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Capitulo 4.- Hola, Aqui iniciaras

Al momento qué Lucifer dijo la ultimas palabras tanto la cabeza como el cuerpo empezaron deshacerse en polvo, el cual se junto en un torbellino formando nuevamente el cuerpo de Daniel.

—¡PERO QUE DEMONIOS!—Exclamo el recién formado Daniel—¡Eso dolió!

—Listo con esto yo creo que ya no habrá problemas o ¿Qué opinas Virgilia?—Menciono Lucifer.

—Creo que eso servirá—Aprobó Virgilia

—¡Pero qué demonios les pasa a ustedes dos!—Grito Daniel.

Daniel no podía creer lo que había pasado, el sabia que había muerto y aunque fue por un instante el dolor fue insoportable, pero de igual manera ese mismo dolor desapareció al igual que cualquier indicio del violento derramamiento.

—Me podrían explicar qué fue lo que paso—Replico Daniel tratando de estar lo más calmado posible.

—El infierno se rige por sus propias leyes naturales—Contesto Lucifer—algo así como la gravedad o el viento en tu mundo, de entre ellas están las leyes que rigen a las almas, estas almas podrán generar un "cuerpo" compuesto de piel, carne y órganos lo normal de un cuerpo. Este "cuerpo" no tendrá recuerdos, rasgos faciales únicos ni funciones corporales, pero estos "cuerpos" podrán ser dañados y desmembrados ademas de que el dolor que sentirán será igual que en el mundo humano. Pero el "cuerpo" no morirá, sin importar si la cabeza fue cercenada o si un miembro fue desprendido, perforado o pulverizado. Pero cuando el "cuerpo" sufre suficiente daño este se quemara y se convertirá en ceniza aunque gracias a el alma después de un tiempo se regenerara. Esto se repetirá hasta que la alma se quede sin energía para reformar el cuerpo.

—Es por eso que Lucifer te dio una bendición—Continuo Virgilia—la cual consiste en que si sufres una herida esta sanara rápidamente y en caso de perder un miembro o ser herido de manera fatal tu cuerpo se regenera al instante para que no sufras…. Tanto.

—Ya con todo esto aclarado—dijo Lucifer—yo ya me voy, ya perdí bastante tiempo, así que Virgilia llévalo a su nuevo hogar.

—¿Esta no es tu casa?—replico Daniel

—¡Claro que no! Crees que podría irme y abandonar a mis hijos sin problemas si estuviera en mi casa, eres idiota o que… esta es la casa de Rauq.

Al instante Daniel miro a donde apunto Lucifer, en la sala de la casa, en un sillón se encontraba un ser grade y obeso con algunas protuberancias en la piel, viendo fijamente lo que parecía ser un televisor.

—¿Pero qué? ¿Un Orco? desde cuando estas ahí—Exclamo sorprendido Daniel

—Bueno, me voy—Continuo Lucifer—y pobre de aquel que ose detenerme

Aunque Daniel todavía tenia un sinfín de dudas, al ver la mirada peligrosa de Lucifer callo para no provocarlo, temia volver a ser asesinado. Ya estando en la entrada de la casa de Rauq, Lucifer camino alejandose por la calle y mientras les daba la espalda levanto su mano derecha en señal de despedida, al instante una llamarada envolvió su cuerpo y desapareció.

—Hasta luego Lucif—Se despidió energéticamente Virgilia—que te diviertas, ah! y gracias Rauq por prestarnos tu casa.

—Les recuerdo que rompimos su mesa—menciono para si mismo Daniel

—No hay problema solo cierren la puerta al salir—Dijo el Orco sin despegar la mirada de la pantalla.

El lugar estaba despejado ni un solo demonio rondaba por la calle. El cielo estaba rojo como un atardecer pero esto no ayudaba a determinar qué horario era. Extrañamente las calles eran parecidas a las del mundo humano alumbradas por luminarias hechas con cabezas humanas, las casas también tenían cierto parecido, estructuralmente son iguales pero algunos detalles como, cabezas cercenadas y cuerpos empalados embellecían las fachadas.

—Llevamos un largo tramo sin ver ninguna casa, solo esta barda que parece interminable ademas alcanzó a ver algunos arboles asomándose por en cima ¿Será acaso un baldío?—Pensó Daniel en voz alta.

—Bien—se detuvo repentinamente Virgilia—aquí esta tu nuevo hogar.

Ante Daniel se encontraba un enorme portón negro de hierro, la barda no rodeaba un baldío, sino que delimitaba el terreno de la nueva su nueva casa. Fue hasta ese momento que Daniel entendió la magnitud del problema en que se había metido.

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