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Atrapado

IAN

Luz y oscuridad continua. Golpes, dolor y humillación era lo que vivía continuamente durante todos esos años. Si. Fausto me tuvo cautivo años y para mi pesar nada podia hacer.

Al principio me resistí pero al ver que nada lograría dejé de intentarlo. Simplemente dejé que haga conmigo lo que le plazca.

El suplicarle no funcionaba. ¿Qué puedo decirte? Esos tres años que pasé siendo su prisionero me violó, me drogó, me golpeó y por supuesto seguia violandome. Me tenía desnudo y encadenado a la cama.

Lloraba continuamente el primer año y medio. Le suplicaba piedad pero era como hablarle a la pared, no escuchaba. Fausto se había vuelto más cruel conmigo.

Con decirte que lo excitaba sobremanera golpearme con el látigo en carne viva.

Buscaba cualquier excusa para hacerlo, luego me violaban consiguiendo que sangrara más aún.

Si, fueron los peores años de mi vida. No quisera contártelo pero mi finalidad es ser totalmente sincero contigo. Sin embargo omitiré los detalles más fuertes.

Igual debo confesarte que pese a padecer las peores torturas nunca perdí la esperanza de ser libre nuevamente y volver junto a Orfen.

Sabía que él me salvaría, solo debía resistir. No obstante no sabía cuánto tiempo podría reisitir antes de quebrarme por completo.

Aún recordar aquello hace que me duela todo, tiemble y hasta llore. Lo que viví allí no se lo deseo ni a mi peor enemigo.

Recuerdo que los días pasaban lentos, al punto de haber perdido la conciencia del tiempo ya que no sabía cuándo era de día y cuándo de noche, qué día era ni qué hora.

Estaba encadenado de mi cuello a la cama, desnudo y Fausto permanecia sobre de mí la mayor parte del tiempo.

Me decía cosas pervertidas, crueles y locas que me desesperaban. La forma en que me tocaba me daba asco pero de nada servía resistirme ya que terminaba  atandome los brazos sobre mi cabeza al respaldo de la cama para violarme y golpearme con furia.

Él me manoseaba como ya era su costumbre hacerlo, me repugnaba dandome asco.

Con mis manos lo alejaba con desesperación, hasta que volvió a atarme los brazos a la cama sobre mi cabeza. Eso lograba desesperarme más que otras cosas.

—¡Noooo! ¡Déjame!

— Si tan solo me dieras una oportunidad Ian, una única oportunidad de amarme...nada de ésto te estaría pasando.

—¿Amarte? Es un chiste ¿verdad?

—Nunca estuve hablando tan en serio

— Jamás podría amarte Fausto jamás — las lágrimas saltaron de mis ojos debido a la desesperación — ¿Cómo podría amar a quien me secuestró? ¿Cómo se supone que te ame si me....violas? ¡Me torturas! ¡Me golpeas! ¡Me tienes encadenado a la cama, desnudo y...y.....y me drogas. — Sin poder más lloré con desesperación

— Todo cambiará si me amas, si me aceptas en tu vida. ¿Aceptarías casarte conmigo Ian?

— ¡Nooooo! ¡Prefiero estar muerto! ¡Así que matame nomás!

Fausto me golpeó con fuerza en plena cara consiguiendo que sangrara por la nariz, salió de la cama y tomó el látigo mientras decía:

—Lastima Ian, podría ser tan diferente si solo cooperarás.

—¡Vete al diablo maldito! — rugí y él me volteó quedando boca abajo para luego empezar a latigarme. Dios qué dolor sentía, por más que grite y llore nada lograba. — ¡Maldito! ¡Por favor mátame!

—¡Nunca! ¡Estarás aquí por  siempre!

¿Cuánto tiempo me latigó? Lo ignoro, solo sé que me desvanecí del dolor. Cuando desperté seguia en la misma posición  solo que mis brazos  ya no estaban atados a la cama.

Pero mi espalda y mis nalgas sangraban a más no poder. Volví a desvanecerme siendo los únicos momentos en que me sentía libre.

Cuando volví a despertar mi espalda me dolía menos y ya no sangraba. Las sábanas eran otras, pero para mi pesar seguía desnudo y encadenado a la maldita cama.

Él volvió a la cama, a posarse sobre de mí. Me dolía el cuerpo y estaba exausto pero ¿qué podía hacer? Sus asquerosas manos empezaron a tocarme de esa forma tan repugnante que solo lograba desesperarme.

—Me tienes loco Ian, al punto de negarme a casarme con una chica que tiene un hijo mío solo por tí. Mis hermanos se hicieron cargo del niño ¿sabes? Ya que su madre se decepcionó al saber que no sería mi esposa ni disfrutaría de nuestra fortuna y lo dejó.  En fin....lo cierto es que me dí el lujo de rechazar a chicas por tí....y tú me rechazas continuamente.

Nada dije porque no me importaba nada sobre Fausto. Miraba hacia un costado intentando evitarlo.

Él me inyectó, en ese momento, aquella horrible droga llamada afrodita que me obligaba a arrojarme encima de quien sea que se encuentre frente de mí.

Me empecé a excitar y durante todo el tiempo que duró aquello las lágrimas humedecieron mi rostro.

Cuando el efecto de la droga acabó, Fausto se fue de la habitación dejándome desvastado. Con desesperación me arrodillé en el colchón y tras sujetar la cadena que me ataba a la cama manteniendome cautivo, empecé a forcejear mientras lloraba desesperadamente, hasta que el cansancio me hizo desistir de nuevo. Caí a la cama y lloré.

Oscuridad continua. Tortura constante. No me dejaba salir de la cama, me decía que allí era donde debía estar siempre.

Si no me esforzaba en el sexo logrando que él esté satisfecho no solo me golpeaba, sino que no me daba de comer ni de beber. Así que por más asco que sintiera tenía que ceder.

"Orfen ¿dónde estás mi amor? Te necesito, por favor mi amor. Ayúdame. Ya no soporto más".

Llegó un punto que mi mente quedó en blanco, dejé de sentir y de pensar. Me fuí encerrando en mi mismo ya que no soportaba mas mi realidad.

Solo anhelaba salir de esa maldita cama y que Fausto deje de violarme. Dios, deseaba alejarme de ese maldito bastardo para siempre.

¿Quién era yo? O mejor dicho ¿qué era? Algo que solo servía para ser usado como Fausto lo hacía continuamente. No era persona, no era alguien puro ya que estaba sucio, muy sucio. Era una cosa.

Aquello me desesperaba al punto de desear dejar de existir en este mundo, pero mi amor por Orfen era mucho más fuerte por lo que decidí seguir aquí.

Aunque por supuesto era difícil, me costaba bastante. Si tan solo en esos momentos habría sabido de tu existencia, habría sacado fuerzas de mis flaquezas para seguir luchando. Pero me enteré de que existías mucho después.

Así que en esos momentos sentí que las fuerzas me abandonaban y me dejé arrastrar por la oscuridad.

Blanco total en mi mente. Nada más. Sin pensamientos. Solo tenía sentimientos de desesperación, asfixia, dolor y asco. Mucho asco. No sé que me hizo Fausto durante el tiempo restante ni qué pasó después. Solo sé que a mi mente fueron llegando voces diferentes, mis sentidos fueron invadidos por ruidos, olores y sabores distintos.

Cuando volví a tomar contacto con la realidad me ví en un hospital psiquiátrico sentado en una silla dentro de una habitación blanca con otras personas que hacían cosas raras.

Era evidente que todos eramos pacientes. Lo primero que hice fue llevarme las manos al cuello para comprobar que ya no estaba encadenado. Quienes allí nos cuidaban y trataban me vieron reaccionar, y uno de ellos se me acercó para hacerme preguntas.

Pero yo solo podía llorar, y pese a mi mismo lo único que podía decir era lo mismo una y otra vez.

— Orfen ayúdame....ayúdame Orfen.....Por favor Orfen.....ayúdame....

No importaba qué me pregunten, qué digan solo podia repetir lo mismo. Solo quería ver a Orfen, lo necesitaba tanto que en verdad me sentía enloquecer.

— ¿Quién es Orfen?

—Orfen ayúdame.....Orfen Von Fisher.....ayúdame.....

—¿Von Fisher? ¿Orfen Von Fisher?

— Ayúdame.....ayúdame Orfen....

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