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【Siempre sufrieron en silencio】

Domingo.

Día 36.

 

Lucas bajó por la madrugada al pequeño bar con el que contaba el hotel. Esperaba tener un poco de privacidad con Fabricio, ponerse al día con sus vidas y disfrutar un par de tragos; después de todo, estaba de vacaciones y pronto comenzaría a revisar los expedientes de sus empleados para la próxima temporada de despidos, ascensos y nuevo personal.

Para su sorpresa, Fabricio no se encontraba solo. Miguel estaba frente a la barra, bebiendo lo que parecía ser un trago de ron. Lucas tomó asiento a un asiento de distancia y pidió su cerveza favorita.

—Pensé que los deportistas no bebían —comentó, buscando a comerse algunas nueces cercanas a él.

—Hey, no lo hacen seguido —respondió casi hipando—. Llevaba mucho tiempo sin beber, pero hoy sentí muy seca la garganta. Hey, deme otro, por favor —pidió con amabilidad, antes de recostarse sobre la barra y deslizar el vaso con cuidado—. Otra más.

—Ya bebiste demasiado —objetó Fabricio, dejando la cerveza con Lucas y quitándole las nueces—. Y tú, ya comiste suficiente.

—Deja esa taza aquí y sírvele otro trago a Miguel —protestó berrinchudo—. ¡Estoy de vacaciones, tengo el derecho de engordar si quiero! Además, estas nueces en especial son muy ricas.

—Pero no abusen —fue todo lo que pidió antes de regresar la taza y aceptar el vaso vacío de Miguel—. Ya vuelvo.

—¿Y qué tal te va con las nuevas piernas? —Interrogó Lucas, quebrando la cascara de las nueces—. No me dijiste nada interesante, solo te la pasaste llorando y agradeciéndome. ¿Cómo sabré si son buenas, si no me dices algo claro de ellas?

—Son las mejores del mercado —respondió suave—. Hey, le llevaba hambre a la prótesis de mi mejor amigo porque es de la misma marca y, ¡hey!, amortiguan bien, son muy cómodas y fácil de limpiar. —Cerró los ojos por un momento al ver el rostro de Lucas un poco borroso—. Hey, señor Knight, sin rodeos y solo la verdad, ¿sí? —Abrió un ojo, antes de llevarse la mano sobre su cabeza y quejarse un poco del mareo—. ¿Por qué me ayudó?

—Cielos, otro más que pone a juicio lo que haga con mi dinero —soltó suspirante, rodando los ojos.

—¡Hey, perdone! —Alzó un poco la cabeza, antes de acostar el mentón en la barra—. Soy bien desconfiado, es todo. ¡Hey, llevo solo años y...! —Ladeó la cabeza, recordando a Jonatán y la iglesia—. No es normal para mí que la gente sea amable conmigo.

—Como le digo a David: Déjate querer un poco.

—¡No es tan sencillo confiar en alguien! —Bajó la mirada al tazón de nueces, quejándose un poco más por el dolor de cabeza—. Hey, señor Knight, ¿usted le va a pagar la transición a Natt?

—¿Qué? —Dejó a una corta distancia el vaso de sus labios, solo para verlo incrédulo—. Ni que fuera mi hija.

—Hey, pero si usted me ayudó a mí...

—En parte, lo hice por ella —interrumpió un momento, antes de beber—. Por otra, lo hice por mi empresa y en una tercera, lo hice por ti.

—¿Hey, me está usando como publicidad andante? —Interrogó confundido—. ¡¿Natt le pidió que me ayudara?! —Se sorprendió al pensar mejor sus palabras.

—Hablemos sin rodeos, ¿no? —Volvió su mirada en él, seguido de tomar más nueces para quebrarlas—. A ella le gustas, le gustas mucho y apostaría que eres su primer amor.

Miguel se reincorporó rápidamente, sintiendo que las mejillas se le coloraban ante la verdad de la situación. Lucas solo sonrió, casi soltando escandalosas risas por su expresión.

—Hey, también... me gusta mucho —confesó en voz baja, ruborizado hasta las orejas—. ¡Natt, es increíble! —Esbozó una sonrisa temblorosa al escucharse a sí mismo admitirlo.

—Lo maravilloso del primer amor es que te enseña bastante, pero es probable que sea el que te lastime con más fuerza, porque uno es tan soñador e ingenuo.

—¡Hey, Natt, no se ve como ese tipo de persona! —Frunció el ceño con molestia.

—¿Quién dijo que me estaba refiriendo a ella? —Miguel se calmó, centrando su mirada en él—. Eres el perfecto candidato para romperle el corazón y ella me cae bien, por eso la ayudé un poco a escoger bien las cosas.

—Hey, no sé qué ideas tenga respecto a mí, pero yo...

—¿Por qué evitas tanto tratarla en femenino, entonces? —Interrumpió, inclinándose hacia él—. ¿Qué tanto te conoces a ti mismo? ¿Cuáles son tus límites? ¿Cómo estás llevando la situación en tu mente?

—Natt, es Natt, ¿no? —Apartó la mirada, encogiéndose en su lugar para no ser visto fijamente—. Hey, estoy confundido, supongo —murmuró con dificultad—. La última vez que vi a Jonatán, era un chico y me gustaba muchísimo todo lo que él era; pero ahora, Natt parece ser que no ha cambiado nada más que el género y aun así, me confunde.

—No te estoy entendiendo —admitió confundido, soltando una suave risa—. ¿Piensas que Jonatán y Natt, son dos personas diferentes en un solo cuerpo?

Miguel no respondió, más que solo encogerse de hombros y eso hizo que Lucas se riese con más fuerza.

—Creo que tienes un mal concepto de la transexualidad, es más, creo que estás confundiendo términos de dos cosas completamente distintas.

—Hey, por eso mismo, no entiendo nada de lo que ocurre ahora —refunfuñó, frunciendo los labios con molestia—. Víctor, mi mejor amigo, solía ser mujer y fuimos novios; pero luego, de un día a otro las cosas se complicaron y me explicó todo, y ahora solo somos amigos. ¡Hey, si estoy mal, fue su culpa!

—Deberías hablar con ella y pedirle, respetuosamente, que te hable un poco de cómo se siente y lo que pasa en su vida —sugirió, dejando el vaso vacío al lado del tazón, igual de vacío—. Eso sí, solo si estás dispuesto a crecer y abrir más tu mente, a entender cómo poder ayudarla y formar parte de su día a día. Solo si estás seguro que tu enamoramiento es a todo lo que es ella, no solo a sus genitales.

—Hey, en ese caso, debería pensar mucho mejor lo que digo —largó un suspiro, luego de escucharse muy poco convencido—. Hey, me había descubierto como gay, pero creo que solo fue porque conocí a Jonatán como un chico; ahora, siento que ya no sé nada de mí y no me atrevería a aceptar sus sentimientos, sino puedo aceptar los míos.

 

[. . .]

 

Miguel regresó a la cama por la mañana, justo cuando su cabeza tocó la almohada la alarma de Jonatán sonó. El Sol aún no había salido cuando Miguel la vio sacudirse entre las sábanas.

—Buenos días, Miguel —saludó antes de bostezar y estirarse a lo largo de la cama—. ¿Cómo dormiste?

—No dormí... —Inhaló profundamente, sin soltar el aire por la boca o Jonatán sentiría el olor en su aliento—. Hey, es muy temprano aún —exclamó rápido, levantándose para buscar su cepillo de dientes—. Duerme un poco más, Natt.

—¿Estás bien? —Consultó preocupada, tomando asiento sobre el colchón—. Miguel...

—¡Natt! —Gritó alarmado, acudiendo a revisarla en cuanto se cayó de la cama—. Hey, ¿estás bien?

—Había olvidado que estaba muy alto —murmuró bajo, luego de centrar su mirada en él—. Tu aliento...

Miguel apartó la mirada, al mismo tiempo en que giraba el cuello. Jonatán, buscó a ahuecar su rostro entre sus pequeñas manos; ciertamente, al sentir el suave tacto de su piel Miguel volvió a concentrarse en ella.

—Hey, a veces, los adultos bebemos... —Con cuidado se quitó las manos, revisándolas para encontrarse con un raspón en ellas—. Parece que te molesta que lo haya hecho.

—Ahora, tú me evitas a mí —reveló con cierta tristeza—. ¿Te hice sentir mal por lo de ayer?

—Es una tontera mía —respondió murmullante, casi bufando—. Hey, no es... para tanto —bajó el tono de su voz.

—¿Quieres hablar conmigo? —Consultó con dulzura porque al verlo, estaba claro que se encontraba nervioso y agobiado—. No entiendo muy bien el mundo de los adultos; pero puedo escucharte siempre que lo necesites —aseguró, esbozando una pequeña sonrisa.

—Hey, bueno... —Se desplomó sentado en el suelo, estirando las piernas a los lados de tal manera que Jonatán quedó entre ellas—. Natt, sé que te gusto —murmuró con timidez—. ¡Hey, en realidad, no sé si es de gustar o de admirar! —Lentamente, fijó su mirada en ella notando con dificultad, su sorpresa y suave rosado en sus mejillas—. Te gusto, de gustar, ¿no?

—¿Quién te lo dijo? —Preguntó tartamuda.

—Está bien, Natt, no tienes que buscar a un culpable por eso —desvió la atención de la respuesta, con tal de proteger a Lucas—. Hey, si no es algo atrevido, de mi parte, quisiera saber por qué te gusto...

Amplió la mirada, llevándose las manos contra el pecho. Dentro de sus pensamientos, llegó un posible escenario donde Jonatán malinterpretase sus palabras como una baja autoestima.

—¡Hey, no me estoy menospreciando!... —Soltó un ligero quejido—. Pero reconozco que, de vez en cuando, soy bien retrasado con mi comportamiento y bien especial... ¡No soy un autista, tampoco! —Se apresuró a aclarar—. Hey, solo quiero decir que no soy muy bueno socializando tanto y todo se enreda en mí; mis pensamientos, mis emociones, las palabras y...

Jonatán ya no permitió que siguiese hablando desmedidamente. Miguel emitió un leve sonido de sorpresa, casi audible para Jonatán, en cuanto atrajo su cabeza entre sus brazos hundiendo la mejilla de Miguel en su pecho.

Con suaves caricias en su cabeza Miguel relajó los hombros y se mantuvo inmóvil por un tiempo, sintiendo una cálida sensación en ese pequeño lugar. Jonatán podía ser de estatura baja, pero Miguel se sentía cómodo ahí.

—Me gustas —confesó con suavidad, descansando la mejilla sobre los rizos rubios de su cabello—. Miguel, ¿quién te ha lastimado tanto, para que tengas miedo al hablar?

La pregunta sorprendió por completo a Miguel, porque la única respuesta que podía tener era una pregunta a su vez:

—Hey, ¿quién no? —Bajó un poco más la cabeza, deslizando la mejilla sobre la pijama de Jonatán—. Vivir solo, con la economía como está, es muy duro para mí. —Presionó contra su pecho al sentir que una lágrima se le escapaba—. Hey, Natt, honestamente, eres la primera persona que ha sido tan amable conmigo después de todos estos años; incluso en el coro... siempre fuiste dulce conmigo.

—¿Por qué me estabas evitando, entonces? —Cuando Miguel se separó, cruzaron miradas—. ¿Acaso te hice sentir desconfianza?

—Me tienes confundido —admitió, bajando la mirada a sus rodillas—. Hey, Natt... te raspaste —exclamó a media voz, estirando la mano hacia ella.

—¡No cambies de tema, por favor! —Alzó la voz, llamando su atención hacia sus ojos—. ¿Yo no te gusto? ¿Fue por algo que dije que te confundió? ¿Alguna acción te hizo sobrepensar? Por favor, Miguel, sé más claro conmigo y dime.

—¡Hey, me gustaba Jonatán! —Gritó finalmente, cubriendo su boca por un momento—. No, no lo quiero negar, porque seria negar lo que he atravesado estos años —continuó sin temor—. En el coro, Jonatán fue el chico que me hizo pensar más allá de lo que veía y a comenzar buscar mi identidad, explorar mis gustos y descubrir lo que deseaba. ¡Hey, casi puedo gritar que soy gay por Jonatán!

—Miguel...

—Por favor, Natt, no intentes callarme ahora cuando tú fuiste quien quería escucharme —interrumpió sin vacilar, notando un declive en su ánimo—. ¡Hey, lo siento mucho, pero así son las cosas! ¡Yo estoy enamorado de Jonatán, de un chico!

Ahogó un grito, solo con sentir que la respiración se le cortaba. Su quijada comenzó a temblar al verla tan triste, cabizbaja y claramente, Jonatán parecía querer levantarse y marcharse de ese lugar.

—Hasta podría ser bisexual, pero estoy seguro de que, a lo largo de todos estos años, esperaba volver a ver a Jonatán y saber qué había sido de la vida del chico que aún me dejaba viendo estrellas. —Se inclinó hacia ella, para poder concluir con—. Cuando te vi, y confirmé que eras tú... ¡Hey, no te imaginas lo feliz que me sentí de saber que me recordabas, porque siempre dije que eras increíble!

—Te hace más falta pueblo, lo que quiere decir, al menos de donde yo vengo, que te hace falta más humildad —balbuceó entre lágrimas—. Me presenté ante ti cómo soy en realidad, lo único que te pedí fue que usaras los pronombres correctos; pero si tú no puedes comprender esto, entonces no puedo hacer nada más por ti que orar porque un día estés mejor económicamente o que encuentres a alguien especial.

—Hey, Natt, por favor... no te vayas.

—Si no puedes hacer eso, no te preocupes. Si no soy una mujer para ti, descuida. La opción más fácil para ambos es que no volvamos a hablarnos; porque tú buscas a alguien que sigue aquí, pero no quieres ver más allá de lo que tus ojos te muestran.

—Hey, tú... no eres Jonatán —exclamó bajo—. No eres él.

—¡Me alegra no serlo, porque no soy un genital andante! —Se impulsó para levantarse, frotando bajo sus párpados para limpiarse las lágrimas—. Mi nombre, ahora y en adelante, es Natalia y soy una chica transexual. —Caminó hacia la puerta, en búsqueda de salir de ahí al sentir que las lágrimas continuaban brotando sin cesar—. ¡Mis órganos sexuales, no definen mi personalidad y tú, claramente, solo me querías por eso!

—¿Qué sucede aquí? —Lucas ingresó a la habitación, encendiendo la luz—. Escuché...

—¡Tío Lucas! —Natalia llegó hasta él, llorando con fuerza, luego de aferrarse a él.

Al escucharla atentamente, se dio cuenta que había estado evitando el llanto más de lo que pudo. Su pequeño cuerpo se estremecía ante las emociones; solo con haber escuchado a Miguel, estaba segura que las cosas nunca hubiesen resultado y eso la destrozaba en el interior.

Lucas la rodeó con sus brazos, dándole suaves palmadas contra su espalda y alentándola a soltar todo lo malo del momento. Tendría que encargarse de ella después, al ser los únicos que se encontraban despiertos en el hotel.

—Ya veo —Lucas hablo de forma inexpresiva, torciendo una sonrisa, decepcionado por Miguel a quien dirigió su atención—. Decidiste ser su primer amor.

—Hey, señor Knight...

—No te preocupes, el segundo, se encarga de devolver esperanzas al amor —exclamó alto, levantando a Natalia del suelo para llevársela fuera de la habitación.

Natalia ocultó el rostro en el hombro de Lucas, pasando los brazos por sus hombros. No le importaba verse como una niña pequeña en sus brazos; en ese momento, solo deseaba –de ser posible– llorar hasta quedarse dormida.

—Me pregunto si ella pudo devolverte algo de esperanza, a costo de que le rompieses el corazón —concluyó suspirante.

Luego de quedarse solo Miguel permaneció sentado y cabizbajo en su lugar, desde otro ángulo, parecía haberse quedado dormido en esa posición hasta que el llanto rompía esa ilusión.

 

[. . .]

 

Lucas estaba desayunando al lado de Natalia cuando escuchó el grito de David en la planta de arriba; ante ello, bajó la cabeza a su langosta y continuó comiendo su carne. El resto de huéspedes se sorprendieron ante tal chillido agudo, llegando a temer por la aparición de algún animal salvaje –en esa zona del país, un tigre sería la amenaza principal–.

—¡Lucas, hay un alacrán en el baño...! —David guardó silencio por la pena que surgió casi de inmediato.

Las personas en el comedor lo observaban preocupado y Fabricio decidió arreglar la situación de inmediato. Lucas tomó una tenaza, alzándola y sacudiéndola de un extremo a otro, luego de centrar su mirada en David.

—Vaya, parece que te acordaste que no estabas en casa —exclamó entre risas, cambiando a una expresión seria para regañarlo—. Quiero que te disculpes, sino lo haces, te quedarás con los tigres del bosque.

—Sin descuidos —intervino, casi riéndose, un hombre cercano a él—, su hijo ya pasó demasiada pena.

—Por gritos como ese, la gente se salva de los animales —aseguró una mujer, tratando de ponerse del lado de David—. Ya pasó, no es nada.

—No, yo sí quiero que se disculpe —protestó molesta una señora al lado de su esposo—. Sufro de hipertensión y su grito me asustó mucho. ¡Tiré el desayuno en mi marido!

—Lo siento mucho —tartamudeó David, aunque eso no parecía ser suficiente para la pareja—. Yo... limpiaré, justo ahora.

—¿Alguno de ustedes sabe dónde queda la iglesia más cercana? —Lucas interrogó luego de que David se marchase—. Sé que había una cerca, pero no sé si seguirá.

—¿Haciendo amigos, Knight? —Consultó risueño Fabricio, pasando de lejos al sostener el alacrán—. Si la iglesia es para ti, vas a terminar quemándola con tremendos demonios que te cargas.

—Mis demonios y yo, estamos más unidos que antes —afirmó con el ceño fruncido—. La iglesia es para David y sus hormonas adolescente, muchas gracias, Fabricio.

Poco después de una hora Lucas se encontraba frente a la iglesia más cercana que había, David se encontraba a su lado con una expresión dudosa al ver el lugar; Saúl observaba avergonzado a Levi con solo verlo utilizar una ropa propiamente religiosa de los judíos. Los únicos que no demostraban expresión alguna eran Natalia y Miguel.

—Lucas, esta iglesia se ve muy extraña. ¿Es evangélica o algo así? —susurró David.

—Levi, ¿era necesario que llevaras tu gorrito? —Preguntó Saúl, luego de un tiempo en silencio.

—Se llama kipá y sí, es necesario, solo vine a acompañarlos no a cambiar mi religión.

—Me dijeron que es metodista —respondió Lucas casi sin despegar los labios, solo se acomodó los lentes y avanzó al interior—. Vengan, que ya va a comenzar.

—¡Somos católicos! —Protestó David, evitando su paso hacia la iglesia—. Bueno... Jonatán y yo. ¡No metodistas, ni mucho menos protestantes!

—Tienen al mismo Jesús, no veo el problema. —Lucas se cruzó de brazos—. Ni Levi se está quejando por entrar, es más, ya entró —afirmó luego de estirar el brazo señalándolo.

—¡Levi, espera, que aún no decidimos si entrar o no! —David tuvo que apresurarse a alcanzarlo.

Siendo, completamente, nuevos en la eucaristía metodista ninguno estaba organizado con las nuevas enseñanzas que veían o los cantos del coro. Lucas junto a Levi permanecían distantes en las bancas cercanas a la salida; mientras tanto, David estaba nervioso tratando de descifrar los próximos movimientos de las personas.

Saúl fue el único que se escabulló de la iglesia al ver que había llamado mucho la atención de varias chicas del coro; por lo mismo, se retiró para no tener que lidiar con ellas. Un hombre siempre fiel a Yon, aunque estuviesen distanciados.

—Jamás volveré al norte si solo hay iglesias metodistas —murmuró David mientras salían.

—Admito que las canciones fueron muy alegres —comentó Lucas acomodando sus gafas—. Bien, les quedan tres horas de diversión antes de volver a sus insípidas vidas citadinas y David, mañana llegará un terapeuta para que te acomode la espalda, le abres y trata de no chillar con el masaje que te dé —informó al revisar su reloj de bolsillo—. Fabricio me contó que habrá un concurso de pesca, ¿quieren ir o vamos a la playa?

—¡¿Cómo que nos quedan?! ¿Tú no regresas? —David tuvo que colocarse la mano a la altura de la frente para ver fijamente a Lucas, ya que el Sol no lo dejaba ver con claridad—. ¡No me dijiste nada de un terapeuta!

—Estoy de vacaciones, volveré hasta el jueves o viernes y sí te dije, que ocupabas un fisioterapeuta, reverendo sordo.

—¿Y tu empresa? —Interrogó Levi forzando la vista por el sol.

—Todos están trabajando y de necitarme solo deben llamarme. —Se encogió de hombros—. Bueno, iremos a pescar porque nadie sugirió algo mejor que hacer, ¿de acuerdo? Bien.

—¡Deja de tomar las decisiones por nosotros! —Protestó David, avanzando al paso de Lucas—. Para ser un adulto eres demasiado despreocupado e infantil.

—Estos dos son todo un caso —suspiró Saúl, siguiéndolos al lado de Levi—. Al menos, Lucas logra que David saque todo lo que piensa y lo mejor es que le vale, pero David sabe que lo está escuchando.

—Oye, Saúl —susurró Levi—. Temprano escuché una discusión y ahora que veo a Miguel con la peque, creo que hubo un lío esta mañana. ¿Por qué no vas con Miguel e intentas averiguar algo?

—Genial, porque no me gusta pescar —admitió entre risas—. Nos veremos más tarde, entonces.

—De acuerdo, y yo te diré si Lucas soborna a los jueces para que ganemos.

Fabricio llegó a dejarle una caña de pescar a Lucas porque las que disponía el concurso eran muy delgada para su gusto; David se acercó a ellos para indicar que pronto comenzaría el reto y debían buscar un buen lugar. Con solo verlos, Lucas, en ese momento, parecía el hombre adinerado que es por la forma en cómo se estaba preparando con una carnada estupenda.

—Sé que te gusta Batman, pero nunca me imaginé que llegarías al extremo de ser como él.

—Ni siquiera tengo mayordomo...

Lucas y Fabricio intercambiaron miradas por un momento, antes de centrarse en David con seriedad. De forma inmediata su espalda se enderezó por la forma tan autoritaria.

—Solo porque sea negro, no significa que sea un mayordomo, niño —Fabrició se defendió, colocándose frente a él.

—Qué racista, David —añadió Lucas, negando varias veces con la cabeza.

—¡No, no me refería a eso! —Se apresuró a aclarar—. Lo decía porque tienes mucho dinero, no por Fabricio, ni siquiera lo imaginé de esa forma y...

El par de amigos se rieron a carcajadas al ver a David casi al borde del llanto; pero al descubrir que había sido otra broma de su tío, no dudó en querer lanzarse encima de él. Lo único que David consiguió con tratar de golpear a Lucas, fue que este lo derrumbara en el suelo, comenzando una pequeña pelea entre ellos.

—¡Vamos! ¡Tenemos que pescar uno grande! —Indicó Lucas, luego de quitarse unas pequeñas ramas del cabello. Se encaminó por un sendero, dirigiéndolos hacia un precipicio—. Casi siento esa victoria en nuestras manos.

—Ay, David, pero ¿qué te pasó en...?

—¡No quiero hablar de eso! —Interrumpió a Levi, antes de abrazarlo con fuerza—. Mi tío es un salvaje y desconsiderado.

—¡Seguí, David, que ganas de fajearte no me hacen falta! —Se escuchó a Lucas al final del camino.

—¿Estás seguro que es tu tío? —Levi cuestionó risueño, solo con verlos a los dos a la defensiva—. Parece un amigo muy lejano de tu familia o tu hermano mayor.

—No tengo idea de por qué se comporta así, si siempre ha sido tan apartado... —David guardó silencio al recordar lo que sabía de Lucas—. Supongo que se está divirtiendo —expresó más calmado, ciertamente, con un poco de temor—. Vamos, Levi.

«Espero que solo sea eso, diversión». Pensó preocupado.

 

[. . .]

 

Un, muy amable y silencioso, mecánico ayudó a Benjamín cuando este llegó a su taller con el auto en circunstancias dudosas, incluso él se veía fatal.

Pudo haber llamado a la policía al ver los vidrios rotos de la parte trasera, el tobillo hinchado, la ropa desgarrada de Benjamín para poder usar largas tiras de tela y envolverse la mano ensangrentada; sin embargo, cuando se excusó con haber sido atacado por un tigre, accedió a ayudarlo al ser un problema normal por la zona.

Benjamín tomó lugar en la silla de descanso mientras parcheaban los agujeros y buscaban una solución a reemplazar los vidrios. Lo único que deseaba en esos momentos era ver a Lucas, gritarle por haber mentido y llevarse a David muy lejos de él.

Fue entonces, en esos momentos de paz y una muy corta calma, que recordó no haber renovado la orden de restricción y, por lo tanto, Lucas seria notificado en poco tiempo de la caducidad de dicho documento. Benjamín inhaló, profundamente, llenando sus pulmones, lo más que pudo, de aire cálido y la humedad del ambiente solo para soltarlo en un suspiro largo, casi relinchando.

—¿Quiere que le llame un doctor? —Interrogó el mecánico, ofreciéndole una taza de café.

—No, no se preocupe —respondió a media voz y aceptando la bebida—. Gracias, pero no pretendo quedarme mucho tiempo por aquí, solo recogeré a mi hijo y nos iremos.

—Bueno, debería replantearse la idea de acudir a un hospital, porque vamos a demorar con su auto.

—Volveré más tarde, entonces —respondió con amabilidad y cierta irritabilidad, después de todo, había llegado a causa de los problemas con Lucas—. Gracias y... traeré la taza después, si no es mucha molestia.

En el momento que salió del establecimiento sintió que su párpado le temblaba furiosamente. El café estaba delicioso, pero nada en ese momento podía calmarlo luego de haber pasado por tanto para llegar al norte del país; arriesgando demasiado su vida aunque tuvo mucha suerte de no encontrarse con un tigre durante la noche.

A lo lejos, caminando por la plaza, reconoció a Saúl con mucha suerte ya que solo conocía formalmente a Jonatán como único amigo de su hijo. El verlo le dio la idea de que Lucas lo tenía todo planificado o era una simple casualidad de encontrarlo por la zona; no obstante, preguntar por el paradero de David no le costaba mucho y menos con todo el tiempo libre que tendría ahora.

—Ya que estamos hablando quería preguntarte si tuvieron algún problema tú y la pequeña —exclamó Saúl, notando que Miguel agachó la cabeza.

—No, nada —respondió bajo—. Hey, en verdad me siento tan culpable de que todos, incluyéndole, estén pasándola incómodos por mis acciones, es solo que...

—¡Saúl! —Gritó Benjamín, acercándose hacia ellos con calma—. ¿Sabes en dónde está David? Disculpa que te interrumpa, pero es urgente.

—¿Se encuentra bien? —Interrogó alarmado al ver su situación.

—Nada alarmante, pero en serio necesito saber en dónde está —aclaró con mayor seriedad, antes de beber del café.

—Está con Lucas, se supone que fueron a pescar para una competencia; si no están a las orillas del mar, entonces volvieron al hotel cerca del puerto.

—Gracias, Saúl, me hiciste un gran favor —exclamó sonriente, antes de retirarse.

—Hey ¿deberiamos preocuparnos por eso?

—Es el papá de David, es muy tranquilo y estricto, supongo que Lucas no le avisó que vendrían de viaje o algo así —exclamó sin tomarle mucha importancia—. Bueno, ¿qué me decías?

—Hey, Saúl... ¿Tú sabes que operaciones se hacen las personas transexuales?

—Creo que cinco o seis, no me acuerdo bien, pero sí lo buscamos.

—¡¿Hey, cómo que cinco?!

—¡Dije que creo! Pues, hay unas hormonas que le administran para reducir el tamaño de los testículos; una clase de terapia para el habla, los implantes, depilaciones láser y creo que reducción de esto que no sé cómo se llama. —Se llevó la mano al cuello acariciando la manzana de Adán—. Por último, le quitarían el sistema reproductor masculino para cambiarlo a femenino, creo que solo es eso.

—¡¿Todo eso?! —Miguel se había alterado con solo imaginar todos los problemas que causarían—. Hey, hey, Natt no hará todo eso, ¿cierto? ¡¿Verdad, Saúl?! Ella no lo necesita; no le crece ni siquiera la barba, no necesita esas cosas, está bien así como está, ¿no?

—Miguel, ¿qué sucede? —Preguntó con seriedad—. Es su decisión si se somete a todo eso o no, o hace algunas porque es su cuerpo; pero estoy preocupado de que quieras influir en sus decisiones y su vida.

—Hey, ya hablé con Natt —titubeó al responder—. Creo que lo dejamos todo claro entre nosotros, es solo que me pone nervioso pensar que, hey, simplemente tenga un problema por su hiperactividad en alguna de esas operaciones y despierte antes, ¿me entiendes? —Centró su mirada en Saúl, ciertamente, Miguel se veía decaído y sin ánimos de mantener su mirada en él—. Hey, está muy chiquita ahora, pero son cosas que podrían pasar.

—No sé nada de eso, Miguel, porque es un asunto que solo le concierne a ella y yo, como su amigo, solo la estoy apoyando en lo que puedo, como comprarle ropa o acompañarla para que no esté sola.

—¡¿Hey, no te importa que Natt muera en el quirófano?!

—¡Creo que ni siquiera ella se ha puesto a pensar en eso! —Frunció el ceño con molestia—. Escucha, no sé de qué hablaron o qué te dijo para que estés tan nervioso por algo que aún no pasará; pero si de verdad te importa, solo deberías apoyarla o al contrario, si no te importa y te molesta, solo respeta su decisión.

—¿Hey, y si creo que ocupa ayuda psicológica para eso...?

El cuello de Miguel se giró levemente hacia la izquierda cuando Saúl impactó su puño contra la mejilla de este. Miguel amplió la mirada, estupefacto por lo ocurrido y solo al llevarse la mano contra la zona, sintió que estaba sangrando por la nariz.

—La transexualidad, no es una enfermedad mental —concluyó Saúl para marcharse de su lado.

Miguel tuvo que tomar asiento cerca de una fuente para limpiar su herida. Las últimas palabras de Saúl habían logrando conmocionarlo mucho más que el puñetazo; esto por el simple hecho de que había estado confundiendo situaciones completamente distintas y hasta ese momento, descubría la verdad.

—Hey, Vic, soy yo, de nuevo —exclamó ronco ante el séptimo mensaje de voz que le dejaba—. Necesito hablar contigo y espero que sea pronto —sorbió por la nariz, pasándose la mano por la mejilla afectada—. Creo que arruiné las cosas, de nuevo...

—¿Tío Si? —Una jadeante voz le respondió del otro lado de la línea—. ¿Qué pasó? Pensé que estabas de viaje con tu crush.

—Hey, Rafa, ¿qué sucedió con Vic? —Preguntó confundido, mucho más con la inesperada presencia de su voz— ¿Están entrenando? Hey, sabes que no le gusta que le toquen el celular, te va a matar si te encuentra usándolo, mejor pídele que me regrese la llamada, por favor.

—Tío Si, la verdad es que... estamos muy ocupados por aquí, ah, tú sabes a lo que me refiero —confesó a media voz—. Supongo que no debí contestar, pero ¡te juro que te lo puedo explicar cuando...!

Miguel colgó la llamada al escuchar la noticia, guardó su celular e intentó ponerse en posición fetal en la orilla de la fuente. No podía creer que Rafael contestase justo cuando se encontraba con la ex pareja de Miguel, mucho menos, que Rafael tuviese esa clase de intereses sexuales.

Lo único que deseaba en esos momentos era marcharse del norte, regresar a su departamento para ducharse con agua fría y luego buscar a Víctor para pedir ayuda; de ser posible, golpearía a Rafael de camino a su casa de la misma forma en que Saúl lo hizo.

Pasó ambas manos por su cabellera y se agarró con fuerza de las hebras al tener la voz de su amigo agitado en la cabeza. Caminó con lentitud de regreso al hotel para marcharse de una vez por todas; para él, su viaje se había arruinado y no tenía cara para despedirse de todos, solo esperaba que Natalia aceptase el gesto de permitirle dejarla en casa.

A lo lejos visualizó a Benjamín discutiendo con Lucas. David se encontraba tratando de calmar a su padre ya que su tío se negaba a darle una sola explicación. Miguel aprovechó a escabullirse en el interior del hotel y subir por sus cosas.

Natalia se encontraba en la habitación revisando una gran caja de madera, parecía inspeccionar los peluches y a su lado, ya se encontraban algunos que escogió.

—Hey, Natt... ¿Sabes qué sucede afuera? —Preguntó con la intención de suavizar la situación.

—El papá de David está enojado con tío Lucas por habérselo llevado aquí sin su permiso —respondió sin dirigirle la mirada, solo apartó un peluche más.

—Oh... —Se acercó un poco más, vislumbrando algunos objetos brillantes en el interior—. ¿Hey, y esa caja?

—Ganamos el primer lugar en la competencia de pesca. —En cuanto sintió que Miguel se acercó, se levantó con todos sus peluches—. Tío Lucas dijo que podías tomar un objeto.

—Hey, gracias —murmuró incómodo, antes de inclinarse y alcanzar un peluche con forma de jirafa—. ¿Dónde están los demás?

—Se fueron a casa.

—Hey, ¿estabas... esperándome? —Preguntó en voz baja, acercándose con más sigilo.

—Quisiera que me dejes en casa, pero si no quieres, bien puedo esperar a David... —Natalia dio un pequeño brinco al asustarse con el peluche que extendió Miguel; lo tomó y volvió la mirada en los ojos del contrario—. Gracias.

—Hey, Natt...

—Solo quiero regresar a casa, por favor, quiero irme a mi casa es todo —interrumpió con tristeza—. Por favor, Miguel.

Al ver sus lágrimas brotando sin ninguna posibilidad por retenerlas Miguel se apartó, decidiendo que había sido suficiente intentar remendar la situación. Natalia fue la primera en abandonar la habitación para despedirse de los demás y agradecer el viaje.

Miguel esperaba que, luego de hablar e informarse mucho más con Víctor, al volver con Natalia no sentiría una sola duda rondando por su mente; ya que al verla llorando de esa forma y encontrar que no podía evitarlo, hizo que su corazón doliese profundamente.

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