An Xiaxia no pudo formar una oración coherente y habló de forma entrecortada. En su lugar, ¡su pequeño rostro se había enrojecido y acalorado! Ahora Sheng Yize estaba encima de ella y a su alcance. Las líneas fluidas de su perfil lo hacían lucir como una obra de arte preciosa. El corazón de ella latía con fuerza en su pecho y estaba tan tensa que no podía mover un dedo.
Él atrapó con toda tranquilidad a la araña entre sus dedos y la agitó frente al rostro de An Xiaxia. Ella se espantó y se alejó lo más que pudo.
—¡Ah! ¿¡Qué es eso!? ¡Aléjala de mí!
—En primer lugar, un granuja jamás compartiría la cama contigo sin hacer algo más que conversar. En segundo lugar, An Xiaxia, ¿cuándo dejarás de sobreestimarte tanto? —dijo pausadamente Sheng Yize.
Ella se sintió herida y quedó congelada de inmediato. Iba a lamerse las heridas en silencio en el frío viento de otoño.
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