¡Maldición! ¿¡Acababa de darle un golpe mortal a Sheng Yize!? Se arrodilló y lo revisó a toda prisa. Lucía muy pálido. Con el pelo húmedo pegado a las mejillas, el pequeño lunar debajo de su ojo lucía sumamente hermoso.
—Mmm... ¡Sheng Yize! Sheng Yize, ¡me estás asustando! ¡Despierta! —An Xiaxia casi estalla en llanto. La única respuesta a su llanto fue el silencio.
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Cuando Sheng Yize despertó, estaba un poco desorientado. Sobre él tenía un deteriorado techo de tejas y ladrillos. Hasta podía ver una araña ocupada tejiendo su telaraña en la esquina. La cama bajo él se sentía bastante dura. El edredón que tenía encima tenía desgastadas las puntas, pero estaba muy limpio. Incluso podía oler el sol. Se enderezó y miró a su alrededor. Juzgando por lo que había en la habitación, se encontraba en una granja en las montañas.
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