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DIOSES DEL MUNDO DEL RÍO (36)

Burton se volvió y corrió cerca de la pared, esperando que la segunda puerta lo bloqueara de la vista de la mujer. Si podía evitar ser alcanzado, si ella llegaba junto a la

puerta en el momento en que estallara el explosivo, si él podía meterse por la siguiente puerta antes de que lo hiciera... deseaba mirar hacia atrás para calcular la velocidad del vehículo. Puñado de Estrellas podía haber acelerado hasta el punto de pasar junto a la trampa antes de que estallara. Pero no podía permitirse mirar hacia atrás porque eso lo frenaría, y de todos modos tampoco podría hacer nada.

Se aferró al borde de la puerta y giró con tanta fuerza que su hombro izquierdo golpeó contra el marco y casi le hizo dar media vuelta completa. Dos rayos escarlatas pasaron junto a la puerta. Probablemente, otros rayos debían haberla golpeado. No importaba, pensó. Estoy dentro. Otra onda de choque lo derribó, pero esta tenía mucho menos impacto que la primera.

Se puso de nuevo en pie, rezando, y aferrándose al borde de la puerta miró a su alrededor. Puesto que no había mucho humo, pudo ver claramente al vehículo contra la pared opuesta a la puerta donde había situado la carga. La explosión lo había arrojado a través del corredor y lo había aplastado contra la pared. Puñado de Estrellas estaba inconsciente. Burton observó mientras el vehículo recuperaba su velocidad original, rozando contra la pared metálica, y colisionaba contra la pared en la próxima intersección. Allí se detuvo.

Li Po y Frigate, con los lanzadores de rayos preparados, aparecieron corriendo y se detuvieron junto a Burton.

Le puse una trampa explosiva dijo éste. Pero tenemos que sacarla de ahí antes de que vuelva en sí.

¿Dónde están Alice y Gull?

No hay tiempo para eso dijo Burton. Pete, ten preparada la hipodérmica. Po, tú ven conmigo.

Frigate extrajo la hipodérmica de la caja sujeta a su cinturón. Mientras Burton mantenía el rayo de su lanzador enfocado firmemente en un punto del blindaje, el chino corrió hacia la habitación más cercana para ordenar al conversor los componentes de una escalera de mano para poder subir hasta el vehículo. Burton deseaba atraparla con vida, pero esperaba que, si ella mostraba señales de recuperarse, el agujero estuviera ya practicando a través del blindaje para poder hacerle también un agujero en su cuerpo.

Sin embargo, Li Po regresó rápidamente, y quemaron los cierres del blindaje mientras ella seguía todavía inconsciente. Burton se arrastró dentro del vehículo, tomó la hipodérmica de Frigate, le inyectó la droga en el brazo, y manejó los controles bajando el vehículo hasta el suelo. Trasladaron a la mujer al interior de la habitación más cercana, la colocaron sobre una cama, la ataron, registraron sus ropas, y luego la metieron en el conversor a fin de que la Computadora pudiera sondear su sistema neural. Informó que su cerebro era demasiado complejo para ser un androide.

Diría que ya la tenemos murmuró Burton. Sólo que... ¿y si ella ha anticipado esta posibilidad y ordenado a la Computadora que dé un informe falso? Ella seguiría con vida en algún otro lugar de este laberinto.

No creo que ella haya tomado en cuenta esa posibilidad dijo Li Po. Debe haber creído que era invulnerable en su vehículo blindado. Uno ha de creer algunas cosas por la fe.

No, yo no.

Aunque pensaba que Li Po tenía razón, su intención era registrar minuciosamente toda la torre. Hasta entonces no se sentiría seguro respecto a ella.

Dejando a Frigate para que vigilara a la mujer, Burton y Li Po quemaron el sellante de la puerta de Alice. Aunque no histérica, Alice necesitó la ayuda de un buen trago para tranquilizar sus nervios. Había pensado que podía quedar aprisionada en la habitación para siempre, o al menos por un tiempo que para ella le hubiera parecido una eternidad.

En el camino de vuelta a la habitación donde se hallaba Puñado de Estrellas, vieron el cuerpo de Gull tendido boca arriba en el suelo del corredor. Li Po explicó que Gull había

sido alcanzado por un rayo del vehículo mientras Puñado de Estrellas estaba persiguiendo a Burton.

Debió abandonar su habitación justo en el momento en que yo me zambullía de cabeza en la mía dijo Li Po. No sé por qué lo hizo. Acababa de decirme en el momento en que ocupamos nuestras posiciones que no iba a poder utilizar su lanzador de rayos. Una cosa era matar androides porque al fin y al cabo no eran seres humanos, pero se veía incapaz de disparar contra Puñado de Estrellas.

Hubiera debido decirlo antes y quedarse con Alice murmuró Burton.

Imagino que probablemente salió al corredor para intentar discutir con Puñado de

Estrellas dijo Li Po. Estaba tan loco como ella.

Tras conferenciar, decidieron que sería una crueldad encerrar a Puñado de Estrellas en una habitación con la esperanza de curar su locura. Preguntando a la Computadora, averiguaron que las técnicas criogénicas de los Éticos superaban con mucho a las de la Tierra. Podía ser congelada instantáneamente sin el menor daño para sus tejidos, y así se hizo. Puñado de Estrellas aguardaría en su urna hasta que llegaran los del Mundo Jardín.

Tras un día de descanso, iniciaron su registro. La primera habitación a la que acudieron fue aquella que ella había abandonado cuando había iniciado su operación de liquidarlos a todos. La Computadora no les dio directamente su localización, pero les ofreció sin ningún problema la grabación del paso de la luz naranja en los diagramas. La entrada a la habitación del nivel ciento dieciséis los Éticos contaban los pisos a partir del techo en vez de a partir del suelo fue fácil. Puñado de Estrellas no había cerrado la puerta, porque había pensado que sólo ella quedaría con vida una vez hubiera cumplido con su misión.

Penetraron cautelosamente en una habitación muy grande con pasillos yendo en ambas direcciones. Había cinco habitaciones en cada pasillo, todas menos una con las puertas cerradas, que no se abrieron a petición de Burton. Aunque no podía entrar en ellas, si podía ver lo que había dentro pidiéndole simplemente a la Computadora que conectara sus pantallas visoras. Deseó no haber sido tan curioso.

El único de los prisioneros, todos masculinos, uno en cada habitación, que reconoció fue a Dunaway, el hombre que había violado a Puñado de Estrellas en Turpinville. Los otros eran tres chinos, dos caucasianos, un amerindio, dos negros, y un neanderthal. Li Po conocía a uno de los chinos.

Es Wang Chih Mao, un oficial del emperador. Lo conocí una vez. Más tarde Puñado de Estrellas me habló de él. Es el hombre que la violó cuando tenía diez años.

Cuatro de ellos estaban farfullando incoherentemente. Dos parecían hallarse a punto de volverse locos. Dunaway era uno de los dos que se habían refugiado en la catatonia. El noveno estaba oculto bajo la cama, y no salió cuando Burton lo llamó vía pantalla.

Burton observó la exhibición de sus pasados en los techos, suelos y paredes de todas las habitaciones. Una y otra y otra vez, tal como las habían visto los ojos de Puñado de Estrellas, las violaciones eran mostradas en enormes pantallas, en vividos colores, y a todo volumen. Los hombres podían escapar a aquellas imágenes solamente a través del sueño, que no debía acudir muy fácilmente, de la locura, o de la muerte. El suicidio era casi imposible. Estaban desnudos, de modo que no podían ahorcarse con sus ropas. Sus conversores únicamente les facilitaban pan, carne sin huesos, y verduras. Excepto sus camas, que consistían solamente en un armazón y un colchón, no había ningún mueble. Los cuartos de baño tenían un water sin asiento y un grifo de agua fría encima de un pequeño lavabo. No había jabón, ni toallas, ni papel higiénico. Alice se estremeció.

Obtuvo su venganza. ¡Horrible!

Justicia poética dijo Frigate. Conseguida con la ayuda de la ciencia.

No hay nada que podamos hacer por ellos dijo Burton. A menos que podamos cortar la energía de los conversores y dejar que mueran de hambre.

Preguntada, la Computadora dijo que no podía hacer eso sin la autorización de Puñado de Estrellas.

No encontrando nada revelador en la habitación principal ni en el dormitorio de Puñado de Estrellas, empezaron a registrar las zonas que la Computadora se negó a rastrear por ellos. Aunque encontraron doce de ellas, no pudieron entrar en las habitaciones que sabían estaban detrás de puertas cerradas o paredes en blanco. Al cabo de tres semanas desistieron. Había todavía otro lugar que investigar, la enorme cámara de prerresurrección profundamente enterrada bajo el suelo en la cual Burton había despertado hacía ya tantos años. Pero no pudieron entrar en ella.

Puñado de Estrellas tampoco pudo dijo Burton.

Ahora que el problema más importante estaba fuera de su camino, tenían que considerar su futuro. No podían salir de la torre, y tampoco podían traer a ella ni amantes ni compañeros. Eran tres hombres y una mujer que solamente se tenían los unos a los otros.

Los años que tenían por delante, pensó Burton, no eran solamente sombríos. El futuro era una Siberia psíquica, un Período Glaciar emocional. Era cierto que los cuatro se conocían íntimamente desde hacía muchos años y habían pasado por muchos momentos difíciles juntos y habían trabajado como un excelente equipo ninguno mejor en la persecución de sus fines. Podían seguir adelante sin temor a sufrir las abrasiones que normalmente sufre la gente cuando vive una existencia cerrada y de constante contacto, pero finalmente sabían que iban a terminar odiándose los unos a los otros. Iban a necesitar más que una comunidad de cuatro. Iban a necesitar amantes y buenos amigos y el contacto ocasional con nuevas personas.

No sólo de pan vive el hombre había dicho en una ocasión un hombre sabio. También podía haber dicho que nadie vive, vive realmente, sin otros con quienes hablar, sin muchos otros.

Cuando los del Mundo Jardín llegaran, los cuatro serían personas retorcidas, excéntricas, chifladas. Extrañas. Sorprendentes ermitaños. Locos.

También estaba el problema de las relaciones sexuales. Alice no iba a aceptar a los tres como amantes, ni siquiera a uno. Alice creía con firmeza que para ser el amante de una persona debías amarla realmente.

Una tarde, los hombres estaban sentados en el balcón del castillo en el mundo de Burton, donde todos estaban viviendo aquel mes. El sol artificial estaba a diez grados por encima del artificial horizonte occidental, y estaban bebiendo mientras aguardaban a que Alice se reuniera con ellos. Li Po había dicho que cuanto más tiempo pasaba, menos repulsiva le parecía la idea de hacer hermosas mujeres androides programadas como compañeras de cama.

Sabrás que no son realmente humanas, que son menos que subnormales dijo Frigate. No podrás hablar con ellas como lo harías con una auténtica mujer. Sabrás que su pasión es simulada, mecánica e inconsciente. De acuerdo, conseguirás alivio sexual. Pero eso no es suficiente.

Cierto dijo Li Po, pero es mejor que nada.

¿De veras? dijo Burton.

Alice apareció entonces en el balcón. Los hombres abandonaron el tema, no porque Alice se hubiera sentido azarada por su naturaleza sino porque se hubiera sentido trastornada por el hecho de que ella no podía hacer nada por ayudarles. Hablaron de lo que habían conseguido con sus estudios aquel día, Burton con sus investigaciones de los dialectos que habían formado el núcleo original de los lenguajes semíticos, Li Po con sus estudios del inglés y el francés a fin de poder leer su poesía, Frigate con su estudio de todas las películas que habían llegado a realizarse en la Tierra (o al menos habían sido conservadas por los Éticos), y Alice con su recién descubierta pasión por la pintura al óleo.

Durante la cena, servida por androides, hablaron del aún no resuelto misterio del asesinato de Loga y la identidad de la mujer a la que Nur había matado.

Burton apartó su silla de la mesa, tomó un cigarro del bolsillo de su camisa, y dijo:

Hubiera dedicado la mayor parte de mi tiempo a dilucidar esos enigmas si hubiera creído que realmente podía sacar algo en claro. Pero estoy convencido de que la Computadora no va a, no puede, permitirnos ni siquiera meter un pie en la puerta, por decirlo de algún modo. Nunca lo sabremos hasta que lleguen los del Mundo Jardín, y quizá ni siquiera entonces.

No vais a tener que aguardar tanto tiempo. Alice gritó. Burton jadeó, echó hacia atrás su silla, y se levantó para enfrentarse al hombre que había hablado.

Loga, sonriendo, estaba de pie en la entrada del comedor.

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