El viejo no dijo nada en respuesta. Daba la impresión que ni siquiera sabía quién era Meng Hao; simplemente estaba vagando por ahí, y por casualidad se encontró con él. Estimulado por algunos recuerdos lejanos, había intentado salvarlo al azar.
—El Cielo y la Tierra... Tienen su fin...
—¿Pero qué hay de mí? ¿Dónde está mi fin? —La voz murmurante del viejo era ronca, e incomparablemente antigua. Finalmente suspiró y cerró los ojos, aparentemente cayendo en un estado sin vida. Meng Hao podía ver claramente al viejo sentado allí con la espalda hacia él, pero no podía sentir su existencia en absoluto. De hecho, ni siquiera podía sentir la existencia de la nave.
—¿Senior? —,dijo, con la boca abierta. Finalmente, se dio cuenta de que el anciano estaba inmerso en su propio mundo.
Meng Hao cruzó las piernas con reticencia, luego miró a la distancia y empezó a pensar.
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