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Interludio - Madam Purplehorse 6.1

Un carruaje tirado por cuatro caballos negros, iba saliendo de las calles de Millishion con dirección a la vieja mansión, lugar de residencia de la cabeza de la familia Tsuki. Dentro del carruaje iban Kain y Cristina.

Hoy era día domingo, tocaba entrenar a los miembros principales de la familia Tsuki, pero por orden de la cabeza de la familia, Maaya, no abrían entrenamientos. Todo esto se debió al movimiento que estaba teniendo la familia Dragonroad. Principalmente Kain y Victoria. Uno era él que ejecutaba la labor en terreno y la otra era la que diseñaba los procedimientos y planificaba. Estas dos personas habían ganado grandes cantidades de estrés durante los pasados meses, así que Maaya tomo la decisión de interrumpir los entrenamientos y darles un tiempo de relajo.

En estos momentos eran las diez de la mañana y hace una hora Victoria se había ido a la mansión de la familia Tsuki. Por otro lado, Kain había ido a buscar a Cristina. Últimamente le daba menos tiempo del que ella le pedía, así que se sentía culpable. Por lo tanto, ocupo esta ocasión para poder pasar más tiempo con ella.

Kain estaba sentado en el lado izquierdo del sillón del carruaje. A su lado estaba Cristina, la cual se apegaba a él y le tomaba la mano derecha. Cristina con su pequeña mano jugaba con los grandes dedos de Kain. Entrelazaba sus dedos con los de él y cerraba su mano como si se estuvieran tomando de la mano. La diferencia de tamaño era bastante, casi un tercio más grande que la de ella. Sin embargo, la diferencia de estatura no era un detrimento. Por su parte, Kain notó este pequeño juego y estiro su mano izquierda para tomarle el mentón y proporcionarle un tierno beso en los labios. Ella sonrió con agrado y se apegó al brazo de Kain.

Mientras miraban cómo el paisaje pasaba por la ventana, Cristina le pregunto -¿Por qué no me llevas para que te ayude?-

Kain negó con una sonrisa complicada y le respondió -por ahora no, todo esta muy caótico. Cuando las cosas se hayan calmado, ya veremos-

-Me he sentido muy sola- añadió Cristina

-Lo siento, pero esto es importante, solo te pido que esperes un tiempo-

-Mi vientre pica por dentro- dijo Cristina en un susurro coqueto que sonaba cómo el susurro del viento -no me haz dado mucho uso, siento que perderás gusto por mi-

Kain negó esta vez divertido, se acercó a Cristina y la beso. Probo los delicados labios pitados de un color cereza cristalino y paso sus dedos por los finos cabellos rubios. Por otro lado, Cristina estiraba su lengua y tomaba el rostro de Kain con ambas manos. Lo besaba con la intensidad con que se busca agua en el desierto. Ella lo deseaba, lo extrañaba y trataba de acortar la distancia que durante este tiempo se había instalado entre ellos.

Kain empezó a descender por la boca, bajando por su terso mentón, besándolo con suavidad y dirigiéndose al cuello. Por su parte, Cristian estiro su cuello y sintió como Kain la besaba y le daba pequeñas mordidas, bajaba por su clavícula y después se devolvía todo el camino hasta volver a su boca. Una vez que llego ahí, se abrazaron y se recostaron en el sillón del carruaje mientras se seguían besando. El sonido de los cascos de los caballos, era acompañado por jadeos y roces de ropas. Un gemido se escapó cuando un dedo irrumpió en un lugar húmedo. Se continuaron besando con deseo, hasta que Cristina no pudo más y mientras era besada, estiraba sus manos para quitar su ropa interior. Por su parte, Kain bajo su bragueta y se sentó.

Cristina no entendió, esperaba hacerlo en el sillón, pero lo vio sonreír y sabía que sería algo que la elevaría al cielo. Ella se asintió y Kain ya erecto, la invito a sentarse sobre él. Ella entre el bamboleo del carruaje y el constante movimiento, hizo su camino y dirigió la caliente carne tubular a su agujero. Poco a poco fue descendiendo y recordando este sentimiento dentro de ella. Por otro lado, Kain la afirmo del estómago con su mano derecha y paso su mano izquierda, por debajo de la axila izquierda de Cristina. Estiro su mano y la atenazo con suavidad por el cuello mientras se iba deslizando dentro de ella. Kain con su mano izquierda estiraba el cuello de Cristina y lo besaba mientras saboreaba la sensación apretada en su entrepierna. Era un sentimiento embriagador, una combinación de humedad y calor. Después de la tercer embestida, Kain acercó la boca de Cristina y la beso con deseo. Comiéndole los labios e introduciendo su lengua. Cristina daba gemidos que se ahogaban entre sus labios y los de Kain. Lo besaba, se derretía y trataba de mover sus piernas para levantarse y sentarse. Sin embargo, la experiencia no termino ahí. Un pequeño camino de ripio que antecedía a los terrenos de la familia Tsuki los ayudo. La constante vibración de las ruedas, empujo a Kain dentro de Cristina, masajeando su interior de manera constante. Si antes Cristina apenas tenía aguante, ahora se había ido. Todo su cuerpo se contrajo y dio un gemido profundo mientras sentía que Kain la estimulaba y la besaba en el cuello. Por otro lado, Kain se siguió moviendo y saboreando la sensación, hasta que también acabo.

-o-

Después de terminar su encuentro y regalonear durante cinco minutos entre caricias y besos. Se arreglaron la ropa y prepararon para llegar a su destino.

En lo alto de una loma, en donde había una amplia mansión de corte japonés, los esperaba la madre de Maaya, una encantadora mujer llamada Haruko. Llevaba un kimono café y sandalias de madera. Su cabello iba recogido en un moño con dos palillos atravesados. Su sonrisa era completamente de negocios y sus ojos rasgados le daban una apariencia mansa, casi sumisa.

Kain se bajó del carruaje y ayudo a Cristina a bajar, después de eso, saludo a Haruko -Buenos días, suegra-

-Buenos días, yerno- respondió Haruko poniendo una sonrisa más natural. Miró a la muchacha rubia al lado de Kain y asintió -veo que mi hija no es suficiente para ti- dijo -aparte de la otra mujer, trajiste a esta otra-

Kain soltó una risita mientras se rascaba la cara. Aunque Maaya acepto la poligamia de Kain, Haruko es alguien que siempre ha estado molesta con este tema. Haruko al igual que muchas personas en Millis, cree que una relación es de a dos personas, así que siempre que puede, demuestra su disconformidad. No obstante, Haruko solo se lo dice a Kain y nunca lo expresa a otros. Por su parte, Kain acepta sus palabras, porque entiende que es como una forma de trasparencia, sin caretas, ni sonrisas falsas.

-Tiene su razón de ser- respondió Kain con una sonrisa reconciliadora

-Fú, mi hija tiene un gran corazón, espero que la atesores- dijo Haruko como si cediera

-Cómo todos los días-

-La baja cantidad de mis nietos dice otra cosa- dijo Haruko y tendió su mano cómo señalando el camino

-Eso es algo que decide Maaya, no la obligare-

-Mi hija es joven, convéncela-

Kain solo pudo sonreír y seguir a la encantadora mujer. Surcaron el patio exterior a la mansión, cruzando el jardín japonés y caminaron por un camino de adoquines hasta una casa que estaba un poco más arriba en la loma. Era una casa japonesa de seis habitaciones con una cocina en medio. Era un lugar solo para Maaya y Kain, cualquiera tenía prohibido acercarse. No obstante, solo por hoy, esa regla no regía. Podían entrar Kain, Victoria y Cristina, expresamente autorizados por Maaya.

Al llegar al final del camino, Haruko se dio la vuelta y miró a Kain -hasta aquí llega mi camino, que tengas un buen día Kain- dijo mientras le daba una leve reverencia. Kain le devolvió el gesto y Haruko se devolvió por el camino de adoquines. Por su parte, Cristina fue todo el camino callada, pero asombrada por la arquitectura de las casas. Nunca había visto algo semejante. Mucho menos algo tan espiritual como el jardín japonés.

-¿Vamos?- pregunto Kain estirando su mano

Cristina la tomo y respondió -vamos-

Avanzaron por el resto del camino hasta la entrada de la casa. Kain le ayudo a Cristina a quitarse los zapatos y a colocarse unos calcetines blancos para andar por la casa. Después de eso, Kain abrió la puerta corredera y miró adentro. La cocina estaba apagada y no se veía nadie. Entraron a la casa y cerraron la puerta. Al otro extremo de la casa se escuchaban unos gemidos bastante sensuales. Por donde se escuche, era Victoria gimiendo cómo si la estuvieran complaciendo. Cristina escucho esto y se tapó la boca. Miró a Kain y sintió pena por él. Lo iba a tirar de la mano para que salieran y no vieran algo desagradable, pero Kain la detuvo.

-Vamos, lo mas probable es que no es lo que piensas- dijo Kain con una sonrisa

-¿Estas seguro?- pregunto Cristina

-Sí, vamos-

Después de eso, caminaron por el piso de madera y llegaron a una de las habitaciones que estaba en la otra esquina de la casa. Kain abrió la puerta de corredera y se encontró a Victoria acostada boca abajo y a Maaya sobre ella. Victoria estaba desnuda sobre una toalla extendida sobre el tatami. Por otro lado, Maaya vestía un revelador kimono blanco que dejaba ver sus largas piernas. Ella era como la mayoría de las mujeres japonés, muy delgada. Solo sus tetas sobresalían en ese cuerpo esbelto.

-Haaa- grito Victoria mientras sentía que le desarmaban el nudo que tenía en la espalda.

Maaya miró a Kain y siguió masajeando -te demoraste menos de los que esperaba- dijo con una sonrisa -ya casi termino, espérame un par de minutos-

-Claro, no hay problema- respondió Kain

Kain se ganó al costado de Victoria a un metro de distancia. Se sentó en posición de loto e invito a Cristina a sentarse sobre sus piernas. Miraron todo el masaje que le dio Maaya a Victoria y como esta última no paraba de gemir ni de quejarse. Al final de todo el proceso, Victoria quedo durmiendo tendida sobre la toalla.

-Me das permiso- le dijo Maaya a Cristina, esta última se salió de las piernas de Kain y Maaya se acercó para besarlo.

Kain se rio de buena gana y le pego una nalgada -creo que la abuela Mamiko desaprobaría esto- dijo

Maaya mostro una sonrisa coqueta y respondió -pero ella no está-. Maaya succiono los labios de Kain y compartieron un profundo beso.

Después se separaron y Maaya soltó una risita mientras apuntaba a Kain con el dedo índice de su mano derecha. Sus manos con crema para el masaje, habían quedado marcadas sobre la camisa.

-Dame un minuto, te traeré un kimono- dijo Maaya

Kain le paso las manos por debajo del kimono y le acaricio el trasero. Era un modesto trasero, pero para Kain era lindo. Maaya sintió cómo los dedos de Kain se deslizaban entre sus nalgas y su ano. No obstante, lo detuvo y se puso de pie para ir a su habitación. Kain sentado miró a Maaya mientras caminaba por el pasillo y diviso la sombra de su entrepierna enmarcada entre las dos nalgas.

Al poco rato después Maaya volvió y Kain se desvistió ahí mismo y se puso un kimono gris. No obstante, Maaya fue quien se lo arreglo en un gesto cariñoso y metódico.

-Gracias- dijo Kain y se agacho para robarle un beso.

Maaya se lo acepto y le dijo -ahora termino con ella y vengo a ti ¿bien?-

-Bueno-

Maaya se llevó a Cristina y Kain se quedó al lado de Victoria. Mientras estaba sentado en posición de loto, le miraba las largas piernas y cómo ese gran trasero se elevaba de manera monumental, seguido por una delgada cintura y una delicada espalda. Bajo su cuerpo estaban sus tetas como dos grandes masas que sobresalían de los costados de su pecho. Por otro lado, todo el cuerpo de Victoria estaba brillante gracias la crema para el masaje, pero lo más importante de todo, era que Victoria estaba relajada.

-Kain- dijo Victoria medio dormida -¿estas ahí?-

-Sí amor- respondió Kain

-¿Por qué no lo hacemos?-

-Estas segura, te veo débil-

-Estoy caliente- dijo Victoria medio dormida -hagámoslo-

Kain se quitó el kimono y se acercó a Victoria, la giro sobre la toalla para que se pudieran mirar a la cara y vio sus hermosos ojos verdes tenían un aspecto de cansado. De repente se sintió mal por haberla involucrado en el proyecto de Lapan. Pensó que debía buscar otros colaboradores. No obstante, Victoria sonrió y estiro su mano derecha y le acarició la mejilla.

-¿Por qué pones esa cara?- pregunto Victoria mientras emitía una sonrisa

-Voy a buscar que alguien mas me ayude, es mucho trabajo para ti- respondió Kain

-Sería de ayuda, pero no me retirare. No me he retirado de ningún proyecto que he emprendido y no empezare ahora. Si encuentras a alguien que me ayude, sería genial-

-Esta bien- dijo Kain y se agacho para besarla.

Victoria estiro sus dos manos y lo recibió colocando sus manos sobre las mejillas. Acepto el caliente beso y sintió como Kain exploraba su boca con su lengua. Al mismo tiempo, sentía un calor tubular aplastando su vientre y como el roce que llegaba desde su pubis hasta su estomago, la prendía.

Kain deslizo sus manos por el resbaloso cuerpo Victoria, amasando la cadera y estrujando las gruesas nalgas. Poco a poco fue dejando los labios para bajar por el cuello hasta llegar a las tetas. Kain llego a los dos montículos de carne y se dirigió al pezón izquierdo. Era una pequeña protuberancia rosada que coronaba una gran mama del tamaño de un melón. Grande, blanda, como si fuera un flan de textura tersa. Kain apretó el pezón con la punta de los dientes y apretó la mama derecha con su mano. La piel de Victoria estaba escurridiza por causa del masaje, así que cuando Kain tomaba las tetas de Victoria, estas se deslizaban con facilidad. Por otro lado, Kain movió los dedos de su mano izquierda hasta la entrepierna de Victoria y empezó a masajear los muslos. Pasando de una leve caricia externa hasta acercarse a los labios y practicar una habilidosa digitación. Tanto interna a la altura del pubis, como externa, a la altura de clítoris.

Kain se acercó a la boca de Victoria, saco la mano del interior de ella y mientras ella lo miraba, él se chupo los dedos con sus jugos. Victoria reacciono tomando a Kain de las mejillas y acercándolo para besarlo. Ella extendió su lengua todo lo que pudo y lo beso con deseo, con la necesidad de devorarlo.

Kain entendió muy bien el estado de su mujer y poco a poco fue acercando su miembro para entrar en ella. Solo cuando el inserto la punta, ella dejo de besarlo, estiro su cuello y echo su cabeza hacia atrás para soltar un gemido.

Victoria miró a Kain con ojos deseosos y le dijo -no me hagas esperar-

Kain asintió, la tomo de la cadera y se introdujo en ella lentamente. Por su parte, Victoria llamaba a dios y se abría de piernas para que Kain pudiera entrar hasta el fondo. Después de eso, Kain se empezó a mover mientras la besaba sin parar. Después se sentó y la dejo caer sobre su miembro viril. Victoria dio un gemido de dolor pero su mirada decía que no le importaba. Hoy se sentía bien, hoy podían ser ásperos. Así que ella misma comenzó a mover su cintura, pero duro poco, ya casi no le quedaban fuerzas. El resto del ejercicio tuvo que hacerlo Kain, apretujándole de las nalgas, levantándola y sentándola a cada momento. Manteniendo un ritmo constante entre besos y los sentones de Victoria.

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