«¡Clank!»
El grupo entró en la mina y vieron mineros sudorosos, semidesnudos, moviendo sus herramientas y soltando gritos que resonaban en el polvo. Sin duda, no era una gran atracción turística. Además, las condiciones de higiene se estaban retrasando enormemente. Los mineros trabajaban las 24 horas del día y hacían sus necesidades en hoyos cavados por sí mismos. La pestilencia y mezcla de olores corporales asaltaron sus fosas nasales desde todas partes. No sería ridículo describir este lugar como el infierno.
Emily frunció las cejas y se cubrió la nariz, e incluso Edward tosió, poniéndose un pañuelo sobre la boca. Hasta cierto punto, esta podría ser la razón por la que no estaba dispuesto a entrar en la mina.
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