— Así que, sospechosos viajeros, ¿qué hacen en Mondstadt? —interrogó Amber, caminando al lado del dúo de aventureros.
Avanzaban por un sendero perfectamente marcado, mucho mejor cuidado que el camino del bosque, el cual, según Amber, se llamaba Bosque Susurrante.
— Sora fue separado de su hermana durante un viaje realmente largo —respondió la pequeña albina—. Soy su compañera de viaje, y le ayudo en su búsqueda.
— Oh, así que buscas a tu familia…
Amber parecía algo incómoda por haber tocado un tema tan sensible.
— ¡Bueno! Déjenme terminar mis otros asuntos primero, y luego puedo ayudarles colocando carteles por toda la ciudad —exclamó Amber, golpeando su mano con el puño.
— ¿Qué es exactamente lo que debes hacer primero? —inquirió Paimon.
— Es simple. Lo entenderán en un momento.
La chica se mostraba mucho más amigable que al principio. Parecía que la historia de los hermanos separados había tocado una fibra sensible en su corazón. Al dirigirles la palabra, sonaba mucho menos estricta que al principio, e incluso sonreía más. Sora pensaba que, ahora que la observaba menos desconfiada, en realidad era una chica muy guapa.
— Gracias por estar dispuesta a ayudarnos —dijo, dedicándole una sonrisa—. Pasamos por algunos pueblos pequeños en los dos meses que llevamos viajando, pero esta es la primera vez que alguien nos ofrece activamente ayudarnos a buscar.
— Oh, no es nada —respondió la caballera exploradora—. En cierto modo, entiendo lo que debes sentir.
La alegre sonrisa de la chica se disipó brevemente.
— ¡E-En fin! ¿Cómo es tu hermana exactamente? —preguntó Amber—. Así podré describirla en los carteles.
— Bueno, es un poco más baja que yo —respondió Sora—, tiene el cabello rubio claro, y sus ojos son como los míos…
Una oleada de nostalgia atacó al chico. Llevaba bastante tiempo sin pensar en Hotaru. Súbitamente recordó muchos momentos que vivieron durante sus viajes, su sonrisa, incluso el resplandor de su mirada.
Pero, por algún motivo, la pesadilla que tuvo irrumpió en su mente de la misma manera. Era como si una lucha entre la luz y la verdad contra la oscuridad y la incertidumbre se realizara en su mente.
Al notar el rostro melancólico del viajero, Amber decidió limitarse a una última pregunta sobre la persona desaparecida. No quería que aquel chico acabara sintiéndose triste por su culpa.
— Supongo que sus prendas deben ser como las tuyas, ¿no? Me refiero a que probablemente sean exóticas para los estándares de Mondstadt.
Una sombra pasó sobre sus cabezas, mucho más pequeña que la que los guió hasta el Bosque Susurrante. Sin embargo, Sora y Paimon no pudieron evitar mirar hacia arriba, asustados.
Afortunadamente, no se trataba del dragón regresando para comérselos. De color turquesa claro y marcas blancas en su cuerpo, el Slime Anemo batía sus diminutas alas para mantenerse en el aire.
— ¿Por qué ese sobresalto? —preguntó Amber. Sora pudo notar que la chica estaba tratando de contener la risa—. Es solo un Slime. Es cierto que son como plagas, pero no son particularmente peligrosos.
Extendiendo su mano izquierda, un resplandor de partículas doradas se formaba en ella, materializando un arco de apariencia magnífica. De color blanco perla, el arma reflejaba suavemente la luz dorada del sol. Con detalles y adornos de color oro, parecía ser un arco valioso.
Mientras apuntaba al Slime, Amber colocaba su mano izquierda sobre la cuerda de su arma y comenzaba a tensarla.
— ¿Eh? ¿Acaso no olvida las flech…? —comenzó Paimon, hasta que fue interrumpida por el fantástico acto ante ellos. De la misma forma en que el arco había aparecido, una flecha se formaba en su sitio en el arma, tan rápido que apenas se dio cuenta.
Cuando la exploradora soltó la cuerda, una flecha en llamas salió disparada a toda velocidad, impactando en el Slime. Como si fuera un globo, el cuerpo de éste estalló, liberando una corriente de aire circular y ascendente, a la vez que la llamarada de la flecha se consumía.
En la cintura de la chica, un colgante con una gema carmesí incrustada estaba brillando. Emitía un resplandor muy similar al de la Estatua de los Siete cuando Sora la había tocado.
— Es bonito, ¿verdad? —sonrió la chica, soltando el arco en el aire. El arma desapareció con el mismo destello dorado que lo había materializado, tal como la espada del viajero.
"Así que, en este mundo, la física de las armas es aparecer cuando se requieren únicamente", pensó el aventurero. "Parece que todos los mundos tienen esto en común".
El destello en la cintura de la chica amainó hasta desaparecer completamente, dejando la gema escarlata tal como estaba antes.
— Mi Visión… —continuó Amber, observando la gema con aire nostálgico— es una señal de que los Dioses creen en mí. Sí, ¡tengo que llegar a ser la mejor Caballera Exploradora!
Por algún motivo, Sora y Paimon sabían que esas palabras no se dirigían a ellos.
No.
Aquella chica, tan seria pero gentil, hablaba consigo misma acerca de sus propios deseos y metas. Los viajeros no pudieron evitar sonreír. Después de todo, era la primera vez que se encontraban con alguien tan dispuesto a cumplir los anhelos de su corazón.
Al llegar a una bifurcación del sendero, Amber comenzó a guiarlos hacia la izquierda. Sora miró hacia atrás, observando cómo la ciudad amurallada, al otro lado de un puente de piedra, se alejaba.
— Disculpen que retrase su llegada a Mondstadt —dijo la exploradora—, pero aún tengo cosas que hacer, y no creo que los otros Caballeros permitan la entrada a forasteros así como así.
— No te preocupes. Creo que incluso podemos ayudar. ¿No, Sora? —exclamó Paimon, volteándose para observar a su compañero.
— ¿Oh? ¿Así que son buenos combatientes? —inquirió Amber, subiendo por una ladera.
— ¿Combatientes? ¿Acaso vamos a pelear contra alguien? —preguntó Sora.
— ¡Ah! ¡Un Hilichurl! —gritó Paimon.
Efectivamente, varios metros más arriba, en la cima de la colina, un Hilichurl caminaba despreocupadamente.
— ¡Rápido! ¡No dejen que escape! —exclamó Amber, preparando su arco nuevamente.