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Mundo Shinobi - Clones verdaderos - 544

—¡Noooo!— bramó Ruriko totalmente devastada mientras estaba arrodillada en la tierra del cementerio del clan Yuki. Las lágrimas rodaban por sus mejillas mientras su hija Yayoi estaba de pie llorando y apoyaba una mano en el hombro de su madre.

También las acompañaba un niño de diez años con el cabello oscuro y un kimono celeste. Él tenía los ojos llorosos, pero su expresión era de furia vengativa mientras apretaba los puños.

Kain y Mana estaban a un par de metros por detrás de ellos. Era un espectáculo terrible, más de mil tumbas abiertas que rodeaban la falda de una montaña en los límites de Kirigakure. Cada cuerpo, cada hueso, había sido robado. Lo más probable es que para venderlos en el mercado negro.

Ruriko estaba devastada y su hija mayor se mantenía firme para apoyar a su madre, pero también parecía devastada. En solo siete años, el clan Yuki paso de ser un clan poderoso (tanto como para hacerse cargo del puesto de mizukage) a ser completamente destruido. Ahora tenían una deuda millonaria por toda la destrucción que dejo su enfrentamiento con otro clan. Sin embargo, profanar un cementerio era demasiado. No obstante, solo había un lugar en donde pudieras vender el esqueleto de un shinobi con kekkei genkai: el Círculo Dorado.

Kain observo el campo de tumbas abiertas. Era una zona con la niebla ligeramente suave. A la distancia noto un grupo de siluetas. Desde está distancia era difícil de ver, casi estaban a la mitad de la montaña. Sin embargo, Kain no tuvo que activar su sharingan para ver. En su lugar, apareció un cuadro de dialogo que amplio la imagen una y otra vez hasta que la silueta de todos los shinobis fue visible.

Estaba ese tipo Fuguki, grande y robusto con el cabello naranja y las tres marcas verdes en cada mejilla. Lo acompañaban otras tres espadas de Kirigakure. Seguramente estaban haciendo negocios con lo que quedaba del clan Yuki.

Kain miró a Mana y le susurro —será mejor que volvamos otro día— dijo

Mana miró a Kain a los ojos, ella tenía los ojos acuosos —sí, Kain-sama— susurro.

Kain miró a Ruriko, Yayoi y el otro niño llamado Ryoma. Mana y él se quedaron esperando durante media hora hasta que Ruriko se puso de pie.

Kain camino hasta Ruriko, Yayoi se quedó con Ruriko, pero Ryoma mantuvo la distancia. Kain observo las facciones de Ruriko, tenía el cabello liso, negro en la mollera y canoso a los costados. Tenía bonitos ojos rasgados y el iris café, los parpados hinchados por tanto llorar. Ella miró a Kain a los ojos, tenía una expresión triste.

—Kain-sama, lamento tal espectáculo— dijo Ruriko

Kain la quedó mirando a los ojos y asintió suavemente —Yuki-sama, no se preocupe. Su estado de ánimo es más que comprensible. También vengo de un clan donde se veneran a los ancestros. Este acto es lamentable—

Ruriko apretó los labios formando una línea y asintió como si contuviera la tristeza —si usted quiere, podemos ir a mi casa— dijo

—Yuki-sama—

—Kain-sama— dijo Ruriko interrumpiéndolo —yo, quisiera tener una conversación muy seria con usted…Por favor—

—Okaa-sama— susurro Yayoi en voz baja, ella acercó su boca al oído de su madre y el susurro algo.

Kain pudo leer sus labios y entendió el estado lamentable en el que estaban. Vaya lugar era Kirigakure, los otros clanes te presionaban hasta destruirte.

—En ese caso, Yuki-san— dijo Kain llamando la atención de las dos —¿Por qué no vamos a mi yate y cambiamos de ambiente?—

Ruriko miró a Kain y soltó aire por la nariz con un gesto de resignación. Quería llorar ante el estado lamentable de su clan. Ella era nieta del patriarca y primer Mizukage, creció en la opulencia vistiendo la ropa más hermosa y rodeada de sirvientas, pero ahora no tenía ni siquiera para comer.

Ruriko trato de poner su sonrisa más cordial e hizo una reverencia mientras derramaba una lágrima —le estaré eternamente agradecida por su consideración— dijo y enderezo su espalda. Su rostro hermoso tan terso como la porcelana, tenía una expresión lamentable.

Kain asintió y miró al hijo de Ruriko —oye, Ryoma, ven, vamos a dar una vuelta ¿Te acuerdas de que te dije que te mostraría mi yate? Bueno, es el momento—

Ryoma era un niño de cabello oscuro, tenía la piel tan suave como su hermana y su madre, tenía ese aspecto andrógino como todos los del clan Yuki. Él niño asintió y camino cerca de su madre, le tomo la mano y quedó mirando a Kain, pero no respondió.

Kain lo quedó mirando a los ojos y levantó las cejas como si le preguntara por su decisión.

—Por favor, Kain-sama— dijo Ryoma

Kain mostro una pequeña sonrisa y dijo —transporta a todos en un radio de diez metros al muelle de Kirigakure—

Al instante, los cinco desaparecieron de los terrenos ancestrales del clan Yuki y aparecieron en el muelle de Kirigakure. La niebla era mucho más densa, pero el yate de Kain era visible y se veía enorme. Sin embargo, lo extraño es que en ese momento había un grupo de médicos que atendía a un grupo de shinobis. Todos los heridos estaban recostados en el suelo mientras eran inspeccionados.

El resto de los shinobis que rodeaban el yate se dieron cuenta de la presencia de Kain y lo quedaron mirando furiosos.

—¿Qué sucede?— preguntó Kain con una sonrisa burlona. Por supuesto, él sabía lo que paso. Estos idiotas se trataron de infiltrar en el yate para robar sus secretos y recibieron una poderosa descarga de electricidad que los dejo inconscientes.

—Tú, mira lo que le hiciste a nuestra gente— grito un tipo

Kain lo miró y lo reconoció al instante, era el tipo del clan Kaguya. Entrecerró los ojos y al instante apareció una burbuja de gravedad alrededor del tipo. Él cayó al suelo como si una montaña le hubiera caído encima. El resto de los shinobis se alteró y sacaron sus armas, incluso había una espada de Kirigakure con un arma puntiaguda como si fuera una aguja con su hilo. Sin embargo, todos recibieron el mismo tratamiento y no se pudieron levantar del suelo.

—Creo que en la mañana les dije, no me falten el respeto. Ahora se quedarán ahí hasta que su mizukage venga a rescatarlos— dijo Kain, él tomo la mano de Mana y miró hacia atrás. Él vio a Ruriko, Yayoi y Ryoma —vamos, acompáñenme—

Kain camino por entremedio de los shinobis, ninguno se pudo levantar del suelo. Algunos tenían las venas del rostro y los brazos hinchadas de tanto hacer fuerza para escapar de la burbuja de gravedad.

Uno cedió y cayó completamente al suelo, exhausto y sudoroso de tanto hacer fuerza, pero se dio cuenta que, tocando el suelo, la fuerza de gravedad volvía a ser normal —no luchen— grito —solo se van a cansar. Es una herramienta de sometimiento—

—Bien acertado— dijo Kain con una sonrisa burlona. Él camino hacia el yate, pero se detuvo a veinte metros y dijo —hasta aquí, esperen un momento—

Mana estaba al lado de Kain sujetándole la mano. Ruriko, Yayoi y Ryoma se detuvieron detrás de ellos y esperaron. Kain hizo algo que bajo la compuerta lateral del barco y les dejo ver el interior de la bodega. Ahora estaba vacía, en la mañana habían retirado todos los suministros.

Kain miró hacia atrás y les dijo —vengan, acompáñenme. Los invitare a mi casa—

Kain camino por delante y se subió a la compuerta que conectaba el muelle con el yate. Ellos caminaron hacia la izquierda, donde se encontraba la escalera de caracol que los llevaba al segundo piso. La compuerta por detrás ellos se cerró y solo quedó el silencio del interior.

Ruriko admiro el interior de la nave, era bastante rustico, pero pensó que debió ser una bodega, así que no necesitaba ser elegante. Ella subió las escaleras, tuvo problemas porque el kimono no le dejaba levantar mucho la pierna, pero cuando llegó al segundo piso, se olvidó de la incomodidad del kimono. Era otro mundo, otra nación, otra cultura tan distinta a la que había conocido durante toda su vida. Incluso en el Círculo Dorado no tenían una belleza ni diseño igual.

Yayoi y Ryoma se quedaron igual de sorprendidos, pero en los ojos de Ryoma hubo un brillo especial como si volviera a ver algo conocido. Él soltó una exhalación como si estuviera al límite de la emoción.

—Sensei— dijo Ryoma lleno de entusiasmo. Kain se volteo y lo miró. Ryo continuo —¿usted hizo todo esto?—

—Se podría decir, pero no me llames sensei, todavía no te he reconocido como mi estudiante— dijo Kain con una sonrisa en los labios, pero una mirada aguda.

Ryoma entendió de inmediato lo que pretendía Kain. No le daría ni un gramo de confianza a menos que Ryoma se lo ganará y para eso, él necesitaba demostrar que era digno.

Ryoma quedó mirando a Kain, sintiendo cierto nivel de respeto por haber alcanzado este nivel de tecnología en mundo tan primitivo.

Kain mostró una pequeña sonrisa y continúo caminando.

Ruriko detuvo a sus hijos y le dio una mirada al suelo, ellos vieron la alfombra de color miel y entendieron a lo que Ruriko se refería. Ellos se quitaron las sandalias y las dejaron cerca de la escalera. Ellos avanzaron por la sala de estar del yate, observaron los muebles, los sillones, los largos ventanales que daban al muelle de Kirikagure y al canal.

Ellos siguieron avanzando y vieron el bar y después de eso un pasillo y una larga pared que dio a un dintel. Ellos miraron al interior y vieron una amplia cocina con muebles y aparatos que jamás habían visto, pero Ryoma podía identificar.

Mana y Kain estaban ahí, así que Ruriko y los demás entraron a la cocina.

—Oh, lo siento— dijo Kain, él miró a Mana y le preguntó —¿Puedo encargarte el almuerzo?—

—Sí, usted vaya y hágales compañía a los invitados—

Kain se acercó por detrás, la abrazó por la cintura y el dio un suave beso en la mejilla. Mana soltó una risita.

Kain se dio la vuelta y miró a Ruriko y su familia. Ellos estaban bastante impresionados por la forma en que él trataba a Mana. Era demasiado directo y en algunos círculos, indecente. Ese tipo de intimidad solo era adecuado para cuando una pareja estaba sola. Al menos, los clanes shinobi tradicionales no se comportaban así.

Kain mostró una pequeña sonrisa y les dijo —vengan conmigo—

Kain camino fuera de la cocina e hizo el camino de vuelta hacia el bar. Ruriko y su familia lo siguió y se detuvieron cerca de la barra. La cubierta era de mármol blanco con betas doradas y el mueble que la sostenía era de madera barnizada burdeos.

Kain empezó a sacar jarras de agua helada, cubeta de hielo y vasos. Él lo coloco todo sobre la barra y miró a Ruriko y sus hijos —siéntense, por favor— dijo

Ruriko y Yayoi se quedaron de pie mirando, jamás habían ocupado este tipo de asientos tan altos. Sin embargo, Ryoma se acercó y se sentó como si ya hubiera ocupado este tipo de asientos toda la vida. Ruriko y Yayoi miraron a Ryoma, se miraron entre ellas y lo imitaron.

—¿Qué sabor de fruta les gusta?— preguntó Kain

Ruriko y sus hijos quedaron mirando a Kain algo confundidas, parpadearon, pero Ryoma tomo la iniciativa y le dijo —piña, por favor—

Ruriko y Yayoi se quedaron mirando ¿Qué era la piña? Se preguntaron.

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