Era una mañana de enero, la ligera nieve que caía alrededor demostraba el ambiente gélido en el que se encontraba envuelta esa ciudad. Dentro de un frío edificio, en un viejo departamento identificado como 34 A, una mujer mulata de cabello negro rizado se encontraba acomodando una bufanda blanca a su cuello, cierra con sumo cuidado un abrigo de lana verde oscuro, preparándose para salir.
Al terminar de alistarse tomo sus llaves de un tazón de cristal en una mesita junto a su puerta, salió al pasillo que se encontraba en peores condiciones, el piso presentaba algunos azulejos rotos y descoloridos por el clima al igual que manchas de humedad en el papel tapiz junto con una gotera al fondo del pasillo que apenas era tratado con una vieja cubeta de metal, la mujer suspira mientras sujeta la pared del pasillo para dirigirse a las escaleras que se encontraban junto al ascensor metálico con un viejo anuncio de "En reparación" en su puerta, se disponía a bajar los cinco pisos hasta el lobby del complejo de departamentos.
Escuchó rechinar los barandales metálicos de las escaleras junto al sonido de pasos pesados, casi como si arrastraran sus pies, alguien venía subiendo.
—Buenos días, Vasili —le sonríe a la enorme figura masculina que iba subiendo las escaleras mientras ella lo esperaba al inicio de las escaleras, su vecino del departamento 35 A.
—Mm —el corpulento hombre calvo solo mueve la cabeza a modo de saludo, iba de gabardina larga, un suéter de cuello de tortuga negro; su barba espesa ocultaba sus facciones toscas.
Era una mañana de enero, la ligera nieve que caía alrededor demostraba el ambiente gélido en el que se encontraba envuelta esa ciudad. Dentro de un frío edificio, en un viejo departamento identificado como 34 A, una mujer mulata de cabello negro rizado se encontraba acomodando una bufanda blanca a su cuello, cierra con sumo cuidado un abrigo de lana verde oscuro, preparándose para salir.
Al terminar de alistarse tomo sus llaves de un tazón de cristal en una mesita junto a su puerta, salió al pasillo que se encontraba en peores condiciones, el piso presentaba algunos azulejos rotos y descoloridos por el clima al igual que manchas de humedad en el papel tapiz junto con una gotera al fondo del pasillo que apenas era tratado con una vieja cubeta de metal, la mujer suspira mientras sujeta la pared del pasillo para dirigirse a las escaleras que se encontraban junto al ascensor metálico con un viejo anuncio de "En reparación" en su puerta, se disponía a bajar los cinco pisos hasta el lobby del complejo de departamentos.
Escuchó rechinar los barandales metálicos de las escaleras junto al sonido de pasos pesados, casi como si arrastraran sus pies, alguien venía subiendo.
—Buenos días, Vasili —le sonríe a la enorme figura masculina que iba subiendo las escaleras mientras ella lo esperaba al inicio de las escaleras, su vecino del departamento 35 A.
—Mm —el corpulento hombre calvo solo mueve la cabeza a modo de saludo, iba de gabardina larga, un suéter de cuello de tortuga negro; su barba espesa ocultaba sus facciones toscas.
No mucho se sabe sobre el extraño hombre que es Vasili, pero muchos rumores circulaban sobre su persona por todo el edificio, por su gran tamaño y complexión fornida, aunque de pocas palabras su acento causaba escalofríos al escucharlo hablar en las pocas ocasiones en las que se comunicaba con los residentes, tampoco le ayudaba a mitigar esos rumores su actitud hostil, salir a altas horas de la noche y regresar con signos de haber estado en peleas muy violentas.
—¿Noche difícil?—La sonrisa no desaparece de su rostro mientras descansa su mano al inicio del barandal de las escaleras.
—... Regular —se detiene al ver a su vecina.— ¿Vas a salir con este frío? Hay mucho viento y las calles están resbaladizas
—Mis provisiones se terminaron, tengo que hacer las compras, deséame suerte en esta tormenta cruel, si no regreso con vida, por favor dile a mis gatos que son unos cretinos.—coloca su mano a su pecho de forma solemne y dramática.
—No hablo gato. —se podía ver una sonrisa bajo sus facciones endurecidas.— Te acompañaré.
—Vasili, no es necesario, acabas de llegar, debes estar agotado de tu turno.
—Son cinco pisos de escaleras y 5 calles a la tienda del viejo Morris. —su voz no deja pie a discusión.— Además, puedo cambiar este favor por una de tus comidas.
—Ahí está, sabía que no irías conmigo solo por ser buen vecino —Le da un codazo, comienza a bajar, se acomoda su saco.
—Soy débil a tu sabor —La acompaña a su lado en las escaleras.
—Sigue hablando así y ahora todos dirán que eres un acosador.
—Eso es mejor que un matón de la mafia.
—Me gustaba más el rumor de ex soldado de misiones ultrasecretas, te daba más misterio y atractivo.
—Mujer soy impresionante —Al llegar al lobby, se coloca al lado de ella.— El piso de la calle está congelado, vas a necesitar mi brazo como apoyo.
—Si quieres que nos tomemos de las manos, solo tienes que pedirlo cariño. —De su bolso saca un bastón blanco para armarlo, lo coloca frente a ella, con su mano busca el antebrazo de su vecino, lo sujeta firme.
—Eso te costará unas galletas —Abre la puerta se siente el aire helado, golpear sus rostros, Vasili la acerca un poco más para guiarla por la acera.
—Abusas de la amabilidad de una pobre mujer ciega —Se ríe bajo moviendo su bastón al ritmo que caminan.
—No juegues la carta de víctima, eres la mujer más orgullosa de todo el edificio.
—Muchas gracias. ¿Qué quieres que cociné para ti?
—Puedo decir cualquier platillo y al final, haces lo que se te da la gana, no sé ni para qué preguntas.
—Comida es comida y jamás te has quejado de nada de lo que cocino.
—¿Tengo opción? Nunca me cobras, no puedo perder la oportunidad de ahorrar unos billetes.
—Verduras al vapor y ensalada será por bocón.
—Deja de romper mi corazón en pedazos, hermosa y cruel criatura.
—La poesía no te sacará de tus problemas esta vez Vasili, pero sigue intentando, quizás me harás agregar pollo
—Estás disfrutando esto, ¿verdad?
—¿Se nota? Antes del mercado, tengo que pasar a la panadería y la carnicería.
—Eso está a más de 10 calles ¿Estás loca? Estamos a menos quince grados y bajando mujer, solo iremos por lo básico al minimercado y nos regresamos —le aprieta la mano al llegar a un cruce para que se detenga.
—¿El gran Vasili Nóvikov le tiene miedo a un poco de frío? ¿El gran Vasili Nóvikov oso de las nieves del gran ejército de la madre patria? ¿Ese gran Vasili Nóvikov?
—El gran Vasili Nóvikov no cuidará de ti cuando me llores que estás enferma y lo mandes a buscar medicamento a mitad de la noche. —La jala para caminar el resto del camino.— Los asaltos están aumentando, debes cuidarte mejor.
—Mantendré los ojos bien abiertos.
—Te crees muy graciosa, ¿verdad?
La mujer solo se ríe contra su brazo grande apretando más su agarre en un pequeño abrazo, llegan a la pequeña tienda de abarrotes, ahora con un par de rejas metálicas en las ventanas y puertas, en la puerta un anuncio "Pidan lo que necesiten y se les dará en la puerta, tengan el dinero en mano".
—¿Por qué te detienes? Puedo escuchar la radio del viejo Morris, ¿No vamos a entrar? —ella sonríe para intentar caminar, Vasili la detiene.
—Solo dime qué necesitas, yo iré por ello.
—¿Y dejarte elegir? Claro que no, seguro llenas mi bolsa con solo papas y carne. —Lo suelta del brazo con su bastón se guía, este choca con la reja.— ¿Está cerrado?
—Buenos días, señorita Nimue, dígame que necesita y se lo traeré aquí afuera. —Un hombre maduro, de unos 60 años, habla a través de las rejas, ya canoso en algunas partes de su cabello castaño y barba.
—Morris, ¿Cuándo me ibas a decir que renovaste el lugar? Casi no lo noto— Ella pasaba sus manos por la forma de las rejas de la entrada
—Es más seguro así señorita, esta semana me han asaltado tres veces, colocamos rejas y mi hijo está vigilando con la escopeta.
—Buen día, Billy, no te vi —Alza su mano a modo de saludo, pero su expresión era triste.— Lamento escuchar eso Morris, ¿Es así de grave? ¿Han hablado con la policía? —Un muchacho, en camisa de franela, chaqueta gruesa, cabello largo castaño, levanta su escopeta para ir con ella.
—Esos cerdos no hacen nada, mientras que los de su grupo, —habla en dirección a Vasili, quien no le presta atención rodando sus ojos— han estado intimidando a todos los dueños de negocios de la zona cobrando por protección, ¿Por qué anda con ese animal?
—Silencio muchacho, no hables de lo que no sabes —Su padre, el señor Morris, lo ve severo sujetando su hombro.
—Así es, ese animal, será tosco, bruto, mal hablado, violento y busca pleitos, pero es un excelente lazarillo —la chica lo dice con orgullo con una gran sonrisa.— No existe nadie más leal que él.
—Mujer, estoy escuchando todo lo que dices.
—¿Y acaso dije alguna mentira?
—Yo no busco pleitos, ellos llegan solos —Se encoge de hombros, acostumbrado a los comentarios de la gente.
—Lo sé, mi botiquín necesita más equipo de curación solo para ti —Toca la puerta metálica buscando la rendija, toca la mano del señor Morris, este la estrecha entre las suyas.
—¿Qué necesitas el día de hoy, querida?
—Huevo, arroz, papas, zanahorias, pan y café Morris. —Escucha un bufido bajo del hombre tras ella— Y si aún te queda algo de pollo, Morris te lo agradecería.
—Creo que puedo tener todo lo que pides, ¿Cuánto necesitas de todo eso?
—¿No lo has visto? —Mueve un pulgar hacia atrás señalando a un punto vacío.— Lo suficiente para saciar el hambre del gigante, hasta aquí puedo escuchar el rugir de su estómago.
—El gigante está por aquí —Vasili le mueve la mano para señalarlo adecuadamente.
—Es tu culpa por alejarte tanto de mí. —Atrapa con sus manos la mano grande de él para dejarla en su hombro, siente como Vasili se pone tenso, la deja hacerlo, Billy por instinto al verlos sujeta más su escopeta.
—Señorita, ¿por qué deja que se le acerque tanto? La puede lastimar.
—Muchacho, ¿por qué sigues aquí? La señorita ya hizo su pedido, ve adentro a traer todo. —El viejo Morris le quita la escopeta de las manos y lo empuja hacia la tienda.
—Si de algo estoy segura, es que este muñeco de nieve es inofensivo. —aprieta la mano de él que estaba sobre su hombro con una sonrisa.
—Deja de arruinar mi imagen mujer, —Se inclina un poco para verla fijamente.
—Ustedes dos dejen de presumir su romance frente a un pobre viejo viudo.
—No hay algo como eso entre la señorita Sarabi y yo, no divulgue rumores como esos —Vasili habla con seriedad, a la defensiva.
—Se lo que parece Morris, pero solo somos amigos con derecho. —Ella se abraza a su brazo de forma cariñosa.
—¡Mujer! ¡Deja de decir cosas raras! —El enorme hombre se aparta de ella caminando unos pasos.
Sarabi se ríe, lo toma de la muñeca no dejando que se aleje del todo cuando llega Billy con la bolsa de compras, Morris abre la reja para dárselo a Sarabi.
—Muchas gracias Morris —Sarabi extiende su mano a su bolsillo para tomar varios papeles, se los entrega al anciano con cuidado— Tienes que decirme si te estoy dando menos y no abusar si te doy de más
—Por supuesto que no me atrevería querida, no frente al gigante de hielo del norte.
Vasili toma la bolsa de entre las manos de Billy, de forma repentina lo ve fijamente buscando asustar al muchacho que da un salto hacia atrás.
—¡Viejo dispara!
—Qué buenos reflejos tienes Billy, muy bien chico —Su papá se ríe para hacerlo entrar.
—Cuídense mucho, cierren bien la reja y llamen si pasa algo, les mandaré a la mejor seguridad del pueblo. —Ella da palmadas en la espalda de Vasili que carga la bolsa en un solo brazo mientras ofrece el otro para ella.
—Usted también cuídese mucho, señorita, abríguese bien, el clima es traicionero. —El viejo Morris cierra todo para volver a su tienda.
Luego de caminar unas cuadras en completo silencio, viendo los copos de nieve caer lentamente por la acera fría, el corpulento hombre comenzó:
—Sarabi, no puedes bromear con algo así, la gente ama hablar y no quiero que te veas envuelta en los mismos rumores que yo —Vasili ve al frente hablando de forma seria.
—Ellos pueden hablar todo lo que quieran, pero sería un inconveniente tener que hacer oídos sordos también. —ella sonríe moviendo su bastón.— Además, ya tengo suficiente con todas sus frases de ánimo, lástima y morbo. —Sarabi frota ligeramente su rostro, alrededor de su nariz y sus ojos, largas cicatrices viejas atravesaban casi por completo su rostro, como si algo la hubiera desgarrado o quemado la piel, ese era su constante recuerdo que le dejo la guerra, no había forma de ocultarlo junto a lo que alguna vez fueron sus ojos color verde, ahora solo quedaba blanco, lo único que todos podían ver de ella, se queda callada, distante.
—¿Alguien te volvió a preguntar por las cicatrices?
—Siempre preguntan por ellas, es un recordatorio permanente de la guerra —Ella siente como Vasili se tensa apretando más su mano contra la de ella.— Vasili, cariño, no te culpes por eso, tú solo fuiste un peón, una víctima más en este juego de la guerra, al igual que yo. —Acaricia su brazo tenso.
El enorme hombre se queda callado, de sorpresa la sujeta con firmeza de la cintura para levantarla un momento, había mucha basura acumulada en la acera.
—Con cuidado, ya casi llegamos al edificio, espero que cumplas con tu parte del trato, llevo días sin probar una buena comida —Bufa burlón bajándola con cuidado a la acera.
—Muchas gracias, qué galante, oye un momento, cenaste ayer en mi casa. —Le da un codazo en el costado— Grosero. —Ella ríe bajo, llegan al edificio viejo de departamentos, Vasili le abre la puerta para ayudarla a entrar primero, una mujer iba saliendo al mismo tiempo chocando contra Sarabi.
—¡Fíjate por donde vas! ¡¿Qué no ves que estaba saliendo?! —Era una mujer en sus 50, usando un abrigo grande de piel, cabello ya canoso en un peinado hecho nido de pájaro con varias horquillas.
—Buenos días, señora Darling, perdóneme, no la vi allí —Sarabi responde con una sonrisa.
—¿Se está burlando de mí? No por ser inválida va a tener permiso de todo Señorita Nimue.
—Y ser vieja no le da derecho a ser tan grosera, pero aquí estamos —Sarabi le da un codazo a Vasili por su comentario.
—Y usted señor Nóvikov aún me debe la renta de este mes, quiero ese dinero para mañana o haré que lo echen. —Él se aparta de Sarabi, le da la bolsa de víveres, camina hacia la mujer de forma lenta, sonando intimidante, se inclina hacia ella.
—No tiene que amenazarme, tendrá su dinero en cuanto termine un par de trabajos sucios. Si me entiende, ¿verdad? No se preocupe, señora Darling, tendrá su dinero. —La mujer pierde los colores del rostro, solo se acomoda su abrigo y su bolso.
—Solo deja el dinero en el buzón de mi puerta, con permiso. —Se va de allí caminando rápido.
—Vas a causarle un infarto un día de estos —Sarabi entra primero para dirigirse a las escaleras del edificio.
—Que los cielos te escuchen. —Camina tras ella, le quita la bolsa de compras para empezar a subir hacia sus departamentos.
—Ve a dormir un poco, yo me encargaré del resto. —Sarabi se sujeta al barandal para dar pasos lentos subiendo.
—Te dejaré todo listo en la encimera de la cocina junto a la estufa encendida, entonces iré a dormir un rato en tu sillón. —Le da su brazo libre como apoyo extra para llegar a su piso.
—Vete a dormir a tu propia cama Vasili. —Rueda sus ojos sonriendo.
—Oblígame. —La suelta al llegar al piso de ambos, Sarabi busca su puerta con la identificación 34 A de su saco, toma la llave para entrar, falla un poco al girarla al estar ya dañada.
—Hogar dulce hogar —Era un departamento modesto de ladrillo rojo, contaba con pocos muebles, la cocina y la sala se unían en un solo espacio, junto a una puerta que conducía a la habitación de Sarabi y otra puerta que daba al pequeño cuarto de baño, no era mucho, pero era su hogar.
—Está helando aquí dentro, ¿Estás segura de que repararon la calefacción? —Vasili deja la bolsa con las compras en la mesa de la cocina para ir a revisar el calentador, de entre las rejas una pata color negro busca darle un rasguño y desde arriba algo le cae a la espalda— ¡Malditas bestias del demonio déjenme en paz! —Se quita al gato calicó de su espalda y lanzarlo al sillón cercano de entre el calentador sale otro negro que maúlla antes de empezar a escalar la pierna del enorme hombre haciendo que Vasili lo sacuda.
—Vasili deja de jugar con los gatos y ven a ayudarme. —Sarabi guarda su bastón quitándose su bufanda dejándola en su perchero de la entrada
—¡Dile a tus bestias que me dejen en paz!
—Bonnie, Clyde, aquí. —Ella de su abrigo sacó unas bolitas de estambre con campanas pequeñas, sus juguetes, los lanza a la habitación por costumbre, los gatos siguen el ruido y Vasili cierra la puerta en cuanto entran.
—Esas cosas solo te van a terminar perjudicando, no tienen respeto por lo ajeno y no conocen del espacio personal. —Él se le acerca mucho mientras habla.— Y está demasiado helado aquí, si no arreglan tu calefacción, la vieja Darling va a tener una visita muy desagradable de mi parte.—Una mano acariciando el costado de su rostro lo hace guardar silencio.
—Se sentirá mejor una vez que empiece a preparar la comida, el fuego del horno ayuda mucho a calentar este lugar, tú recuéstate a dormir un poco, sabes dónde están las mantas. —Ella regresa a la cocina caminando con un ligero murmuró, contaba sus pasos.
—En el sillón, lo sé, déjame te ayudo con eso. —Vasili ve como sacaba las cosas de la bolsa— ¿En qué orden las dejo?
—Las verduras en la tabla para picar, el pollo para coser dentro de la olla y las especias abiertas para que pueda oler. —Sonríe sacando por memoria sus sartenes y ollas.
—¿Estás segura de que no quieres que las corte por ti? —Termina de acomodar todo para ella.
—Ve a dormir Vasili. —Sarabi estira sus manos para buscarlo, lo siente del brazo, pasa sus manos a su pecho para empujarlo y sacarlo de la cocina.
—Ya, ya, tranquila, no hace falta la violencia. —Él va a recostarse en el sillón de la sala, saca una manta y una almohada pequeña se recuesta suspirando grave.— Cambia de sofá.
—Cómprame uno nuevo, ¿quién de los dos es un mafioso lleno de dinero? Deberías de cubrirme de vestidos lindos y joyería. —Ella comienza a manejarse por la cocina tocando, sintiendo con cuidado, mientras prepara la comida de ese día.
—Muy graciosa —Cierra los ojos acomodándose mejor, la escucha tararear una canción suave mientras cocina, no puede evitarlo, por el cansancio del turno nocturno de su trabajo, todas las horas extras haciendo favores que rozaban en lo ilegal que lo dejaban exhausto y Sarabi cantando pudieron con él hasta que quedó profundamente dormido.
Cuando toda la comida estaba cocinándose en las ollas, Sarabi comenzó a limpiar y a guardar todo lo que estaba fuera de lugar, sus mininos comenzaban a rasgar la puerta de su cuarto buscando salir, camina con cuidado para ir a abrir la puerta, ambos gatos salen disparados para volver al calentador descompuesto a jugar, ella regresa a la sala, escucha los ronquidos de su vecino dormido a pierna suelta en su sillón, sonríe, se acerca para acomodar mejor la manta sobre él.
—Al menos esta vez no estás teniendo pesadillas... —Su respiración era estable, pausada entre ronquidos, un buen sueño, le acaricia la cabeza con su mano, se inclina un poco.—... Dulces sueños Vasili. —Besó su sien apenas para ella ir a sentarse en la mesa de la cocina esperando por la comida tomando su tejido, había sido un día tranquilo.
La paz se quebró cuando se escucharon una serie de disparos frente al edificio y varios gritos.
Es mi primera novela que publico de forma oficial, me hace feliz poder compartirla.
Ahora que ha pasado tiempo vuelvo a revisar esta obra y he decidido modificarla para ampliar algunos capitulos.
Podrán conocer un poco mejor a mis personajes y su mundo.