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Apariencias

Matías interrumpió la lectura en ese punto, no podía seguir leyendo aquello. Le daba tanta rabia e impotencia la situación del personaje. 

Se sentía identificado con él ya que también estaba atrapado y encerrado,  no encontraba la salida y aquello lo estaba consumiendo poco a poco. Así como el personaje de la novela, él tampoco era libre.

La desesperación no se había apartado de su ser como tampoco lo hizo de ese personaje de ficción que empezaba a querer.

A él también lo colocaron en una situación difícil, no podía hacer nada para evitar vivir aquella tragedia que era su vida misma.

El teléfono volvió a sonar pero en esta ocasión fue su madre quien  lo atendió. Sin embargo, instantes después fue a buscarlo.

— Matías, es para vos — dijo con voz cansina  - Es el tío Carlos — aquello bastó para que se le pusieran los bellos de la nuca de punta. La furia lo embargó al completo pero tuvo que contenerse.

— Voy — fue lo único que dijo ya que su madre se alejó.

Odiaba a ese tipo porque se aprovecha de su situación económica, le prestaba dinero a su madre para saldar las deudas que su padre les dejó al morir pero no lo hacía por generosidad.

Se cobraba con su persona cada centavo "prestado" y eso lo tenía harto pero ¿qué podría hacer?

Estaba atrapado como el personaje de la novela. Suspiró hondo y se alejó también de su habitación, tomó el tubo del teléfono y dijo: 

— Soy yo — la voz de su tío era profunda y gruesa, a medida que pasaban los minutos Matías apretaba el tubo con fuerza hasta que los nudillos de la mano se pusieron blancos.

La furia se reflejaba en su rostro cuando dijo:

—¿Es necesario? — cerró los ojos con pesar al oír la respuesta — Tío, por favor — Comenzó a suplicar pero calló. Volvió a abrir sus ojos y en esta ocasión reflejaron resignación — Está bien tío, cuenta conmigo entonces  ¿a qué hora debo estar allá? — Golpeó la pared con su mano izquierda en forma de puño por la frustración  que sentía.

Cuando colgó el teléfono le llevó unos minutos serenarse y volver a colocarse la máscara de la indiferencia, solo así podría ocultar la verdad de los hechos.

Respiró hondo y todo volvió a ser como antes, al menos en  apariencias.

— ¿Acabaste? — le preguntó su madre

— Si

— Carlos me traerá en persona el dinero del mes — continuo —  Desea que lo acompañes para que lo ayudes en unos negocios.

— Lo se

— Irás ¿verdad? -— él la miró intentando mostrarse indiferente. — Es lo mínimo que puedes hacer, te va muy mal en el colegio, jamás estudias ya que estás de vago todo el día en la casa. No intentas trabajar de algo tampoco por lo tanto jamás aportas nada en la economía para esta casa a diferencia de tus dos hermanos que estudian y trabajan a su vez. Carlos podría darte un trabajo a tiempo parcial si así lo desearas en contraturno del colegio pero….tú no quieres hacer nada de nada.

— No — dijo Matías sintiendo cómo se le revolvía el estómago, si tan solo su madre pudiera darse cuenta de su situación, si supiera la verdadera razón por la cual Carlos la ayudaba económicamente — Nunca lo aceptaré — Solo la ayudaba porque quería tenerlo a él sumiso y esclavizado.

El hermano de su padre era la peor basura y aun así él tenía que someterse a su voluntad.

— No te dejas ayudar Matías, desde la muerte de tu padre caíste en un pozo oscuro y por más que intentamos sacarte de allí….eres tú quien no acepta ayuda alguna de nadie — diciendo aquello se alejó.

Matías quiso reír debido a la ironía tras escuchar aquello ¿en serio lo decía? Por dios ¿qué tan ciega podría resultar ser su madre?

No quería pensar más, se fue a su cuarto donde guardó la novela en el cajón de su escritorio y empezó a alistarse.

La angustia lo consumía por dentro, sus hermanos estudiaban y trabajaban, eran brillantes y el orgullo de su madre mientras que él solo era la vergüenza de la familia. Si pudiera decirle lo que Carlos  esconde pero ¿qué ganaría? Nada.

Ella jamás creería en sus palabras y solo conseguiría atarse más a Carlos y eso era lo último que deseaba.

Cuando escuchó la voz de Carlos en el living su estómago se le revolvió al completo.

Respiraba entrecortado pero tenía que hacer aquello, no tenía opción. Tomando aliento abrió la puerta  de su habitación y salió al encuentro de aquel monstruo que lo tenía bajo su control.

Miró a su madre felíz al recibir la plata necesaria para pagar la cuota del mes que achicaba la gran deuda que su padre les dejó.

Aquello representó un buen motivo para seguir avanzando, Carlos había cumplido y ahora era su turno. Ese fue el trato: se sometería a los caprichos de su tío siempre y cuando este pague la deuda que su hermano, padre de Matías, dejó a su madre y hermanos.

— Sobrino  —  dijo Carlos sonriendo felíz —  Me alegro que hayas aceptado ayudarme en mis negocios

— Si no queda otra — fue la cortante respuesta de Matías

³ Matías por Dios — lo regañó su madre  —  Más respeto a tu tío Carlos

— Los jóvenes son así  — decía Carlos  —  No te preocupes cuñada. Está todo bien — Matías lo miró con odio intenso — ¿Nos vamos sobrino?

—Claro — dijo apretando los dientes.

Carlos pasó su brazo por los hombros de Matías e inmediatamente el muchacho sintió un escalofrío recorrerle la espalda y la sensación de asco volvió a invadirlo al completo.

Pero nada hizo por apartarlo, sabía que estaba atrapado.

Juntos abandonaron la casa.

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