Akira
—¿Ya preparon todo?— pregunté al empleado.
—Sí, señor.
—¿Cuánto tiempo más me tendrás encerrado aquí, cabrón? —preguntó Takeshi.
—¿Cuál es el afán? Hoy es tu día de suerte, vas acompañar a tu sucio padre al infierno— reí.
—Mátame de una vez.
—Me darás la información que necesito, ya luego te puedes morir tranquilo.
—No te diré nada de lo que preguntes.
—Ya estamos empezando mal, cabrón. No sé si has escuchado que soy un hombre de poca paciencia.
—No me importa, no te diré nada. Tendrás que matarme sin responder tus preguntas.
—Ya veo, tráeme la antorcha— le pedí a mi empleado.
—Sí, señor— en segundos la trajo y me la entregó.
—¿Crees que con eso vas a hacerme hablar?— rio.
—De hecho, no lo hago con ese motivo, más bien quiero darte a probar de tu propia medicina. Te recuerdo que le hiciste lo mismo a mi mujer, ahora es tu turno de pagar.
—No me hagas reír, hermanito. Esa perra merecía eso y más, es una lastima que no sé cómo las cosas se salieron de control, o me hubiera asegurado de matarla. Al final de cuentas, si no lo hago yo, alguien más lo hará.
—¿Y quién es ese alguien más?
—Muérete de la curiosidad, pendejo.
—Si hablas de mis otros hermanos, ya están muertos, y no lo saben. Toda tu miserable familia van a morir, incluyendo a tu dulce mujer.
—¿Qué dijiste?— abrió sus ojos de par en par.
—¿Por qué abres tus ojos así? ¿Creíste que no iba a poder investigar sobre ti, y tu familia?
—¿Estás tratando de manipularme? Eso no va a funcionar conmigo — respondió incrédulo.
—No, yo no hablo por hablar. Te has metido con la persona equivocada, Takeshi. A mi mujer nadie la toca y sale ileso— salí de la habitación y traje conmigo a su mujer, aún con la capucha puesta en su cabeza; la tiré bruscamente al suelo y le quité la capucha.
—¡Elena!
—¡Takeshi!— Elena estaba en lágrimas, atada de pies y manos.
—Amo las reuniones de familia— reí.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué te dejaste atrapar? ¡Te dije que te ocultaras!
—La pobre estaba muy preocupada por ti, ya ves que es muy fácil hacer salir a un pajarito del nido— reí más fuerte.
—Elena, ¡huye de aquí!
—¿Cómo va a poder hacer eso? ¿Acaso eres ciego?
—Soluciona los asuntos conmigo, ella está embarazada.
—¿Y a mi qué me importa?
—Suelte a mi novio, por favor — suplicó Elena.
—¿Lo amas mucho? Yo también amo a mi esposa, y este hijo de puta la lastimó, y no sabes cómo me pongo cuando se atreven a tocar a mi mujer; es por eso que ahora le toca pagar a él.
—Perdónale la vida a ella, no tiene nada que ver en nuestros asuntos.
—Deberías ver tu cara ahora mismo, ¿Ahora sientes el verdadero terror? Metiste a mi familia en esto, me amenazaste con mis hijos, y lastimaste a mi esposa, y eso se paga con sangre, Takeshi.
—Todo fue idea de Mía.
—¿Hablas de mi hermana?
—Sí, ella fue la de la idea.
—Oh, ¿Ahora se van a repartir la culpa?
—Ella puede confirmarlo, debes traerla.
—¿Quieres que busque a Mía? — cuestioné, arqueando una ceja.
—Sí, ella te puede dar la información que tú quieres.
—Ya veo, vamos a intentarlo. Si ella no habla, te va a tocar hablar a ti.
—Esta bien, es un trato.
—Sí, es un trato.
Solté la antorcha y salí de la habitación por unas horas. Luego regresé con una pequeña bolsa negra y la abrí frente a los ojos de ambos. La cabeza de Mía cayó al suelo, el olor a pudrición que emergió, hizo vomitar a Elena, mientras que Takeshi abrió sus ojos de par en par y comenzó a vomitar también; al ver los gusanos que salían de lo que quedaba de la cabeza de su hermana.
—Ahí tienes a tu hermana. Esto es lo único que quedó de ella, lástima que los muertos no hablan, te va a tocar hablar a ti.
—¿Por qué haces eso frente a ella?— gritó Takeshi—. Elena, todo va a estar bien.
—No debes mentirle más, nada va a estar bien— la jalé por el pelo, y la arrastré hasta poner su cabeza en la entrepierna de Takeshi —. Da una última ojeada al aparato de tu noviecito, porque no te va a poder hacer más hijos — Elena estaba en llanto, no podía hablar por el nudo en la garganta que se le había formado. El miedo de estar en ese lugar, y las náuseas luego de lo que vio, le impedían responder—. Ya que estamos todos reunidos, ¿Por qué no comenzamos la fiesta?— reí insidioso.