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cap. 3

Me bajé de la esquina de la cama, mirando al vació. La ira comenzaba a desaparecer, pero casi deseé que pudiera quedarme atrapada en su fiebre por siempre. El vació que dejó atrás lastimaba más que el agudo dolor que sentí cuando Patch se marchó. Traté de dar sentido a lo que había sucedido pero mis pensamientos eran un lío. Las palabras que gritamos sonaron en mis oídos, pero se hizo un eco atropellador, como si estuviera recordando una pesadilla en lugar de una conversación. 

¿Realmente habíamos terminado? ¿En realidad quería decir que era permanente? ¿No hubo manera de burlar al destino o, más inmediatamente, las amenazas del arcángel? En el camino de una respuesta, mi estómago se retorció, amenazando con enfermar. 

Me apresuré hacia el baño y me arrodille sobre la taza, mis oídos repicaban y mi respiración se volvió superficial y entrecortada. ¿Qué había hecho? Nada permanente, definitivamente nada permanente. Mañana nos veríamos otra vez y todo regresaría a ser como antes. Sólo fue una pelea. Una estúpida pelea. Esto no era el fin. Mañana nos daríamos cuenta de lo insignificante que había sido y nos disculparíamos. Pondríamos esto atrás. Nos arreglaríamos. 

Me puse de pie y giré hacia el lavabo. Mojé una toalla, la presioné contra mi cara. Mi mente aún se sentía como si girara más rápido que un carrete de hilo al ser desenredado y cerré mis ojos con fuerza para hacer que el movimiento se detuviera. ¿Pero qué hay de los arcángeles? Me pregunté nuevamente. ¿Cómo podía Patch tener una relación normal cuando ellos constantemente nos miraban? Me congelé. Ellos podrían estar mirándome justo ahora. Podrían estar viendo a Patch. Tratando de decir si él había cruzado la línea. Buscando por cualquier excusa para mandarlo al infierno, y lejos de mí, para siempre. 

Sentí que mi furia se encendía nuevamente. ¿Por qué no podrían dejarnos en paz? ¿Por qué estaban tan dispuestos a destrozar a Patch? Patch me había dicho que él era el primer ángel caído que obtenía sus alas de regreso y se convertía en ángel guardián. ¿Estaban los arcángeles molestos por eso? ¿Sentían que de alguna manera Patch los había engañado? ¿O que hizo trampa en su ascenso desde el fondo? ¿Querían ponerlo en su lugar? ¿O ellos simplemente no confiaban en él?  

Cerré los ojos, sintiendo una lágrima bajar por el lado de mi nariz. Tendré todo de vuelta, pensé. Quise desesperadamente llamar a Patch pero no supe si lo pondría en algún riesgo. ¿Podían los arcángeles escuchar conversaciones telefónicas? ¿Cómo se supone que Patch y yo tengamos una conversación honesta si ellos estaban espiando? 

Tampoco pude dejar de lado mi orgullo tan rápido. ¿No se daba cuenta que estaba muy equivocado? La verdadera razón por que la que habíamos peleado en primer lugar fue porque él se había rehusado a decirme qué estaba haciendo en la casa de Marcie la noche anterior. Yo no era del tipo celoso, pero el sabía mi historia con Marcie. El sabía que esta era una de esas ocasiones en las que tenía que saber. 

Había algo más que me hacía enfermar. Patch dijo que Marcie había sido atacada en el baño de hombres de Bo's Arcade. ¿Qué estaba haciendo Marcie en Bo's? Hasta donde yo sabía, nadie en Coldwater High iba a Bo's. De hecho, antes de conocer a Patch, nunca había escuchado del lugar. ¿Fue una coincidencia que el día después de que Patch estuvo mirando por la ventana de la habitación de Marcie, ella se apareciera por las puerta frontal de Bo's? Patch había insistido que no era nada más que negocios entre ellos, ¿pero qué significaba eso? Y Marcie era muchas cosas, entre ellas seductora y persuasiva. No sólo ella no aceptaba un no por repuesta, ella no aceptaba ninguna repuesta que no fuera lo que ella quería. 

¿Qué si esta vez ella quería a... Patch? 

Un fuerte rap en la puerta frontal me sacó de mi ensueño. 

Me acurruqué sobre los montones de almohadas en mi cama, cerré los ojos, y le marqué a mi mamá. 

—Los Parnells están aquí. 

—¡Ack! Estoy en el semáforo de Walnut. Estaré ahí en dos minutos. Invítalos a pasar. 

—A penas recuerdo a Scott, y no recuerdo casi a su madre. Los invitaré a pasar, pero no haré una pequeña charla. Me encerraré en mi recámara hasta que regreses. 

Traté de transmitirle en mi tono que algo iba mal, pero no era como que pudiera confiar en mi mamá. Ella odiaba a Patch. No le simpatizaba. No podía escuchar la felicidad y el alivio en su voz. No ahora. 

—Nora. 

—¡Bien! Hablaré con ellos —cerré mi teléfono y lo lancé a través de la habitación.  

Tomé mi tiempo para caminar hacia la puerta y quitar el seguro. El chico parado en la alfombrilla era alto y fornido. Podía decirlo por su ajustada playera que descaradamente anunciaba PLATINUM GYM, PORTLAND. Un aro de plata corría a través del lóbulo de su oreja derecha y sus Levi's colgaban peligrosamente de sus caderas. Llevaba una gorra con estampado hawaiano de color rosa, parecía recién salida de un estante de una tienda de segunda mano y la cual tenía que ser una broma, y sus lentes de sol me recordaron a Hulk Hogan5. A pesar de todo esto, él tenía cierto encanto juvenil. 

Las comisuras de boca se elevaron. 

—Tú debes ser Nora. 

—Tú debes ser Scott. 

Él entró y se quitó los lentes. Sus ojos escanearon el vestíbulo dirigiéndose hacia la cocina y a la sala. 

—¿Dónde está tu mamá? 

—En camino a casa con la cena. 

—¿Qué cenaremos? 

No me gustó su uso de la palabra "cenaremos". No había un plural. Estaba la familia Grey, y la familia Parnell. Dos entidades separadas que compartirían la misma mesa por una noche. 

Cuando no respondí, él presionó. 

—Coldwater es más pequeño de lo que estoy acostumbrado. 

Crucé los brazos sobre mi pecho. 

—También es más frío que Portland. 

Me miró de la cabeza a los pies, después sonrió levemente. 

—Lo he notado —me esquivó en su caminó a la cocina y tiró de la puerta del refrigerador—. ¿Tienes cerveza? 

—¿Qué? No. 

La puerta del frente aún estaba abierta y voces llegaron desde el exterior. Mi mamá entró desde el umbral, cargando dos bolsas de comestibles. Una mujer robusta con un mal corte de cabello estilo pixie y un maquillaje rosa cargado, la siguió dentro. 

—Nora, ella es Lynn Parnell —dijo mi mamá—. Lynn, ella es Nora. .  

—¡Oh Dios! —Dijo la Sra. Parnell, juntando sus manos— Es igual a ti, ¿no lo crees, Blythe? ¡Y mira esas piernas! Tan largas como Las Vegas Strip.6 

Hablé. 

—Sé que es un mal momento, pero no me siento muy bien, así que iré a recostarme. 

Me deshice de la obscura mirada que mi madre lanzó en mi dirección. Le regresé mi mirada más injusta. 

—Scott ha crecido mucho, ¿no es así, Nora? —Ella dijo. 

—Muy observadora. 

Mi mamá puso las bolsas sobre el mostrador y se giró hacia Scott. 

—Nora y yo estábamos un poco nostálgicas esta mañana, recordando todas las cosas que ustedes dos solían hacer. Nora me dijo que solías tratar de hacerla comer cochinillas. 

Antes de que Scott pudiera defenderse, dije, 

—Él solía freírlas vivas bajo una lupa y no trató de conseguir que yo las comiera. Se sentó sobre mí y apretó mi nariz hasta que necesité aire y tuve que abrir la boca. Después las arrojó dentro. 

Mi mamá y la Sra. Parnell compartieron una mirada rápida. 

—Scott siempre fue muy persuasivo —dijo la Sra. Parnell rápidamente—. Él puede lograr que las personas hagan cosas que ellos nunca soñarían hacer. Es hábil para eso. Me convenció de comprarle un Ford Mustang 1966, en perfecto estado. Por supuesto, golpeó en un buen momento, yo tenía mucho sentimiento de culpa después del divorcio. Bien. Como decía, Scott probablemente hizo las mejores cochinillas fritas de toda la cuadra. 

Todos me miraron para una confirmación. 

No podía creer que estuviéramos discutiendo esto como si fuera un tema de conversación perfectamente normal. 

—Entonces —Scott interrumpió, rascándose el pecho. Sus bíceps se flexionaron cuando lo hizo, cosa que probablemente ya sabía—, ¿qué hay para cenar? —Lasaña, pan de ajo y aspic7 —dijo mi mamá con una sonrisa—. Nora hizo el aspic. 

Esas eran noticias para mí. 

—¿Lo hice? 

—Tú compraste las cajas de gelatina —ella me recordó. 

— Eso no cuenta realmente. 

— Nora hizo el aspic —mi mamá le aseguró a Scott—. Pienso que todo está listo. ¿Por qué no comemos? 

Una vez sentados, juntamos las manos y mi mamá bendijo la comida. 

—Cuéntame acerca de los departamentos en el vecindario —dijo la Sra. Parnell, cortando la lasaña y deslizando la primera rebanada en el plato de Scott—. ¿Cuánto debo esperar pagar para dos habitaciones, dos baños? 

—Depende de qué tan remodelado lo quieras —mi madre respondió— casi todo en este lado del pueblo fue construido antes de 1900. Cuando nos casamos, Harrison y yo miramos demasiados departamentos de dos recámaras poco caros, pero siempre había algo mal; hoyos en las paredes, problemas de cucarachas, o no se encontraban a poca distancia del parque. Desde que quedé embarazada, decidimos que necesitábamos un lugar más grande. Esta casa estuvo en el mercado por dieciocho meses y fuimos capaces de conseguir un trato que consideramos demasiado bueno para ser verdad —miró alrededor—. Harrison y yo, planeamos eventualmente hacer una restauración completa, pero... pues... como saben...— inclinó la cabeza. 

Scott aclaró su garganta. 

—Siento lo de tu papá, Nora. Aún recuerdo a mi papá llamándome la noche que sucedió. Estaba trabajando a unas cuantas cuadras en una tienda de abarrotes. Espero que atrapen a quien lo haya matado. 

Traté de darle las gracias, pero las palabras se rompieron en pedazos en mi garganta. No quería hablar de mi papá. Con los sentimientos a flor de piel por mi reciente ruptura con Patch tenía suficiente con qué lidiar. ¿Dónde estaba él ahora? ¿Lo estaba matando el arrepentimiento? ¿Entendía lo mucho que quería retractarme de lo que había dicho? De pronto me pregunté si tal vez él me enviaría un mensaje de texto, y deseé haber bajado mi celular a la mesa. Pero, ¿cuánto pudo haber dicho? ¿Podían los arcángeles leer sus mensajes? ¿Qué tanto podían ver? ¿Estaban en todos lados? Me pregunté, sintiéndome muy vulnerable. 

—Dinos, Nora —la Sra. Parnell dijo—, ¿cómo es Coldwater high? Scott peleó de nuevo en Portland. Su equipo ganó las estatales los últimos tres años.¿Ahí tienen un buen equipo de lucha? Estaba segura que enfrentamos a Coldwater antes, pero después Scott me recordó que Coldwater es Clase C. 

Lentamente salí de la niebla de mis pensamientos. ¿Teníamos un equipo de lucha? 

—No sé nada acerca de luchas —dije categóricamente— pero, el equipo de baloncesto fue a las estatales una vez. 

La Sra. Parnell se atragantó con el vino. 

—¿Una vez? —sus ojos saltaron de mí a mi mamá, demandando una explicación. 

—Hay una fotografía del equipo cruzando la oficina principal —dije— por la apariencia de la fotografía, fue hace como sesenta años. 

Los ojos de la Sra. Parnell se agrandaron. 

—¿Sesenta años? —Se secó la boca con la servilleta— ¿Hay algo mal con la escuela? ¿El entrenador? ¿El director de atletismo? 

—No es importante —dijo Scott—, me tomaré el año. 

La Sra. Parnell bajó su tenedor con un fuerte chink. 

—Pero si tú amas la lucha. 

Scott tomó otro bocado de lasaña y levantó un hombro con indiferencia. 

—Y es tu último año. 

—¿Y? —Scott dijo, revolviendo su comida. 

La Sra. Parnell puso sus codos sobre la mesa y se inclinó hacia el frente. 

—Que no entrarás a la universidad con tus notas, señor. Tu única esperanza tan tarde en este juego es que una universidad comunitaria te acepte. 

—Tengo otras cosas que quiero hacer. 

Sus cejas se alzaron. 

—¿Oh? ¿Cómo repetir el último año? 

Tan pronto como lo dijo, vi una chispa de miedo en sus ojos. 

Scott masticó dos veces más y después tragó con dificultad. 

—¿Me pasas el aspic, Blythe? 

Mi mamá tomó el tazón y se lo dio a la Sra. Parnell, quien lo puso frente a Scott de una manera poco cuidadosa. 

—¿Qué pasó el último año? —preguntó mi mamá, acabando con el silencio incómodo.  

La Sra. Parnell movió la mano desdeñosa. 

—Oh, tú sabes cómo es esto. Scott se metió en unos cuantos problemas, cosas usuales. Nada que la madre de un adolescente no haya visto antes. 

Ella rió, pero su tono era apagado. 

—Mamá —dijo Scott en un tono que sonó como advertencia. 

—Tú sabes cómo son los chicos —la Sra. Parnell parloteaba, moviendo su tenedor—, ellos no piensan. Viven el momento. Son temerarios. Alégrate de tener una hija, Blythe. Oh, Dios. Ese pan de ajo me hace agua la boca, ¿me pasas una rebanada? 

—No debí decir nada —murmuró mi mamá, dándole el pan—. No puedo expresar lo suficiente cuán encantados estamos de tenerlos de regreso en Coldwater. 

La Sra. Parnell asintió vigorosamente 

—Nosotros estamos contentos de regresar, y en una pieza. 

Hice una pausa mientras comía, mirando a Scott y a su mamá, tratando de entender qué estaba pasando. Los chicos serán chicos, eso lo creía. Lo que no creía era la ansiosa insistencia de la Sra. Parnell en que los problemas de su hijo caían en la categoría de típicos. Y la manera en como Scott supervisaba cada palabra que salía de su boca no ayudaba a que yo cambiara de parecer. 

Pensando que había más de la historia de lo que ellos decían, puse una mano en mi corazón y dije: 

—Scott, no fuiste por la noche robando señales de camino para ponerlas en tu recámara, ¿o sí? 

La Sra. Parnell explotó en una genuina, casi aliviada, risa. Bingo. Cualquier problema que Scott tuviera, no era tan inofensivo como robar señales de camino. No tenía cincuenta dólares, pero si los hubiera tenido, habría apostado que los problemas de Scott eran todo menos usuales. 

—Bueno —dijo mi mamá, con una gran sonrisa—, estoy segura de que lo que haya sido está en el pasado. Coldwater en un grandioso lugar para un nuevo comienzo. ¿Ya te registraste para las clases, Scott? Algunas de ellas se llenan rápido, especialmente las clases avanzadas. 

—Clases avanzadas —bufó Scott divertido—, sin ofender, pero no aspiro tan alto. Como mi mamá —tomó su hombro y lo sacudió un poco rudo para ser amistoso— así que aclarándolo amablemente, si voy a la universidad, no será por mis notas.  

Sin dar oportunidad a nadie en la mesa de alejarnos del tema de los problemas de Scott, dije: 

—Oh, vamos, Scott. Me estás matando. ¿Qué hay de malo con tu pasado? No puede ser tan horrible como para que no lo compartas con viejas amistades. 

—Nora —empezó mi mamá. 

—¿Arrestos por manejar alcoholizado o drogado? ¿Robar un coche? 

Bajo la mesa, sentí el pie de mi mamá sobre el mío. Ella dirigió una aguda mirada que me decía, ¿qué pasa contigo? 

La silla de Scott se arrastró en el suelo, y se puso de pie. 

—¿El baño? —Preguntó a mi mamá. Él estiro el cuello— Indigestión. 

—Subiendo las escaleras —su voz sonaba como una disculpa. 

Ella estaba disculpándose por mi comportamiento, cuando fue ella la que organizó la ridícula velada. Cualquiera con un poco de percepción hubiera visto que el punto de esta cena no era el de compartir alimentos con una familia de viejos amigos. Vee tenía razón, esto fue un lindo encuentro. Bien, tenía nuevas para mi mamá. ¿Scott y yo? No pasaría. 

Después de que Scott se disculpara, la Sra. Parnell sonrió, como para borrar los últimos cinco minutos y empezar de nuevo. 

—Así que dime —dijo alegremente—, ¿Nora tiene novio? 

—No —dije al mismo tiempo que mi mamá—, algo así. 

—Eso es confuso —dijo la Sra. Parnell, masticando un gran bocado de lasaña, mirándonos a mi mamá y a mí. 

—Su nombre es Patch —dijo mi mamá. 

—Un nombre raro —murmuró la Sra. Parnell—. ¿Qué opinan sus padres? 

—Es un sobrenombre —explicó mi mamá—. Patch se mete en muchas peleas. Siempre necesita ser parchado.8 

Repentinamente me arrepentí de haberle explicado que Patch era su sobrenombre. 

La Sra. Parnell sacudió su cabeza. 

—Creo que es un nombre de pandillero. Todos los pandilleros usan sobrenombres. Slasher, Slayer, Maimer, Mauler, Reaper. Patch. 

Rodé los ojos. 

—Patch no es un pandillero.  

—Eso es lo que tú crees —dijo la Sra. Parnell— las pandillas son para los chicos de la ciudad, ¿cierto? Son cucarachas que salen sólo de noche —se quedó en silencio, y creí ver que posaba su mirada sobre la silla vacía de Scott—. Los tiempos están cambiando. Hace unas semanas vi La ley y el orden sobre una nueva variedad de pandilleros suburbanos. Ellos se hacen llamar sociedades secretas, o sociedades de sangre, o cosas sin sentido, pero todas son similares. Pensé que era basura sensacionalista de Hollywood, pero el padre de Scott dijo que él está viendo cada vez más de eso. Él debe saber, siendo policía. 

—¿Tú esposo es policía? —pregunté. 

—Ex-esposo, pudre su alma. 

Es suficiente. La voz de Scott se escuchó desde el sombrío vestíbulo, y yo di un salto. Estaba a punto de cuestionarme si él había ido al baño o si se había quedado fuera del comedor, espiando, cuando me di cuenta que no había pensado que él no habló fuerte. De hecho, estaba muy segura de que él había hablado en mis... pensamientos. No. No mis pensamientos. En los de su madre. Y que de alguna manera yo los escuché. 

La Sra. Parnell subió sus manos 

—Lo que decía no era que su alma... no estoy tomándolo tan mal, es sólo como me siento. 

—Dije que pararas de hablar —la voz de Scott estaba tranquila, misteriosa. 

Mi madre giró, como si a penas notara que Scott había entrado en el comedor. Parpadeé aturdida. No podría realmente haberle escuchado hablar en los pensamientos de su mamá. Quiero decir, Scott era humano... ¿o no lo era? 

—¿Así es como le hablas a tu propia madre? —dijo la Sra. Parnell, agitando su dedo hacia él. Pero podía decir que era más para nuestro beneficio que por algún propósito real de poner a Scott en su lugar. 

Su mirada fría se mantuvo en su mamá por un momento, después se retiró hacia la puerta y la azotó tras su espalda. 

La Sra. Parnell limpió su boca, pintado su servilleta con su labial rosa. 

—El lado desagradable del divorcio —dejó escapar un suspiro largo y afligido—. Scott no era temperamental. Por supuesto, puede ser que esté creciendo para ser un digno hijo de su padre. En fin, éste es un tema desagradable e inapropiado para la cena. ¿Patch lucha, Nora? Apuesto que Scott podría enseñarle unas cuantas cosas. 

—Él juega pool —dije, sin inspiración en la voz; no tenía deseos de hablar sobre Patch. No aquí, no ahora. No cuando el mencionar su nombre obstruía mi garganta. Más que nunca, deseé haber traído mi celular a la mesa. No me sentía ni la mitad enojada, lo que podía significar que Patch se había calmado también. ¿Me había perdonado lo suficiente como para mandarme un mensaje o llamar? Todo estaba tan enredado, pero tenía que haber alguna manera de superarlo. Esto no era tan malo como parecía. Encontraríamos una manera de hacerlo funcionar. 

La Sra. Parnell asintió 

—Polo. Ahora es un verdadero deporte en Maine. 

—Pool, como en las salas de billar —corrigió mi mamá, sonando un poco desanimada. 

La Sra. Parnell movió la cabeza como si no estuviera segura de que había escuchado bien. 

—Semilleros de la actividad pandillera —dijo finalmente—. En la ley y el orden, jóvenes varones, acaudalados y de clase alta, manejaban los salones de billar del vecindario como si fueran casinos de Las Vegas. Mejor mantén un ojo sobre ese Patch tuyo, Nora. Podría haber una cara de él que mantiene oculta de ti. Una cara que mantiene en la obscuridad. 

—No es un pandillero —repetí por lo que se sintió la millonésima vez, luchando por mantener un tono cortés. 

Pero tan pronto como lo dije, me di cuenta que no tenía manera de estar segura que Patch nunca estuvo en una pandilla. ¿Un grupo de ángeles caídos cuenta como una pandilla? No sabía mucho de su pasado, particularmente antes de que me conociera... 

—Ya veremos —dijo dudando la Sra. Parnell—, ya veremos. 

Una hora después, la comida se había acabado, los platos estaban lavados, finalmente la Sra. Parnell se había ido a buscar a Scott, y yo me retiré a mi habitación. Mi celular estaba tirado en el suelo, con la pantalla hacia arriba, mostrando que no tenía ni nuevos mensajes ni llamadas perdidas. 

Mi labio tembló, y enterré las palmas de mis manos en mis ojos para detener las lágrimas que comenzaban a nublar mi visión. Para evitar estancarme en todas las cosas horribles que había dicho a Patch, traté de pensar en una manera de repararlo todo. Los arcángeles no podían prohibirnos hablar o vernos, no cuando Patch era mi ángel guardián. Él tenía que permanecer en mi vida. Nos mantendríamos haciendo lo que siempre habíamos hecho. En un par de días, después de que tuviéramos nuestra primera pelea real, las cosas regresarían a la normalidad. ¿A quién le importaba mi futuro? Podría pensar en ello después, no es como si tuviera que tener planeada toda mi vida en este preciso momento. 

Pero había una cosa que no encajaba. Patch y yo habíamos pasado los dos últimos meses mostrando abiertamente nuestro afecto, sin reserva alguna. ¿Entonces por qué ahora estaba mostrando preocuparse acerca de los arcángeles? 

Mi mamá asomó su cabeza en mi habitación. 

—Iré a comprar algunos artículos de aseo para mi viaje de mañana. Regresaré pronto. ¿Necesitas algo? 

Noté que ella no mencionó a Scott como un posible prospecto a novio. Aparentemente su incierto pasado había acabado con sus impulsos de casamentera. 

—Estoy bien, de todas formas, gracias. 

Ella estaba cerrando la puerta, pero se detuvo. 

—Tenemos un pequeño problema. Se me escapó decirle a Lynn que no tienes coche. Ella ofreció que Scott puede llevarte a la escuela de verano. Le dije que no sería necesario, pero creo que ella pensó que sólo era por decirlo, no por que estuviera preocupada por Scott. Ella dijo que podías recompensarle por su tiempo dándole un tour por Coldwater, mañana. 

—Vee me llevará a la escuela. 

—Dejé eso en claro, pero ella no aceptó un no por respuesta. Sería mejor que tú explicaras las cosas directamente a Scott. Agradécele la oferta, pero dile que ya tienes quién te lleve. 

Justo lo que quería. Interactuar más con Scott. 

—Me gustaría que Vee siguiera llevándote —añadió lentamente—, de hecho, si Scott llega a venir mientras estoy fuera esta semana, tal vez lo mejor sería que mantuvieras tu distancia. 

—¿No confías en él? 

—No lo conocemos muy bien —ella dijo cuidadosamente. 

—Pero Scott y yo solíamos ser amigos, ¿recuerdas? 

Me miró empáticamente. 

—Eso fue hace mucho tiempo. Las cosas cambian. 

Exactamente mi punto. 

—Me gustaría conocer mejor a Scott antes de que pases mucho tiempo con él —ella continuó—, cuando regrese, veré que puedo encontrar.  

Eso fue un giro inesperado. 

—¿Vas a desenterrar su pasado? 

—Lynn y yo somos buenas amigas. Ella está bajo mucho estrés. Tal vez necesite alguien en quien confiar —dio un paso hacia mi vestidor, puso un poco de mi crema en su palma, y la frotó en sus manos—. Si ella menciona a Scott, bueno, no dejaré de escucharla. 

—Si ayuda a armar tu caso de que él no es muy bueno, realmente pienso que actuó muy raro en la cena. 

—Sus padres acaban de divorciarse —dijo en el mismo, cuidadoso, tono neutral —estoy segura de que está pasando por mucha confusión. Es difícil perder a un padre. 

Ni que lo digas. 

—La subasta termina la tarde del miércoles, y yo debería estar de regreso para la cena. Vee se quedará mañana por la noche, ¿cierto? 

—Cierto —dije, recordando que aún tenía que discutir esto con Vee, pero no podía imaginar que había un problema—. Por cierto, estoy pensando en conseguir un trabajo. 

Mejor soltarlo así, especialmente, si es que tenía suerte, conseguiría el trabajo antes de que ella regresara. 

Mi mamá parpadeó. 

—¿De dónde viene esto? 

—Necesito un coche. 

—Pensé que Vee estaba de acuerdo con llevarte. 

—Me siento como un parásito. 

Ni siquiera podía ir a la tienda por tampones de emergencia sin llamar a Vee. Peor aún, hoy estuve así de cerca de tener que pedirle a Marcie Millar que me llevara a la escuela. No quería hacer peticiones innecesarias a mi mamá, especialmente cuando estábamos tan ajustadas con el dinero, pero tampoco quería que esta mañana se repitiera. He estado anhelando un coche desde que mi mamá vendió el Fiat, y ver el Cabriolet esta tarde me impulsó a tomar cartas en el asunto. Pagar yo misma por el coche me parecía un buen compromiso. 

—¿No crees que un trabajo interferirá con la escuela? —preguntó, su tono me decía que no estaba de acuerdo con la idea. No esperaba que lo estuviera. 

—Sólo estoy tomando una clase. 

—Sí, pero es química.

—Sin ofender, pero creo que puedo manejar dos cosas a la vez. 

Ella se sentó en el borde de mi cama. 

—¿Pasa algo? Estás muy enérgica esta noche. 

Tomé un segundo extra para responder, estando muy cerca de decirle la verdad.

 —No. Estoy bien. 

—Pareces estresada. 

—Un día largo. Oh, y ¿mencioné que Marcie Millar es mi compañera de química? 

Podía decir por su expresión que ella sabía qué tan profunda era esa herida. Después de todo, era con mi mamá con quien me refugié la mayoría de las veces, los últimos once años, después de que me cruzara con Marcie. Y fue mi mamá quien recogía los pedazos, uniéndolos, y enviándome nuevamente a la escuela, más fuerte, sabía y armada con nuevos trucos de mi lado. 

—Estoy pegada a ella las próximas ocho semanas. 

—Te digo que, si tú consigues sobrevivir las ocho semanas sin matarla, podemos hablar de conseguirte un coche. 

—Sabes hacer negociaciones difíciles, mamá. 

Ella besó mi frente. 

—Espero un reporte completo en los dos primeros días después de mi regreso. Nada de fiestas salvajes cuando no esté. 

—No prometo nada. 

Cinco minutos después, mi mamá bajaba por el camino en su Taurus. Dejé que la cortina se pusiera en su lugar, me acurruqué en el sofá y miré mi celular. 

Pero no tenía llamadas. 

Alcancé el collar de Patch, que aún colgaba alrededor de mi cuello, y lo apreté, más fuerte de lo que esperaba. Fui golpeada por el horrible pensamiento de que tal vez fuera lo último que tenía de él. 

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