer y único hijo murió a los pocos días de haber nacido, mi pobre cosita. —suspiró. —Me rompió el corazón y por eso me arroje por el acantilado como ya sabrás. —dijo con naturalidad.

—Él dijo que se había caído. —

—Ah, Edward, siempre todo un caballero. —dijo con una sonrisa. —Edward fue el primero de mis nuevos hijos. Siempre lo veo de ese modo, incluso aunque, en cierto modo sea mayor que yo. Por eso me agrada tanto que te haya encontrado, corazón. Me dolía tanto verlo tan solo. —

—Le agradezco tanto que me acepte. —le dije sonriendo.

—Tu eres lo que él quiere, no sé como pero esto terminara bien. —me aseguro.

Se oyó otro trueno a lo lejos.

En ese momento, Esme se detuvo. Habíamos llegado a los límites del campo. Y al parecer ya se habían formado los equipos. Edward estaba en la parte izquierda del campo, bastante lejos, Carlisle se encontraba entre la primera y la segunda bases, y Alice tenía la bola en su poder, en lo que debía ser la base de lanzamiento.

Emmett hacia girar un bat de aluminio, ya se encontraba en la caja de bateo a una distancia muy grande de la base de lanzamiento, listo para batear. Jasper se colocó detrás, a un metro, para atrapar la bola para el otro equipo.

—De acuerdo. —dijo Esme con voz clara. —Batea. —

Alice permaneció erguida, sujeto la pelota con ambas manos cerca de su cintura, luego con su brazo derecho se movió rápido y la bola impacto con la mano de Jasper.

—Huy, Strike. —

Jasper lanzo de nuevo la bola a la mano de Alice, para sonreír y hacer otro lanzamiento.

Esta vez el bate consiguió tocar la bola. El chasquido del impacto fue enorme y ensordecedor. Entendí con claridad la razón por la que necesitaban los truenos.

La bola atravesó el cambo con gran velocidad, para luego perderse en el bosque.

—Jonrón. —murmure.

—Espera. —dijo Esme con cautela, escuchando atenta y con una mano alzada.

Emmett era un figura borrosa que corría de una base a otra y Carlisle, la sombra que lo seguía. Me di cuenta de que Edward no estaba.

—¡Out! —dijo Esme.

Contemple a Edward en la orilla del bosque con la bola en la mano alzada. Incluso yo pude ver su brillante sonrisa.

—Emmett será el que batea más fuerte, pero Edward corre al menos igual de rápido. —me explicó Esme.

Comprendí el otro motivo por el cual esperaban que hubiera una tormenta para jugar cuando Jasper batió, hacia la posición de Carlisle el corrió por la bola y luego se lanzó en busca de Jasper, que iba disparado hacia la primera base. Cuando chocaron, el sonido fue como si dos rocas gigantes chocaran, los mire con preocupación, pero habían resultado ilesos.

—Están bien. —dijo tranquila Esme.

Cuando Edward consiguió el tercer out. Se acerco de un salto hasta donde yo estaba, totalmente extasiado.

—¿Qué te parece? —

—Me estoy divirtiendo mucho mirándolos jugar, es muy interesante. —dije sonriendo.

Me dio una sonrisa torcida.

—Ya voy. —dijo al tiempo que se encaminaba hacia la caja de bateo.

El marcador cambiaba continuamente conforme avanzaba el partido, y se hacían bromas unos a los otros, como los jugadores callejeros, al ir pasando todos por la primera posición. De vez en cuando Esme le llamaba la atención, otro trueno retumbo pero seguimos sin mojarnos tal y como dijo Alice.

Carlisle estaba a punto de batear, con Edward como receptor, cuando de pronto Alice dio un grito sofocado que sonó muy fuerte. Yo miraba a Edward y lo vi girarse para mirarla. Las miradas de ambos se encontraron y en un instante fluyo entre ellos una conversación silenciosa. Edward ya estaba a mi lado antes de que los demás pudieran preguntarle a Alice que ocurría.

—¿Alice? —preguntó tensa Esme.

—No vi con claridad, no podría decirles…—susurró ella.

Ya estaban todos reunidos.

—¿Qué pasa, Alice? —preguntó Carlisle.

—Viajan más rápido de lo que pensaba, creo que me equivoque en eso. —murmuró.

Jasper se inclinó protector sobre ella.

—¿Qué es lo que cambio? —preguntó.

—Nos oyeron jugar cambiaron de dirección. —explicó.

Siete pares de ojos me estaban mirando en ese momento y se apartaron.

—¿Cuánto falta para que lleguen? —preguntó Carlisle, volviéndose hacia Edward.

Una mirada de total concentración cruzo por su rostro y respondió contrariado:

—Menos de cinco minutos. Vienen corriendo, quieren jugar. —

—¿Puedes hacerlo? —le preguntó Carlisle.

—No, con carga, no. Además, lo que menos necesitamos es que capten el olor y comiencen la caza. —

—¿Cuántos son? —preguntó Emmett a Alice.

—Tres. —contestó.

—¡Tres! —dijo burlón. Flexiono los músculos de sus brazos. —Déjenlos venir. —

Carlisle lo considero durante una fracción de segundo. Solo Emmett parecía impasible, el resto miraba el rostro de Carlisle con ansiedad.

—Nos limitaremos a seguir jugando. —dijo finalmente. —Alice dijo que solo sentían curiosidad. —

Escuché con atención y conseguí entender la mayoría de lo que decían, pero no pude oír lo que Esme le estaba preguntando a Edward. Solo vi que Edward negaba y el alivio en la cara de Esme.

—Suéltate el pelo. —dijo Edward.

Rápidamente me quite la liga y acomode bien mi pelo. Edward tiro de mi pelo hacia adelante y la enrollo alrededor de mi cara.

—Eso no servirá de nada. Yo podría olerla incluso desde el otro lado del campo. —dijo Alice en voz baja.

—Lo sé. —le contesto Edward con frustración.

Carlisle se quedó de pie en el prado mientras el resto comenzaba a jugar con desgano.

Tenía miedo de lo que pudiera pasar, me dolía el estómago y estaba pálida.

No le puse tanta atención al partido, ya ninguno tenía ganas de golpear fuerte la bola, Emmett, Rosalie y Jasper estaban merodeando en la parte interior del campo.

Edward no prestaba atención al juego, sus ojos y su mente se encontraban escaneando detenidamente el bosque.

—Lo siento, Elina. —murmuró Edward ferozmente mientras me acerba a él. —Exponerte de este modo ha sido estúpido e irresponsable por mi parte. ¡Cuánto lo siento! —

Note que contenía la respiración y su mirada se situó en la parte oeste del campo. Se puso protectoramente delante de mí, interponiéndose entre la amenaza y yo.

Carlisle y Emmett también voltearon a ver a esa dirección en cuanto oyeron el ruido de su avance, que yo no pude oír.

Next chapter