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Guerra y Fortuna 2.242

Viggo se detuvo delante de la puerta de la habitación de sus hijos y la golpeo un par de veces —soy yo— dijo con voz gruesa y fría. Hoy él vestía el abrigo, chaqueta, pañuelo en el cuello, pantalones y botas de cuero, todo de un color negro para que resaltara su cabello rojo. La ropa de noble se veía sedosa con bordados blancos en los bordes.

—Adelante, señor— dijo la nodriza de nombre Sofía.

Viggo abrió la puerta y vio a la nodriza sentado al lado de la cuna de los bebés. Rosewisse estaba en Midgar con Freya, Semiramis y Scheherezade haciendo negocios, Sakura y Ana de aventureras. Tsubaki haciendo sus primeros trabajos como maestra herrera y capitana de la familia Hephaestus. Sin embargo, la nodriza no debería estar sola con los bebés. Viggo escucho del lado izquierdo de la habitación el cierre de una puerta y vio a su tía Mikoto vestida con un kimono café claro.

—Hola, tía, vine a ver a mis hijos— dijo Viggo frialdad

—Veo ¿Cómo te sientes?— preguntó Mikoto a medida que se acercaba. Ella se detuvo delante de Viggo, extendió su mano al cuello y Viggo se la retuvo con firmeza —aparta tu mano— dijo ella. Viggo así lo hizo y su tía le toco el cuello. Los músculos se sentían como si estuvieran hechos de acero. No por el entrenamiento, si no por la completa tención de todo el cuerpo, listo para el combate en cualquier momento.

—Viggo, hijo— dijo Mikoto preocupada por él —debes encontrar una forma de relajarte. No es bueno que pases todo el tiempo tenso, te hará mal—

—Ya me dijiste eso, tía— respondió Viggo manteniendo una expresión fría

—Lo sé, y lo repetiré las veces que sean necesarias. Habla con tú padre, él podría saber alguna forma para que descanses. Si no quieres probar medicamento duerme con tus esposas. No creo que ellas se nieguen—

—Sería como una máquina— dijo Viggo agachando la mirada y soltando un suspiro —no puedo relajarme. No he dormido en dos días y el otro día pude dormir un poco, pero fueron dos horas. Yo…—

—Bien, suficiente, dejémoslo ahí. No quiero que te sientas mal— dijo Mikoto, le acaricio la mejilla como si fuera su propio hijo y continuo —ven a ver a Bell y Uriel. A lo mejor podrías tratar de pintarlos. Rosewisse nos contó el otro día, antes de que se fuera, que tenían ideas de retratar a los niños—

—Sí, creo que eso es correcto— dijo Viggo mostrando una pequeña sonrisa y sintiendo todo su cuerpo adolorido.

—También podrías probar cantar— dijo Mikoto —tienes una bonita voz, muy varonil, seguro que llamas la atención de los niños. Déjame ver, traeré algo de té, miel y limón para que afines tu garganta—

—Tía, no es necesario—

—No, es necesario. Ve a ver a los niños, vuelvo de inmediato—

Viggo vio a su tía caminar a la puerta y salir para ir a buscar lo que prometió. Viggo miró a la nodriza sentada al lado de las cunas. Él asintió y ella agacho la cabeza en un acto de respeto. Viggo camino hasta las cunas, ambas de madera barnizada, con un colchón y sábanas blancas. Ambos bebés dormían en sus propias cunas. Sin embargo, como un acto reflejo, en cuanto Viggo se acercó, ellos abrieron sus ojos. Bell a la izquierda, de cabello blanco y ojos rojos. Uriel a la derecha, más cercana a la nodriza, de cabello rojo y ojos azules.

Uriel abrió su pequeña boca de forma amplia soltando un gran bostezo. Por otro lado, Bell miraba a Viggo con ojos muy abiertos y atentos, como si no hubiera estado durmiendo con anterioridad.

—¿Qué pasa muchacho?— preguntó Viggo —tampoco puedes dormir—

Él se acercó a la cuna de Bell y lo tomo en brazos. Como Bell era pequeño, lo pudo llevar acostado en su brazo izquierdo. Después se fue a la cuna de Uriel, quien lo miraba con una sonrisa mientras mostraba sus encías. Ella movía sus pequeños brazos en un esfuerzo de alcanzarlo.

—Parece que alguien se despertó con mucha energía— dijo Viggo, agachándose para tomarla con su otro brazo

—¿Señor, le ayudo?— preguntó la nodriza, la mujer humilde con un pañuelo en su cabeza y un delantal blanco.

—Sí, Sofía, por favor—

Viggo dio un paso atrás, Sofía tomo a Uriel y la acercó a Viggo para que él la pudiera cargar en su brazo derecho. Uriel soplaba con su boca y con la saliva producía globos. Ella le hablaba a su modo produciendo sonidos simples, pero parece que le quería contar de todo. No se callaba, a lo que Viggo sonreía feliz. Por otro lado, Bell miraba Viggo con tranquilidad, sus ojos rojos no se apartaban en ningún momento de él.

Viggo se pudo calmar durante un momento. La lucha de los cientos veinte días no importo. Las constantes apariciones de draugrs, draugrs de elite. Ogros, trolls, dragones del calabozo, minotauros y otras criaturas abominables. También no importo el hecho de cansarse de tanto utilizar touki, ocupar fuerza del alma o no tener suficientes fuerzas. No importó el que durmiera solo cuatro horas y que, durante los primeros dos días, casi muriera comido por los draugrs que volvían a emerger de la tierra árida.

—Sofía— dijo Viggo con voz cansada y los ojos medio cerrados —toma a los niños—

—Eh— dijo Sofía, ella miró el rostro de Viggo y entendió de inmediato. Ella tomo primero a Uriel y la acostó en su cuna y cuando iba a tomar a Bell, tuvo que ser más rápida que nunca porque Viggo se estaba desmayando. Sofía alcanzó a arrebatarle a Bell y Viggo cayó tendido en el suelo.

Viggo se despertó en la tarde, aun recostado en el suelo de la habitación de los bebés, pero sobre una frazada gruesa. A sus pies pudo ver a su tía Mikoto, de cabello oscuro, ojos rasgados y kimono café, hablando con la nodriza Sofía. Por la intensidad de la luz y el sonido del viento, podía decir que eran más de las cinco de la tarde. Había dormido más de cinco horas de corrido, lo que se podría considerar un gran logro dentro de esta semana.

Mikoto vio a Viggo mirando hacia los lados y buscando algo con la mirada. Ella se levantó, se acercó a Viggo y se arrodillo a su lado en seiza, con mucho cuidado y elegancia —¿Cómo te sientes, Viggo?— preguntó

—Mucho mejor, tía— dijo Viggo con la voz adormilada. Su visión estaba borrosa, sentía dolor de cabeza y mareado, todo al mismo tiempo.

—Permíteme que te prepare un té— dijo Mikoto, ella se levantó del suelo y Viggo se quedó recostado mirando el techo blanco de la habitación. El frio del suelo se sentía refrescante mientras la brisa que entraba por la ventana estaba cálida.

A los pocos minutos Mikoto le trajo el té con limón y miel. Viggo se quedó recostado y Mikoto le acercó la taza para que poco a poco él pudiera beber.

El aspecto cítrico del limón despertó a Viggo, aun le dolía la cabeza, pero se sentía menos adormilado. Una vez que él termino de beber, se sentó en el suelo y miró hacia las cunas, donde deberían estar los dos pequeños durmiendo.

Viggo se trató de ponerse de pie con dificultad, pero no pudo y Mikoto le tuvo que ayudar. Una vez que él estuvo de pie, camino a las cunas donde los dos bebés dormían en completa calma cubiertos por una sabana delgada. Uriel movió sus pequeños labios como un botón de flor mientras balbuceaba algo. Por otro lado, Bell dormía con los brazos y piernas extendidos en todas las direcciones, como si fuera completamente libre.

—Creo que dejaremos las canciones para otro día— dijo Viggo en voz baja y con una sonrisa en los labios

—Es lo mejor— dijo Mikoto —pero podrías traer un atril, un lienzo y tus pinturas—

—No lo creo, tía— respondió Viggo —las pinturas tienen una aroma muy fuerte, pueden ser toxicas para los niños—

—En ese caso, es una pena—

—Pero está imagen es más que suficiente— dijo Viggo —con esto ya puedo pintar algo. Podría ponerle de nombre al futuro cuadro "inocencia y paz"—

—Sí, creo que sería el nombre perfecto—

Viggo tomo una profunda respiración, se despidió de Mikoto y Sofía. Salió de la habitación y camino a paso lento por el pasillo. La luz estaba disminuyendo en el pasillo, haciendo ver los muebles del lado izquierdo más opacos y las flores del día en jarrones más tristes. Al lado derecho de Viggo los ventanales mostraban un sol ocultándose en la distancia. Nada que ver con lo que pasaba en el cuadro pintado de la pesadilla. Así nombro Viggo el cuadro pintado donde todos los días era combatir hasta caer dormido.

—¿Qué es lo que quieren que aprenda con estas vivencias?— preguntó Viggo con cierto cansancio mental —no tiene ningún sentido que pase en soledad y meditando ciento veinte días para solo darme cuenta de todas las cosas que temo. No tiene ningún sentido más que de entrenamiento que pase ciento veinte días combatiendo con un mínimo descanso ¿Dónde está la iluminación? ¿Dónde está el kung fu, abuelo? Solo veo caos, soledad y miedo en todo esto ¿Acaso quieren destruir mi mente, mi familia y a mí por completo?—

Viggo se detuvo, soltó un suspiro y se acercó a la izquierda para apoyarse en una muralla blanca, al lado de un mueble barnizado al natural. Él se apoyó en la muralla, se dejó deslizar hasta caer sentado y se quedó ahí, con la pierna derecha extendida y la izquierda recogida y apoyada en el muslo. Solo era Viggo, cansado, agobiado, con un montón de preguntas y miedos. Viggo soltó un suspiro, se sentó en posición de loto. Había pasado ciento veinte días en la misma postura, así que para él fue tan natural como respirar. Cerró los ojos y se concentró en respirar.

Xiao apareció en ese momento y sonrió con amabilidad al ver a Viggo meditando en un pequeño espacio, oculto detrás del mueble. Por su expresión y las ojeras en los parpados, parecía realmente agobiado.

—Veo que le vas tomando el truco— dijo Xiao de buen humor, como si quisiera trasmitir su tranquilidad a Viggo. Parece que lo logro, porque este último sonrió, abrió los ojos y lo miró. El anciano se sentó en posición de loto delante de él.

—¿Cómo te sientes?— preguntó Xiao

Viggo miró al anciano, grandes entradas, cabello cano y largo, arreglado en un moño alto en la parte posterior alta de la nuca. Llevaba puesta una bata negra con botones que bajaban por su cuello, viajaban por la clavícula derecha y bajaban por el costado derecho. Lo que más resaltaba era una amplia y amigable barriga.

—Últimamente todo el mundo me pregunta lo mismo ¿Cómo estoy?...— dijo Viggo con una sonrisa incomoda —¿Confundido?—

—Es natural, recién estas comenzando— dijo Xiao —todo lo que es nuevo diferente a lo que hacíamos anteriormente nos confunde, nos frustra, nos produce tensión y miedo. Sin embargo, el cambio es bueno, el crecimiento es complicado, pero el resultado de lo que buscamos como una forma de mejorarnos a nosotros mismos, siempre es satisfactorio. Sigue adelante, porque una vez que llegues al final de este primer paso, miraras atrás, sonreirás y pensaras que fue divertido. A lo mejor ahora te parece difícil, pero cuando hayas superado este paso inicial, entenderás que solo fue eso, un pequeño paso—

Viggo soltó una risita y le respondió —ya me estoy arrepintiendo de buscar la dichosa iluminación o el kung fu, como decía mi padre—

—Yo le enseñe esa palabra a tu padre, pero el muy sin vergüenza solo se dedica a disfrutar. Siempre estoy discutiendo con él ¿Cuándo va a alcanzar el kung fu si no le dedica tiempo a perfeccionar lo que tiene? ¿Cuándo obtendrá la habilidad suprema?—

Viggo soltó un suspiro y dijo —puede que no de la manera en que lo hacen los demás, abuelo. Así es papá—

—Puede ser, no todo el mundo aprende de la misma manera—

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