Cuando regresó, pudo escuchar a las cuatro mujeres, incluida su futura suegra, hablando en un tono no tan silencioso.
—Debes tener cuidado con las mujeres de esa clase. Las chicas de esa clase te exprimirán todo el dinero. ¿Viste la forma en que estaba a punto de discutir? —rió una de ellas.
—¿Qué puedo decir? Es mala suerte. Nunca esperé casar a mi único hijo con un patético humano sin antecedentes.
—¿Por qué no romperlo entonces?
—El bastardo de mi sobrino nos puso en esta situación. Y si no fuera por el dinero y el consejo ofrecido por el Consejo... —dijo Venetia y les dedicó una sonrisa cansada.—Tendré que aguantar tal cosa hasta llegado el momento.
—Debe ser difícil para ti. Pero no te preocupes, siempre puedes mostrarle el lugar donde pertenece —se rió la mujer.
—Oh, ya lo sé.
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