Viggo, sus hermanos y Aina caminaron avanzando por la avenida principal. Orario estaba vivida, con niños jugando en las veredas, aventureros avanzando con dirección al centro de la ciudad y las tiendas comerciales abiertas a los lados de la calle. Las carrozas y carretas avanzaban por la calle, pero siempre teniendo cuidado con los descuidados y poderosos aventureros. Quienes avanzaban por donde se les daba la gana.
-Todo sigue igual- dijo Viggo con alivió
-Por supuesto, tonto- dijo Flora a su derecha -solo te fuiste durante un año, sería difícil y terrible que cambiaran las cosas demasiado en tan poco tiempo. Aunque claro, sería bueno que algunas cosas cambiaran-
-Los dioses no dejaran su posición de poder tan fácilmente- dijo Tatsumi a la izquierda -pero como dice Flora, sería bueno que algunas cosas cambiaran-
-Ustedes tres, dejen de hablar de cosas terribles- dijo Aina que iba por delante de ellos, giro su cuello hacia el lado y los miró de soslayo -incluso alguien como su padre respeta el balance de poder en la ciudad-
-Lo sentimos- dijeron los tres al unísono y sonrieron. Aina negó y siguió avanzando por delante de ellos.
-¿Ustedes estaban en la guild?- pregunto Viggo
-Sí, fuimos temprano al calabozo y volvimos temprano para vender nuestras piedras- respondió Flora
-No sabía que habían comenzado a ir al calabozo-
-Sí, al principio íbamos con alguien, pero ahora vamos solos. Hubieras visto lo molesto que fue papá la primera vez que fuimos al calabozo. Te lo juro, casi me muero de la vergüenza-
-Sí- dijo Tatsumi frunciendo el ceño
Viggo agacho la mirada con una pequeña sonrisa conformista. Si no hubiera sido tan tonto, él hubiera ido junto a sus hermanos al calabozo, serían aventureros y se divertirían juntos. Crecieron juntos en todo momento, pero fue su propia actitud lo que los alejo. Sin embargo, antes de que Viggo pudiera seguir sintiendo autocompasión, recibió un puño de amor en su cabeza, cortesía de Flora.
-Deja de pensar tonteras- dijo Flora a modo de regaño
-¿Lees la mente?- pregunto Viggo enojado, sobándose la nuca
-No es necesario que lea la mente del Gran Viggo, te conozco como la palma de mi mano-
-Deja de llamarme así, era…ingenuo-
-Nada de eso, te lo recordare por el resto de nuestras vidas. Si no te molesto lo suficiente, he dejado de ser tu hermana mayor-
Viggo frunció el ceño y mascullo -ni siquiera eres la mayor-
-¿Dijiste algo?- pregunto Flora alzando la voz
-No, nada- respondió Viggo y soltó un suspiro
Una vez que llegaron a la guild, Aina les dijo que tenía que seguir trabajando y que podían ir a la casa sin ella. Así que el trio siguió avanzando por la ciudad.
-¿Esas armaduras las hizo mamá?- pregunto Viggo poniendo atención a como vestían Flora y Tatsumi. Ambos llevaban una pechera hecha de cuero y una espada a la cintura. Se veían como aventureros principiantes, pero con recursos.
-No, las hizo papá- dijo Flora -pero mamá y tía Mikoto tomaron el crédito-
-Debe ser bueno para el negocio-
-Sí, fue bueno para el negocio-
Flora dirigía al grupo de tres a lo largo de la calle, llevando a Viggo y Tatsumi a ver todo tipo de tiendas. Flora era una chica de mirar y probarse ropa. Por otro lado, Viggo y Tatsumi solo podían esperar a su hermana "mayor".
Una vez que Flora se aburrió de mirar, siguieron avanzando por las calles y ella se detuvo en un local con un gran ventanal de vidrió y ancho marco de madera. Adentró se veía un piso blanco de baldosas y dos muebles con grandes vidrieras que mostraban cubos con una mezcla cremosa congelada en su interior. Las mesclas cremosas tenían todo tipo de colores y se veían apetitosos, sobre todo con el fuerte sol en lo alto del cielo.
Flora miró a Viggo, lo examino de pies a cabeza y frunció el ceño -como siempre, el gran Viggo es inútil. No te preocupes, tu hermana mayor pagará por ti- dijo
-¿Eh?- dijo Viggo sin entender demasiado
Flora ignoro a Viggo y entro al local.
Tatsumi se acercó a Viggo y dijo -solo come, Flora invita-
-Flora fue caprichosa desde niña- dijo Viggo -¿Desde cuándo se volvió tan mandona?-
-A lo largo del año, fuimos al calabozo y estuvimos entrenando. Poco a poco comenzó a tomar el liderazgo y como no me molesta, lo deje ser. Fue bueno, le dio mucha confianza y madures, pero a veces es un poco pesada. Ten paciencia-
-Hombre, eres demasiado paciente. Ojalá fueras más como tu hermana-
-¿Tsubaki?- murmuro Tatsumi, después miró a Viggo y le dijo medio en broma -parece que las chicas de nuestra familia tienen una fuerte personalidad-
-Y que lo digas…-
-¡¿De qué hablan los dos?!- pregunto Flora, trayendo tres conos con una pelota de helado en la punta.
-Nada, nada- dijeron Viggo y Tatsumi al mismo tiempo. Se miraron a los ojos y se largaron a reír.
-Mmm, par de tontos, si se siguen riendo no les doy helado-
Viggo y Tatsumi se taparon la boca y controlaron su risa. Después recibieron cada uno un helado y continuaron avanzando, llegando a la calle que era el límite del distrito herrero, a cinco cuadras de su casa.
Mientras iban comiendo helado, Viggo pregunto -¿Cómo está papá?-
-Igual de molesto que siempre- dijo Flora con cierta molestia -todo el tiempo quiere ir a mirar como lo hacemos en el calabozo-
-Solo quiere ver que estemos haciéndolo bien- dijo Tatsumi -además, solo eres tú quien se enoja. A mí me gustaría que me enseñara muchas cosas, oto-sama es un maestro de la espada-
-Y de muchas otras cosas más- añadió Viggo
-De ninguna manera, sería como volver a ser un bebé y ser cuidado- dijo Flora de forma definitiva
-Lo que sea, yo le voy a pedir que vaya conmigo. Quiero aprender a utilizar la katana-
-Mmmm, eso es trampa. Si te vuelves fuerte, yo también-
-Flora- dijo Viggo en un tono reconciliador -deja de querer aparentar que eres adulta. Tienes diez como nosotros dos-
-No soy una adulta, pero ¡tampoco soy un bebé!-
Tatsumi se acercó a Viggo y le susurro al oído -quiere verse mayor para que Aquiles la elogie-
-Tan precoz-
-Eso mismo, tan precoz-
-Cállense, par de idiotas, o los castigaré- dijo Flora con las mejillas rojas y el ceño fruncido.
Viggo sonrió al verla tan avergonzada y cambió la conversación -hablando del trio de idiotas- dijo -¿Cómo están?-
-La mala hierba nunca muere- dijo Tatsumi -Jasón sigue igual de ruidoso, Odiseo igual de aburrido y Aquiles igual de amigable-
-Aquiles es el mejor- dijo Flora como si fuera lo más lógico.
Viggo y Tatsumi se miraron e hicieron una sonrisa burlona -mocosa precoz, mocosa precoz- empezaron a corear.
-No soy precoz- dijo Flora roja desde el cuello hasta las orejas
Sin embargo, a pesar de todas sus excusas, Viggo y Tatsumi le siguieron cantando "mocosa precoz, mocosa precoz" durante todo el camino. Por supuesto, los puños de amor cayeron sobre ambas cabezas.
Sin embargo, a medida que se acercaban a la casa, Viggo se volvía más tranquilo y silencioso. Una vez que llegaron a la reja de la casa, Viggo se quedó congelado. Miró la reja de entrada hecha de barrotes moldeados y pintados de un blanco impoluto. Atrás del portón había un pequeño pasillo de 1,5 metros de ancho y una escalinata de cinco peldaños que llegaba frente a la puerta de la casa. Por el lado derecho de la reja se veía el gran jardín. Elevado a un metro del suelo de la calle, de superficie plana y lleno de islas con flores. Al fondo se veía el espeso follaje del manzano. Su madre le había dicho a Viggo que ese era el árbol de ella y su padre. Era el testimonio de amor que indicaba que no importa cuánto tiempo se esperé, el amor llegará algún día.
Entonces Viggo sintió que alguien le tomaba la mano derecha y otro tocaba su mano izquierda, donde llevaba su hacha. Miró a Flora y después miró a Tatsumi. Ellos sonrieron y lo acercaron a la reja. Flora saco la llave, la introdujo en la cerradura y la abrió emitiendo un leve chirrido.
-Hay que decirle a papá que aceite las bisagras- dijo Flora
Sin embargo, Viggo estaba ido en sus pensamientos y ni siquiera la escucho. Se preguntaba como lo recibiría su padre, cuáles serían sus palabras. Apenas sintió el avance y el cierre de la reja detrás de él. Ni siquiera supo cómo subió los peldaños o entro a la casa y avanzó hasta la cocina.
-Viggo- dijeron Mikoto e Isabel, ambas con una sonrisa feliz al verlo. Se iban a acercar, pero cuando lo vieron con la mirada perdida, se detuvieron.
-Mamá, tía, déjenlo- dijo Flora -se puso así de tonto cuando llego a la puerta. Está bien ¿creo? Es solo que tiene miedo de cómo enfrentar a papá-
Isabel soltó un suspiro y asintió. Camino hasta la puerta que daba al patio y la abrió -está en el patio, jugando con María bajo el manzano-
-Está bien- dijo Flora y llevo a Viggo del brazo, parecía que todo su cuerpo estaba agarrotado.
-Tatsumi- dijo Mikoto -cuida de tu onii-sama en todo momento-
-Sí, oka-sama-
De esa manera, Flora y Tatsumi llevaron a Viggo al patio al lado de la casa. Avanzaron por los caminos adoquinados a través de las islas de flores bordeadas por ladrillos rojos. En el fondo del jardín había un manzano y bajo su sombra, había un gran pastizal donde habían puesto una mesa blanca y sillas del mismo color. Al fondo y mirando con dirección a la calle, estaba sentado un elfo de gran estatura y largó cabello blanco. Sus orejas sobresalían 20 centímetros de su cabello, de apariencia delgada y terminación en punta. Por otro lado, cerca de la mesa había una tierna niña de cinco años agachada y cortando flores que crecían junto con la maleza. Su cabello suave de color dorado le llevaba hasta los hombros, con algunos rizos que agraciaban su tierna figura. Llevaba puesto un vestido color miel, con flecos en los bordes y en las mangas.
La niña llamada María escucho las pisadas y levantó su mirada. Su rostro se ilumino con una gran sonrisa y corrió para alcanzar a Viggo. Una vez que llegó frente a Viggo, se lanzó de frente y lo rodeo con los brazos por la cintura, en un abrazo.
Viggo miró hacia abajo y vio a la tierna María. Entonces recordó cómo le hablo a su padre la vez que él le quería regalar la espada. Sus ojos se llenaron de lágrimas y se llevó la mano derecha al rostro para cubrirse los ojos.
María quedo extrañada ante la reacción de Viggo, miró a Flora y Tatsumi para que le dijeran si había hecho algo malo. Ellos negaron con la cabeza. Flora la tomo de la mano y la aparto de Viggo, quien lloraba con la cabeza gacha y los ojos cubiertos.
Viggo solo se podía culpar a sí mismo por haber sido alguien poco sincero. Como odiaba admitir que su amigo lo había superado, quería demostrar que no le importaba. Que estaba por encima de todas las circunstancias y no necesitaba a nadie. Él podía ser fuerte por su cuenta y no necesitaba la lastima ni la ayuda de los demás. Sin embargo, haciendo memoria, se sentía fatal cada vez que alejaba a su familia y les decía cosas hirientes.
Viggo escucho unas pisadas a través del camino de adoquines y al instante siguiente sintió un fuerte abrazo.
-Pensé que el gran Viggo nunca lloraba- dijo Kain (el alto elfo) medio en broma
Viggo soltó el hacha en su mano izquierda y solo estiro sus brazos para abrazarlo con todas sus fuerzas. En ese momento se quebró y lloro como nunca en la vida.