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INTERCAMBIO DE NÚMEROS                 

                               (***)

— ...En ese momento, Hollyday comprendió que nunca había tenido una amistad como esa. Sentir que tenía alguien a quien podía confiarle cualquier cosa sin recibir ninguna burla o reproche hacia ella. Alguien que haría hasta lo imposible por verla sonreír. Alguien que la acompañaría y ayudaría a encotrar y alcanzar la felicidad sin pedir nada a cambio. Alguien que esté dispuesto a verla brillar y triunfar. Jamás se había sentido de esa manera con alguien, y le gustó tanto esa sensación, que jamás imaginó una vida sin él. Mucho menos tener que dejarlo ir de este mundo y acostumbrarse a vivir sin su alma gemela.

Entre lágrimas, vítores y aplausos terminé de relatar el borrador de mi corta y trágica historia para la clase y el profesor Cavani.

— Realmente muy emotivo y maravilloso, señorita Wagner. Un limpio y encantador trabajo... La felicito. — Limpió sus anteojos para volver a colocárselos y mirarme otra vez. — Utilizar experiencias y anécdotas propias para una historia es realmente cautivador y sobre todo muy valiente de su parte... Cualquiera que tenga una duda, puede hacérsela a su compañera. — Un chico de los asientos del fondo, levantó su mano y enderezó su espalda. — Señor Kane, comparta su duda.

— Asia, fue mravilloso lo que hiciste. Te felicito. —  Se puso de pie. — Nos contaste anteriormente que tu historia relata algo muy personal de tu vida. Mi pregunta es, ¿por qué si es anécdota tuya, entonces no usaste tu nombre?. — Volvió a sentarse sin quitar su atención sobre mí.

Una muy buena pregunta.

— Creo que aunque no funcionó hoy, tal vez quise ocultar la tormenta de recuerdos y el dolor de alguna manera. Cambiando los nombres en este caso, me resulta menos dañino. Sentir por algunos momentos que eso no fue lo que pasó en realidad o que es pura ficción, alivia el dolor de la realidad... Tal vez fue por eso.

Treinta minutos y algunas presentaciones después, estábamos saliendo del instituto. En mi caso, iba a la cafetería.  Si bien no era fin de semana, se me antojaba un tostado y un café, así como pensar y arrelgar algunas cosas del proyecto del profesor Cavani.

En una caminata bastante tranquila, llegué en unos quince minutos al establecimiento, directo a saludar y hacer mi pedido.

— ¡Buenos días!, ¿cómo están?, espero que estén teniendo un grandioso día todos ustedes. ¿Se encuentra libre la mesa nueve?.

Un joven al que nunca antes había visto estaba buscando en el monitor que tenía frente a él.

— Hola, sí, se encuentra libre, ¿cuál es su nombre?.

— Asia, como el continen...

Alguien irrumpió la conversación.

— No necesitas anotar su nombre, Adam. Ella es la dueña lícita de la mesa nueve, Asia Wagner. Recuérdalo, por favor.

Louise, la encargada de la cafetería fue la irrupción a mi comparación de mi nombre con el continente asiático. Una mujer dulce, hermosa y muy alta, pero por sobre todo, una mujer muy leal y con mucho tacto para con las demás personas.

— Sí, señora. — Anotó algo en el monitor para luego volver a mirarme por sobre sus lentes. — ¿Qué va a ordenar, señorita Wagner?.

Mi corazón se estrujó al oírlo llamarme de esa forma. Que adorable joven, aunque algo tímido a primera vista. Podríamos llevarnos muy bien.

— Me gustaría un café simple con tostados, Adam. Muchas gracias.

Una sonrisa fue su respuesta y volvió a teclear en su monitor.

— No tienes que seguir preguntando por la mesa, cariño. Sabes que nadie más que tú va a usarla. — Louise habló desde el pie de las escaleras.

— No me acostumbro aún. En mi mente aún tengo que pelear por ella como lo hacíamos antes.

— Es completamente tuya, cariño... Sube que te llevarán tu pedido.

Hice caso a Louise  y subí las escaleras para ir directamente hacia la mesa, que se encontraba vacía y pulcra como siempre. Apoyé mi mochila sobre una silla y el  bolso de mano que tenía mi computador, sobre la mesa con cuidado.

En lo que llegaba mi pedido, me tomé mi tiempo para abrir mi computador y acomodar mis cosas en la mesa. Siempre puede llegar el momento de inspiración, por lo que me gusta estar preparada para cuando llegase.

— Permiso, señorita... Asia. Con permiso, Asia.

Adam, el chico de hace unos minutos, se acercó y puso mi pedido sobre la mesa.

— Muchas gracias, Adam.

— No es nada, cualquier cosa que necesite puede avisarme.  Voy a estar abajo. — Una dulce sonrisa acompañada de una mirada entre triste  y comprensiva sobre mí me hizo deducir que tal vez Louise le contó el porque esta mesa sólo la uso yo y porque el trato tan especial y diferente del personal para conmigo.

— Muchas gracias, Adam. — Froté mi mano en su antebrazo en un gesto de agradecimiento y amabilidad que espero y de haya sentido de esa forma, sino me daría mucha vergüenza.

Abrí mi computador y enchufé mis auriculares a él para tener un buen momento con buena música mientras bebía y comía lo que Adam había dejado en mi mesa un momento antes.

Puse en reproducción una playlist de Harry Styles por algunos minutos en lo que tomaba mi café y comía lo que estaba en mi plato.

Entre tarareos y pequeñas anotaciones en mi libreta, terminé de comer lo que hacia algunos minutos era un pintoresco plato.

De reojo vi una sombra apoyada en la silla frente a mí, por lo que pausé la música y quité mis auriculares de mis oídos.

— Hola, linda.

Corban movió la silla frente a mí para sentarse en ella. Tomándome por sorpresa, ya que no lo había visto cuando entré (aunque no presté tanta atención) y no escuché abrir la pequeña puerta de las escaleras.

— Corban, ¿cómo estás?.

— Muy bien, ¿tú?. Creí que venías sólo los fines de semana.

— Me alegra, estoy bien también... Creo que quise un lindo momento a solas antes de volver a casa.

— Suena bien.

— No te vi entrar...

— Oh, sí.  Estaba con unos amigos en la otra mesa, — Dio una rápida mirada a una de las mesas del lado derecho, en la que había un grupo de cinco chicos de apariencia muy variada. — y te vi cuando llegaste así que quise saber como estabas. No vine antes porque estabas con ese chico pero la espera valió si estás bien.

Una risa brotó de mi garganta.

— Sí, Adam trabaja aquí.

— Adam...Tiene nombre de asesino.

Entendí la referencia.

— Parece un buen chico, acabo de conocerlo y no parece un asesino, Corban. — Él viró los ojos con una linda sonrisa en su rostro.

— Le quitas el misterio. Voy a seguir creyendo que es un posible asesino, aunque no lo sea.

— Me parece bien.

Me puse de pie para más comodidad y desenchufé el cable de mi computador, para guardarlo en  el bolso y guardar mi libreta y herramientas en mi mochila.

— ¿Te vas?.

— Eso creo, en esta época oscurece temprano y no es de mi agrado estar fuera de casa.

— Entonces te llevo a casa.

Se puso de pie y volvió hacia su mesa para tomar una campera, una gorra y una mochila de ella.

— No tienes que llevarme, puedes acompañarme a la parada de autobuses y sería lo mismo.

— No es lo mismo, hay muchos peligros allí afuera. Voy a llevarte si me lo permites, no es molestia. — Se puso su campera y gorra para luego, ponerse mi mochila en su hombro libre.— Mis amigos no son tan importantes, linda. No te preocupes.

Reí ante la confesión sobre sus amigos.

— Está bien.

Acomodé mi bolso y caminé directo a las escaleras con Corban detrás mío, captando la atención de Louise y Adam en el camino, me despedí de ellos y salimos del establecimiento para ir driecto a su auto, que se volvió tan familiar para mí este último tiempo.

Un viaje silwbcuoso, en el que le conté a Corban lo que hice en el día, lo cansada que estoy ahora luego de todo eso y algunas cosas de mi vida en general. En unos pocos diez minutos, estábamos doblando hacia la cuadra de mi casa.

— No te bajes aún. — Bajó muy apurado hacia el lado del acompañante para abrir mi puerta.

— ¿Funciona desde afuera?.

— No, sólo quise abrir la puerta para ti. — Tiene esa hermosa sonrisa que me contagió en un instante.

— Ante todo, los modales.

— Los modales hacen al hombre, dicen por algún lugar. —  Se encogió de hombros para comenzar a seguirme hacia la el inicio del camino que guiaba hacia la entrada de la casa.

— Bueno, te invitaría a pasar pero creo que mis padres están en casa y sería una situación extraña, ellos son algo... intensos.

— No te preocupes, tengo que buscar a mi perro.

— ¿Se perdió?.

Una sonrisa creció en su rostro.

— No, no. Mi hermana está cuidándolo, tuve que hacer unas cosas durante el día y no iba a dejarlo sólo tanto tiempo. — Sacó su teléfono y comenzó a buscar algo.—  Es un cachorro muy travieso, me lo encontré en una veterinaria de pasada, estaba en una cajita junto con otros dos más. Al parecer son hermanos pero no podía llevarme a todos, así que tomé al más pequeño y le hice sus papeles y primeras vacunas en ese lugar, —  Me mostró una foto donde salía un cachorro precioso, gris con manchas por doquier de color marrón, blanco y negro. Estaba sentado con un pequeño oso de peluche al lado.—  se llama Baloo, y es muy cariñoso.

— Es hermoso, igual que su nombre.

— Sí que lo es.

— Creo que voy a entrar, tienes que ir por tu pequeño. No voy a entretenerte más tiempo.

— Claro, por cierto.  Asia, ten. — Me entregó un pequeño papel envuelto.

— ¿Qué es?.—  Comencé a abrirlo para encontrarme con que era un número telefónico.

— Es mi número... Si alguna vez necesitas algo o un chofer, háblame y ahí voy a estar.—  Rascó la parte trasera de su cuello con cierto nerviosismo.

— Voy a mandarte un mensaje para que guardes el mío, entonces.

Una enorme sonrisa se posó en su rostro.

— ¡Perfecto!

— Nos vemos luego, Corban.

— Nos vemos, linda.

Sin mirar atrás, entré a casa y ahí se encontraban mamá y papá.  Él sentado en la mesa del comedor y ella muy disimuladamente estaba sobre la ventana que da a la entrada, casi colgada de las cortinas con una gran sonrisa en su rostro, igual que papá.

— Hola, mi niña. ¿Cómo te fue hoy?.

Papá habló.

— Muy bien, presenté mi historia y al parecer le gustó al profesor así que fue un buen día.

— Me alegra escuchar eso, cielo. — Mamá caminó hacia el sofá con la misma sonrisa. — ¿Pasaste por la cafetería o fuiste a otro lugar?.

— Estuve en la cafetería, hablando con Louise y un chico que comenzó a trabajar hace poco tiempo en el lugar.

— ¿Ese chico es el mismo que te trajo a casa, cariño?. —Papá tenía la sonrisa más grande que jamás había visto en su rostro, más grande que la de mamá incluso.

Viré los ojos ante la felicidad de mis padres. Voy entendiendo por donde va esta conversación .

— No, de hecho. Adam es el chico que trabaja en el café y Corban, es el joven que me trajo hoy.

— Corban... Tiene nombre de malandro, cariño. ¿Es buena persona?.

La curiosidad de papá me hizo reír, también a mamá.

— Eso creo, sino no hubiera venido con él. No tienes que preocuparte.

— Está bien, cariño. Me alegra que conozcas personas. Nos pone muy contentos, enserio. 

🌱¡BIENVENIDOS!

🌾Recuerden que cualquier error será corregido al finalizar la historia.

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