Cuando Tontín colocó un pie en la superficie del desierto, se hundió en la arena casi al instante.
Era como si hubiera entrado en un pozo. La arena comenzó a fluir hacia la depresión que creó el pie de Tontín, amenazando con tragárselo entero, como un remolino.
Tontín golpeó brutalmente su pie izquierdo en la arena, levantando una enorme columna de aire.
Ahora, tenía ambos pies atrapados en la arena.
Flamita descendió y enganchó sus garras en los omóplatos de Tontín. Con toda su fuerza, voló y sacó a Tontín de la arena.
Tontín miró, desconcertado, el desierto que casi lo había tragado vivo.
—El desierto no es igual al terreno sólido. Necesitarás un poco de tiempo para acostumbrarte —dijo Gao Peng, tratando de reprimir una risita.
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