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Un trozo de mundo

*Nivel suficiente*

*Trabajo desbloqueado: Gobernante*

*Panel de trabajos desbloqueados*

*Has desbloqueado una nueva mejora*

*Puntos de persona: suficientes*

*Puedes aumentar tu clase*

Las notificaciones no se detuvieron por un tiempo, mostrándole en su mayoría las ventajas que había ganado, pero tan pronto como el silencio regresó, su cuerpo comenzó a sufrir una nueva transformación, teniendo que gritar de dolor al no poder soportarlo. Sus heridas se cerraron, las fracturas sanaron, recuperando la energía perdida y sintiendo que lo que antes era un pequeño vaso de la misma, ahora era una jarra completa. Su ropa estaba hecha jirones, decorada con sangre y, lo peor, su espada se había roto, ya que, lamentablemente no había logrado sobrevivir al combate.

  "Has pasado mi prueba. Parece que mis descendientes no fueron tan inútiles después de todo." --La voz ya no rimaba, no poseía ese tono neutro, ahora era más un tono femenino, repleto de imponencia.

El aro de fuego se extinguió, regresando el lugar a su silencio habitual.

  "Ir y conquistar lo que alguna vez nos perteneció, quemar a nuestros enemigos y hacer pagar con sangre a los que nos traicionaron."

Un objeto verdoso apareció en las manos del joven, resplandeciendo con una luz divina, el objeto parecía una roca amorfa, pero la sensación le recordaba a la piedra que había abierto la gran puerta ilusoria, por lo que al menos se sentía satisfecho con que la voz no lo hubiera engañado.

*Has logrado pasar la prueba de la antigua Diosa de los Kat'o: D'la*

*Has subido de nivel*

*Has ganado ciento cincuenta puntos de prestigio*

*Has desbloqueado cuatro habilidades*

Su sonrisa no podía ser más grande, en realidad parecía que la piedra verdosa había pasado a segundo plano, pues por el solo hecho de haber ganado puntos de prestigio, le había otorgado al viaje la calificación para ser considerado de mucho provecho.

  "Que tus amantes te amen y, tus enemigos perezcan." --Con esa extraña frase, la voz se despidió, abandonando por completo lo que alguna vez fue conocida, como: la montaña oscura de las Eras perdidas.

Los artefactos se fueron apagando uno a uno y, como si la premonición de los malvados oráculos se hicieran verdad, la tierra comenzó a moverse, advirtiendo que algo peor se acercaba. Las rocas comenzaron a caer del techo, los pilares se desmoronaron, al igual que todo lo que alguna vez perteneció a las alturas, pero para ese momento, el joven ya se había puesto de pie, dirigiéndose a la salida con rapidez.

∆∆∆

Fuera de la abertura de la montaña ya había caído la noche y, por extraño que pareciera, en lugar de encontrarse desierto, estaba repleto de gente, algunos con antorchas en manos, otros solo sentados en el suelo, distanciados de la joven y el caballo, pues por los recientes rumores que habían oído, el osado joven que había entrado, también era el nuevo Barlok de Tanyer, teniendo que respetar el espacio de sus subordinados para no ofender al noble individuo.

  --Lo digo de verdad padre, ese joven entró a la montaña desde que la bola sangrada seguía en el cielo.

  --Debe ser un truco para cobrarnos más impuestos. Todos saben que nadie puede adentrarse a la montaña oscura de las Eras perdidas por más de veinte respiraciones. Nos han quitado todo y, ahora desean quitarnos hasta nuestro legado.

  --El joven parecía fuerte. --Dijo con una sonrisa que guardaba muchos significados.

  --Yerena, los ojos en el horizonte y los pies en suelo. Somos islos y, le juré a tu madre en su lecho de muerte, que no dejaría que un noble te arrebatase de la herencia de tu gente. Recuerda, antes muerte que servir a un noble.

  --Lo sé padre, es solo que siento que mi sangre hierve al verlo.

Su padre volteó inmediatamente al verla, no creyendo los que estaba escuchando.

  --¿Tu sangre? ¿Escuché bien?

  --Fue una manera de expresarme, lo siento padre.

  --Yerena, hay cosas con las que no debes jugar. --Dijo con un tono difícil de descifrar.

Yerena bajó la cabeza, entendiendo el dolor que habían causado sus palabras.

  --¡Miren, miren! --Un hombre gritó, señalando a la entrada de la montaña.

De la oscuridad de la abertura, una silueta humanoide comenzó a vislumbrarse. Al verlo salir muchos de ellos se sorprendieron, otros se horrorizaron por el aspecto terrible que poseía, pues cada centímetro de su piel estaba cubierto en sangre y, aunque no podían saber que era lo que había pasado ahí dentro, podían asegurar que el joven la había pasado muy mal. Tal había sido el desconcierto del estado del joven, que no se percataron que la entrada había sucumbido, obstruyéndose para siempre por una gran roca.

  --Señor --Fira se acercó con una expresión alarmada-- ¿Se encuentra bien?

  --De maravilla, Fira, de maravilla. --Sonrió.

La dama no supo cómo responder, recordaba que cuando lo había conocido también había aparecido con ese casual atuendo de guerrero sangriento, solo que ahora podía notar la felicidad en su rostro y, por la buena salud que ahora gozaba, se percató que su cuerpo no tenía ninguna herida, algo que la sorprendió, pues significaba que toda esa sangre no era suya, aunque eso sí, su ropa estaba en un muy mal estado.

  --Señor ¿Qué es eso que resplandece en su mano? --Preguntó al sentirse atraída por el brillo parpadeante.

El joven liberó de su mano la piedra verdosa para mostrársela a Fira y, fue en ese justo momento, en que todos los individuos presentes se arrodillaron, para después postrarse en el suelo. El brillo de la piedra era su rayo de luz en la oscuridad, la oportunidad por la que habían estado rezando, ellos, sus ancestros y los ancestros de sus ancestros.

*La aldea de la raza Islo desea jurarte lealtad*

*Aceptas: SI/NO*

Antes de responderle a Fira notó las extrañas acciones de los presentes, así como la notificación, pero decidió ignorarle por un momento, guardó nuevamente la piedra en su mano y, al ver un rostro conocido se acercó.

  --¿Por qué se arrodillan ahora? --Preguntó con curiosidad.

Yerena levantó la mirada, pero quién tomó la oportunidad para responder fue su padre.

  --Una disculpa Barlok D'icaya, por favor perdone nuestras acciones irrespetuosas y, déjenos servirle.

   --Hice una pregunta. --Su mirada perdió la curiosidad, mostrándose serio.

  --Porque usted es la reencarnación de la gran Diosa, la antigua y la primera, quién nos maldijo, pero también quien nos prometió que algún día volvería si éramos dignos. Ha vuelto y, le prometo que somos sus fieles sirvientes, ahora y por siempre, pero por favor, Barlok D'icaya, levanté la maldición.

  --¿Maldición? ¿Qué maldición?

El padre de Yerena forzó una sonrisa, no creyendo que el joven no supiera sobre la maldición.

  --Aprendimos la lección, Trela (Santo) D'icaya, jamás volveremos a traicionarlo, somos suyos, en la vida y en la muerte y, le prometo por cada uno de mis hermanos que nos ganaremos nuevamente su confianza.

El joven se sintió ligeramente molesto al ver qué no le creían, pero también se sintió algo intrigado por esa famosa maldición, por lo que tuvo una idea, llevando su mano a la frente de Yerena.

~•~•

  - Nombre: Yerena Rela.

  - Edad: 19 ernas (años).

  - Estatus: Hija del señor de la aldea.

  - Sangre: bloqueada.

  - Potencial: Destacado.

~•~•

Después de leer la pantalla ilusoria entendió a lo que se refería el hombre por "maldición", teniendo la duda si con la habilidad [Instruir] podía desbloquearla, pero también lo que le llenó de alegría, fue encontrar un nuevo recluta con un buen potencial.

  --Jaja.

Sonrió, colocando "SI" en la notificación, no sabía si serían buenos reclutas, pero más manos, siempre eran bienvenidas.

*Has completado la tarea oculta: la esperanza de los islos*

*Has ganado cincuenta puntos de prestigio*

*Has desbloqueado una habilidad*

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