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Capítulo 9 - Shadar Logoth

Nynaeve rápidamente les dio una calurosa bienvenida llena del afecto característico de Dos Rios.

Nynaeve: ¿¡Acaso son estúpidos!? ¿Cómo se les ocurre ir a deambular por este lugar? Lan ha salido a buscarlos y tendréis más suerte de la que merecéis si no los hace recuperar la razón a azotes cuando regrese.

Un poco abatidos los chicos se sentaron junto al fuego y Rand le contó lo que había sucedido a Moraine mientras Mat estaba alterado porque Moraine había dicho que la ciudad estaba abandonada. La reacción de Moraine al escuchar el nombre de Modreth asustó a todos excepto a Rand.

Moraine: ¡Mordeth! ¿Estás seguro de que era ese nombre? Debéis tener toda la más absoluta certeza. ¿Mordeth? – viendo como los 3 asentían continuó.

Moraine: ¿Os ha tocado? ¿Os ha dado algo, o le habéis prestado vosotros algún servicio? Debo saberlo.

Rand: ¡No! – negó de inmediato y Perrin lo negó con la cabeza.

Mat: Lo que ha hecho es intentar matarnos, lo cual ya es suficiente. Se ha hinchado hasta rellenar la mitad de la habitación, gritando que éramos hombres muertos y después ha desaparecido.

Rand: Eso no era humano. ¿Qué era? – le preguntó mirando fijamente a la Aes Sedai con un tono firme.

La Aes Sedai lo observó por un segundo, el chico a veces tenía la actitud exigente de un noble. De todos era el que menos temor había mostrado durante el viaje, incluso había matado sin dudarlo a 3 Capas Blancas, y esto preocupaba un poco a Moraine, su disposición para matar.

Moraine: En las Guerras de los Trollocs, acampó entre estas ruinas un ejército formado por millares de trollocs, Amigos Siniestros, Myrddraal y Señores del Espanto. Al ver que no salían, enviaron avanzadillas al interior de las murallas. Los exploradores encontraron armas, pedazos de armaduras y sangre diseminada por todas partes. También mensajes garabateados en las paredes, en el idioma de los trollocs, que invocaban la asistencia del Oscuro en su última hora.

Los hombres que vinieron después no hallaron rastro de sangre ni de las inscripciones. Sus restos habían desaparecido. Los Myrddraal y los trollocs todavía lo guardan en la memoria y eso es lo que los mantiene alejados de este lugar.

Rand: Y pensaste que esa información no era necesaria de decírnosla, tal vez Nynaeve debería darte un poco más de sus hierbas porque vuestra inteligencia comienza a disminuir.

Todos estaban boquiabiertos al escuchar lo que había dicho Rand, incluso Moraine estaba sorprendida ya que jamás había pensado que el chico le hablaría en ese tono.

Moraine: Tal vez si no se hubieran marchado hubiera tenido tiempo para decirles que no abandonaran las salvaguardas que he establecido, Shadar Logoth es un lugar peligroso. – ¿cómo se atrevía a juzgarla? Ella estaba agotada también.

Egwene: ¿Shadar Logoth? Habías dicho que esta ciudad se llamaba Aridhol. – la chica estaba confundida por este cambio.

Moraine: Así fue en el pasado, en la época de Manetheren, pero para el final de la guerra parecía que la derrota era inevitable y el rey Balwen Mano de Hierro pidió consejo a un hombre que se había ganado su confianza hasta convertirse en su único concejero. Al final derrotaron a los trollocs, pero la ciudad fue consumida por el odio que engendró este concejero entre los ciudadanos.

Moraine: La historia no es clara y no se tienen casi ningún registro de esta, pero se cree que el odio dio nacimiento al Mashadar. El Mashadar consumió todo a su paso, solo el concejero fue al único que no consumió, su nombre era Modreth.

Mat: ¿El mismo hombre? ¡Imposible! – exclamó con temor, pensando lo cerca que estuvo del peligro.

Moraine: Por ahora estamos a salvo. Las salvaguardas nos protegerán hasta el regreso de Lan, entonces podremos partir al amanecer con la salida del sol.

Nynaeve: Hace rato que se ha ido. – miró con preocupación la oscuridad de la noche en el exterior.

Moraine: No le ocurrirá nada a Lan – la tranquilizó, extendiendo sus mantas junto al fuego mientras hablaba – Su compromiso en la lucha contra el Oscuro nació cuando todavía estaba en la cuna, cuando depositaron una espada en sus manos infantiles. Además, yo sería consciente de su muerte en el mismo instante en que esta se produjera, al igual que le sucedería a él conmigo. Ahora reposad.

Todos dormían hasta que fueron despertados en medio de la noche por la súbita llegada del guardián.

Lan: Hay trollocs dentro de las murallas. Estarán aquí en menos de una hora.

Moraine: ¿Cuántos son? – preguntó mientras doblaba las mantas – ¿Saben que estamos aquí?

Lan: Creo que no. Son un centenar largo y están suficientemente asustados como para atacar a cualquier cosa que se mueva, inclusive a ellos mismos. Los Myrddraal tienen que obligarlos a avanzar, cuatro para sólo un pelotón, e incluso ellos no parecen desear otra cosa que atravesar la ciudad con la mayor rapidez posible. El problema es que caminan en esta dirección.

Para ese entonces ya todos estaban despiertos y habían entendido la situación. Todos se prepararon para partir.

Moraine: Nos dirigiremos al río y allí, con las espaldas cubiertas por el agua, levantaré una salvaguarda que contendrá a los trollocs y Myrddraal el tiempo suficiente para construir balsas y cruzar el cauce. Los trollocs y los Myrddraal detestan las aguas profundas. A los trollocs les produce auténtico pavor, puesto que no saben nadar. Tal vez tengamos suerte de alquilar un barco que provenga de Saldaea.

Con un plan a seguir todos se pusieron en marcha. Caminaban por las calles de la olvidada ciudad llenos de nerviosismo. Mientras avanzaban se habían apiñados todos alrededor de Rand. El viento de la noche era helado y producía silbidos escalofriantes.

Por un momento Rand se percató de que se habían separado de Moraine y Lan. Sabía que esto no era bueno.

Rand: Nos hemos quedado atrás, démonos un poco más de prisa. – apresuró al resto de sus compañeros para prontos detenerlos cuando vio la niebla gris que los había rodeado – ¡Alto!

Su voz no fue la única que se escuchó. Moraine también había ordenado que se detuvieran.

Moraine: ¡No dejen que la niebla los toqué! – junto al guardián retrocedió un poco hasta estar más cerca de los chicos y Thom.

Nynaeve: ¿Qué es?

Moraine: El demonio de Shadar Logoth, Mashadar. Un ente ciego y sin cerebro que se mueve a través de la ciudad como una lombriz. Su solo contacto produce la muerte.

Rand: Otra cosa más que habéis olvidado mencionar. – le dijo mientras hacía retroceder su caballo.

Moraine iba a decir algo, pero Egwene no le dio tiempo.

Egwene: ¿Cómo nos reuniremos? ¿Podéis matarlo... o abrir un pasadizo?

Moraine al escucharla no pudo evitar reír, la chica ponía demasiada confianza en el poder de una Aes Sedai.

Moraine: Ni la totalidad de la Torre Blanca podría acabar con él. Si le hiciera algún daño suficiente para darles pasa, la cantidad de Poder Único utilizado alertaría a los Myrddraal de igual modo que el toque de una trompeta. Y Mashadar se apresuraría a reponer rápido el desperfecto y tal vez a atraparnos en su red.

Moraine dejó escapar un suspiro, había querido que la situación no llegara a algo como esto, pero no había nada que pudiera hacer en estos momentos.

Moraine: No todas las calles tendrán el paso cerrado por la niebla. ¿Veis aquella estrella? – el resto siguió con la mirada hacia donde apuntaba y vieron un lucero rojo. – Diríjanse hacia esa estrella y ella os conducirá hasta el río. Pase lo que pase, continuad hacia el río. Id lo más deprisa posible, pero, sobre todo, no hagáis ruido. No olvidéis que todavía nos acosan los trollocs, y cuatro Myrddraal.

Egwene: Pero ¿cómo nos encontraremos? – ahora estaba más preocupada que nunca.

Moraine: Seré yo quien los encuentre. Ahora daos prisa y marchaos antes de que el enemigo los descubra.

Salir de la ciudad probó ser la tarea más difícil que habían realizado hasta el momento. Tuvieron que dar muchas vueltas y en algunas ocasiones incluso retroceder y buscar un nuevo camino. La niebla se movía de manera errática, imprevisible.

Llagado a un punto de la noche terminaron chocando con un grupo de trollocs y por un momento todos se congelaron, los trollocs incluidos, estos también estaban sorprendidos por el súbito encuentro. Esta sorpresa solo duró unos segundos y los trollocs comenzaron a lanzar aullidos.

Los chicos asustados se lanzaron al galope y antes de que lo supieran habían abandonado la ciudad. El problema era que se habían separado.

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