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Los patíbulos en llamas.

Editor: Adrastea Works

Volutas de humo negro quemaban la garganta y los pulmones de Xiafeng mientras producían sonidos siseantes similares al de fuelles viejos y estropeados.

—¿Hay... Alguien aquí? No quiero... Morir...

—Xiafeng, despierta... No te quedes dormido...

...

La incesante luz de un color rojo ardiente se atenuó súbitamente, seguida por una profunda oscuridad. Como si fuera un hombre ahogándose. Xiafeng intentó con todas sus fuerzas agarrarse de cualquier cosa que lo pudiera salvar de esa oscuridad.

En ese momento, justo como el sol naciente, una luz roja apareció al frente de él.

Con aquella luz, Xiafeng sintió su fuerza recuperándose ligeramente, por lo que forcejeó desesperadamente para acercarse a ella. Después de dar un paso hacia adelante, Xiafeng notó a la luz volviéndose cada vez más brillante, cambiando de un rojo ardiente a un blanco puro. La oscuridad fue completamente atrapada por la luz y se disipó por completo en un segundo.

—Ah... —Xiafeng se enderezó repentinamente y pasó a encontrarse jadeando con gran esfuerzo. En su sueño, el humo de un incendio aterrador lo había hecho perder cualquier forma de resistirse, dejándolo incapaz de hacer nada más que yacer en el suelo sin fuerzas y esperar que las llamas lo devoraran. Como forzado por un fantasma, si bien él sabía que se encontraba en una pesadilla, sencillamente no podía despertarse.

El sueño fue tan realista que a Xiafeng le tomó un largo rato recuperarse. Luego de que su acelerado corazón se calmó, él finalmente recordó que había estado trabajando en cierto ensayo durante toda la noche en la biblioteca de la escuela. «Con razón soñé sobre el incendio; Estos días he estado prácticamente consumiendo mi vida», pensó Xiafeng para sí mismo a modo de autocrítica.

Al levantarse y estar a punto de recoger todos los libros de referencia para luego volver al dormitorio, Xiafeng se quedó estupefacto con la extraña e inimaginable escena en frente de él. Como si hubiera sido golpeado en la cabeza, se sorprendió y su mente se quedó en blanco.

Todas las bonitas mesas de madera habían desaparecido. No habían pilas de libros de referencia, manuscritos de papel ni laptops. Lo único que seguía allí era la vieja sábana negra con hilos sueltos que lo estaba cubriendo.

En lugar de estar sentado en la silla de la biblioteca, él en realidad lo estaba haciendo sobre una cama de madera angosta.

—¿¡Dónde estoy!?

En esta situación, incluso una persona como Xiafeng, quien era relativamente callado y relajado, podría notar que algo andaba mal. Incluso si terminó atrapado en un incendio y fue enviado a un hospital, ¡este lugar definitivamente no parecía uno! ¡Ni siquiera un poco!

Sus latidos se aceleraron debido a la sorpresa. Echó un vistazo a sus alrededores e intentó levantarse, pero en el momento en que puso los pies en el suelo, una sensación de mareo y debilidad recorrió su interior y casi hizo que cayera al piso.

Xiafeng extendió el brazo rápidamente y se agarró del marco de la cama para mantener su equilibrio. Su rostro estaba pálido y su corazón estaba latiendo muy rápido. Ya era consciente de sus alrededores gracias al vistazo que dio hace un momento. Se encontraba dentro de una pequeña choza.

Además de la cama de madera, había una mesa, también de madera, que podría desbaratarse en cualquier momento; dos taburetes en un estado relativamente bueno; y un cajón con un hoyo en su superficie. Al otro lado de la deteriorada puerta de madera había una vasija colgada, con una estufa vieja y usada debajo. El fuego había estado apagado por un buen tiempo. Sólo quedaba leña fría en la parte de abajo.

Todo le parecía extraño. Xiafeng no tenía idea de dónde se encontraba. La sensación de mareo y debilidad lo estaba molestando mucho también.

«¿¡En dónde está este lugar!? Me siento como si me acabara de recuperar de una enfermedad seria... Como la neumonía que tuve en secundaria».

...

Innumerables pensamientos pasaban por su mente, pero Xiafeng nunca había estado en esta situación extremadamente rara antes. El pánico estaba haciendo estragos en su mente.

La única cosa por la que él se sentía afortunado era que nada desagradable u horrible apareció. Así, Xiafeng respiró hondo múltiples veces y se tranquilizó. Entonces, un grito fuerte pudo oírse lejos, al exterior de la cabaña:

—¡Quemen a la bruja! ¡La Catedral de Aderon va a quemar a una bruja!

—¡Todos juntos!

—¡Quemen a esa maldita bruja hasta hacerla cenizas!

Miedo y agitación se encontraban mezclados en ese extraño tono. Xiafeng fue distraído de su sensación de pánico y se sintió curioso; pensó para sí mismo. «¿Bruja? ¿Qué rayos es este mundo?»

Siendo un adulto, Xiafeng podía definitivamente sentir que algo malo estaba a punto de suceder allí. Pero este pensamiento fue interrumpido por el súbito sonido de un choque que vino desde la puerta Un chico de doce o trece años entró apresuradamente

—¡Lucien! —El chico de cabello castaño, vistiendo ropa de lino que llegaba hasta sus rodillas, estaba parado al lado de la cama mientras exclamó sorprendido —¡Estás despierto! ¡Gracias a Dios!

Mientras observaba las prendas que el chico tenía de un estilo completamente diferente, Xiafeng asintió inconscientemente. Una idea ridícula tomó forma en su desordenada mente. «Lucien... Bruja... Catedral... Quemar... ¿Estoy en un mundo diferente, o incluso en otra dimensión? Parece que... justo ahora, me encuentro en la Europa de La Edad Media; en el tiempo en el que las cacerías de brujas eran comunes...»

Si algo podía salir mal, en algún momento lo haría. La Ley de Murphy parecía estar recordándole aquello a Xiafeng de una manera fría. El color del cabello de aquel chico y sus prendas eran pruebas de su suposición. Xiafeng podía instintivamente comprender y hablar este lenguaje desconocido, pero al encontrarse bastante lejos de ser un lingüista, no podía saber qué clase de idioma estaban hablando.

El pequeño niño, con numerosas marcas polvorientas negras en la cara, no se sorprendió en lo más mínimo al presenciar el comportamiento extraño de Xiafeng.

—Mamá no me creyó. Durante la media noche ella siempre llora, con sus ojos hinchados por las lágrimas; y siempre murmura «mi pobre y pequeño Evans», como si tú ya estuvieras enterrado en el cementerio. Papá no sabía qué hacer, por lo que le pidió a ese pequeño bastardo de Simon que lleve un mensaje a la mansión de Lord Venn, pidiendo que mi hermano vuelva de alguna manera. Ahora él es el Escudero de un Caballero. ¡Obviamente, el doctor caritativo no se atrevería a reclamar su irracional y ridículo precio frente a un escudero! —El chico habló con su barbilla ligeramente levantada, y sintiéndose sinceramente orgulloso, continuó—, pero mira, ¡estaba en lo cierto! ¡Sabía que tú ibas a estar bien! ¡Lo sabía! —mientras hablaba, agarró el brazo de Xiafeng —¡Vamos! Van a quemar a esa despiadada bruja. ¡Es exactamente la misma bruja que hizo que fueras a la cárcel y seas interrogado toda la noche por los guardias de la iglesia!

Xiafeng quería pensar más sobre su situación actual, por lo que no le interesaba en lo más mínimo ir fuera. Además, iban a quemar a una persona hasta la muerte. Eso era algo inaceptable para el bondadoso Xiafeng (al menos, él se consideraba así). Sin embargo, lo último que el chico mencionó lo sorprendió. «¿La bruja tiene algo que ver conmigo?»

Debido a eso, Xiafeng cambió de opinión. Con su brazo sostenido por la mano del chico, salió de la habitación a tropezones y siguió al muchacho hacia la catedral.

Xiafeng observó a la gente en el camino. Afuera hacía calor. La mayoría de hombres vestían prendas de lino con mangas cortas, pantalones del mismo color y zapatos sin tacos, mientras que las mujeres llevaban puestos monótonos vestidos largos de cortes rudimentarios y con grandes bolsillos. Eran viejos y simples.

La mayoría de ellos tenía cabello y ojos marrones, mientras que algunas caras bien perfiladas tenían cabello rojo o negro, y ojos verdes o azules.

«¿De verdad es esta la Edad Media?» Xiafeng se dio cuenta de que incluso él estaba usando la misma clase de prendas.

Poco después de que ellos salieran de los suburbios llenos de cabañas pequeñas y descuidadas, vieron frente a ellos una catedral no muy grande, pero solemne e imponente, con cielos rasos altos y arqueados. Del más alto de ellos colgaba una grande cruz blanca. Las ventanas bajo esta eran muy estrechas y pequeñas.

Muchas personas ya se encontraban reunidas allí. Mientras seguía al pequeño muchacho, Xiafeng se abrió paso entre la multitud y avanzando hacia adelante. Esto ocasionó que algunas personas se irriten y les den miradas de molestia, pero sabían que, como adultos, ellos no podían portarse mal en la plaza de Aderon.

Poco tiempo después, Xiafeng pudo ver lo que había delante. Ellos se encontraban precisamente en el frente de la multitud.

En el centro de la plaza, una bella mujer de rostro pálido de poco más de veinte años vistiendo una toga negra se encontraba atada a una cruz de madera. La gente le estaba tirando piedras y pedazos de madera mientras le gritaban, insultaban, y escupían:

—¡Vete al infierno! ¡Maldita bruja!

—¿¡Querías que todos en Aderon murieran!?

—¡Mi pobre Tracy! Ella murió hace varios meses... ¡Debió ser por ti! ¡Tú, malvada!

...

La mujer de la toga negra fue golpeada numerosas veces, pero solamente apretó sus delgados y pálidos labios fuertemente, sin soltar ningún gemido. Parada allí como una estatua, ella miraba a la multitud.

En frente de la muchedumbre había un hombre de mediana edad vistiendo una túnica holgada blanca con filamentos dorados, llevando una boina blanca en la cabeza y sosteniendo una cruz blanca en las manos. Él permaneció en silencio todo el tiempo, dando la impresión de alguien serio y respetuoso. Varios hombres y mujeres estaban parados detrás de él. Todos ellos estaban vistiendo las mismas túnicas blancas inmaculadas. Sus rostros eran brillantes y sonrosados, ofreciendo un claro contraste con la pobre y sucia muchedumbre en la plaza.

Detrás de los de túnicas blancas, había una fila imponente de guardas armados con cotas de malla.

El hombre de mediana edad observó su reloj de bolsillo y dio un paso adelante. Él levantó la insignia redonda en su mano.

Instantáneamente, aquellas indignadas y resentidas personas que estaban vociferando cerraron sus bocas e hicieron silencio.

Xiafeng podía oír el sonido del viento al pasar a través de la ropa de la gente.

Estaba muy impresionado. Incluso en la sociedad contemporánea, que la gente muestre una obediencia absoluta y una respuesta tan rápida como estas requerirían al menos varios meses de entrenamiento. ¿Qué clase de autoridad o poder podría ser capaz de hacer que aquella gente pobre sea tan obediente como un ejército?

El hombre de mediana edad estaba sosteniendo la insignia y hablando con una voz baja pero penetrante, la cual resonaba por toda la plaza.

—Tú, pobre pecadora. Has sido engañada por el demonio y has codiciado poder. Tanto tu cuerpo como tu alma han sido corrompidos. Solamente la Luz puede purificarlos. Es un castigo, pero también una muestra de la piedad de Dios.

—¡Quémenla! ¡Quémenla! —Los gritos de la gente empezaron a unirse y a volverse más y más estruendosos.

La escena de personas fanáticas gritando fuertemente al unísono hizo que Xiafeng se estremezca. Si ellos se enteraran que él en realidad provenía de otro mundo, Lucien, o, mejor dicho, Xiafeng, cuya alma había sido ocupada por el "demonio", sería el próximo en estar en los patíbulos.

—Antes de que la Luz te alcance, —dijo el hombre en un tono piadoso—, ¡confiesa tus pecados! La penitencia sincera puede salvar tu alma. Así, ella ascendería al cielo en el que Dios vive.

La mujer de la toga negra empezó repentinamente a reír alocadamente; su voz contaba con mucho poder.

—¡Lo que yo persigo es la verdadera forma de la magia, no la verdadera forma de Dios! ¡Quémame! ¡Yo veré a tu cielo ser destruido y a tu catedral colapsar entre las llamas!

—¡Demente!

—¡Despiadada!

—¡Ella maldijo al obispo! ¡Mátenlas a todas! ¡A todas estas malditas brujas que siguen a los demonios!

—¡Quémenla hasta volverla cenizas!

El obispo permaneció callado, pero la gente pobre estaba gritando y clamando histéricamente con gran frenesí.

Era la primera vez que Xiafeng presenciaba esta clase de locura aterradora. «Es demasiado peligroso aquí». Él se encontraba profundamente impactado.

Realmente quería ser empático con aquella mujer, pero no se atrevía a hacer nada porque aquellos insanos individuos lo matarían usando una gran cantidad de piedras. Xiafeng también quedó confundido al saber que no había madera debajo de la mujer.

«¿Cómo van a quemarla sin necesidad de leña?»

El obispo empezó a orar con una voz fuerte y fría.

—Tú, la pecadora. ¡Vete al infierno sometida por la Luz!

La cruz en su mano súbitamente emitió una luz maravillosa hacía adelante. La luz era tan brillante que todo lo que Xiafeng podía ver era una masa blanca.

Era como si el obispo estuviera sosteniendo un pequeño sol; solemne, puro, e imponente. Incluyendo al pequeño muchacho, todos bajaron la cabeza y empezaron a rezar.

Rayos de luz se reunieron y se dispararon hábilmente hacia el inconfundible cielo azul. Cuando alcanzaron el techo, la luz se vio reflejada y calló directamente sobre los patíbulos.

Llamas de un rojo feroz se elevaron más altas que una persona y devoraron a la mujer.

Ella rió y maldijo con locura.

«Entre las llamas, yo veré su ingenioso paraíso demolido.

Entre las llamas, yo veré su fabulosa casa de Dios desmoronarse.

¡Entre las llamas, yo los veré a todos ustedes decayendo eternamente!»

...

Sus aterrorizantes gritos y maldiciones quedaron alojadas en los oídos de todos hasta que ella quedó reducida a cenizas.

Sin embargo, Xiafeng quedó completamente estupefacto desde que la cruz soltó aquella luz cegadora.

«Esta no es la Europa medieval...

¡Este es un mundo en el que la magia de verdad existe!

Mi nombre es... Lucien...»

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