El oscuro laberinto subterráneo era tan peligroso y arduo como siempre.
Una docena de misiles mágicos volaron por el aire, bombardeando críticamente a los Títeres Golem en un deslumbrante resplandor. Su retorcido cuerpo de metal crujió antes de caer al suelo sin vida. En ese momento, la joven bajó la mano, dejando escapar un suspiro de alivio. El grupo de aprendices que la rodeaba se desplomó en el suelo.
—¿Están todos bien? —preguntó Adella, volviéndose a sus compañeros de escuela. Por otro lado, una joven de pelo castaño con una cola de caballo sacudió la cabeza.
—Todos están exhaustos, Adella.
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