Rosewisse fue después del desayuno a la habitación de Viggo, ella avanzaba por los largos pasillos de la mansión de Hephaestus, su suegra. Todos estos días habían sido relajados, con un espacio cómodo para realizar la mayoría de sus estudios, pero siempre le hacía falta un lugar cercano donde realizar sus experimentos. Era una molestia tener que hablar con Viggo cada vez que ella quería ir al calabozo para que él pudiera vigilar mientras ella lanzaba las magias. Así que Viggo le había dicho que como a las once de la mañana de hoy él tendría una solución a sus problemas.
Rosewisse subió la escalera para llegar al segundo piso mientras se preguntaba lo que había hecho Viggo. Seguro había "pintado un cuadro" con alguna atmosfera adecuada para que ellos pudieran realizar sus experimentos. Esto llenaba de emoción a Rosewisse y sus alas blancas se agitaron de forma inconsciente. Sin embargo, ella movió sus manos hacia los lados para que sus alas se dejarán de mover. Aquí no era problema, pero si se agitaban en una de las habitaciones, seguro rompería algo. Ese había sido el único demerito en vivir en este tipo de casas. Demasiado cómoda, pero de espacios reducidos en los que ella no podía moverse con facilidad.
Rosewisse llego a la puerta de la habitación de Viggo, toco la puerta y desde el interior se escuchó un grueso "pase". Rosewisse dio vuelta la manilla de la puerta y la abrió por completo, para después apretar los músculos de sus alas para que ellas se contrajeran y pudiera pasar por la puerta de lado, como si fuera un cangrejo. Una vez que pudo entrar a la habitación, cerró la puerta y miró hacia la habitación. Frente a ella, a unos diez metros de distancia estaba la cama, amplia y con dos muchachas acostadas y cubiertas por una sabana. Por el color de cabello purpura, Rosewisse supo que eran Sakura y Ana. Rosewisse movió su rango de visión a la izquierda, a cinco metros de la cama. Viggo estaba sentado desnudo sobre un taburete mientras pintaba en un lienzo que reposaba sobre un atril de madera clara. En su mano izquierda Viggo sostenía la paleta de pintura ovalada mientras que en su mano derecha sostenía el pincel. El cuadro estaba terminado, con la visión de un mundo árido con largas murallas de piedra, similar a las que había en el piso trece del calabozo. Viggo llevo la punta del pincel a la paleta de color sobre una pasta de color ocre, unto la punta del pincel y después lo llevo al lienzo para pasar con delicadez sobre los bordes que conectaban el suelo con la pared de piedra.
-¿Rosewisse?- preguntó Viggo concentrado en el movimiento del pincel
-Sí, soy yo, vine como me pediste- respondió Rosewisse, avanzando por al lado de la cama y escuchando a Sakura gemir de pereza. Rosewisse continúo acercándose a Viggo, viéndolo sentado en el taburete con el cabello rojo hasta los hombros. Su espalda desnuda y su trasero a la vista. La luz del lado derecho, donde las ventanas estaban abierta de par a par y la brisa mecía las cortinas blancas.
Rosewisse se detuvo detrás de Viggo y miró durante un par de minutos como él le dada los últimos toques al cuadro pintado. En ese aspecto Viggo se parecía mucho a los jotnar, ya que ellos solían hacer murales que hablaban de un futuro posible. Los cuadros no hablaban de un futuro posible, pero abrían la posibilidad a un nuevo mundo, pequeño, pero nuevo. Tener todo un ambiente para uno mismo solo con un poco de tu sangre y fuerza del alma era algo increíble. Rosewisse sonrió al pensar en esto y enlazarlo con su cuadro de Alfheim. Había pasado momento íntimos y maravillosos con Viggo, solo los dos, haciendo el amor en la playa, con un ambiente primaveral y rodeado de plantas de hermosos colores y brillos.
-Listo- dijo Viggo, alejando el pincel del cuadro. Después tomo la paleta y el pincel y los dejo sobre mesita de madera rectangular de un metro de altura. Viggo se volteó y miró a Rosewisse, quien estaba vestida con un hermoso una coraza de cuero y una polera por debajo. También llevaba una túnica roja, muy parecida a la de Viggo que le cubría desde la cintura a las rodillas, con un cinturón ancho y la cabeza de un águila en su centro. Viggo miró a Rosewisse a los ojos y ella se sonrojo y miró hacia otro lado. Viggo se acercó, llevo sus manos a la cintura y se quedaron mirando el uno al otro. Viggo acercó sus labios y la beso.
Rosewisse respondió con intensidad, ella no sabía que le pasaba últimamente, pero tenía mucha disposición para este tipo de cosas. Sin embargo, ella hizo su rostro hacia atrás, apartando esos pensamientos y lo miró a la cara. Viggo entendió que ella quería ver el cuadro, asintió, le dio un último beso y se apartó.
Viggo camino hasta el borde izquierdo de la cama, donde estaba Ana durmiendo y frente a ella, Sakura -Ana- dijo sentándose en el borde -voy a salir un rato-
-Sí- respondió Ana, abriendo sus ojos y mirándolo con somnolencia. Su largo cabello purpura caía a los lados del rostro, solo enterneciendo su expresión. Ella apoyo sus brazos y levanto su torso mientras sus cabellos cubrían sus senos -¿Vas a volver?-
-Por hoy, bueno, estaré entrenando en una pintura, pero no te preocupes, a la noche estaré de vuelta-
-Mañana- dijo Ana mientras Sakura también se sentaba en la cama y dejaba escapar un bostezo. Ella cubrió su boca con la mano izquierda y miró a Viggo, con su cabello cortó, sus senos quedaban a la vista
-Sí, lo recuerdo, mañana, nosotros tres paseando por Orario- dijo Viggo con una sonrisa
-Bueno- respondió Ana y acercó su rostro para besarlo. Al mismo tiempo, Viggo la abrazo, sintiendo la piel suave, una cintura pequeña, las costillas marcadas por la poca grasa y una espalda delicada.
Alguien tosió y los interrumpió, ellos miraron a un lado y vieron a Sakura. Ana sonrió de forma coqueta. Ella saco la lengua y cerró un ojo como si hubiera cometido un error. Le dio un pequeño beso a Viggo y lo soltó. Entonces Sakura se movió por la cama, paso por encima de las piernas de Ana y abrazó a Viggo por el cuello para después lanzarlo a la cama y caer encima de él. Entonces ella lo beso con pasión, pero alguien le dio una nalgada tan fuerte que se escuchó en toda la habitación. Sakura se apartó de Viggo y miró a Ana con el ceño fruncido.
-Eso es un poco, sabes- dijo Sakura
-Lo estás llevando demasiado lejos- dijo Ana
-Yo no te digo nada cuando tú…-
Viggo se levantó, porque las mellizas comenzaron a discutir por trivialidades. Cuando esto pasaba lo mejor para él era quedarse aparte o sería preguntado y al final, el único que quedaría mal sería él. Viggo fue por sus ropas, se vistió y cuando ya estaba listo, Sakura y Ana se dirigían al baño a darse una ducha.
Viggo camino hasta Rosewisse, quien lo espero pacientemente sentada en el taburete.
-¿Vamos?- preguntó Viggo
-Pensé que ibas a empezar algo, así que me preguntaba si tendría que desvestirme para no quedar fuera- dijo Rosewisse con cierto resentimiento
Viggo la miró a los ojos -¿estarías dispuesta a hacerlo con otros mirando?- preguntó
-Sakura y Ana me caen bien, así que yo creo que estaría bien-
-Bueno, eso lo conversaremos a la vuelta- dijo Viggo, se acercó a ella y le dio un pequeño beso en los labios. Después camino hasta la pintura y puso sus manos en los lados del marco. Canalizo fuerza del alma y la pintura brillo por unos instantes. Cuando ceso el brillo, la pintura había tomado un tono acuoso y realista, como si estuvieran mirando el paisaje a través de un estanque de agua -¿Vamos- preguntó Viggo, volteando su rostro y tendiendo su mano. Rosewisse asintió y le tomo la mano. De esa manera ambos tocaron la pintura y entraron en el mundo pintado.
Cuando Rosewisse abrió los ojos, vio lo que debería ser el piso trece. Un paisaje desértico con piedras y murallas a los lados. Este era el callejón sin salida que ellos siempre ocupaban para realizar sus experimentos.
-Cien metros de diámetro para lanzar la magia que quieras- dijo Viggo respirando el aire seco del medioambiente -¿Te gusta?-
-Sí, es perfecto, ahora no tendremos que perder la mitad de la mañana viajando al calabozo- respondió Rosewisse, pero algo no le gustaba de este lugar. A lo mejor, era la posibilidad de que no crecieran monstruos, pero se sentía demasiado vacío. Ella se abrazó a sí misma y tuvo temor. Viggo la vio, se acercó a ella y puso su mano en el hombro. Ella lo miró, sonrió y Viggo también sonrió.
-Tranquila, es un lugar vacío- dijo Viggo -pero a su vez, nada te podrá hacer daño. Además, siempre puedes salir si quieres o puedes venir cuando lo desees-
-Lo sé, es solo que es demasiado silencioso, ni siquiera hay el ruido del viento- respondió Rosewisse
-Lo siento, este es mi limite por ahora. En el futuro podré hacer un cuadro con un área más amplia y vivida. Por ahora esto es lo que ahí-
-Está bien, no es tu culpa, es solo que tanta soledad me incomoda-
Viggo se acercó, la abrazo y la miró a la cara -no te preocupes- dijo -no volverás a estar sola. Estaré aquí para ti, eso acordamos ¿No?-
Rosewisse asintió con una sonrisa y se abrazó con Viggo, sintiendo su calor y su aroma. Ellos se quedaron abrazados durante unos minutos hasta que se separaron. Rosewisse tomo la bolsa de cuero atada en su cintura y empezó a sacar las varitas. Diez en total, todas de color plateado. Además, saco veinte piedras de la memoria de color purpura que tenían grabado en su interior las runas con afinidad a diferentes tipos de elementos. Lo que vendrían a conocerse como hechizos. Ella acomodo las veinte piedras en dos filas de diez, ya que la fila superior representaba los hechizos de nivel básico y poca potencia. Y, la fila inferior representaba a los hechizos de nivel intermedio. Una mejora sustancial en la potencia y la distancia.
Viggo se acercó a una varita y la tomo, para después girar la parte posterior y quitarla como si fuera una tapa. Después saco el núcleo del interior de la varita, una pieza de metal de acero de damasco con forma de cono alargado. En la parte posterior había una ranura. Viggo se movió hacia la segunda fila de piedras de la memoria, donde estaban los hechizos de nivel intermedio. Tomo la piedra de Sowelu (la magia de bola de fuego) la más practica contra todos los enemigos. Incluso si los draugrs tenían una alta afinidad al fuego, este hechizo los convertiría en cenizas en unos segundos. Viggo coloco la piedra de la memoria, guardo el núcleo dentro de la varita, puso la tapa y después apunto a la salida del callejón sin salida, con las murallas de roca solida a los lados. Él canalizo su mana, se formó un círculo mágico en la punta de la varita y salió volando una enorme bola de fuego que viajo por más de setenta metros y cayó al suelo. La bola de fuego exploto generando una gran polvareda y remeciendo la tierra. Después de que se disipo la polvareda, quedó un cráter de diez metros de diámetro cubierto de la mancha negra del tizne.