Hoy es el segundo día en la catedral de Sulyvahn, el autoproclamado Pontífice. Según los escritos de la biblioteca de Lothric, todo el mundo debería alejarse de este hombre. Se cuentan historias oscuras de su origen. Sin embargo, todos los apuntes son poco precisos y solo indican que apareció en la Capital Profanada. El problema es ¿Cómo llego acá, a Irithyll?. Kain dio un gran respiro cuando estaba pensando en estas cosas. Él estaba en el cuarto del pontífice. La habitación estaba adornada con candelabros de oro. Todo el lugar estaba alfombrado. Había una cama gigante con un dosel de seda. Los marcos de las ventanas eran de plata y tenía una mesa y sillas de oro. También poseía exquisitos cuadros de diferentes personas. El más deslumbrante era el de una mujer hermosa, acostada de lado con una túnica blanca que exponía una parte de sus senos. Ella tenía una sonrisa inmaculada, que te traía paz al corazón. Kain siguió mirando otros cuadros, hasta que llegó a un anciano. Tenía un porte valeroso, llevaba una corona y vestía una túnica negra con bordados de oro. En una acción, alzaba un rayo en su mano derecha. A lo lejos o más bien dicho, en contra de él, habían dragones. El escenario relataba una guerra, sin embargo ¿Cuál sería esta guerra?. Kain negó y continuo mirando.
Por otra parte, Yennefer, Elizabeth y Orbeck estaban revisando la biblioteca. La habitación medía diez metros por veinte de largo, solo tenía una ventana y en cada muro había un estante que se dividía en secciones. En el centro de la habitación, habían dos mesas con candelabros y cada una estaba acompañada de cuatro sillas. En ese lugar se mantenían todo tipo de registros, todo lo que significara control estaba detallado aquí. Incluso estaba escrito, quienes eran los portadores de los ojos del pontífice. Estos "ojos" eran joyas que el mismo pontífice confecciono. Se los daba a sus seguidores y estos a su vez quedaban encantados con los regalos. Sin embargo, lo que no sabían, era que todos los regalos que concedía el pontífice, estaban malditos. El grupo de tres se concentró en leer hasta el mediodía, ahí fueron interrumpidos por Elizabeth, que se empezó a quejar del hambre. Los discípulos buscaron al maestro y juntos fueron a comer.
Almorzaron en el comedor personal del pontífice. Por un lado, tenía una bella vista a la luna. Por el otro, se podía ver el rio que antecedía la ciudad. Kain no cocino estaba vez, sin embargo, Yennefer no se arriesgó a dejar esta tarea a Elizabeth. Ella tomo los alimentos y los preparo. Kain se sentó, espero y mientras hacía eso, contemplo el rio. Su cabeza daba vueltas, se preguntaba de dónde salió este tipo, Sulyvahn. Después de un rato sirvieron la comida. Kain estuvo todo el rato metido en sus pensamiento. Los discípulos no lo interrumpieron y lo dejaron solo. Conversaron entre los tres, hasta que Elizabeth sin querer, le pregunto a Kain.
-jefe ¿no cree que es exagerado hacer cubiertos de oro?-
Kain salió de sus pensamientos, solo escucho la última parte. Asintió mientras le acariciaba la cabeza a su discípula y le respondió -sí, también creo que es exagerado. Dime ¿Qué encontraste de bueno en la biblioteca?-
-Nada interesante, solo basura- respondió Elizabeth
-¿Como qué?-
Elizabeth levanto su tenedor y lo comenzó a mecer como si estuviera contando con él -algunos libros con nombres de subordinados. Otros que al parecer ganaron premios. Otros que fueron en misiones. Otros que tenían deudas con el pontífice. Incluso uno donde hablan de una pariente de la reina de Lothric. Decía que el pontífice la había enviado en una misión y que la había premiado con unas espadas-
Kain asintió y miro a sus otros discípulos. Yennefer se sonrojo al ser observada, tosió un poco, trato para disimular y contesto -cuentas de dinero. Títulos de dominio, uno que otro tesoro. También había un libro con los pecados de los grandes clérigos. Solo leí la primera página, después de eso me dio asco-
Orbeck con un rostro serió informo -debe haber un lugar en donde guarde sus magias, no pude encontrar nada relacionado-
Kain sonrió y pensó que era típico de su discípulo pensar en esas cosas. Pero era verdad, él también quería encontrar algo bueno, pero en la habitación del pontífice no había nada. Así que pensó qué en otro lugar debe tener escondidos los conocimientos. Después de eso, solo fue una conversación tranquila. Todos terminaron de comer y se fueron de nuevo a la biblioteca. Los discípulos retomaron los textos que estaban leyendo, mientras que Kain inspecciono la habitación con su vista espectral. Camino hasta al fondo de la biblioteca y movió un estante. Detrás de él había una habitación y en el piso habían dibujado maleficios. Todos estaban escritos sobre el mármol en un angosto pasillo. Kain sonrió y lanzo una fina capa de caos sobre el suelo. La maldición exploto, pero fue ahogada por el caos. Después el caos se empezó a calentar y querer quemar todo a su alrededor, sin embargo Kain utilizo la segadora de almas y con ella congelo la lava.
Kain comenzó a contar libros y más libros. Milagros eléctricos, milagros profundos, milagros oscuros. Todos eran buenos hechizos, pero lo que realmente se ganó su atención, fue el método de crear carbones con propiedades. Dijo en un murmullo -seguramente ese Sulyvahn fue un cabrón. No lo veo trabajando en una herrería, pero tenía estas cosas para sí mismo-. Entonces Kain se dedicó a Leer mientras sus discípulos lo vinieron a ver, como Kain no les contesto mientras leía, lo dejaron solo. Kain por otra parte no se acordó del mundo hasta que Elizabeth le dijo que era hora de ir a descansar. Kain asintió y le dijo que fuera a descansar. Sin embargo, Elizabeth le dijo que no se iría sin él. Kain le dijo que no fuera niña, él ahora estaba ocupado y lo más probable es que pasaría toda la noche leyendo. Después de eso Elizabeth se fue y al rato trajo un manta y se acostó al lado de Kain.
Aunque en Irithyll no había d��a y noche como tal, Kain podría decir que termino de leer como a las cuatro de la madrugada. Fue maravilloso en muchos aspectos. Ahora podía entender cómo fabricaban los carbones. Claro que lo bonito era entender. Según los procesos de forja del libro. Un carbón simple, como el de la legión de no muertos, se demoraría en hacer diez años. Si quería hacer uno mágico, serían veinte. También estaban los otros extremos, los que se demoraban más, esos eran los carbones benditos, oscuros y de rayo. Esos se demoraban entre cuarenta y cincuenta años. Kain no se preocupó mucho porque su vida en estos momentos es larga, basta con cuidarse y listo, podría hacer varios carbones en simultáneo.
Kain se iba a parar del suelo, sin embargo cuando se movió, sintió el peso de algo sobre su muslo izquierdo. Elizabeth estaba durmiendo, mientras utilizaba su pierna de cabecera. Kain sonrió, con una amable gesto le acarició el cabello. Acomodo unos de los libros y la dejo descansar. Él siguió mirando la biblioteca por algo más, solo era la curiosidad y el deseo de encontrar algo grande, algo increíble. Sin embargo los libros eran en su mayoría de milagros, poderosos, pero nada fuera de serie como el caos. Kain miro al fondo de la habitación. Ahí había un pequeño escritorio. No medía más de dos metros, por lo tanto era un lugar muy personal. Kain lo fue a ver, reviso los cajones pero no encontró nada increíble. Solo papel, tintas, plumas y una que otra moneda de oro. Sin embargo al lado izquierdo, en donde se generaba un pequeño espacio entre el mueble y el muro. Kain encontró un cofre. Apretó el ceño, el cofre tenía varias maldiciones, no sería fácil sacarlas, mucho menos podía utilizar el caos para abrirla. Se sentó en el escritorio y puso todo su esfuerzo en abrirlo.
Varias horas pasaron y Kain seguía sacando una a una las maldiciones. Por otro lado Elizabeth se despertó, se estiro igual que un gato, dio un gran bostezo y miro a Kain. Se acerco de forma perezosa mientras su manta se arrastraba por el suelo. Ella acerco su mentón y lo dejo caer de golpe sobre el hombro de Kain. Este último dio un pequeño brinco, dejo caer la caja y se preparó para lo peor. Se puso firme y se cubrió con los antebrazos. Pasaron cinco segundos y se dio cuenta de que no pasó nada. Después miro hacía tras y grito -muchacha del demonio, casi nos matas, por los malditos y pútridos dioses, casi me da un ataque al corazón- Kain se fregó el rostro con exasperación. Cuando bajo sus manos, se dio cuenta de que Elizabeth estaba llorando. Kain se sintió mal, soltó un suspiro y consoló a Elizabeth hasta que lo perdono.
Kain después de pasar por todos esos problemas, fue a ver la caja, movió la tapa y se dio cuenta de que estaba abierta. Fue una victoria se dijo así mismo. Algo espeluznante, pero una victoria al final. De la caja saco dos pergaminos y un libro. Kain emocionado se rio de forma espeluznante, otro hallazgo se dijo a sí mismo. Se pregunto ¿Cuántos maravillosos secretos guarda este mundo?. Los milagros que encontró eran preciosos, ahora podía ir al mundo en donde vivió Artoria y darle su merecido a Alaya. Tomo una gran respiración para calmarse y examino los pergaminos. Estaban viejos, desgastados, con los bordes deshilachados, pero su contenido todavía era visible. Uno de ellos decía Ira de los Dioses y el otro Lanza de Luz Solar. Con solo darle una mirada a cada milagro, supo que esto fue una gran ganancia. Después de finalmente calmarse, miro el libro, era el diario de ese sujeto, Sulyvahn.
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¿Cómo puedo tolerar esta vida?¿Cómo puedo tolerar la perdida?¿acaso yo mismo me la he ganado?
En este mundo de hielo, vivo con algunos conocidos que aún no se han corrompido. No se han convertido en locos no muertos. No se han convertido en pájaros demoniacos. Ellos todavía son humanos, sin embargo lo intuyo, pronto dejaran de serlo. Falta poco para que empiecen a vomitar acido. Falta poco para que corran salvajes, con locura y delirio. Cortando con una espada o un cuchillo todo lo que tengan por delante. ¿Qué me queda a mi después de eso?. ¡Yo no me convertiré en ese tipo de monstruosidad!, ¿Por qué he de vivir en esta absurda miseria?. No la busque, no aposte, no la pedí, no la deseé.
El otro día me encontré con la capucha roja. Un anciano guerrero que va por ahí matando a los no muertos. Me acerque con sigilo, pero aun así igual me encontró. Trate con todas mis fuerzas de atacarlo, pero fue inútil. Mi magia no le hizo daño, sin embargo el viejo tampoco me ataco. Me miro, examino mis ojos, examino mi piel. Después de estar seguro de algo, no sé qué, se dio la vuelta y me dejo vivir. Asustado y confundido corrí detrás de él y le pregunte gritando ¿Por qué mataba?¿porque luchaba?¿alguna diferencia hacía lo que hacía?. Él no respondió a mis preguntas, solo me dijo -no te preocupes muchacho, pronto todo este mundo de hielo acabara. La llama se encenderá otra vez- y se fue. Ahí quede yo. Incluso después de que mis amigos se convirtieron en criaturas nefastas, lo espere. Espere que la llama se encendiera una vez más, pero eso nunca pasó.
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Hoy seguí a la capucha roja, llevaba un trozo de trapo en su mano. El iba cabizbajo por alguna razón, sin embargo eso fue bueno para mi. Él no me detecto o al menos, no se molesto en atraparme. Lo seguí hasta el limite de las tierras. Adonde las montañas se alzan y mas allá, más allá solo hay precipicios de oscuridad. Las montañas no siguen, ni los caminos, ni los lagos, ni esta maldita nieve que parece que lo inunda todo. Ahí lo vi alzar lo que llevaba en la mano y crear un espejismo. Él paso a través y no hubieron mas indicios de su presencia, como si el espejismo se lo hubiera comido.
El espejismo perduro por días. Yo lo seguí mirando, hasta que harto del frio, del dolor, del hambre, de la miseria y las perdidas. Me arme de valor y cruce por el espejismo. Al cruzarlo me encontré con un mundo oscuro. Un lugar debajo de la tierra, sin embargo no hacía frio. Mis pies no dolían por el intenso frio. Mi rostro ya no me ardía por el implacable hielo. Ahora ardía por el calor de una llama.
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Llevo muchos años aquí, en la capital dominada por un gigante. Nuestra sacerdotisa convenció al pobre incauto para que fuera nuestro rey. El gigante vive ahí, en su salón, donde no molesta a nadie. La única persona que le acompaña es nuestra sacerdotisa. Ella lo acompaña en su soledad, lo escucha y le habla. Ella comparte su tiempo, sus intereses, sus cargas y al parecer, según lo rumores, una parte de su corazón. ¡Qué estúpida!, qué ingenua. Tratando de amar una cosa hecha para la guerra. Ahora que tanto rey como sacerdotisa han descuidado sus deberes, es mi momento. Tomare la llama profana y le daré el mejor uso. Tomare a mi gente y la llevare a un mejor lugar. Antes de que la llama se salga de control, antes de que la ciudad se salga de control, antes de que esta gente, corrupta, enfermiza, insincera y poco leal, se salga de control.
Mi plan es vivir en un mejor lugar, así es. ¡No moriré con ustedes!.
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Aunque es una tierra con frio, con nieve que tanto odio, es un tierra hermosa. La envidió y la anhelo. ¿Cómo pueden haber un lugar, con una construcción tan exquisita?. Me pregunto si la podré tomar para mí, si podré transformarla en mi hogar. Me han recibido como un amigo. Una diosa, con serpientes por pies, me recibió de manera amable. Yo me gane bajo su mando y a cambio ella me regalo una espada. Pero ¿Qué es su espada, comparada con mi espada?. Yo tome mi espada y la imbuí en la llama corrupta. Entonces, ¿Qué tiene de especial su espada? Nada, absolutamente nada. Puedo decir que su rostro es hermoso en gran manera, pero esos ojos que me miran a través de los orificios de la máscara con forma de sol, son altivos, son déspotas. Me miran como si vieran a un gusano. Me miran como a una herramienta. Pero no importa, contestare tu regalo con otro regalo. Y cuando caigas retorciéndote en tus aposentos, veremos si me sigues mirando con esos ojos.
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Hoy no puede hablar. Hoy está enferma. Hoy esta indispuesta. El ultima diosa de Anor Londo está enferma. Esas han sido mis excusas, jajaja. Ella esta encerrada, postrada, con esa niña mitad lagartija que la acompaña. Han venido algunas personas, una muchacha y un muchacho. Ella danza y él blande un mazo. Amigos de la infancia se dicen. Sin embargo, mi querido Vordt, a tu tierna amiga de la infancia le dije dos o tres palabras y no tuvo reparo en abrir sus piernas. Te vi cuando ella te dijo que no te amaba. Te vi cuando ella te dijo que a mí me amaba. Te vi cuando con lágrimas le dijiste que lo aceptabas, insensato, ahora la sigues de vuelta a Lothric. Como mi subordinado y como mi lacayo. Lo que no sabes es que ese anillo de lealtad. El que te ha obligado a ponerte tu amada, será tu perdición. No te preocupes Vordt, ya he disfrutado lo suficiente de tu bailarina. Ahora puedes tener lo que sobra.
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Hoy…
Me siento extraño, mi mente, no lo sé. No puedo pensar bien. Ayer estaba bien. Cuando…alimente a esa cosa, con lo que quedaba de la diosa. Hoy me siento extraviado.
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El maestro y sus discípulos escuchaban con atención todo el relato, o las partes más significativas de una vida de pecado. Ahora la pregunta del millón era ¿Dónde estaba ese lugar de donde salió Sulyvahn?. Kain miro a sus dos discípulos, Elizabeth y Orbeck. Sin embargo, ninguno supo responder. Kain pensó un poco mas, les dijo que por ahora siguieran leyendo y que si había algo mas, se lo comunicaran.
Cuando cayó la "noche", acompañada del cansancio y el hambre, Kain llevo a sus discípulos a comer. Les dijo que esta sería la última comida que tendrían aquí, que mañana emprenderían de nuevo el viaje. Entonces Elizabeth rezongo, se quejó e imploro que permanecieran otro día.
Kain la miro con una sonrisa y le dijo -campeona de la ceniza ¿no tienes un misión que cumplir?-
Elizabeth se sonrojo, se dio la vuelta y camino a otra esquina. Siguió mirando libros, ignorando que fue ella la que se quejó, ignorando su deber, hasta que Kain la tomo de una oreja y la llevo a comer. Ahí en la mesa, disfrutaron, compartieron y hablaron. Fue un último día de relajo. Después de eso durmieron con placida calma. Al otro día se marcharon.
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Kain y compañía salieron de la catedral. El aire estaba como siempre, frio. No hubo excusas, no hubo comentarios, solo la incomodidad de salir de la comodidad. Sin embargo, siguieron adelante, subieron unas escaleras que los llevo a un patio. En ese lugar habían cuerpos de gigantes, unos muertos, otros vivos. No sería un problema acabar con ellos, sin embargo, no había ganancia en enfrentar a los últimos moribundos. Elizabeth apoyo esta moción, según ella, se encontró con un gigante muy simpático. Dijo que eran buenas personas por naturaleza, pero testarudas con sus promesas. Ella algo cabizbaja agacho la cabeza y dijo -puede que una promesa los ate a este lugar. Será mejor ignorarlos-. Todos asintieron y siguieron.
Al final del patio vieron una pequeña torre, de unos tres pisos de alto. Mas allá de la torre había una gran construcción. Vasta, inmensa, como si pudiera habitar una ciudad en su interior. Sus soportes se extendían desde los lados, como patas de araña. Largos y anchos como caminos por los cuales podría pasar una persona. Sus pilares eran majestuoso y finamente tallados. Un paso tras otros se acercaron a la torre. Sin embargo, a mitad de camino se detuvieron. Dos intrusos, uno con lanzas y el otro como masas, ambos los asaltaron. Elizabeth y Orbeck se miraron y asintieron. La joven con un rápido movimiento de su índice y dedo medio, imbuyo la hoja de su espada con magia. El lancero la ataco y ella desvió. El lancero tenía pericia, sin embargo de nada le valió delante de Elizabeth. Ella desvió dos veces y cuando el lancero se quedó sin espacio para más movimientos, ella lo remato con una flecha del alma en toda la cara.
Por otra parte, Orbeck funciono sin emociones, esquivando y evitando. El guerrero de las masas, lo ataco. A la cabeza, a las piernas, pero nunca le dio. Al final Orbeck asintió, tomo una respiración y lanzo dos dardos. Uno que le levanto la guardia al guerrero y otro que le perforo la cabeza.
Kain aprobó el combate, fue bueno, fue practico, sin malgastar energía, sin sobre cargarse demasiado. Todo estuvo relajado después del final. Todos ignoraron los cadáveres en el suelo y continuaron. Kain camino a la cabeza, lo siguió Orbeck, un poco más atrás Elizabeth y Yennefer. No obstante, Kain noto que Orbeck estaba decaído.
Así que Kain disminuyo su andar y le pregunto -¿Qué pasa?¿porque tan cabizbajo? Lo hiciste bien contra ese caballero-
Orbeck negó, quiso decir algo, pero se lo guardo. Kain insistió en esto, no quería que se guardara su disconformidad. Insistió hasta que llegaron al final del patio, frente al edificio y Orbeck por fin hablo -¿Cómo ella puede hacer eso maestro?¿Cómo puede emitir magia sin un catalizador?-
Kain se largó a reír, pero después de ver el ceño fruncido de Orbeck, se calló y le respondió -no le des tantas vueltas. Entiendo tus sentimientos. Si te soy sincero también me ha pasado. Bueno, veras, hace mucho tiempo conocí una persona. Se decía que era un genio entre los genios: en la pintura, en la arquitectura, en la anatomía, en un montón de artes. Sin embargo, un día le enseñe una de mis habilidades. Él se volvió loco, aunque pudo entender lo que le enseñe, jamás fue capaz de ponerlo en la práctica. Entonces años después encontré a una mujer. Era hermosa como ella sola, bueno eso no viene al caso, la cuestión es qué, esta muchacha que dentro de todo nunca se podría considerar una académica. Pudo aprender y ejercitar la habilidad. Así que Orbeck, no le des más a vueltas al asunto o también te volverás loco. Hay gente que nació con talento, los otros tenemos que forjarlo-
Orbeck asintió y no le dio más vueltas al asunto. Aunque él podía aprender muchas cosas que le enseñaba su maestro, nunca se creyó capaz de hacer magia sin un catalizador. Por otra parte, lo que le daba más rabia, fue que Elizabeth podía hacerlo de manera natural. Él no se lo creyó cuando ella le contó, pero ahora lo atestiguo. Vio cómo ella imbuyo su espada usando sus dedos. ¿Qué clase ridícula de genio era eso? Debía ser una broma, ¿Cómo alguien que ni siquiera ha estudiado la mitad que él, puede lograr algo tan absurdo?. Orbeck soltó un suspiro y dijo -solo es otro misterio del universo-. Después de eso avanzo hacia el edificio, subió por los escalones hasta que un fuerte chasquido, acompañado después de un estruendoso impacto, lo saco de su estado.
Cuando Kain había llegado a lo más alto de la torre, se tuvo que resguardar detrás de unos pilares. Desde el frente, más allá de los soportes que se extienden como patas de araña, le disparaban. Eran caballeros con armaduras color plateada. Estaban en la azotea del edificio del frente. Atacaban sin cesar. Kain fácil pudo contar cinco. Él miro a sus discípulos y les dijo que se ocuparan de los enemigos. Elizabeth fue la primera, Orbeck el segundo y Yennefer la tercera. Ellos corrieron y cruzaron atreves de los soportes. Kain los vio esquivar las monstruosas flechas. Estas a su vez pasaron de largo destruyendo lo que encontraron. El trio llego al otro lado, lucharon sin descanso y a duras penas prevalecieron contra los grandes caballeros. Unos tenían una lanza, otro un hacha y otros una espada y escudo. Todos fueron feroces y firmes. Ninguno claudico hasta el amargo final.
Cuando termino el combate, Kain cruzo por los soportes del edificio. Llego al otro lado y se encontró con Yennefer. Tenía un corte en la pierna y en el brazo. Kain le dio algunas palabras de elogio y la curo, para haber luchado contra un buen guerrero, lo había hecho muy bien. Después ella lo siguió hasta donde estaba Orbeck, él estaba recostando en una pared, unos quince metros más allá. Le habían perforado un pulmón. Kain lo amonesto y le señalo cuales eran sus errores, le hablo sobre el hecho de perder demasiado tiempo en un gran hechizo. Le dijo que en estas ocasiones era mejor ocupar pequeños hechizos, que era la manera más adecuada de luchar. Después lo sano. Por fin los tres se dirigieron a donde estaba Elizabeth. Ella está de pie, pero a su vez apoyada en la pared. Meditaba en la pelea. Recordaba a los guerreros y su hermosa armadura. Los encontró fuertes, pero también trágicos. Se pregunto ¿Cómo fue este guerrero en vida?. Antes de que se transformara en esto. Negó, se empujó hacia adelante y miro a sus compañeros. Puso un sonrisa y camino hasta ellos.
Después de toda esa lucha, Kain llevo a los tres por el borde de la gran construcción. Caminaron hasta una saliente, en donde se producía un desnivel. Tenía unos tres metros de diferencia. Ahí abajo había un caballero de armadura plateada. Kain emitió una magia, extendió su mano sin abrirla demasiado, dentro de la palma se produjo un cristal, el núcleo era rojo como la sangre. Kain apunto al caballero, le disparo el cristal y al chocar contra el caballero, exploto. El enemigo fue evaporado.
-¡Eso es injusto!- grito Elizabeth. Ella se molestó y dejo atrás a Kain, los otros se rieron y la siguieron. En la parte baja había una entrada. Adentro de ese lugar parecía un templo. Ahí había una estatua del dios de este mundo. El primer señor de las cenizas. Estaba firme, jovial, como si el tiempo no hubiera pasado por este lugar. Era la ilusión de alguien que negándose a seguir su destino, trato de doblegarlo. Kain se preguntó cómo se vería ahora si todavía estuviera vivo. Los tres contemplaron la estatua y después siguieron por un camino. Salieron a un puente que estaba cortado, frente a él había una torre de roca sólida. Orbeck registro el puente, encontró una palanca y tiro de ella. La torre que estaba al frente rodó hasta conectar con el puente. Kain se maravilló, quería ver cómo funcionaba esta enormidad, pero lo dejo ser, no era el momento ni el lugar. Después siguieron subiendo por la torre. Dejaron atrás el panteón del antiguo dios. Subieron hasta lo más alto y ahí se encontraron con otro mecanismo. Sin embargo la curiosa Elizabeth la llevo a mirar hacía todos lados. Exclamo que era una vista preciosa, que esperaran un rato más. Kain acepto, miraron a la distancia. Cada uno por su cuenta. Cada uno con sus propias aspiraciones y sueños. Fue un momento agradable, sin embargo Elizabeth lo interrumpió cuando pego un grito.
Kain al voltearse vio a Elizabeth volando en el aire, o al menos eso parecía. Ella soltó una risita divertida y le dijo -jefe ¿Por qué no vienes?-.
Kain camino hasta el lugar, miro el suelo y se dio cuenta de que era una pasarela transparente. Dura como la roca, sin embargo tenía sus límites.
Kain coloco una cara sería y le dijo -ten cuidado Eli, si te caes ni siquiera yo te podría recomponer-
Ella asintió pero igual avanzo por la pasarela, después de dos metros se fue la diversión, después de tres metros ya quería volver, pero se quedó congelada. Se pregunto ¿y ahora que hago?, miro a Kain con ojos húmedos, asustados por la aterradora altura y le dijo -ayúdame jefe, no me puedo mover-.
Así que ahí fue Kain, dio un primer paso firme, el segundo con duda y el tercero con incertidumbre. Sabía que había un suelo, pero como todo el mundo, duda de todo lo que no ve. Camino hasta Elizabeth, la tomo de la cintura y cuándo se disponía a volver, vio algo que capto su atención. Una torre, y en ella una mujer sentada en una silla. Ella a su vez, sintió su mirada, sus ojos se ensancharon con asombro, después tosió, levanto la barbilla y puso un rostro serió. Como si se estuviera preparando para la visita de un subordinado.
Kain camino con Elizabeth, esta última le rogó que se detuviera, le dijo que tenía miedo, que ya no le daría más problemas, pero que fuera bueno y la llevara a tierra firme. Kain siguió a pesar de la protesta. Llego al lugar en donde un balcón chocaba con la pasarela y salto. Elizabeth dio un grito, se aferró a él con todas sus fuerzas. Pensó que caería, pensó que Kain se había vuelto loco. Sin embargo, cuando no sintió el aire, ni la presión de la caída, levanto la vista. Sus ojos se encontraron con los de Kain. Este le sonrió y ella en un súbito impulso lo beso. Compartieron ese momento hasta que alguien tosió. Ese ruido saco a Elizabeth de su sueño, de su romance, algo avergonzada clavo su cara en el pecho de Kain. Este a su vez la abrazo con delicada fuerza y permaneció así. Otra vez se escuchó la tos. Kain miro a su anfitriona, al parecer la dueña de esta azotea, que también era la parte alta de una torre, no estaba acostumbrada a este tipo actos. Ella era alta, tanto que solo estando sentada ya era más alta que Kain. Tenía un rostro juvenil, brazos delgados como ramas, un velo que le cubría la cara y sus ropas eran blancas. Llevaba un vestido que le llegaba a los tobillos y cerca de ellos, se asomaba un tímida cola. Todo en ella era tierno y pequeño, salvo su estatura. Sin embargo, en estos momento tenía un rostro serio y algo ruborizado.
Kain le dio una tenue sonrisa y la saludo -hola joven dama-
La joven tenía una expresión de estar ofendida, con su rostro aun ruborizado le dijo -no soy una dama, soy un diosa, más respeto. Yo, Yorshka, capitana de las Espadas de la Luna Oscura, te doy la bienvenida extraño-
Kain conocía esa actitud. Por lo general las niñas que tratan de verse más maduras se comportan así. Tratando de ser serias y con un habla más dramático. Se pregunto cuál era su real estado, pero como era joven, decidió no molestarla. Ya se acuerda de Nymeros y sus berrinches. Él la molestaba por parecer o querer ser adulta. Por otro lado, ella solo se cohibía y enojaba. Así que sería mejor seguirle el juego.
Kain le dio unas palmaditas a Elizabeth para que lo soltara. Una vez que ella lo soltó se quiso presentar. Sin embargo, esta mujer soltó otro grito y empezó decir -KYAAA. Jefe, mira, no te parece linda. ¿Cómo te llamas? Me llamo Elizabeth- ella se acercó sin ningún miedo ni cohibición y empezó a bombardear a la capitana de las espadas con preguntas, una tras otra. Después se acercó demasiado, lo suficiente como para que Yorshka se tratara de echar hacía atrás. Sin embargo, como no había espacio, la empujo. No obstante, Elizabeth no se sintió mal, siguió molestando a Yorshka, le acaricio el pelo, las manos y hasta la cola. En esto último Yorshka no titubeo y con lágrimas en los ojos le dijo que no fuera tan indecente. Su cola era sagrada y si algún día hubiera alguien que se la toca, ese sería su hermano. Entonces Elizabeth algo avergonzada se disculpó, le planteo que fueran amigas, pero Yorshka se negó. Le dijo que era una diosa, que como osaba. Pero Elizabeth no la escucho, a ella le encantaba Yorshka, así que le hablo de diferentes cosas hasta que captó la atención de la joven capitana. Esta a su vez se olvidó de su estatus de diosa. Posterior a eso hubo una reintroducción de ambas. Y de algún modo, Elizabeth la convenció de que se hicieran amigas. Dos horas más tarde, hicieron un pacto y tres horas más tarde, cuando ya el grupo estaba aburrido de esperarlas, Elizabeth era una sub-capitana. Kain solo pudo negar y preguntarse qué había pasado.
Un poco de contexto y lore.
Mañana mas
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