—Estas cajas de bento son frías y asquerosas. Mi hermana no puede obligarse a comerlo. ¿Tiene algo más que pueda darnos? Incluso el jamón o la salchicha son buenos... Por favor... —Pudín juntó sus manos y puso una cara muy triste.
El hombre llamado Dahai se compadeció de ella cuando la vio así.
—Espera un segundo —dijo. Entonces, se volvió hacia la mesa y trajo un poco de jamón.
—Aquí tienes.
—Gracias, gran estúpido. Te lo devolveremos cuando escapemos.—Pudín le sonrió dulcemente a Dahai.
—No necesitas decir estas cosas. Date prisa y come. —Dahai estaba a cargo de alimentar a los gemelos. De repente pensó que eran muy monos, especialmente Pudín.
La forma en que Pudín pensaba y hablaba era como la de un adulto y sentía que era un rasgo muy asombroso.
Pudín le entregó el jamón a Porotito, que estaba sentado en un rincón.
—Pudín, compartamos esto.
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