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Hasta ahora todo había ido muy bien; al menos las personas que contraté, han seguido mis órdenes al pie de la letra. Limpié todo lo que pude, traté de no dejar ningún tipo de rastro; luego nos fuimos uno de los hombres y yo en la patrulla. El otro se encargó de llevar mi auto a donde le dije. Será más fácil manejarlas estando en la patrulla, así creerían cualquier mentira que se les diga.

Fuimos a buscarlas a la universidad y, al subirse, se nos quedaron viendo.

—¿Quiénes son ustedes? — preguntó la mayor dudosa.

—Compañeros de tu padre. Tus padres están en una cita los dos y nos pidieron el favor de buscarlas.

Manejé, y la mayor se me quedó viendo por el retrovisor.

—Me parece haberte visto en alguna parte.

—Ah, ¿sí? ¿Y en dónde?— acomodé el retrovisor para que pudiera verme mejor.

—¿A dónde nos llevas? Este camino no es para nuestra casa.

—Roxanna, ¿No es el hombre que encontramos en la barra el otro día? —preguntó la menor.

—Tienes razón, Nina. Esto es extraño. Él no dejaría a alguien manejar su patrulla y, menos a esta hora que debería estar llevándonos a la casa para irse después a trabajar. Él no es de faltar al trabajo. ¿Es esto una broma? — buscó su teléfono para marcar y, frené el auto de golpe.

—Me has descubierto, pero ya es muy tarde. ¿Sabes que es malo no ponerse el cinturón? Creo que ahora entienden las razones— golpearon la puerta para tratar de salir, pero ya la había cerrado al frente—. Vigila que no llamen a nadie y, si lo hacen, la que lo haga será la primera en ser picada en pedacitos—el hombre se giró a vigilarlas, y seguí manejando.

—Ya lo escucharon, nada de juegos, o van a lamentarse después.

—Mientras se porten bien, así mismo nos portaremos nosotros con ustedes — añadí.

Manejé hasta un edificio algo lejano que encontré abandonado, es donde mandé a traer los cuerpos. Tendré mucho trabajo que hacer y todo por la mocosa.

Nos bajamos los dos y, el tercero se acercó a la patrulla. Quité el seguro y trataron de bajarse, pero no iban a ir muy lejos. Uno de ellos agarró a una y el otro agarró a la otra. Abrí la otra puerta y, a la menor, la halé por el pelo para sacarla de la patrulla. La llevé arrastrada hasta entrar al edificio y, les ordené a los hombres que amarraran a las tres juntas. Sus gritos y llanto era lo único que se escuchaba.

—Es cierto que mentí. Resulta que su padre y madrastra están aquí. Tómalo como una reunión familiar— quité la bolsa que cubría a sus padres, y comenzaron a gritar —. Ahí tienen la cena servida, disfrútenla mientras puedan. Quiero que las golpeen para que experimenten lo mismo que le hacían a su hermana Daisy.

—¿Estás haciendo esto por ella? ¿Ella los mandó?—preguntó la mayor en lágrimas.

—No, yo me mandé solito.

—Déjanos ir, les podemos dar mucho dinero.

—¿Estás dispuesta a pagar dos millones? Dudo mucho que una mocosa como tú tenga esa cantidad, ¿Verdad? — preguntó uno de los hombres.

—No pueden ni limpiarse el trasero bien y, ya andan ofreciendo dinero como si fueran millonarias. Solo son tres perras engreídas, que disfrutan haciéndole daño a los demás. Como ves que a nosotros también nos gusta hacer mucho daño. Ya saben que hacer ustedes dos. Pueden hacer lo que quieran con ellas, ahí las tienen. No olviden que tienen tres agujeros a los que le pueden dar buen uso. No dejen ninguno sin usar.

—Sí, señor.

No tengo interés en violar a ninguna. Estoy cansado, y he tenido un día de perros y lo que aún me falta.

Me quedé cerca viendo la obra y asegurándome de que hicieran su parte. Hicieron todo lo que les pedí y, más. Me sentía satisfecho con el resultado. No puedo quejarme, encontré a dos hombres competentes.

Luego que se tomaron varias horas, al terminar, les pasé otro pedazo de soga para que amarraran sus piernas. Les di la orden de meterlas en la patrulla y llevaron los otros dos cuerpos tambien, para así prenderles fuego con todo y patrulla. No puede quedar ninguna evidencia y, así de paso, la cámara que tiene la patrulla se quema junto a ellos.

Se escuchaban sus patadas en las puertas. El desespero de ser quemado vivo debe ser horrible. Tenía que asegurarme de que se quemara todo, así que me quedé viendo la obra y ellos también.

—¿Ahora qué sigue, señor?

—Irás a buscar la pala que está detrás del edificio y, tú encárgate de limpiar este desastre. Aún nos queda mucho trabajo por hacer.

—Sí, señor.

—¿Y para qué la pala?

—¿Piensas dejar la evidencia ahí tirada? Hay que deshacernos de todo.

—Sí, señor.

Me quedé a solas con el que estaba limpiando y puse mi brazo alrededor de su cuello, evitando que pudiera gritar y saqué el cuchillo rápidamente para sacarlo de circulación. Tiré su cuerpo en el suelo y me fui a buscar al otro.

Al sentirme detrás de él, se giró.

—Me ha dado un susto, señor.

—¿No encuentras la pala?

—No, dijo que estaba aquí detrás, pero no está.

Lo agarré por el cuello y restregué su cabeza contra la pared; saqué el cuchillo y lo apuñalé dos veces en el costado.

—Sin duda fueron buenos, lastima que no puedo dejar testigos.

Traje sus dos cuerpo detrás del edificio y los enterré lo más profundo que pude. Quise hacer un trabajo bien hecho, no quería dejar rastros en la tierra de que había algo debajo. Me tomó mucho tiempo, pues hace mucho no lo hacía. Me trae muchos recuerdos de mi vida pasada.

Limpié lo que faltaba y eliminé cualquier prueba que pudiera haber. La patrulla la dejé ahí y, mi auto lo habían dejado donde les indiqué, a unos 10 minutos de aquí caminando.

Siete personas en un puto día. Sin duda, debo cobrarle todas a esa mujer. Estoy hecho mierda.

Me quité el traje y lo tiré en la basura antes de llegar al Hotel. Subí las mangas de la camisa, ya que tenían un poco de sangre y mi pantalón también, pero no podía quedarme en pelotas.

Subí a la habitación y, ahí estaba Daisy, tenía la bata blanca del Hotel y estaba recostada de lado en la cama. Supongo que no debe tener nada debajo. Lastima que estoy cansado, como para cobrarle algo ahora.

Al darse cuenta de mi presencia, se levantó de la cama.

—John...

—No me llames John, prefiero que me digas imbécil, suena más bonito.

Al levantarse tan de prisa, se le abrió el amarre que sujetaba la bata y ella se tapó rápidamente y no pude evitar reír.

—¿Me estás provocando? No me interesa acostarme contigo, deja de querer provocarme.

—Hueles a muerto.

—Por tu culpa — me acerqué y, ella retrocedió hasta chocar contra la cama.

—Al menos te bañaste bien, loca— caminé a otra parte de la habitación y desajusté mi corbata, para desabotonar mi camisa.

—No estás planeando desnudarte, ¿Verdad?

—¿Cuál es el problema? ¿No has visto un hombre desnudo? Ah, olvidaba que eras una virgencita—me quité la camisa, y desvió la mirada—. ¿No te gusta lo que ves?

—Tienes muchas marcas y tatuajes. Debiste tener una vida dura, ¿Verdad?

—Voy a bañarme.

Me metí al baño y me quedé un rato debajo del agua. Tengo que pensar muchas cosas, pero estoy muy cansado para eso. Lo pensaré mañana con calma. Ya encontraré la solución a mis problemas.

Al terminar, salí en toalla y ella se me quedó viendo.

—¿Comiste algo, mocosa?

—No, pero ordené algo para los dos hace un momento.

—Hasta que al fin haces algo inteligente—me metí a la cama, y me acosté boca abajo —. No vayas a matarme o a huir mientras duermo.

—No me des ideas.

—Sabía que responderías algo parecido.

—¿Cómo te fue?

—Todo en orden, no sabrás de ellos por un tiempo.

—Suena algo loco, pero supongo que debo darte las gracias. Te he causado muchos problemas—se acercó, y la miré de reojo.

—¿Qué estás pensando hacer, mocosa?—sentí su fría mano en mi espalda, y me puse algo tenso —. Eres muy fría en todos los aspectos, estúpida.

—Quizá puedo servirte para esto, debes estar muy cansado— masajeaba suavemente mi espalda.

—Deberías hacerlo más fuerte. ¿Crees que esta piel de cocodrilo puede sentir ese masaje tan suave?— me dio un golpe en la espalda, y la miré molesto—. ¿Por qué demonios lo hiciste tan duro?

—¿No pediste que lo hiciera más fuerte?

—Eres una inútil— escuché su risa, y volví a mirarla—. ¿Ahora qué es lo que te causa risa, loca?

—Tu estúpida cara—se tapó la cara para reírse, y levanté parte de mi cuerpo, agarrando sus dos manos para empujarla contra la cama.

Me subí y presioné mi parte baja contra la de ella.

—¿Qué dijiste?

—Hiciste una estúpida cara hace un momento, no sabía que algo así te dolería. ¿Quién iba a imaginar que hasta el hombre más fuerte e inexpresivo, puede poner una cara así cuando lo golpean? — continuaba riendo.

—No querrás ver mi cara cuando me molesto.

—No pareces molesto.

—¿Y cómo me veo?

—Como un animal pervertido; mejor dicho, como un devora niñas.

—Oh, ¿quieres conocer por segunda vez el animal que quiere cobrarte todo lo que debes?

—No sabía que te gustaban tanto las niñas, pedófilo.

—No eres mi tipo, pero este de aquí abajo no tiene cerebro para procesarlo. ¿Por qué será que veo una expresión en ti como si estuvieras excitada por esto? ¿No me digas que estás deseando que el viejo, pedófilo e imbécil te lo haga otra vez?

—Jamás.

—Mentirosa —la encaré, y se me quedó viendo.

Me acerqué más fingiendo que le daría un beso, pero ella giró su rostro a tiempo y le mordí fuertemente el cuello.

—¿Te crees perro, idiota?

—Sí, eso te pasa por provocarme. Espero lo pienses bien para la próxima—me salí de encima de ella.

Sin darme cuenta ya se me estaba pasando el sueño y, si continuaba sobre ella, no iba a haber forma de detenerme después. No debo estar dejándome llevar por las provocaciones de una mocosa y, aquí ando actuando como un maldito adolescente. Ya estás viejo para esto, John. ¿Cuándo será que lo entenderás, imbécil?

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