—Me gusta, me gusta mucho.
Huo Mian abrió sus ojos y miró la cordillera en la distancia.
—Esta vacación será algo corta. Solo es una escapada. Cuando tengas más tiempo para ir de vacaciones, te llevaré a las Maldivas.
Llena de felicidad, Huo Mian asintió. En ese momento, sonó el teléfono de la suite.
—¿Hola?
—De acuerdo, lo tengo.
—Vamos a comer.
Los dos bajaron al piso quinceavo, donde se encontraba un restaurante occidental. Cuando Huo Mian entró, notó que, para su sorpresa, este era un restaurante giratorio.
—¿Por qué hay tan pocas personas? ¿Somos solo nosotros? —Huo Mian estaba confundida.
—El manager del hotel probablemente le pidió a los demás que se fueran —supuso Qin Chu.
Ni bien los dos se sentaron, un hombre algo gordo de 40 años se les acerco. Llevaba puesto un traje de alta gama. Hizo una reverencia al ver a Qin Chu.
—Director Qin, ¿por qué no llamó de antemano? Lo hubiera recibido yo mismo.
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