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Kanji:

—La Srta. Aomi no está. Nos avisaron de la clínica que tal parece que escapó del lugar — me informó el empleado.

—¿Cómo puede ser eso posible? ¿No les ordené que la vigilaran?— gruñí molesto.

—¿Revisaron las cámaras de seguridad?

—No, señor. Esperaba por su orden.

—¡Quiero ver las grabaciones ya!

—¿Le aviso a la Srta. Kyomi, Señor?

—No, luego de ver las grabaciones se busca la manera de decirle. Vámonos.

Llegamos a la clínica, directamente a lo que vinimos.

—Sr. Carter, no sabemos cómo pasó esto— dijo el director de la clínica.

—Para ser el maldito director de esta clínica, eres un bueno para nada. Te di una simple orden y no pudistes cumplirla. Muestráme las grabaciones—solté molesto.

—Lo llevaré al cuarto de seguridad de inmediato.

Nos dirigimos a ver las grabaciones.

—Todo indica que ella fue quien escapó.

—¿Por qué mierdas hizo esto? ¿Cuáles fueron sus últimas visitas?— pregunté.

—Ninguna, señor.

—Busca su información para dar con su paradero. Quizá regresó a su casa. Hay que descartar esa probabilidad.

—Sí, señor.

                     Lisa:

Al día siguiente:

Me sentía muy sola sin Aomi ni Kanji. Era con las únicas personas que podía contar sinceramente. Kanji no ha aparecido desde ese día, ni siquiera pude decirle que me tuve que ir de la fiesta.

Por otra parte, Akira está muy raro últimamente. No me dice lo que tengo que hacer y, tampoco hemos hablado.

—¡Kyomi!— gritó una voz conocida a lo lejos.

Al girarme, vi a Aomi y la abracé fuertemente.

—¿Estás bien?

—Ya estoy bien, no te preocupes.

—No esperé verte por aquí. ¿Realmente te sientes bien? Kanji dijo que estabas en una clínica. Pensé que aún estabas mal.

—Ya estoy mejor, por eso regresé a la escuela.

—No sabes cómo me alegra escuchar eso. Te echaba mucho de menos

—Y yo a ti. Escuché que los profesores estarán en una reunión. ¿Quieres ir a tomar algo? Tengo mucho que contarte.

—Claro.

—¿Puedes comprarme un jugo de manzana, Kyomi?

—Ya lo buscaré, espérame aquí— caminé a la máquina.

Me sentía muy feliz de que Aomi ya esté de regreso. Pensando en esto, sentí un golpe en la cabeza y, casi instantáneamente perdí el conocimiento.

                      Kanji:

—Sr. Carter, tenemos toda la información que nos pidió.

—¿Y qué encontraron?

—Toda la información que aparece en los registros indica que la Srta. Aomi no existe.

—¿Cómo es eso posible? ¿Acaso es una infiltrada?

—Eso parece, señor. Los datos personales y dirección coinciden con otra señora que murió hace 20 años.

—Es que algo no me cuadra. ¿Cómo puede ser una infiltrada si el día del accidente quién salió herida fue ella y, estoy seguro que quién mandó a matarme ese día, fue la misma persona que mató a mi padre, pues yo no tengo más enemigos.

—No tenemos nada confirmado aún, señor.

—Si esa mujer es realmente una infiltrada, entonces Kyomi corre peligro. Vamos a la escuela ahora.

Akira:

               

Llamada telefónica:

—Busqué por todos los alrededores de la universidad, pero no hay rastros de la Srta. Lisa, Sr. Akira.

—¿Acaso me traicionó? No es muy usual que esa perrita no haga caso. Sigue buscándola. No creo que sea tan tonta.

—Sí, señor.

    

                     Lisa:

Me dolía mucho la cabeza. No sabía dónde estaba y mis brazos y piernas estaban amarradas.

—Hasta que al fin despiertas.

Escuché la voz de Aomi y fijé mi mirada en ella.

—Aomi, ¿Qué estás haciendo?

—No me llames más Aomi; mi nombre no es ese, me llamo Nao.

—¿Qué dices? Deja el juego. Suéltame, por favor.

—No te voy a soltar, no, hasta que ajustemos cuentas.

—¿De qué hablas? ¿Qué cuentas?—pregunté confundida.

—Eres estúpida si crees que te vas a salir con la tuya.

—¿Salirme con la mía en qué?

—Me robaste el amor del hombre que más amo en la vida. Ahora él me desprecia por tu culpa.

—¿De quién hablas? No entiendo nada.

—Gracias a ti, Akira ya no me mira a los ojos. Me trata muy mal y todo desde que tú apareciste en nuestra vida. Si tú no hubieras aparecido, ahora mismo Akira y yo estaríamos juntos, como solíamos estarlo.

—¿Esto se trata de eso? Yo no tengo nada con Akira, si eso es lo que te preocupa.

—¿Me vas a decir que no te has revolcado como una zorra con él?

—No sé si sabes mi historia, pero si estoy con Akira no es porque quiera estar con él, él me tiene amenazada con mi familia con tal de que no me vaya. No tengo elección.

—¿Crees que voy a creer esa estupidez? Él está contigo porque parece que le gustas o porque le estás llenando el oído de pendejadas. Desde que llegastes a su vida, él no a hecho otra cosa que mencionarte y me tiró a un lado con tal de quedarse contigo.

—Te juro que estás mal. No sabes lo que dices. A Akira yo no le importo; al contrario, solo me está utilizando, es por eso que estoy con él ahora, pero no es algo que yo haya decidido.

—Mientes. Yo misma lo vi con mis propios ojos en la fiesta. Aún estando conmigo te llamaba a ti. Dejó de tocarme como lo hacía antes por ti. Te mataré para que ese maldito sienta el dolor que sentí yo, cada vez que me despreciaba— me dedicó una mirada llena de odio.

—Piensa bien las cosas. Estás alterada, eso es lo que pasa. Recapacita. Hasta los otros días pensaba que la persona que te gustaba era Kanji. Lo menos que imaginé era que eras la mujer del Akira —dije asustada.

—Tengo pensado algo mejor. Quiero que él vea en el momento que te mate. Quiero que le duela. Quiero ver su cara de sufrimiento.

—Eso es una estupidez, ¿Qué crees qué haces?

Sacó su teléfono y llamó a Akira en altavoz.

Llamada telefónica:

—¿Qué es lo que quieres? ¿Ya terminaste tu trabajo?

—No, no te llamo por trabajo. Tengo a tu dulce mujer aquí conmigo y, no te imaginas las ganas que tengo de que la veas en este momento. Si no vienes la mataré, te lo juro—dijo en tono retante.

—¿Así que por ahí va la cosa? Significa que me has traicionado y, la traición, es algo que realmente odio y no perdono. Espero no te arrepientas.

—Vas a venir solo al apartamento donde nos encontramos siempre y, si veo que vienes con más personas, la mataré sin pensarlo— colgó la llamada.

—¿Qué crees qué haces? ¡Ya detente!—le pedí.

—Cállate, tu a mi no me das órdenes. ¿Quieres que te cuente una cosa? Una mujer como tú no sería capaz de entretener a un hombre como Akira. A la que se canse de ti, te va a tirar a la basura y no le va a importar. Éramos muy felices, hasta que llegaste tú. Dejó de visitarme, no me tocaba, me trataba como una cualquiera. Me puse muy feliz cuando me ofreció esté trabajo, pero jamás pensé que sería contigo. Tener que verte la cara todo el tiempo y sonreír como si nada pasara, era lo más humillante que tenía que hacer.

—¿De qué trabajo hablas? No entiendo nada —me sentía cada vez más confundida.

—Vas a morirte, ¿Ya que más da si te cuento o no? Akira me contrató primero para acercarme a Kanji, pero por más que lo intenté, Kanji jamás me notó. No tuve manera de llamar su atención, por lo que Akira se molestó y decidió que debía poner a alguien más en el trabajo. Ahí fue donde aparecistes tú. El maldito de Kanji, tanto como Akira, los tienes hechizados con tu encanto, y tu papel de niña buena. Mi trabajo era ayudarte a que te acercaras a Kanji, mientras te vigilaba. Me prometió casarse conmigo si lo lograba hacer mi trabajo, pero todo fue un engaño. El día del accidente, planifiqué el escenario perfecto para él, y dio la orden de matarme junto a ustedes; cuando ustedes eran quienes debían morir ahí. Fui víctima de Akira y, así como lo hizo conmigo,  lo hará contigo. Me utilizó hasta que no le di los resultados que él esperaba. Anoche me mandó a matar a la clínica por que sabía que estaba ahí, pero estoy segura que fuiste tú quien le dio la información. Tuve que huir de ahí cuando pude, porque iban a matarme y todo por tu culpa.

—Yo no sabía nada de esto, pero yo nunca le dije nada. Realmente lo siento. Yo solo seguía órdenes. La vida de mis padres está en peligro si no hacía lo que él pedía.

—Akira siempre fue un hombre con sangre fría y lo más cruel que pueda existir. No le importaba nada ni nadie, pero cuando llegastes tú, su actitud cambió. No era el mismo de siempre. Yo lo amaba como era. Acepté todo eso de él y de nada valió. Incluso cuando me hacía el amor decía tu nombre. No sabes cuánto te odio. Los odio a los dos.

—Por favor, cálmate. Entiéndeme, yo no sabía nada. Yo solo sigo órdenes de él.

—Ya llegó. Ya ves lo rápido que viene por ti, algo que jamás hizo por mi. Nunca te lo perdonaré— miró por la ventana.

Akira entró al apartamento y se le quedó viendo.

—Vacía tus bolsillos y saca todo lo que tengas guardado — Aomi me puso un cuchillo en el cuello.

—¿Estás feliz?— preguntó en un tono retante—. Esto del chantaje no va conmigo y lo sabes. No sé qué ganas llamándome aquí. Estás haciéndome perder el tiempo.

—¿Vas a decir que no te importa esta mujer? Ni tú mismo te lo crees.

—Ella, al igual que tú, son dos herramientas que creí que rendirían frutos, pero al parecer me equivoqué —la miró fijamente.

—Siempre supe que solamente me veías de esa manera y, aún así, nunca te dejé solo. ¡Maldito desgraciado!

—Pero me traicionaste y, te dije perfectamente lo que les pasa a las personas que me traicionan y, más, si interfieren en mis planes. Espero estés consciente de que no vas a salir de aquí viva, aún si la matas— se acercó lentamente hacia ella.

—¡No tengo porqué hacer lo que digas!— gritó molesta.

Acercaba cada vez más la cuchilla a mi cuello y estaba nerviosa. Lágrimas bajaban por mis mejillas.

—Mi paciencia se agota. ¿Vas a matarla o no? —preguntó mirándola fijamente.

—¡Cállate, maldito! ¡LA MATARÉ!— gritó, y movió un poco la cuchilla para cortarme.

En ese momento cerré mis ojos y se escuchó el sonido de un disparo; al abrirlos, lo único que vi fue a Aomi desplomarse. Entré en pánico porque había demasiada sangre.

—¡Aomi!— intentaba tocarla, pero aún yo estaba amarrada y no podía alcanzarla.

Ella estaba temblando en el suelo y Akira se acercó a nosotras.

—Te odio, Akira—fueron las últimas palabras que le escuché decir.

—¿Sabes cuál fue tu problema? Que aunque siempre dije que no mezclaras los negocios con tu vida personal, no me hiciste caso. Si no me sirves, entonces no te necesito—le apuntó con el arma.

—¡No lo haga, por favor! — le rogué entre lágrimas, pensando que quizá le perdonaría la vida a ella.

Al final, su peor error fue enamorarse de alguien como él.

—No te preocupes, ya todo pasó— con una sonrisa en su rostro, haló el gatillo cuatro veces al cuerpo de ella.

Mis ojos no podían creer lo que estaba viendo; estaba al borde de la desesperación. Solo pude presenciar su muerte y no pude ayudarla.

—¿Ahora entiendes, corderito? Eso le pasa a las personas que me traicionan—se puso de rodillas, y me dio un beso en la frente.

Sentí un escalofrío por todo mi cuerpo. No sintió ni poco de remordimiento o pena por lo que acababa de hacer. ¡Es realmente un demonio!

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