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Orario y el balance 2.295

Viggo, Rosewisse y Ottar estaban en la sala que precedía a la arena donde debería estar el monstruo Udaeus. Frente a ellos había monstruos del tipo esquelético con espadas, escudos, lanzas y hachas. Eran muy parecidos a Udaeus en el sentido de que estaban hechos de huesos negros, pero estos guerreros esqueleto llamados Spartoi, tenían piernas y se movían a lo largo de la arena. Eran más de treinta, así que Ottar había sacado su ultra espadón y Rosewisse su katana, pero se mantuvieron a distancia.

Por otro lado, Viggo estaba dando saltos en su posición mientras contaba la distribución de los esqueletos y tomaba nota de los que estaban más próximos. Dio un ligero saltó y alcanzó al primero "¡SE!" grito, lanzó un puñetazo y le aplasto el cráneo a un esqueleto antes de que pudiera reaccionar. Después se movió a otro esqueleto negro con una lanza. Sus ojos tenían un brillo ígneo que lo hacía ver como un espíritu vengativo. El esqueleto lanzó una estocada con la lanza, Viggo dio un pequeño salto a la derecha sin desarmar su postura, se impulsó hacia adelante y lanzó una patada la mandíbula destruyendo el cráneo en el proceso. Viggo fue lanzando golpes a medida que avanzaba y rápidamente redujo el número de esqueletos a diez.

Viggo respiraba manteniendo la tranquilidad y dando saltos en su posición. Se sentía bastante diferente a su yo usual utilizando espadas, el arco o magia. Era una sensación que no recordaba de su época de lucha con los maleantes de la región de Dedalus. Su cuerpo se sentía ligero, su mente despierta y en tensión, como si su cerebro fuera una especie de tela que alguien estiraba hasta su límite. Los diez esqueletos negros por delante portaban todo tipo de armas y lo miraban con esos ojos ígneos que los hacían ver como pequeños Udaeus del tamaño de una persona normal. Viggo corrió, lanzó un grito y después puñetazos y patadas quebrándolos uno detrás de otro hasta que todos cayeron al suelo y se desvanecieron dejando una piedra purpura.

Ottar y Rosewisse se acercaron y vieron a Viggo con el rostro traspirado. No era para menos, habían avanzado rápidamente en el calabozo sin descanso y todo el trabajo lo había hecho él. Sin embargo, Viggo no parecía molesto ni cansado ni mucho menos daba la sensación de que iba a pedir un relevo.

—Bueno, al menos no gritas como padre— dijo Ottar con una sonrisa incomoda. Rosewisse lo miró confundida y Viggo miró hacia otro lado con vergüenza. Viggo, ni en un millón de años pensó en imitar a su padre con todos esos sonidos extraños como "puwaaa" y cosas así. No, mejor dicho, preferiría morir antes que imitar a su padre. Sin embargo, Kain le había explicado que solo era una forma de aumentar la fuerza de los golpes, algo que cualquier luchador hace por instinto. Según Kain, lanzar un grito hace que el aire fluya con el movimiento, los músculos en el abdomen se tensen de forma natural y aumente la fuerza del golpe. El propio Viggo lo comprobó con la mente de Ivaldi y vio como los músculos se tensaban. Ahora, Viggo lo entendía, pero prefería utilizar sus propios gritos de combate en lugar de hacer algo tan estrafalario como su padre. Él se preguntaba ¿Dónde Kain aprendió a gritar de esa manera? Era ridículo por decirlo menos.

—Con esto espero que Hitomi se quede tranquila— dijo Rosewisse recogiendo las piedras purpuras del suelo

Viggo la vio y le dijo —muchas gracias—

—No hay de que— respondió Rosewisse recogiendo la última piedra y levantándose para mirarlo a los ojos —tú has hecho todo el trabajo, así que gracias a ti—

Ottar miró a Viggo y le preguntó —¿Vas a continuar?—

—Claro que voy a continuar, si está Udaeus lo voy a vencer con mis puños y pies— respondió Viggo

Ottar negó y añadió —si veo que estás en problemas, no te quejes si te ayudo—

—Claro, no hay problema, ustedes son mi seguro de vida si algo llega a fallar—

Todos sonrieron, se miraron y después miraron al final de la habitación donde había una amplia muralla de piedra blanca. Los tres caminaron a paso lento y cuando llegaron a diez metros de distancia, la muralla bajo y dejo ver un pasadizo que los llevaba a la siguiente zona, donde con un poco de suerte los esperaba Udaeus. Si el monstruo Rex no estaba, las escaleras de caracol que los llevaban al siguiente piso estarían disponibles sin la necesidad de luchar. Viggo esperaba que estuviera el monstruo rex, de esa manera podría probar su fuerza, técnica y capacidad de respiración con alguien fuerte.

Al llegar al final del pasadizo, vieron la luz de una zona desértica. Al salir del pasadizo vieron la zona de Udaeus, una amplia arena de más de mil metros de longitud con nada más que tierra y rodeada de murallas rocosas.

Viggo utilizo su clarividencia. Su visión viajo durante quinientos metros y llego al centro de la arena. No estaba disponible la bajada al piso siguiente. Eso solo significaba una cosa —espérenme aquí— dijo desactivando su clarividencia

—Si pasa lo peor— dijo Rosewisse preocupada por lo que pudiera aparecer en esta zona.

—Sí, estoy confiando en ti y Ottar— respondió Viggo, pero no se detuvo ni miró hacia atrás, solo continúo avanzando mientras su corazón latía con fuerza. Lo único que se escuchaba eran sus pasos sobre la tierra árida. A lo lejos se veían las murallas rocosas que marcaban el fin de la arena. También se veían raíces sobresaliendo de las grietas y árboles que crecían en horizontal. De repente se escuchó un pequeño temblor y unos dedos hechos de huesos negros se levantaron. Cada dedo era casi tan algo como el propio Viggo. Una mano esquelética se levantó de la tierra levantando una polvareda. Después lo siguió otra mano un par de metros más allá. Ambas manos se apoyaron sobre la tierra árida y algo se levantó con brusquedad lanzando tierra al cielo. La polvareda se extendió, pero a través de ella se elevaron un par de ojos ígneos que miraban a Viggo desde diez metros de altura.

—Estaba esperando por ti— dijo Viggo con una amplia sonrisa, comenzó a dar saltos sobre su posición. Al mismo tiempo, la polvareda se fue disipando y quedó el torso de un enorme esqueleto negro con cuernos y gemas rojas en las uniones. Udeaus, el monstruo rex, había despertado. Dicha criatura soltó un rugido bestial y al instante siguiente emergieron estalactitas del suelo que avanzaron con dirección a Viggo. Este último dio un salto y se movió a su encuentro, pero en el último segundo, cuando parece que las estalactitas lo iban a alcanzar, dio un salto hacia un lado y paso por al lado de ellas. Esa era la gran debilidad de este ataque mágico, que solo funcionaba en una dirección y no podía cambiar su curso ni devolverse.

Viggo avanzó lo más rápido que pudo hacia Udaeus, pero este último volvió a generar más estalactitas. Viggo continúo avanzando y una vez más evito las estalactitas por el mínimo margen. Udaeus soltó un rugido bestial, levantó su enorme mano huesuda y la descargo contra Viggo. Este último se detuvo por un momento, tomo una buena cantidad de aire, llevo su mano derecha hacia atrás y grito —SE!— entonces apretó su puño y recibió la mano de Udaeus con un puñetazo. El impacto fue poderoso, la mano de Viggo sangro, pero no se rompió. Sin embargo, el peso fue mayor y no pudo hacer retroceder la mano de Udaeus. Así que la mano lo aplasto en el suelo como si fuera una mosca.

—Viggo— grito Rosewisse y se lanzó a correr sin esperar nada. Ella materializo su katana de hoja azul, pero Udaeus la recibió con un torrente de estalactitas. Ella ocupo sus alas para elevarse en el cielo y evitar el ataque, pero Udaeus levantó su otra mano y la golpeo haciéndola retroceder para caer diez metros más allá.

Al mismo tiempo, Viggo bajo la mano de Udaeus comenzó a hacer fuerza para sacar la mano del monstruo de su cuerpo, pero sin el touki era imposible. Soltó un suspiro de desilusión, se recubrió del aura roja del touki y empujo a Udaeus como si la gran mano de hueso negro que lo aplasto al principio no fuera nada. Viggo se levantó, invoco la espada del caos en su mano derecha y la lanzó hacia atrás, extendiendo la cadena atada entre su antebrazo y el pomo de la espada. Una vez que la cadena se extendió diez metros, Viggo la sostuvo con fuerza, tiro de ella y con un efecto latigo, la espada se movió hacia adelante golpeando a Udaeus en la esfera roja que sujetaba el brazo izquierdo. La esfera recibió el impacto, se desmorono en pedazos y el brazo cayó.

Viggo jalo otra vez la cadena de la espada del caos y la espada volvió a su mano. Udaeus lo ataco con su otro brazo, Viggo saltó, tomo una profunda respiración, tiro hacia atrás la espada, la cadena se extendió y grito un —SE!— al instante siguiente tiro de la cadena y golpeo con la espada a Udaeus en el otro hombro con el mismo efecto látigo. La esfera roja se destruyó en mil pedazos, el brazo cayó al suelo y Udaeus quedó sin sus dos brazos.

Udaeus no se dejó vencer tan fácilmente y descargo múltiples torrentes de estalactitas. Viggo corrió a su encuentro, evadió las estalactitas por un mínimo margen, llego frente al monstruo y dio un gran salto. Viggo quedó frente a la cabeza del monstruo rex, vio el brillo ígneo de los ojos en las cuencas de la calavera. Viggo canalizo fuerza del alma a la espada del caos, la hoja se llenó de un terrible fuego. Él lanzó la espada hacia atrás extendiendo la cadena varios metros y la sostuvo. Después tiro de la cadena y golpeo la gran calavera con la espada utilizando el efecto látigo. El golpe fue tan fuerte que destrozo la mitad del rostro del monstruo rex y cayó a tierra moribundo o lo más parecido a eso.

Viggo cayó sobre sus pies, se acercó a la caja torácica de Udaeus y se detuvo delante del cuerpo. Desvaneció la espada del caos de su mano e hizo aparecer el hacha levitan. Viggo canalizo fuerza del alma y el hacha se cubrió de una capa de hielo. Él tomo el hacha con ambas manos y la descargo rompiendo dos costillas. Después descargo otras dos veces el hacha y le rompió todas las costillas que protegían el núcleo carmesí en el interior de la caja torácica. Viggo se detuvo delante del núcleo, tomo el hacha leviatán con ambas manos, soltó un rugido de furia y golpeo el núcleo con todas sus fuerzas, destrozando la esfera roja en mil pedazos.

Udeaus desapareció al instante, pero Viggo frunció el ceño al ser incapaz de luchar a la par contra un monstruo sin utilizar el touki. Lo había vencido, pero quería hacerlo con la fuerza de su cuerpo ¿Cómo iba a superar a su padre si seguía siendo tan débil?

—Viggo ¿Estás bien?— preguntó Rosewisse deteniéndose a su lado

Viggo se dio la vuelta con una mirada de frustración, pero al ver que Rosewisse tenía algunos moretones en el rostro, se preocupó. Viggo se acercó, extendió sus manos y le toco la cara —¿Tú estás bien?— preguntó —¿Qué te paso?—

—Quise ayudarte, pero ya ves, me encontró desprevenida, nada serio—

Viggo quedó mirando Rosewisse y después miró más atrás. Ottar se mantenía a la distancia, él lo conocía mejor que nadie. Así que estaba seguro de que no estaba vencido, pero Rosewisse... Viggo la volvió a mirar a la cara, ella se ruborizo. Viggo saco la botella de estus de su anillo y se la tendió —toma, bebé y sana tus heridas—

—Gracias— dijo Rosewisse —estoy evaluando lanzarme más seguido a rescatarte, aunque sea inútil—

—Tonta, no es inútil. Siempre se agradece, me hace feliz que te preocupes por mi—

Rosewisse sonrió, llevo la botella con estus a sus labios de color rosa y le dio un largo sorbo. Rápidamente sus moretones se desvanecieron y su rostro quedó como si nunca la hubieran herido. Viggo sonrió satisfecho y ella le devolvió la botella.

—¿Qué te paso?— preguntó —vi que no pudiste golpear al monstruo al principio—

—Lo golpee— respondió Viggo —lo que pasa es que todavía soy demasiado débil y necesito del touki para poder vencer a los monstruos poderosos—

—Bueno, nada que hacerle, el camino es largo—

Viggo sonrió y asintió.

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