En el cumpleaños número once de los tres niños Dragonroad +2 (Flora, Tatsumi, Viggo, Ottar y María), se realizó una comida un sábado por la tarde. En una extensa mesa puesta en el patio de la casa de Kain, con los jardines floridos a los lados. Se sentaron todas las madres, el padre y los amigos a celebrar la ocasión. En la cabecera de la mesa estaban los cuatro niños sentados en sus sillas y María sentada en las piernas de Viggo, mientras él la abrazaba de la cintura. Como María solo tenía 6 años y era la menor, ella también quería celebrar, o al menos, también ser protagonista de la celebración. Todos estaban puestos uno al lado del otro formando un semi círculo. Frente a ellos había un gran pastel blanco puesto sobre la mesa y coronado de hermosas frutillas, grandes y de un hermoso color carmesí.
Después de los niños los seguían sus madres sentadas a los lados de la mesa: Hephaestus a la derecha e Isabel a la izquierda. Después las seguían Mikoto, Aina, Hera, Deméter y Riveria. Kain estaba sentado entre Hera y Deméter, con una gran sonrisa en los labios y mirando a los cinco bribones. Al final de la mesa estaban Aquiles, Jasón y Odiseo.
-Una mordida- grito Kain con una sonrisa burlona y las madres se animaron, aplaudieron y gritaron a coro "una mordida, una mordida".
Entonces los cinco niños siendo observados por los adultos, se ruborizaron, pero sonrieron de buena gana. Se pararon de sus asientos y se acercaron a la gran torta. Ellos se miraron los unos a otros con una amplia sonrisa en los labios, asintieron y casi al mismo tiempo, le dieron una gran mordida a la torta. Una vez que se separaron de la torta, saboreando la crema y el dulce sabor del biscocho, todos los adultos se largaron a reír. Los niños tenían toda la boca cubierta de crema, como si tuvieran una espesa barba blanca.
Isabel y Hephaestus se levantaron y fueron a buscar paños y una fuente con agua para que ellos se lavaran.
Por su parte, Kain solo miró a los niños y soltó un largo suspiro. Once años era una gran edad, empezaban a tomar decisiones y a pensar en lo que querían hacer. En Orario y del "otro lado del mundo" la mayoría de edad era a los 15 años. Puede que le quede poco tiempo para disfrutar de ellos, pensó. Hera a su lado, lo miró a los ojos con sus intensos ojos celestiales, le agarro la mano en un gesto suave y le acaricio el dorso de la mano. Kain sonrió, le tomo la mano y le beso el dorso. Hera se sonrojo como pocas veces y el trio de idiotas que estaban un poco más allá, pensaron que vieron un cometa pasar.
Hera se acercó al oído de Kain y esté ladeo la cabeza para escucharla mejor.
-¿Mañana se va Viggo?- pregunto Hera en un tono lleno de preocupación. No por el niño, sino por Kain, ya que él se sentía culpable del estado egoísta que alcanzo el niño hace dos años.
Kain sonrió, se acercó y le dio un tierno beso en la mejilla -sí, se supone que mañana se va- le susurro al oído -no hay nada de qué preocuparse, está en buenas manos-
-Si tú lo dices- respondió Hera. Se iba a acercar para apoyar su mejilla en el hombro de Kain, pero alguien tosió. Hera y Kain miraron a la cabecera de la mesa y vieron a Flora, con sus hermosos cabellos rubios ordenados en tirabuzones con forma de resorte.
-Padre, hoy es mi cumpleaños. Si vas a ser amoroso con alguien, debes serlo conmigo- dijo Flora en un tono mandón.
Kain soltó una risita, le dio un último beso a Hera e hizo una mirada de "no hay nada que hacerle". Hera asintió con una pequeña sonrisa y Kain camino hasta donde estaba la pequeña mandona. Flora lo espero con un rostro de pocos amigos y brazos cruzados. Kain se sentó en el asiento de ella, entre Viggo y Tatsumi. Flora se sentó en su pierna derecha mientras María se bajaba del regazo de Viggo y se sentaba en la otra pierna de Kain.
Kain sonrió mirando a Flora y María y afirmándolas de la cintura. Una de ellas con una cara de pocos amigos y el ceño fruncido. La otra, con una mirada soñadora y sonrisa amable similar a la de su madre, Deméter. Kain miró a todos y pregunto con una sonrisa -Soy un chico popular ¿no?-
Varios se largaron a reír, Flora se acurruco en el pecho de Kain y María la imito.
Después de aquella broma, la fiesta continuó con la repartición de la torta. Los niños comían felices, cada uno se habrá repetido unas tres porciones. Al mismo tiempo, los adultos estuvieron conversando, bebiendo y comiendo diferentes tipos de alimentos, en su mayoría carne, embutidos y vino.
Al poco rato de terminar la torta, los niños se levantaron de la mesa y comenzaron a jugar persiguiendo a María. Kain los vio desde su silla, mientras Hephaestus e Isabel sentadas a sus lados, le conversaban de ciertas cosas. Sin embargo, toda la atención de Kain estaba puesta en los niños. Cada uno era feliz jugando de manera inocente, sin pretender nada, sin odios ni resentimientos. María corría soltando una carcajada contagiosa mientras los niños la perseguían.
-Kain, Kain- le dijo Hephaestus. Kain dejo de mirar a los niños y miró a su esposa a su lado. Su hermoso cabello rojo enmarcaba su rostro, pero su ceño fruncido apagaba un poco su belleza. Kain sonrió y le dio un tierno beso en los labios que la hizo ruborizarse. Entonces Hephaestus agacho la mirada, miró hacia todos lados y vio que la estaban mirando. Ella se puso aún más roja y en castigo, miró a Kain con reproche y le pellizco la pierna.
-No hagas eso en público- dijo Hephaestus en un tono de reproche
Kain hizo una sonrisa incomoda y dijo -lo hice porque parecías molesta-
-Claro que voy a estar molesta, le hablo a mi marido y él no me presta atención-
Kain soltó un suspiro y le pregunto -¿De qué me hablabas?-
-Yo- dijo Hephaestus con indecisión, bajo la voz y continuo en un tono temeroso -¿Por qué no le decimos al señor Xiao que esperé otro año?-
Kain negó al instante. ¿Qué fuerza es la más poderosa en el mundo que el conocimiento?
Está la fuerza del mana, de los elementos, del alma, pero cada una de esas cosas es solo un medio para un fin. Viggo tenía el potencial para soportar el Origen y si eso pasaba, él sería igual a Kain y podría ocasionar grandes cambios en su eternidad. Dependiendo de cómo creciera ahora, podía ser para bien o para mal. Así que Kain tenía una gran tarea con Viggo y con los universos. Si Viggo persistía en la eternidad, debería ser el tipo de persona positiva cuyos esfuerzos produjeran buenos resultados. O al menos, que nunca persiguiera malas intenciones. Que nunca llegará a ser como el Vástago del Equilibrio.
-Kain- dijo Hephaestus con una mirada suplicante
Sin embargo, Kain levantó su rostro y la miró a los ojos con una frialdad nunca vista. Hephaestus se extrañó y se preguntó si esté era su marido. El hombre que hace solo unos segundos le dio un beso cargado de ternura y amor.
-Lo siento- dijo Kain, pasando su vista desde Hephaestus a Viggo, quien corría detrás de María para atraparla y ella a su vez, soltaba chillidos infantiles cuando sentía que la iban a atrapar. Kain continuo -realmente lo siento, pero el alma de Viggo es demasiado poderosa y no podemos darnos el lujo de ser indulgentes con él. No podemos forzarlo a nada, pero si escoge un camino, debemos hacer todo lo posible para que ese camino sea recto como una espada-
Hephaestus agacho la mirada y Kain paso su vista de los niños a ella. Su mirada tomo una expresión suave, entre melancolía y resignación. Acercó su frente a la Hephaestus y se quedaron por un instante sintiendo la temperatura de otro a través de la piel. Después de un minuto, Hephaestus levantó la mirada y se pasó las manos por la comisura de sus ojos para limpiarse las tímidas lágrimas que apenas se asomaron.
-Mamá ¿pasa algo?- escucho Hephaestus, junto a unos pasos que se acercaban por detrás.
Hephaestus miró hacia atrás y vio a su hijo. Su cabello rojo como la sangre se elevaba sobre su mollera, dando la impresión de ser un fosforo al rojo vivo. Ella sonrió, un tanto divertida por la apariencia que tenía. Por otro lado, noto que Viggo tenía una expresión severa, como si estuviera dispuesto a luchar por ella si alguien la trataba mal.
Viggo avanzó hasta Hephaestus y ella lo abrazo por la cintura. Viggo se apegó a Hephaestus y miró a su padre con severidad. Hephaestus le dio un beso en la mejilla, notando la animosidad.
-No me pasa nada, Viggo, cambia esa cara de pocos amigos- dijo Hephaestus con una voz suave, llena de cariño. Viggo asintió poco convencido y miró a su madre. Ella sonrió con dulzura para él y lo abrazo con todas las fuerzas que le permitieron sus delgados brazos.
Por su parte, Kain sonrió también y estiro su mano para desordenarle el cabello a Viggo. Este último lo miró de nuevo con severidad, pero Kain, tomándolo como un cachorro que suelta sus primeros gruñidos, solo sonrió y le guiño un ojo.
Después de abrazar lo suficiente a Viggo, Hephaestus se levantó de su asiento y fue a la casa a lavarse la cara. Las tímidas lágrimas le habían arruinado el maquillaje.
Viggo se sentó en el asiento y miró a Kain.
-¿Qué necesitas?- pregunto Kain con una sonrisa burlona. Viggo frunció el ceño y lo miró lo más enojado que pudo, pero al final, esa sonrisa que emitía todo el conocimiento que se puede tener de la vida, como si cualquier cosa que haga nunca lo sorprenderá, le gano. Eso siempre hizo sentir a Viggo incomodo, porque era como si su padre hubiera visto miles de veces todo lo que pasa a su alrededor. Como si todo fuera una canción que él ya se sabe de principio a fin y sabe cómo va a terminar.
-¿Padre, qué le hiciste a mamá?- pregunto Viggo en un tono molesto, lo suficiente bajo para que los otros lo ignoraran, pero lo suficientemente fuerte para que Kain lo escuchara.
Kain estiro su mano a un pocillo con hermosas aceitunas negras y carnosas. Saco una, se la comió y después giró su boca hacia otro lado. Llevo su mano a la boca y escupió la semilla de la aceituna.
-Nada, niño- dijo Kain negando con la cabeza -ella solo quería que pospusiéramos tu viaje, pero le dije que no-
-Yo, yo también pensé lo mismo anoche- dijo Viggo agachando la mirada -cuando estoy con mis hermanos, Ottar, mi mamá y mis tías, me siento feliz. Creo que fue lo más valioso que aprendí cuando estuve fuera. Por eso pensé en posponer-
-Y conmigo ¿no?- pregunto Kain. Viggo levantó su rostro para dar una excusa, pero cuando vio a Kain sonriendo de forma burlona, se sintió tonto. Su padre era así, siempre era así, diciendo cosas que le preocupaban, pero por dentro, sabiendo la verdad. Viggo agacho la mirada sintiéndose molesto, pero después sintió la ingravidez en su cuerpo y vio como el cuerpo de su padre se acercaba. Después miró por debajo y noto como Kain lo estaba levantando con sus manos y sentaba en su regazo.
Viggo levantó su rostro, miró a Kain, alto, de rostro esbelto y de facciones elficas, sobre todo ese par de orejas largas que sobresalían de su largo cabello blanco.
Kain le dio un beso en la frente y le dijo -continua-
Viggo asintió y dijo -pero a pesar de que me quiero quedar, también quiero continuar con lo que comencé-
-Aaaah, eso se llama justificar el esfuerzo- dijo Kain de forma casual. Tomo otra aceituna y la llevo a la boca a Viggo. Él la recibió disfrutando de su salado sabor aceitoso. Kain también saco otra aceituna y se la llevo a la boca. Una vez que termino de comer, Kain boto la semilla en la mano y después puso su mano cerca de la boca de Viggo para que escupiera la semilla. Viggo se sonrojo, Kain se rio y le dijo -adelante, no me molesta-. Viggo boto la aceituna en la mano de Kain y él llevó su mano a un cuenco vació. Deposito las semillas ahí y busco un paño para limpiarse la mano.
-Las personas siempre siguen un camino para justificar sus esfuerzos- dijo Kain -así que no es raro que quieras continuar. Has invertido un año de tu vida entrenando, así que quieres justificar que esto fue lo correcto. Por otro lado- Kain se detuvo, sonrió y le pregunto a la cara -Se siente bien ser fuerte ¿no?-
Viggo sonrió y asintió. Kain soltó una risita, le revolvió el cabello y le beso la frente.
-Sí- dijo Kain con una gran sonrisa -ser fuete se siente bien. Te hace sentir en control, pero…-
-Ser fuerte es solo un resultado circunstancial- continuo Viggo con una expresión seria y mirándolo a los ojos -vencemos porque somos decididos y disciplinados-
Kain asintió con una gran sonrisa y apretujo a Viggo contra su pecho. Ambos sonrieron llegando a un mutuo entendimiento.
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