Probablemente sabes que el empleado promedio sobrevive de nómina a nómina. Yo lo sé muy bien porque trabajé durante diez años en banca como director. Cada mes, al llegar la tercera y cuarta semana, los números rojos teñían las cuentas corrientes; y sus titulares esperaban el inicio de mes financieramente exhaustos para cobrar la siguiente nómina. Y así mes tras mes.
Menuda vida.
De unos años a esta parte, las personas se hipotecan de por vida con más alegría que nunca antes; y debido al elevado importe de las hipotecas, los plazos se alargan hasta 40 años para amortizarlas. Pero si esto no es suficiente como para poner los pelos de punta a cualquiera, aguarda a escuchar lo que sigue: cada vez más personas después de pagar durante media vida la compra de su vivienda, en la vejez vuelven a hipotecarla, pero ahora con una «hipoteca inversa», para recibir un ingreso mensual que complementa sus exiguas pensiones.
Menuda herencia.
Muchas personas, después de toda una vida de trabajo duro, tienen muy poco en el banco, la cifra promedio ahorrada es de 30.000 euros. Con ese capital y una escueta pensión de la Seguridad Social, es casi inevitable que lo primero que haga una persona cuando se jubila sea buscar trabajo y hacer horas en lo que pueda. Al llegar la jubilación, la mayoría abandona la clase media para ingresar en la clase baja. De este modo los años de retiro que se suponían dorados se convierten en un período agridulce (más agrio que dulce) con un poder adquisitivo muy por debajo del disfrutado en la etapa activa. ¿Adónde conduce trabajar toda una vida?
Menudo panorama.
Ante semejante escenario, creo poder oír tus pensamientos: «No es justo». Tal vez, pero los hechos están ahí y son el efecto de unas causas, no de la casualidad. En este libro nos ocuparemos de las causas que conducen a esta clase de situaciones para corregirlas cuando aún es posible hacerlo.
Quisiera que entendieses que redoblar esfuerzos con una receta que no funciona no hace más que empeorar el guiso, así que te diré que más trabajo o más sueldo no son las soluciones. Lo que afirmo puede parecer increíble, pero pronto comprenderás que no es la velocidad lo que falla sino la dirección.
La persona que no llega a final de mes suele creer que un aumento de sueldo sería la solución definitiva a sus males. Y yo creo que no lo sería. ¿Por qué?, porque en el mismo instante en que le aumentaran el sueldo, aumentarían sus impuestos retenidos en la nómina, aumentaría su nivel de gasto y aumentaría su nivel de deuda, puesto que consumiría en proporción a lo ingresado. Y volvería a estar en las mismas.
Es obvio que las personas endeudadas lo están porque gastan más de lo que ingresan, no estoy seguro de que aumentar sus ingresos resolviera la situación porque de inmediato gastarían más y su deuda aumentaría. No necesitan más dinero sino resolver su hábito de gastar más de lo que ingresan. Sí, has leído bien. Necesitan, en dos
palabras, formación financiera. Sin esa educación, cuando alguien gana más dinero, gasta más dinero o pierde más dinero. Al final, gana la partida no el que ha ingresado más sino el que conserva más cuando ésta acaba.
La peor mentira que puede alguien contarse es que si ganara más dinero tendría más dinero.
Imaginemos que alguien recibe un aumento de sueldo (una hipótesis aventurada en estos tiempos). Meses después, esa persona descubre que se halla más estresada por su nueva responsabilidad laboral y que le deja menos tiempo libre; además ahora se recompensa con más gasto, y en consecuencia, realiza el mismo ahorro mensual que antes, es decir: cero. Trabajan duro y se lo gastan, piden prestado y se lo gastan, incluso se gastan lo que aún no han ganado... son expertos en gastar. ¡Compradores de primera!
Por otro lado, su retención en la nómina ha subido varios puntos. Las cosas han mejorado para acabar empeorando. Tras la promoción, tiene un mayor ingreso pero también más responsabilidades, más impuestos, más gasto; y menos tiempo, menos libertad, menos vida... Robert Frost, ganador de cuatro premios Pulitzer, lo expresó impecablemente: «Trabajando fielmente ocho horas al día, con el tiempo llegarás a ser jefe y a trabajar doce horas al día». ¿Entiendes por qué el éxito, de un empleado, puede convertirse en un fracaso? Parece que nadie se da cuenta de eso.
La solución no es un sueldo mejor sino una mentalidad mejor.
Los sueldos no aumentan; en términos reales, disminuyen. No hay más que echar un vistazo al mercado laboral para darse cuenta de que la oferta de trabajo no es un bien escaso, sino al contrario: hay sobreoferta. Debido a la ley de la oferta y la demanda, el precio por hora no hace más que bajar y bajar. ¿Suben los sueldos un 20% al año? ¿Y un 10%? Claro que no. En términos reales, deducida la inflación, los sueldos descienden. ¿Por qué? Porque miles de millones de aspirantes a un empleo en el mercado global hace que bajen los sueldos.
El ingreso de las grandes economías asiáticas en el mercado global aporta 2.400 millones de personas. ¿De verdad crees que eso no va a afectarte sólo porque están a unas horas de avión? Los satélites de comunicaciones han puesto puerta con puerta a trabajadores occidentales y orientales. Está pasando ahora: los trabajadores de cuello azul toman un avión para Europa y a los trabajadores de cuello blanco les basta con darse de alta en Internet (ni siquiera tienen que desplazarse, se suben a la fibra óptica). Imagina que mañana cuando llegas a tu trabajo te encontraras con esa enorme masa laboral frente a tu empresa pidiendo trabajar por la décima parte de que lo que cobras tú... pues en cierto modo está pasando.
No importa a qué te dediques, producción o servicios, manual o intelectual, tu trabajo tarde o temprano se virtualizará, automatizará o se subcontratará en donde cueste menos y se haga mejor. No hay vuelta de hoja: las actividades económicas (todas) se descompondrán en partes (procesos), y la mayoría se digitalizarán (automatizarán) o se exportarán (subcontratarán) no sólo para reducir costes, sino y esto debería hacernos reflexionar para ¡mejorar la calidad! ¿Quién ganará más con todo esto? No te equivoques, no son las empresas, son también los consumidores (todos nosotros) al disponer de mejores bienes y servicios, a mejor precio.
No escribí el párrafo anterior para preocuparte, sino para invitarte a tomar acción, y la mejor respuesta no es protestar cortando una carretera u organizando una pitada, sino cambiar de mentalidad. El mensaje es: desarrolla un talento y ofrécelo con creatividad, en el mundo global habrá magníficas oportunidades para quienes reciclen su mentalidad
comodona; pero será un rodillo para los que contemplen este momento como si no tuviera nada que ver con ellos.
El consejo convencional es: «Ve a la escuela, licénciate en la universidad, busca un empleo seguro, trabaja duro toda la vida, retírate». Es el peor consejo que he oído en toda mi vida. Da escalofríos pensarlo. Si puedes tragarte eso, entonces también podrás creerte que yo soy Tintín. Pero, ¿por qué es tan popular una propuesta tan exótica? Examina las personas que creen esa barbaridad. Imagina cómo están sus economías, al límite. ¿Quieres eso para ti? Entonces no sigas un consejo obsoleto. No es una buena receta, y si la receta es mala no importa lo buen cocinero que seas, el resultado seguirá siendo pésimo.
Todos hemos escuchado conversaciones en las que alguien defiende la compra del piso por encima del alquiler. El argumento siempre es el mismo: «Si alquilas, tiras el dinero; pero si compras, siempre tienes algo tuyo». Es cierto. Trasladémoslo ahora al ámbito del trabajo: «Si trabajas para otros tiras el tiempo, pero si trabajas para ti y creas un activo (negocio) siempre tienes algo tuyo». También es cierto, pero muy pocos se dan cuenta.
Trabajar a cambio de una nómina nunca te ofrece un ingreso residual, nunca tienes nada que te pertenezca, que pueda venderse o que pueda crear riqueza para ti en el futuro... Lo malo de trabajar en un empleo es que cada día por la mañana empiezas de cero y por la noche pones el marcador a cero para el día siguiente. Nunca posees nada, no importa los años que trabajes en un empleo, al final no tienes nada, porque nunca fue tuyo.
Un empleo es una fuente de ingresos de «alquiler», y por mucho que trabajes en él, por muy bien que lo hagas, nunca es tuyo. Los problemas empiezan cuando una empresa decide no «alquilar» más un puesto de trabajo a un trabajador.
Entonces si la solución no es conseguir un mejor empleo ni más sueldo, ¿cuál es la solución? Lo veremos más adelante, pero te adelanto que El Código del Dinero el pasaporte a tu libertad financiera tiene que ver con un sistema propio de ingresos. Suena bien, ¿verdad? Ya llegaremos a esa parte.
La solución a los problemas de dinero no está en el dinero sino en una mentalidad diferente.
¡Cuántas veces una persona recibe una cantidad de dinero y cree que eso será el fin de sus males, para acabar igual que antes, si no peor! Los ricos no son diferentes del resto, tan sólo poseen una mentalidad diferente y, en consecuencia, más dinero. Todos afrontan retos económicos y problemas financieros, la gran diferencia es que ellos los afrontan con diferente mentalidad.
El coeficiente de inteligencia financiera es lo que hace ricas a la personas, no el dinero. Inteligencia es la capacidad de hacer distinciones cada vez más precisas. Y la inteligencia financiera te permite hacer distinciones en tus modos de ganar y de gastar cada vez más refinadas. Cuando termines de leer este libro serás capaz de ver lo que otros no ven.
Por el momento, comprende que el dinero es el efecto de una causa y la causa siempre es cierta mentalidad. Si te centras en los efectos (el dinero) pero no en la causa (la mentalidad) las cosas no van a cambiar. Y si lo hacen, serán cambios poco duraderos. Lo que trato de decirte es que para arreglar tu economía no necesitas dinero, sino una mentalidad diferente que se traducirá en dinero y mucho más.
He descubierto que hay problemas económicos porque se ignora la antigua ley del Proceso: Ser, Hacer, Tener. Todo el mundo quiere algo que aún no tiene, pero muy pocos se dan cuenta de que para «tener» antes hay que «ser» aquello que desean.
«Primero di qué te gustaría ser y luego haz lo que tengas que hacer», Epicteto. Para conseguir algo, primero tienes que pensar y sentir como si eso ya fuera real; y comportarte como si ya estuviese en el proceso de llegar a ti. Tiene sentido para mí. Por ejemplo, si una persona quiere tener prosperidad; primero su mentalidad debe ser próspera. Y al hacer lo que hace una persona próspera, acabará manifestando la prosperidad. Ser, hacer, tener; y no a la inversa, como algunos creen.
Otra de las causas de que haya problemas financieros es que hay poca o ninguna educación financiera. Las personas solventes poseen una mejor educación financiera que las insolventes. No académica, sino financiera. Si revisas la lista de las personas más ricas del mundo comprobarás que no lo son debido a su formación académica. Lo son por su actitud. Su actitud marcó la diferencia; y sin embargo, cada día legiones de personas salen de su casa ávidas de diplomas (se enfocan al cien por cien en la aptitud y cero por cien en la actitud). Ahora mismo me estoy llevando las manos a la cabeza.
Los sistemas educativos nos preparan para el fracaso financiero. Por supuesto, sin mala intención, pero no son las intenciones lo que cuentan sino los resultados. Aceptemos que la educación convencional, en lo que respecta a la libertad financiera, es nula. La siguiente lista es de personas que abandonaron la universidad (porque allí no podían enseñarles lo que querían aprender), y como verás no les ha ido nada mal: Richard Branson, Thomas Edison, Agatha Cristie, Ted Turner, Mozart, Michael Dell, Steve Jobs, Bill Gates, Henry Ford, Amancio Ortega...
Parafraseando a Einstein: el aprendizaje está obstaculizado por la educación.
La educación financiera debería enseñarse en la escuela desde primaria (¿estudiaste asignaturas como «riqueza I» y «riqueza II» o parecidas? Yo no). Y por educación financiera no me refiero a estudiar sesudas teorías, sino leyes prácticas que cualquiera puede entender y aplicar en su economía personal. Los sistemas educativos estimulan a estudiar para tener un empleo, pero la buena formación financiera enseña a no necesitar un empleo. Daniel Pink, autor visionario, escribió en su libro Free Agent Nation: «El modelo educativo de
Estados Unidos es lo que yo llamo Modelo del pavo del Día de Acción de Gracias: ponemos a los chavales en el horno de la educación formal durante once años, hasta que estén bien hechos, y entonces se sirven a los empleadores. Una minoría recibirá una cocción adicional, durante cuatro años, en un College». Yo siento que he sido
«gratinado» demasiado tiempo en el horno equivocado. En mi caso, la facultad de ciencias económicas me entrenó para ser un empleado (de cuello blanco), no un empleador ni un emprendedor (de cuello dorado). Y en consecuencia, me empleé más años de los necesarios. He de confesar que me he redimido.
Si no estás ingresando lo que desearías, es porque hay algo sobre el dinero que aún no sabes.
La siguiente causa de tantos problemas financieros es que la mayoría de las personas no venden nada, salvo su tiempo. Un trabajo convencional consiste en una venta de tiempo bajo contrato: 40 horas semanales a cambio de un salario. Y, prefiero decirlo cuanto antes, vendiendo tiempo es imposible conseguir libertad financiera. Esta es la razón por la que los ricos se hacen más ricos y los demás, incluida la clase media, se hacen cada vez más pobres.
Como sabes, el tiempo es limitado: no puedes trabajar más allá de 8, 10 o 12 horas al día. Esto es un límite y por muy bien que se pague la hora, no se puede vender más tiempo del que se dispone. Por eso los ricos no venden su tiempo, no se emplean, sino que crean sistemas o negocios para ganar sus ingresos.
¿Abrirías una tienda con 8, 10 o 12 artículos en el estante nada más? Claro que no.
¡Menuda caja resultaría al final del día! Pues eso mismo es lo que hace quien vende sus horas. Tiene poco que vender y eso sale muy caro.
Un trabajo convencional tiene ventajas, qué duda cabe, ¿verdad?, pero dos grandes inconvenientes: a) limita severamente la libertad y b) es un límite a la prosperidad económica. Un empleo sale muy caro. Por esa razón, en un determinado momento de mi carrera profesional perdí todo el interés por tener un empleo. De pronto, necesité deshacerme de él. Entendí que la libertad que buscaba no me la proporcionaría una promoción interna, o el cambio de un trabajo a otro, sino un cambio radical de mentalidad.
¿No has notado que quienes apuestan por lo seguro carecen de entusiasmo y sentido de propósito?
Puedes ser muy bueno en lo tuyo y tener una pésima economía, porque vender tiempo es un límite. En cambio no conozco ningún buen empresario, que sea muy bueno en lo suyo, y que vaya justo. ¿La razón? Sus ingresos no están limitados. No es lo bueno que eres en una profesión lo que marca tu éxito financiero, se trata de si limitas o no tus ingresos. ¿Es que nadie se da cuenta?
Otra razón por la que hay problemas económicos es que, como todo en la vida, el dinero tiene un precio. Lo que ocurre es que demasiada gente cree que puede conseguir- se algo a cambio de nada. El millonario americano Hunt dijo: «El secreto del éxito está en saber lo que quieres y estar dispuesto a pagar el precio para conseguirlo».
Uno: saber «el qué». Dos: pagar su «precio».
El dinero, como todo, tiene un precio (que no todos quieren pagar). El precio del dinero se paga básicamente con: coraje, creatividad, paciencia, imaginación, pasión, disciplina, esfuerzo, persistencia, confianza, voluntad de servicio y muchas otras cualidades que no todo el mundo está dispuesto a desarrollar. Te diré algo invaluable: siempre que quieras algo en la vida, averigua primero cuál es su precio y luego págalo con gusto.
A mí me encanta pagar precios, es garantía de resultados.
Y finalmente hay problemas de dinero porque los problemas, en cierto modo, son naturales. Lo cierto es que todo el mundo tiene problemas financieros, incluso los ricos, la diferencia estriba en el modo de resolverlos.
Tratar de evitar, o ignorar, los problemas financieros equivale a mantenerlos, porque los problemas no se resuelven por sí mismos. En lo que toca al dinero, siempre digo que tratar de resolver problemas financieros con dinero, y no con inteligencia financiera, es un gran error.
Los problemas económicos no se resuelven con dinero sino con creatividad.
Mi deseo es que este libro rompa viejos paradigmas sobre el dinero. Deseo que el lector entienda que el dinero nunca es el problema y que los problemas están en ciertas mentalidades sobre el dinero. Tratar de conseguir una vida de libertad y riqueza,
llevándose mal con el dinero, no tiene sentido. Cuando esto tan sencillo se comprenda se dará un paso de gigante hacia la libertad y la prosperidad.