Detrás de la máscara, Shentu Nantian vio una cara muy conocida, pero que odiaba.
—¡Yi Yun! ¡Realmente eres tú!
Shentu Nantian apretó los puños. Sus uñas perforaron sus palmas hasta que sangraron.
—Tú… claramente tragaste la Séptima Píldora Divina Yin Nociva. ¿Por qué…? ¿Por qué no perdiste tu cultivo?
No podía creerlo. Aunque a Yi Yun lo habían salvado hacía unos meses, Shentu Nantian creía que debía estar incapacitado. Vivir así hubiese sido peor que la muerte.
Sin embargo, no esperaba que un ser insignificante como Yi Yun, a quién podría matar en cualquier momento, estuviese frente a él con su destino en sus manos.
¡Le había devuelto todo lo que le hizo en aquel entonces!
Era como si una hormiga a la que había pisado hacía unos meses, más tarde lo hubiese pisado a él.
Era como una hormiga aplastando a un humano.
¡Algo completamente inconcebible!
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